lunes, 11 de mayo de 2009

¡Basta de antologías!

Moscardón imaginario X

Creo que el recurso de la antología de nuevos narradores está sobreexplotado. No es que no me resulte interesante descubrir las plumas que se están abriendo paso, lo que me irrita son los ardides del marketing disfrazados de manifiestos literarios. “El abuso ha traído el descrédito y la baratura de la mercancía“, como escribió Eduardo Wilde sobre otro asunto.

El año pasado, leí tres de los cuatro volúmenes que Diego Grillo Trubba editó con gran destreza para Mondadori. El cuarto le empecé y lo regalé enseguida. Me agradó sí la especialización temática (sexo, violencia, década del noventa, fútbol). Y me resultó muy útil como catálogo de la excelencia o miseria de lo que se ha bautizado como “Joven Guardia” argentina. Descubrí, por ejemplo, que la escritura de Lucía Puenzo está infestada de lugares comunes. También se me reveló que Felix Bruzzone es un artista muy talentoso. Sigo pensando que es el narrador más promisorio de la literatura argentina (creo que fui el primero en escribirlo). Aun me debo su primera novela, lo confieso, ¡ay!

Este año, La Prensa me dio dos antologías para comentar. Una me encantó (El futuro no es nuestro) por su calidad y variedad; la otra, no sólo me sumió en el sopor en sus tres cuartas partes (Ver la anterior entrada) sino que me irritó profundamente su pretensión de “refundar” la literatura vernácula. Creo que es patético el abismo que media entre las ambiciones que proclama La erótica del relato y el resultado final. No soy el único que piensa así. Acabo de leer una crítica magnífica y valiente, de aquéllas que brillan por su ausencia en los grandes medios y menudean en los blogs que aquí a la derecha sugerimos (http://www.lavoz.com.ar/suplementos/cultura/09/04/30/nota.asp?nota_id=512369).

Una circunstancia me ha dejado meditando. En las dos antologías escribe Oliverio Coelho. Parece dos personas distintas. Sun-Woo exhibe una prosa elegante y no desentonaría en cualquier colección de excelente narrativa erótica. El segundo caso está a años luz del primero. La presa es un ejemplo cabal del vano intento por crear un universo personalísimo mediante el bombardeo con elementos repulsivos. Es uno de los procedimientos más desagradables que conozco, tengo para mí que no se trata de originalidad sino más bien de una abdicación. Provocar el asco es confesar al mundo que no se tiene talento para otra cosa. Yo tengo el estómago delicado, estuve al borde de borrar a Coelho de mis lecturas, tal como hice con su homólogo brasileño. Pensándolo mejor, me decidí darle otra oportunidad. Alguien que satiriza de manera tan eficaz a los escritores de segunda línea (en Sun Woo) tiene bastante que darle a la literatura.

Cierro con una súplica a las editoriales: ¡Basta de antologías de la nueva literatura argentina! Necesitamos promocionar a los escritores de la sublime especie, como dicen en Brasil, “cu de ferro”. Aquellos que están dispuestos a orinar sangre durante años hasta forjar una gran novela.
Guillermo Belcore

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