jueves, 24 de octubre de 2024

Los simuladores


Mientras espera la autobiografía de Alberto Fernández, ese estadista, puede calmar su ansiedad, amigo lector, con una novela espléndida que, justamente, es la crónica de vida de un político que ha caído en desgracia. Se titula Los simuladores y fue entrega por primera vez a la imprenta en 1967 por uno mejores estilistas que ha dado la lengua inglesa: Sir Vidiadhar Surajprasad Naipaul (Trinidad 1932-2018), premio Nóbel de Literatura 2001.

Refirma la obra una de las premisas de estas columna: por fuera del circuito comercial de las novedades (bastante flojo este año) existe una constelación de maravillas del pasado (por lo general, maravillas poco conocidas) aguardando al lector de fuste.

Los simuladores (Seix Barral, 255 páginas) está narrado en primera persona del singular. Leemos las memorias de Ralph Singh, uno de los hacedores de la descolonización de la isla esclavista de Isabella (muy parecida a la Trinidad natal de Sir Vidia). Antes de los cuarenta años, el héroe popular entró en decadencia. Su lugar de retiro no fue una antigua plantación de cacao en la patria, sino una pensión de mala muerte en Londres, “en la que nada hay donde los ojos se posen con placer”.

La crónica, dice el autor, es “un intento de redescubrir la verdad”, tras el amargo descubrimiento de que “el éxito no cambia nada”. Nos presenta sus fascinantes máscaras. El niño algo neurótico, nacido en un clan acomodado y melodramático de inmigrantes indios; el estudiante en Londres, convertido en una especie de fauno o depredador sexual; de nuevo en Isabella, cabeza de familia de un melancólico matrimonio mixto; el hombre público, de cierto renombre y rico, que se coloca súbitamente del lado de los pobres; finalmente el exiliado que se ha retirado del mundo. Nunca abandonó la máscara de dandi.

En ese mamotreto titulado El Ser y la nada, hay una frase hermosa: “El prójimo guarda un secreto, el secreto de lo soy”. Naipaul sigue a Sartre y postula: “Nos convertimos en los que vemos de nosotros mismos en los ojos de los demás”.

LO REAL MARAVILLOSO

Naipaul no es un escritor fácil, pero párrafo por párrafo, línea por línea, es -como dijimos- uno de los mejores prosistas de la literatura inglesa, que ha reclamado su obra (Sir Vidia se fue a vivir a Londres antes de los veinte años) como parte de la tradición dickensiana, a pesar de que la mayor parte del material novelístico lo ha sacado de su isla. 

Además, podría decirse que cierto fulgor poético naipauliano es típico del Nuevo Mundo. En algunos paisajes de ‘Los simuladores’, refulge en efecto lo real maravilloso, como la desopilante conversión del padre del protagonista en gurú. De un día para otro, abandona trabajo y familia y se va a vivir al bosque, donde el predicador crea un excéntrico movimiento de clases bajas que puso nervioso al Imperio británico y llegaría a ser estudiado en las universidades. “El éxito es el éxito; una vez que se produce se explica a sí mismo”.

Por otro lado, Naipaul, el caribeño, usa aquí de manera magistral una técnica de complicidad shakespereana: la ruptura de la cuarta pared. Detiene la narración y le habla a su audiencia. Vean qué estilo: 

"Permitid que os lleve a la habitación en forma de libro; que no se disuelva la escena cuando cerramos la puerta y el rostro de la muchacha, que ya se está poniendo serio e inexpresivo, se aparte e inmovilice…".

Como Borges, Naipaul tenía el don de la construcción de frases perfectas. Y una elegancia sublime. Veamos otro ejemplo. Es probable que sólo este coloso, de legendario mal carácter, fuese capaz de describir los pechos de una mujer con tanta gracia: 

“...No eran las manzanas cortadas que no necesitan corpiño del austero ideal francés, sino senos curvados y redondos cuyo peso era una leve amenaza de un exceso de péndulo; unos senos que el observador aún reconociendo la inadecuación, incluso la crudeza, del gesto alarga instintivamente la mano para sostenerlos; senos que en su estado libre cambian de forma y contorno cada vez que su dueña cambia de postura; senos que acaban enloqueciendo el espectador porque hallándose ante una belleza tan completa no sabe qué hacer…”.

DRAMATISMO

Además del estilo magnífico y la historia interesante, el público debe saber que en la novela encontrará reflexiones profundas, en especial sobre el arte de la política. De ahí, el título. ¿O acaso a alguien se le puede ocurrir simulador más eficaz que un político profesional? La principal tarea del gobernante, insinúa Sir Vidia, es crear dramatismo, pues altera un paisaje monótono: 

"...El dramatismo agudiza nuestra percepción del mundo, nos da cierto sentido de nosotros mismos, nos convierte en actores, da sentido, y a veces gloria, a cada día". 

Ser aburrido es fatal en estas lides, que lo digan Fernando De la Rúa y Alberto Fernández si no. En cambio, Perón, Cristina y Milei comprendieron la importancia decisiva de la teatralidad para manipular a las masas.

“El verdadero político -añade el escritor- es por naturaleza un hombre que desea jugar el juego toda su vida”. Ningún gerifalte quiere retirarse nunca, ese es nuestro drama, el de los gobernados.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno.

lunes, 14 de octubre de 2024

La ciudad


Por Mario Levrero

Caricatura Editora. 

Novela, 198 páginas


Hace 20 años y un mes fallecía en Montevideo una de las glorias de la literatura latinoamericana. Un genio tan singular como poco conocido por entonces; hoy es un autor de culto para los intelectuales. Escribió, entre otras maravillas, una de esas novelas imprescindibles para todo aquel que desee ser llamado lector. Parecía un personaje literario -en camiseta sin mangas- más que un hombre de carne y hueso. Se llamaba Jorge Mario Varletta Levrero; firmó sus obras como Mario Levrero. Gracias a Dios hoy se lo sigue imprimiendo.

Con motivo de los 300 años de la ciudad de Montevideo, el sello Caricatura Editora rescató la primera novela de Levrero. La ciudad fue escrita en 1966, ganó una mención especial en un concurso organizado por el semanario Marcha y se entregó a la imprenta por primera vez en 1970. Fue uno de los más felices estrenos literarios en el Río de la Plata. Para que tenga una idea amigo lector, podría describirse como un Kafka tardío con un dejo de Lewis Carroll y precursor -a su especial manera- de César Aira. Pero es posible que la frase anterior no sea justa: el texto es un auténtico Levrero; un autor originalísimo, incomparable, que ha dejado a la posteridad unos veinte libros.

Vaya historia. El narrador, que se define como pintor de cuadros, se muda a "una casa que no había sido habitada ni abierta sus puertas y ventanas durante muchos años". Llueve a cántaros. El hombre recuerda que cerca de allí hay un almacén. Sale a la intemperie en busca de kerosene y alimentos. Empapado, se pierde en la oscuridad. Hasta que detiene un añoso camión en el camino y le pide al chofer que lo lleve a alguna parte.

El conductor tiene pocas pulgas y viaja acompañado por una mujer joven -Ana, será una actriz importante de la trama- que hostiga con su pico al pintor mientras trata de perturbarlo con las piernas y las manos, pero nuestro chico no se excita: está angustiado. Veremos que el sexo es otro elemento trascendental en este sabroso sinsentido.

Viajan toda la noche. Por la mañana, el tosco camionero los echa con insultos de la cabina, en medio de la nada. Alega "una delicada misión oficial". Ana y el pintor caminan por la ruta. Surgen peleas, hasta que ella lo invita a conocer el pueblucho donde mora, no lejos de allí.

Es un caserío borroso, donde solo se destacan un bar, un almacén, una estación de servicio y una zapatería. Sus habitantes son estrafalarios, naturalmente. Se menciona una omnipotente “Empresa” y un reglamento de acero al tungsteno que deben cumplir los habitantes. En la segunda parte del libro leemos los esfuerzos del protagonista por huir.

Como habrá notado, el conjunto tiene un aire de pesadilla pero no es uno de esos sueños inanes que los literatos sin imaginación añaden a sus novelas para engordarlas. La grotesca farsa es cautivante, ocurren cosas, y varios pasajes pueden leerse como alegorías. "En el mundo hay muchas cosas que no comprendemos", sentencia Levrero cuya prosa es engañosamente simple.

Por ciento, la novela puede leerse de un tirón.

Finalmente, digamos que el objeto libro es hermoso. Incluye ilustraciones del señor Alfredo Soderguit que avivan el clima de ansiedad, miedo y leve suspenso que el autor construyó con maestría. "Aventura onírica", definió con acierto un crítico a este libro. Borges decía que cuando la humanidad olvide los estilos y las capillas literarias sólo nos quedará lo que existía al principio al calor de una lumbre: las historias. Formidables historias seguirán hipnotizando a hombres y mujeres, como la que narra La ciudad de Mario Levrero.

Guillermo Belcore


Calificación: Bueno

Publicado en el Suplemento Cultura de La Prensa.

lunes, 7 de octubre de 2024

Personalidad y poder


 La pregunta es añosa como las ciencia sociales. ¿Qué importancia cabe atribuir a los individuos en la configuración de la Historia? Dicho de otra forma, ¿las acciones personales de los líderes prevalecen sobre las circunstancias impersonales, estructurales, que hicieron posible su aparición y encumbramiento?


Un libro entregado a la imprenta en 2022 y que ahora apareció en español en las librerías argentinas intenta responder a ese interrogante. Se títula Personalidad y poder. Forjadores y destructores de la Europa moderna (Crítica, 573 páginas). Su autor es Ian Kershaw (Oldham, Lancashire,1943) prestigioso historiador británico, conocido por sus biografías definitivas de Adolf Hitler.


Sir Kershaw analiza como doce estadistas y gobernantes de distintos orígenes y sistemas políticos (de Lenin a Helmut Kohl) fueron capaces de alcanzar y ejercer el poder, y en qué medida ese poder transformó la vida de millones de seres humanos. Obviamente, algunos de sus efectos se sienten hasta hoy.


Digamos que se trata de una lectura atrapante e instructiva. Además, de explorar selectivamente algunos aspectos del ejercicio del poder y describir las fuerzas impersonales que operan sobre los mandantes, Kershaw examina minuciosamente los rasgos de la personalidad. Cada capítulo concluye con una valoración del legado del líder estudiado.


EL GRAN INSPIRADOR


Siguiendo a Max Weber, Kershaw define al poder individual “como la capacidad que tiene un líder de llevar a cabo los planes que su voluntad le induce a concebir pese a las resistencias que se le oponen”. El concepto, añadimos, vale tanto para la Nación como para una empresa, una sociedad de fomento, un club de fútbol, un aula o una familia, puestos al caso.


Qué nos enseña, entonces, la Historia sobre esa capacidad de poder individual, con qué virtudes y destrezas está conformada. Veamos algunos casos ilustres, espulgados en el libro.

Si el Señor hubiese llamado a su casa a Winston Leonard Spencer-Churchill antes de 1940, su biografía habría sido la de un político fracasado. Afortunadamente para la humanidad entera, el Creador tenía otros planes. La labor como primer ministro de la Gran Bretaña entre 1940 y 1945 elevó a aquel león indómito a la categoría de arquetipo del coraje ante la adversidad.


En lo que hace al mando, Kershaw rescata la inquebrantable confianza en sí mismo que tenía Churchill, su fuerte sentido del deber y la gran capacidad resolutiva, unida a una asombrosa valentía física. Era dado a tomar decisiones rápidas y audaces, rasgo que antes de la Segunda Guerra Mundial contribuyó a crearle cierta fama de imprudente y carente de buen juicio. Su ingenio era agudo; y sus réplicas verbales, fulminantes.


Pocos recuerdan que aquel inglés bajito, regordete y con la belicosidad pintada en el rostro asumió el poder nacional cuando nosotros nos jubilamos, a los 65 años cumplidos. Su autoridad como indiscutible líder de guerra demostró el impacto de la personalidad en las decisiones de vital importancia Emergió como un torrente magnífico una característica individual de la que pueden sacarse lecciones: el liderazgo inspirador. En las horas más oscuras, Churchill proporcionó a los británicos de todas las clases sociales dirección, motivación y esperanza. “No es fácil imaginar a otra persona capaz de igualar lo que hizo”, escribió Kershaw.


RESTAURADORES


Charles André Joseph Marie de Gaulle fue el restaurador de la grandeur de su país, establece Kershaw. No sólo dejó una huella indeleble en Francia -la actual Quinta República con su peculiar Constitución es obra suya- sino que sus acciones tuvieron alcance y significación global.


¿Qué podemos aprender de su liderazgo de corte patriarcal? La importancia de la teatralidad para comunicar, por ejemplo. Durante la Segunda Guerra, este militar de 1,93 metros de alto -un inglés lo describió como “una especie de garza”- proporcionó metas, mordiente y dinamismo a la Francia Libre desde el otro lado del Canal de la Mancha. Como Churchill, manejaba con maestría el arte de la oratoria.


De nuevo en el poder en 1958, De Gaulle resolvió con grandeza la sangrienta descolonización de Argelia. Es hora de mirar al futuro no de aferrarse a un pasado agonizante, enseñó a las masas y a las élites. Como presidente, se caracterizó por un elevado ritmo de trabajo (setenta años ya cumplidos), atenta capacidad de escucha y de comprensión de los detalles, y una extraordinaria memoria (otro músculo que se entrena). Su sello personal fue también el respeto por la dignidad del cargo.


Del otro lado de la frontera francesa, hubo en la posguerra también un líder notable. Sin Konrad Adenauer la historia de Alemania y Europa pudo haber sido muy distinta. Fue decisivo a la hora de garantizar que, pensando en la prosperidad y en la seguridad futura, la naciente República Federal mirara a Occidente -y en especial a Estados Unidos-. Es probable que para cualquier conductor de hombre y mujeres más importante que el carisma sea la capacidad de saber entender hacia dónde soplan los vientos.


Churchill definió a Adenauer como “el estadista alemán más sabio desde la época de Bismarck” y admiraba muchísimo “la perseverancia, el coraje, la entereza y la habilidad con la que manejaba las situaciones cambiantes, inciertas, imprevisibles a las que había tenido que enfrentarse sin cesar”.


El historiador, por su parte, rescata del carácter de Adenauer la importancia del deber, del duro trabajo, de la responsabilidad y del servicio público. Era mal orador, pero transmitía autoridad al instante. Era de lo más tenaz y tenía un punto autoritario y maquiavélico, detalles que no parecen inútiles para quienes son llamados a liderar.


Viejo son los trapos, sentenciaban nuestras madres. Adenauer llegó al poder en la Alemania occidental cuando tenía 73 años. Cuando fue electo, dijo que su médico le pronosticaba un año en el cargo. Se quedó catorce.


DAMA DE HIERRO


La única mujer en la selección de Kershaw es Margaret Thatcher. El estudioso no oculta su desagrado ideológico, pero le reconoce claridad, ingenio, firme determinación y adicción al trabajo. Tenía la singular capacidad de captar “como se sentía un amplio estrato de la Inglaterra profunda porque ella se sentía igual”.


Los parangones con el liderazgo de Javier Milei son asombrosos. Transcribimos un párrafo de la página 363: 

“Los principios fundamentales subyacentes a la misión thatcherista para el cambio eran: limitar la masa monetaria para controlar la economía recortar el gasto público reducir el poder de los sindicatos, liberar la economía de las restricciones impuestas por los gobiernos socialistas (propiciando que estuviera más determinado por la fuerza del mercado), y acabar con el alto nivel de dependencia provocado por las ayudas sociales”.


Hay otra similitud curiosa entre 1979 y 2024. Las cohortes de la Dama de Hierro llamaban “meones” a sus adversarios del Partido Conservador, representantes de la política tradicional. Los trolls de Milei tachan de “viejos meados” a los dirigentes y votantes adultos del PRO y la UCR que todavía “no la ven”.


Algunas páginas dedica el profesor de la Universidad de Sheffield a la Guerra de las Malvinas. Fue un punto de inflexión en el mandato de Thatcher y la consolidó como líder enérgica, dura y agresiva. Si los militares argentinos no hubieran reconquistado las islas en 1982, probablemente Londres hubiera aceptado transferir la soberanía a la Argentina con “un retroarrendamiento a largo plazo para Gran Bretaña”, conjetura. Había planes elaborados en el Foreing Office.


PERESTROIKA EN LLAMAS


La revolución se devora sus hijos, reconocía Robespierre. Kershaw señala a Mijaíl Serguéyevich Gorbachov como ejemplo cabal de un liderazgo innovador y dinámico pulverizado por las propias fuerzas que había ayudado a desatar.


El caso triste del padre de la perestroika y el glasnot muestra también los peligros de promocionar a ambiciosos desmedidos y desleales. Si Adenauer tuvo la suerte de ser secundado por Ludwig Erhard para la construcción del milagro económico alemán, la decisión de Gorbachov de aupar a Borís Yeltsin para acelerar las reformas resultó, a la postre, fatal. Tenga cuidado a quien asciende.


No oculta el autor del ensayo su fascinación por el hombre que ayudó a restablecer la libertad de millones de personas, desde Praga hasta Vladivostok, aunque en el caso de los rusos hayan involucionado políticamente hacia el zarismo del siglo XXI, bajo la férula de Vladímir Putin, el carnicero. Gorbachov fue el factor clave para el final de la guerra fría.


Lo define Kershaw como “el personaje europeo más importante de la segunda mitad del siglo XX”. Lo que le llama la atención es que del “enquistado e inflexible sistema soviético pudiera surgir un empleado de la casa que llegara a la cima obsesionado con el deseo de cambiar la misma estructura de poder que le había permitido a él ser quien era”.


En todo caso, lo que corrobora Gorbachov -por si hiciera falta- es que un individuo puede cambiar la historia y para mejor.


LA UTOPIA


Un último comentario. En el prefacio, Sir Kershaw confiesa su utopía política. Prefiere que los ciudadanos “eviten por completo la intervención de personalidades carismáticas y favorezcan aquellos líderes que, aunque menos intensos y vibrantes, se hallen en condiciones de ofrecer una gobernanza competente y eficaz, basada en la deliberación colectiva y las decisiones racionales orientadas a mejorar la vida de todos los ciudadanos”. Felices, pues, los países y los tiempos aburridos.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno

Publicado en el Diario La Prensa.