Michel Onfray
Capital Intelectual. Ensayo de filosofía, 365 páginas.
Filosofar como un perro. Ajá, ¿pero cómo es eso? Mordiendo los tobillos de los distraídos, incluso de los amigos, pero para salvarlos. Orinando en los muros de las iglesias, defecando en los palacios, montando en público a la mujer deseada, ladrando a los ídolos que la mayoría adula. El modelo es Diógenes, el griego que vivía en una ánfora. ¿Llevar una vida filosófica? “Se trata de inventar modalidades existenciales cínicas en un mundo en el que la forma ha cambiado pero que en el fondo sigue siendo siempre el mismo“. La ira, la exasperación, la irritación dirige la pluma. “Desnudar nuestras quimeras“, debe ser la faena primordial del pensador.
Ejercicios de inquietud, denomina Michel Onfray (Argentan, 1959) a los artículos periodísticos incluidos aquí. Un año de crónicas semanales en Siné Hebdo.
La finalidad era inquietar. Es placentera la lectura por varias
razones. Primero, el estilo (volcánico). Ya sabemos que los franceses
perdonan cualquier cosa menos escribir mal. Segundo, la lucidez. Onfray,
filósofo de moda que cree en la función del tribuno de la plebe, es
absolutamente convincente, excepto en sus diatribas antirreligiosas. Nadie que compare a Jesucristo con Papa Noel merece ser tomado en serio.
Onfray irrumpe en el campo mediático como el potro entre la hacienda. La denuncia indignada del zigzag de los intelectuales franceses es formidable. ¡Qué falta nos hace alguien así en la Argentina! Propone el filósofo normando una izquierda libertaria aunque antiliberal, que no esté obsesionada con la toma de poder (postmarxista). Reivindica a Camus y a Proudhon. Abomina de Platón. Tacha a Sartre de cretino, a Freud de embustero y al domingo de día siniestro. Considera al trabajo como una maldición. A pesar de su declamado ateísmo, adopta el método de…. el Ungido y sus apóstoles: la palabra, la expansión del discurso, la convicción exaltada de las epístolas, la militancia evangélica, la Buena Nueva. Sólo los contradictorios resultan interesantes.
Guillermo BelcorePublicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: Los insensibles y egoístas dirigentes sindicales del Subterráneo de Buenos Aires deberían leer el artículo titulado ‘Del bueno uso del sabotaje’. Siguiendo a un tal Emile Pouget, Onfray llama ‘sabotaje negativo’ a toda aquella medida de protesta que termina siendo perjudicial para los usuarios y los consumidores y no para la patronal (dejar a los otros trabajadores a pie). Sabotaje positivo, en cambio, es el que apunta a la caja de la patronal, como no cobrar boletos.
¿Por qué no comparar a Papa Noel con Jesucristo? Me parece tan serio como ingenioso. Serio porque persigue un propósito y lo hace de manera efectiva: contribuir a que a algunos se les caiga la venda. Y resulta oportuno porque ambos son personajes de ficción. A uno se le ha concedido carisma, el otro, en cambio, resulta jocoso. Pero lo que, en definitiva, tienen en común ambos es algo muy simple: que NI EXISTEN NI HAN EXISTIDO NUNCA.
ResponderEliminarPor tanto, cualquier construcción teórica basada en la existencia de sus personalidades respectivas es absolutamente falsa.