Fondo de Cultura Económica. Ensayo de historia, 355 páginas.
“Ser un comunista es inseparable de ser un estalinista”Nikita Jruschov
La Segunda Guerra Mundial provocó una serie de ajustes temporarios en la geopolítica global que se convirtieron en muy poco tiempo en dislocaciones permanentes, de esas que parecen formar parte del estado natural de las cosas. El mundo se dividió y el temor a las bombas nucleares cambió el arte de la guerra. Las economías planificadas fracasaron en elevar el nivel de vida y se produjo, en todos lados, un lento declive del poder de los dirigentes en beneficio de los dirigidos. De pronto, la moralidad pública se convirtió en un asunto importante. Sensibles a estas tendencias, un puñado de estadistas aceleró las cosas en los años ochenta y estalló la primera revolución trascendente de las Historia casi sin derramamiento de sangre. La Guerra Fría había concluido. Las estatuas de Lenin se pudren hoy en los basureros.
El período tumultuoso de la política internacional que va de 1945 a 1991 fue desmenuzado en este ensayo sintético, esclarecedor y ameno. La única advertencia que debe hacerse al lector es que preste muchísima atención pues la traducción es horrible, descuidada y cacofónica. No obstante, el calidad del relato se impone, sobre todo porque el profesor John Lewis Gaddis (Texas, 1941) sortea con elegancia ciertas taras contemporáneas como el determinismo, o como confundir ambivalencia moral con equivalencia. El libro prueba cómo las ideas pueden mover a las naciones y esboza la tesis de que las corrientes subterráneas de la Historia muy rara vez convergen de manera automática. Se necesitan líderes para que lo hagan (ya lo decía Shakespeare: Dios corta el mazo y reparte las cartas pero es el hombre el que las juega). Gaddis también señala datos cruciales no del todo conocidos. Por ejemplo, que el Gran Salto Adelante de Mao fue la máxima calamidad del siglo XX, en términos de vidas sacrificadas.
A pesar de todo el enorme dolor y destrucción que causó la Guerra Fría (los latinoamericanos, campo de batalla de las superpotencias, lo sabemos de sobra), el historiador Gaddis está seguro que el mundo es un lugar mejor gracias a aquel conflicto fuese combatido del modo como lo fue y ganado por el bando que lo ganó. Si el Holocausto nuclear se hubiese consumado, quien sabe si hoy alguien podría leer y comentar libros.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: Nos explica el profesor Gaddis que la política exterior de Estados Unidos durante cincuenta años se rigió por dos coordenadas de acero: impedir la revolución en todos lados y evitar una guerra nuclear con la Unión Soviética. Aquellos estadistas que supieron leer a la potencia hegemónica del siglo XX, añado yo, generaron menos dolor a sus pueblos; los que no, como Salvador Allende, crearon condiciones para la aparición de fenómenos aberrantes, como Pinochet. Moral de la responsabilidad vs. moral de los principios. Quiénes son los políticos realmente irresponsables, me pregunto siempre.
¡Que posdata tan curiosa! Primero que cae en el determinismo un párrafo antes denostado (Pinochet vino por que hubo un Allende) y segundo que exculpa a los victimarios. Me pregunto entonces quien creó las condiciones para la aparición de Salvador Allende: si Allende tiene la culpa de Pinochet, ¿quien tiene la culpa de Allende? En fin..., saludos.
ResponderEliminarQuerido Marcos:
ResponderEliminarGracias por obligarme a pensar. No, no soy determinista. Abomino de esa equivocación conceptual, sea religiosa, neoliberal o marxista. Pero creo en las causalidades. Me parece que Chile, con un reformismo democristiano o socialista pero no alineado con el bloque soviético, pudo haberse ahorrado la infinita crueldad social y económica del pinochetismo, cuyas secuelas aún desgarran a ese querido país. ¿Usted cree que Estados Unidos, que iba a permitir en los setenta una satrapía andina del castrismo? Que Nixon y la CIA iban a quedarse de brazos cruzados mientras otro país latinoamericano se aliaba con la Unión Soviética y sus esbirros. Allende y el MIR, sobre todo, con su infantilismo revolucionario (una actitud criminal como la del ERP o Montoneros) abrieron las puertas del infierno. Deben hacerse cargo de su responsabilidad histórica.
Un abrazo. Gracias por escribir
G.B.