jueves, 11 de abril de 2024

¡Noticia bomba!


El periodismo en todo el mundo está en horas bajas.
En Estados Unidos, el faro de la libertad de prensa, se han perdido en los últimos diez años más de un tercio de todos los puestos de trabajo. En la Argentina, tan degradada después de décadas de régimen populista hegemónico, el 2024 parece ser el año de la destrucción de miles empleos en la profesión, aquéllos que se sostenían artificialmente con los aportes del Estado. La cuestión de fondo es que cada vez menos ciudadanos están dispuestos a pagar por material informativo, incluso de calidad. Se asocia Internet con el sacrosanto derecho a la gratuidad de los contenidos que cuestan mucho dinero producir. Somos de la opinión que esta insensatez se terminará pagando caro con el tiempo, en términos políticos, sociales y culturales.

Por eso, puede ser que no resulte oportuno que esta columna recomiende la lectura de, acaso, la sátira más despiadada que se haya escrito en Occidente sobre la profesión periodística en general. y sobre los grandes diarios en particular. ¡Pero es que es tan divertida! Hay pasajes que se leen a mandíbula batiente. ¡Y además está tan bien escrita! Concluimos que es la evasión ideal para escaparse por un rato del doloroso presente.

Hablamos de ¡Noticia bomba! (Anagrama, 260 páginas), entregada a la imprenta en 1937 por la daga más filosa de la literatura inglesa de enteguerras, el genial Evelyn Waugh, uno de nuestros escritores favoritos (1). En el prólogo de 1963, explica que quiso dinamitar la la inmerecida fama que habían acumulado los corresponsales extranjeros en los años treinta y que para ello narró una historia ficticia pero basada en su experiencia personal en el campo de operaciones. El libro combina agilmente la invasión fascista a Etiopía con la guerra civil en España.

Se trata de una desopilante comedia de enredos. Mrs Stich, influyente esposa de un ministro de Su Majestad, le pide a Lord Cooper, magnate de la prensa, que contrate a su amigo, el escritor mediocre John Boot, para cubrir una revuelta en Ismalía (Abisinia, en la vida real), que involucra a las grandes potencias.

El poderoso empresario da las órdenes correspondientes, pero el subdirector y el jefe de la sección Internacionales de su diario, el Beast, se confunden y terminan mandando a la zona de guerra a William Boot, el opaco autor de la columna Exuberancia que se ocupa de la fauna de la campiña inglesa. William heredó la columna y le pagan una guinea por entrega. Hace lo que puede, el chico.

Nuestro héroe es un joven célibe, quintaesencia de una aristocracia rural en estado de putrefacción avanzada. Teme ser despedido del Beast pues en su última columna su hermana le gastó una broma. El texto versaba sobre las costumbres del tejón (Meles meles), pero allí donde mencionaba al mustélido la maldita entrometida reemplazó esa palabra por "somormujo cuellirojo". Llamado a Londres, imagínense su sorpresa cuando, entre loas, palmadas en la espalda y amenazas, lo reclutan como corresponsal de guerra. La voluntad del vizconde Cooper nadie la discute.

Las peripecias de William en África, su consagración insólita como periodista estrella, la adoración que le tributa una Inglaterra cándida a su regreso redondean una obra maestra del subgénero de la sátira literaria. Es increíble (y una muestra del carácter de la democracia británica) que una una novela tan burbujeante como ésta se haya publicado mientras el mundo se abismaba hacia una hecatombe sin precedentes.

Dijimos que se trata de una sublime lectura de evasión. Sí. Pero hay un sonsonete del tío Theodore Boot, un verdadero pillo, que queda resonando en nuestras conciencias de argentinos: 

"No veo a mi alrededor más que transformación y decadencia".

Guillermo Belcore


Calificación: Bueno





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