Diario de un lector apasionado XIX
Ciudad de Buenos Aires, Gurruchaga 1450, 1.30 PM
Estoy en Baraka, uno de mis lugares favoritos, sobre todo por la magnífica panera, la atención esmerada y la delicadeza de no cobrar cubierto. Estoy sentado junto a un luminosa ventana, afuera el calor del mediodía se encuentra en todo su apogeo. Me traen un café con leche y un sándwich de salmón ahumado, queso brie y rúcula. ¡Qué delicia!
He estado meditando, sin alcanzar ninguna conclusión, respecto a la conveniencia de incluir en esta bitácora las experiencias de lecturas fallidas. Son demasiados, a lo largo del año, los libros que empiezo, henchido de jugosas expectativas, y luego no consigo llegar al final. Qué digo, no logro pasar de la página cincuenta, la frontera que suelo fijar para la seducción narrativa. ¿Deberé mencionarlos? Como advertencia, digo. ¿Hay alguien que pueda interesarse por el desencanto de un tiquismiquis arrogante? Apuesto a que no.
La reflexión emerge después de abordar una novelita argentina, ganadora de un certamen literario, que entre otros elementos objetables supone que el procedimiento de generar asco en el lector debe ser la espina dorsal de la trama. No diré más, quizás la culpa sea de mi estómago delicado, pero añadiré que con la obra en cuestión alcancé muy pronto el punto en que siento que estoy perdiendo el tiempo. Y una vez que arribo allí, me cuesta horrores seguir leyendo. Para colmo, Silvina Ocampo y Vargas Llosa me están esperando en la mesita de luz.
El libro fallido (desde mi punto de vista) me permitió redondear un concepto que me viene dando vueltas en la cabeza. Hoy, la principal corriente narrativa de la Argentina, la que conquista premios dudosos e interesa a las editoriales grandes, medianas y pequeñas, la más celebrada en los suplementos literarios -que deberían ser el lugar por excelencia de la crítica sin compromisos ni esnobismo- es aquélla que puede definírsela como Escrituras mínimas. Con muy poquita cosa se forja una novelita, una nouvelle, un cuento torpemente alargado. Sus señas de identidad son rotundas: capitulitos cortados sin ton ni son, ausencia de densidades temáticas o estilísticas, personajes fácilmente olvidables, adscripción a una teoría en boga, empaque bienpensante, desesperación por parecer modernos o, incluso, posmodernos. ¿Hace falta repetirlo? Su pecado primordial es la falta de ambición. Consagran la ley del mínimo esfuerzo (y no me refiero, claro está, a las dimensiones). Estoy casi seguro de que este brazo caudaloso no conduce sino a un pantano estéril y vano donde nunca podrá florecer el arte. ¿Cuántas de estas menudencias serán recordadas o reimpresas dentro de treinta o cincuenta años?, me pregunto mirando a dos rubias despampanantes que acaban de entrar. El bueno de Harold Bloom definiría a la modalidad argentina con el mote de “literatura de época”; en el mejor de los casos, un agradable entretenimiento, añadiría desdeñoso.
Yo -como cantaba Calamaro- soy un loco/ que se dio cuenta/ de que el tiempo/ es muy poco. Para mí, las Escrituras mínimas son una absurda manera de dilapidar las escasas horas en las que no estamos trabajando, amando, sufriendo o descansando. Es mentira que no se escriban hoy en día grandes novelas, cuentos extraordinarios, ensayos esclarecedores (además siempre tendremos las espléndidas reimpresiones). No es verdad que no existan las jerarquías literarias. La llama de la Alta Literatura sigue convocando.
Guillermo Belcore
Pues yo creo que sí debería. Así como muchas veces pude descartar lecturas por comentarios halagueños (si justamente lo que resaltan del texto es lo que no me interesa como lector), otras he buscado libros por comentarios malos.
ResponderEliminarSiempre que cumplas con anotar alguna razón a tu decisión de abandonarlo, puede ser útil.
Tripas, de Palahniuk es un ejemplo.
Saludos,
Aunque sea dos líneas no estaría mal.
ResponderEliminarXX de ZZ, abandonado pág 50.
Vaya! Ese recurso de generar asco al lector ... Café con leche con salmón ahumado.
ResponderEliminarRealmente me pareció muy interesante el concepto de Escrituras Mínimas, mientras leía el final de la entrada, pensaba cuáles libros podría catalogar así.
ResponderEliminarY yo estoy de acuerdo con los anteriores, sí, creo que un "abandonado página 50" podría ser interesante.
Muy interesante el blog, saludos.
Estoy de acuerdo con los comentarios anteriores, más dada la cualidad que tiene este blog de marcarnos una calificación. Así como es bueno y util saber cuales son excelentes, buenos o muy buenos, también es interesante tener la calificación de malos, muy malos, horribles. Por más que no siempre se tenga la misma opinión, ni los mismos gustos.
ResponderEliminarAbrazo grande!
Gracias Guillermo, aunque mañana, al querer despertarme, no sea tan bueno con mis comentarios. Esta noche, ha valido la pena.
ResponderEliminar¡Qué tema tan interesante! Me atrevería a decir que la cuestión no se circunscribe solamente a las "escrituras mínimas" que se dan en el terreno de la literatura. ¿O no se advierte, actualmente, la enorme pobreza creativa (sí, de "ambición") que hay en todas las ramas del arte? En música, cine, artes plásticas, teatro... El nivel es muy bajo. Hablo de lo que se llama comercial. ¡Qué distinto era antes! Tal vez los artistas no son tan talentosos. O el gusto del público es deplorable. En fin...
ResponderEliminarGracias a todos por escribir. Dejénme aclararles que yo sólo he tratado de describir con prisas un fenómeno local, es decir, cierto estado de situación de la literatura argentina, nada más. Hay excepciones, por supuesto. Hay cuentistas extraordinarios, también, en mi Patria. Acabo de descubir una. ¿Tienen para anotar? Gilda Manso, se llama.
ResponderEliminarMe da la impresión que en otras latitudes no pasa lo mismo. Nadie puede sostener seriamente que la literatura estadounidense, por ejemplo, carezca de ambición. En la Argentina, me parece, existe una devastadora urgencia por publicar, lógica pues eso permite a menudo acceder a una canonjía, a una beca, al periodismo, a una forma digna de ganarse la vida en algo más o menos relacionado con la literatura. De ahí que salgan tantas novelitas y ensayos defectuosos, a medio hacer, sin el tiempo de maduración apropiado, todo librado a un rapto de imaginación. Agréguese el hecho de que incluso las más pobres composiciones son elogiadas por casi todos los suplementos culturales, incluso por comentaristas de fuste. ¿Por qué? Bueno, la falta de carácter es un vicio fundamental de la crítica argentina. También juega en ésto el amiguismo, el hoy por ti mañana por mí, la ignorancia, el esnobismo, etc., etc. ¿Y los lectores qué?
Un abrazo
G.B.
Causó revuelo la crítica. Creo que das en el clavo de las falencias de la literatura actual. Estará todo inventado, como dice mi amigo Franzulio Kartazar y lo unico que nos queda es hacer historias minimas? Muy dificil escribir minimalismo despues del gran Kjell Askilsen. Comparto contigo que el verdadero problema pasa por la emtivizacion de la literatura, por lo tanto es resposabilidad de cada lector desde su lugar utilizar esta enorme herramienta que es la red.
ResponderEliminar¿Se puede conseguir algo de Gilda en esta enorme biblioteca virtual?
Un abrazo
Tily
Querido Tily:
ResponderEliminarEn un par de semanas, publicaré la reseña de 'Matrioska' de Gilda Manso.
G.B.
el salmón ahumado va bien con cualquier cosa
ResponderEliminarEl Salmón "ahumado" va bien con los escolásticos.
ResponderEliminar¡El rey está desnudo! Se está corriendo la voz:
ResponderEliminarhttp://lectormalherido.wordpress.com/2013/02/06/sudamerica-sin-gordas/
Gracias, estimado Ericz. El club de los amantes de la novela océanica sigue ganando adeptos.
ResponderEliminarUn abrazo
G.B.