El despoblamiento de Michigan está relacionado, naturalmente, con la desintegración de uno de los símbolos del poder estadounidense, la industria automotriz. La deriva de Ford, General Motor y Chrysler (y de sus proveedores) ha devastado especialmente a la capital del estado, Detroit, acaso la más tercermundista de las urbes al norte del Río Bravo.
Allí, la actual recesión se ha convertido en una depresión pura y dura. El desempleo galopa al 20 por ciento, uno de cada tres ciudadanos es pobre, se venden casas a 5.000 dólares en barrios fantasmas, atormentados por las drogas y la violencia. Detroit es conocida hoy como “la ciudad de los asesinatos”. La burguesía blanca ha huido hace tiempo; la corrupción política no es desconocida y el teatro municipal se ha convertido en estacionamiento. Qué mejor escenario para ambientar una serie policial, en clave de realismo sórdido como The Wire, ¿no es cierto?
Bueno, ya lo han hecho. Hoy vengo a elogiar Detroit 187, mi nuevo juguete nocturno.
¡Qué reflejos exhibe la industria cultural americana! Es el hígado de la nación, sirve para digerir lo peor. Ahora, la cadena ABC retrata la decadencia de una gran ciudad con la excelencia técnica y la fidelidad al tópico que caracteriza a uno de los formatos narrativos más proteicos y eficaces de nuestra era.
El teledrama involucra la División Homicidios de la policía local. “Somos la última línea de montaje de Detroit”, se ufana el detective Louis Fitch, protagonizado por una estrella en ascenso de nariz prominente, Michael Imperioli (¿recuerdan a Christopher Moltisanti, el sobrino de Tony Soprano?). Fitch es brillante, misterioso y acomplejado a lo Dr. House, pero tiene empatía con las víctimas. Si debe reprobar a un compañero usa el teléfono celular aunque estén en la misma habitación.
El personaje más fascinante, empero, es la propia ciudad.
Los casos son atractivos y verosímiles; los caracteres, nítidos; la música, poderosa (saca provecho a Motown, otra de las viejas glorias de la ciudad). El telón de fondo recuerda al conurbano bonaerense -mi fatherland-, otra colmena humana que ha conocido mejores tiempos, envilecida también por el odio, la ira y la codicia.
La serie tiene incluso un toque paródico muy estimulante. El recurso del falso documental y la cámara flotante le agrega vértigo y agilidad. Después de disfrutar cinco capítulos, me atrevo a recomendarlo con toda convicción, se trata de un entretenimiento ideal para el aficionado a la novela negra. Por cierto, me apunto en la libreta averiguar mañana cómo ha procesado la literatura estadounidense el sangriento ocaso de Detroit.
Guillermo Belcore
PD: Insisto, hay crímenes que parecen sacados de las páginas policiales de los diarios de la Argentina. Aquí, amigos, está el trailer.