Jack Reacher es el Quijote de nuestro tiempo, pero lúcido e implacable. Viaja en ómnibus de un punto a otro a Estados Unidos en busca de aventuras, "sin ningún lugar particular al que ir y con todo el tiempo del mundo para llegar allí". Va ligero de equipaje, sólo lleva la ropa puesta, la tarjeta de débito y un cepillo de dientes (¿qué clase de hombre prescinde del desodorante y de una muda de medias y calzoncillos?). El héroe solitario -1,95 metro de hueso y músculos, 115 kilogramos de masa bien entrenada- se las arregla para atrapar nuestra imaginación; quién no ha fantaseado, antes de la maldita pandemia, con la idea de vagar sin ataduras para conocer el mundo (Reacher cuenta con una ventaja decisiva: una pensión puntual del gobierno de Estados Unidos por haber trabajado durante once años como policía militar).
En el libro número veinticuatro de Lee Child (Conventry, 1954), Reacher llega a una ciudad calurosa de 500 mil habitantes (¿Raleigh?, ¿Cincinatti?) controlada por el crimen organizado. Evita que un ratero le robe un abultado sobre con dinero a un anciano que viajaba en el mismo ómnibus que él; Jack tiene un instinto de supervivencia extraordinario y fue entrenado para percibir las amenazas que nos circundan.
Por ayudar a don Aaron Shevick y su esposa María, el hombretón termina envuelto en una guerra territorial entre la mafia ucraniana y el hampa albanesa, dos tribus sanguinarias con las que se topan, tarde o temprano, todos los ciudadanos que desean hacer negocios en esta urbe corrompida. Parece Ciudad Gótica antes de la llegada del comisionado Gordón y Batman.
Luna azul (Black & Ríos) es una novela intensísima, repleta de situaciones límite. Corren ríos de sangre. Una vez adentro, al lector le resultará imposible salir hasta la última página (he aquí la verdadera burbuja para aislarse del covid). Reacher debe sobrevivir en una jungla desconocida; lo buscan decenas de matones. Su misión inicial (probono) era conseguir las gruesas sumas de dinero que el hospital le exige a los Shevick para tratar a su hija con cáncer y defenderlos de los usureros (la salud privada de Estados Unidos es como la mafia: si no consigues la plata a tiempo, te ocurren cosas feas). Concluye -junto a un grupete de ex militares- cazando al señor Trulenko, un magnate de la informática que declaró la bancarrota y se hizo humo, el ex jefe de Meg Shevick.
PUGILATO
El libro ofrece información fidedigna sobre asuntos tan interesantes como el tráfico de mujeres ucranianas para la prostitución en Estados Unidos. Otro agrado que debe mencionarse es la fría y minuciosa descripción de las muchas escenas de pugilato (..."el Ejército de Estados Unidos enseña el combate más sucio del mundo, aunque nunca lo va a admitir en público..."). Child detalla las fuerzas de la física que intervienen, por ejemplo, en un codazo que destroza una nariz o en una patada en la ingle. Veamos el choque de trenes de la página 242:
"...El tipo se lanzó desde lo alto de la escalera, impulsado por piernas potentes, hombros hacia arriba, cabeza hacia abajo, apuntando a cargar, apuntando a plantar un hombro en el pecho de Reacher, apuntando a desbalancearlo y volcarlo hacia atrás. Pero Reacher estaba por lo menos cincuenta por ciento listo, y se sacudió hacia adelante en dirección al tipo, lanzó un violento uppercut de derecha, salvo que no vertical, más a un ángulo de cuarenta y cinco grados, por lo que la cara del tipo cargando y agachándose lo recibió exactamente de lleno, y sus propios cien kilos avanzando se encontraron con los ciento quince de Reacher moviéndose en la dirección opuesta en una ruptura colosal de energía cinética, cara contra puño, suficiente para levantarle los talones y hacerlo caer sobre el trasero, salvo que el piso no estaba ahí, por lo que el tipo cayó escaleras abajo con un salto mortal hacia atrás, una convulsa rotación completa, amplia y alta, y después se estrelló contra la pared de atrás en una salpicadura de extremidades...".
No sólo se trata de fuerza bruta. El investigador, agente del cambio, vengador de los débiles, aplica el método deductivo. Deduce con una precisión asombrosa cómo piensan sus rivales y tiene una increíble buena suerte (el único déficit de invención del libro). Después de sus improbables victorias, se va tranquilo, cabalgando hacia el poniente, como lo exige la tradición del cowboy solitario que signa hasta el día de hoy la cultura popular estadounidense.
La filosofía de vida de Reacher, por otro lado, es la que preconiza la experimentación absoluta. Cada día debe traer una sorpresa; dilapidar el tiempo resulta imperdonable. Pero puede que el grandote desaliñado y mirada desquiciada esté cansado. Le propone que lo acompañe en su vagabundeo continental a una chica, menuda y algo andrógina, que conoció en un bar y se convirtió en su amante. Jack es rechazado; la saga debe continuar. Child y Reacher están en la plenitud de sus condiciones. Sería una pena que, tal como se rumorea, el primero se retire y el segundo quede en manos menos hábiles para narrarlo.
Guillermo Belcore
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