RBA. Edición 2010. Novela, 645 páginas.
“Hay en la lectura algo que tiene que ver con lo irracional. Antes de haber leído el libro, intuyes enseguida si te va a gustar o no. Lo husmeas, lo olfateas, te preguntas si merece la pena pasar el tiempo en compañía suya… Un libro es un ser vivo”.
Jean-Michel Guenassia
El autor de este libro nació en Argel en 1950. Abogado de profesión, se ha ganado la vida también como guionista del cine y la televisión, lo que le permitió asimilar esos ínfimos trucos de la dramaturgia que capturan la imaginación del público. Es un hombre ilustrado con ideas claras sobre el pasado: comprendió que el comunismo soviético no fue sólo la perversión de una idea grandiosa, sino también un drama para unas cuantas naciones y, lo que es más grave, la sentencia de muerte para millones de personas. A los sesenta años, la diosa Fortuna besó en los labios al señor Jean-Michel Guenassia. Su primera novela se convirtió en un éxito rutilante en Francia, merced al boca a boca y a los elogios de la crítica. Se la tradujo a decenas de idiomas. Obtuvo el Premio Goncourt des Lycéens, concedido por mil quinientos lectores jóvenes entre los finalistas del Goncourt. La Alta Literatura tiene esas veleidades. A Dios gracias, no es sólo un actividad profesional, está al alcance de cualquier diletante inspirado.
El club de los optimistas incorregibles toma su nombre de una certera definición de Milan Kundera: “el optimismo fue el opio de los pueblos de Europa del Este”. Es una ventana a una época: a la guerra fría, la descolonización del Tercer Mundo, la Francia de De Gaulle y la bonanza económica. Es una novela-fresco balsaciana o victorhuguesca que brotó -explica su autor- sobre una imagen inolvidable de los años mozos: Jean-Paul Sartre y Joseph Kessel jugando al ajedrez entre susurros y carcajadas en un bistró de París. Guenassia arriesga, justamente, una opinión sobre uno de los misterios del siglo XX. ¿Quién fue en realidad el autor de El Ser y la Nada? Un revolucionario de pacotilla, rabioso en forzar al destino con su inteligencia, en avanzar en contra de cualquier lógica, en no renunciar pese a la certidumbre de su derrota, pero muy generoso a nivel personal. La novela arranca con los funerales de Sartre en 1980 y luego salta a los años cincuenta y sesenta.
Son dos los ejes del libro. El primero involucra al adolescente Michel Marini, vástago de una típica familia burguesa, campeón del metegol (futbolín en jerga madrileña), lector voraz y fotógrafo de talento, encandilado por la novia de su hermano Frank, el prófugo. El chico traba relación con El club de los optimistas incorregibles, una pandilla de ilustres emigrados de Europa oriental. Pajarracos de la política, la guerra o el arte que huyeron de sus países en condiciones dramáticas o rocambolescas, y sobrevivieron en la capital francesa gracias a la ayuda que les proporcionaban Sartre y Kessel que ya eran ricos, célebres, dadivosos y discretos. La segunda línea narrativa se nutre con las historias de Igor, Pavel, Vladímir, Leonid, Sacha. Son víctimas de primera clase de la tierra de los trabajadores dichosos. Declaman parlamentos fascinantes como éste:
"Lo escandaloso no es la explotación, sino lo pelotudos que somos. Estas obligaciones que nos imponemos para tener lo superfluo y lo inutil. El problema no son los patrones, es el dinero que nos esclaviza. El día de la gran bifurcación, el que acertó no fue el boludo que bajó del árbol para convertirse en sapiens, sino el mono que siguió agarrando la fruta y rascándose la panza. Los hombres no han entendido nada en esto de la evolución. El rey de los pelotudos es el que trabaja".
Se trata pues de una novela de iniciación (o de desilusión y de desintegración familiar) por el lado de Michel; y de una novela histórica, por el otro. La trama siempre resulta entretenida pues desborda de anécdotas. Vemos el mundo a través de los ojos de un muchacho perspicaz. El estilo documental es depuradísimo; los hitos del período, como la muerte de Camus o la guerra de Argelia, influyen sobre los personajes. Los párrafos son macizos, pero sin florituras, se hace un eficaz uso de la frase corta y rotunda. El libro es inteligente, amable, convencional; cargado de ideas y expresiones elegantes, tal como le encanta a los franceses. Un best seller culto, sin que esto implique un matiz peyorativo, como el que usan los comentaristas domingueros que posan de cínicos. Guenassia ha explicado que se trata del fruto de una vida (quizás sea el único), tardó quince años en darle forma definitiva al libro y sufrió el desaire de algunos editores que hoy se deben querer cortar los huevos. Vendió más de doscientos mil ejemplares en Francia. “Deseaba publicar algo de lo que sentirme orgulloso“, explicó Guenassia. ¡Hombre, felicitaciones!; lo has logrado, sin dudas.
Guillermo Belcore
Calificación: Muy bueno
Veo que el editor de RBA está dando con tu gusto.
ResponderEliminarUna suerte.
Saludos,
Germán.