César Aira
Planeta. Novela 327 páginas. Edición 2011
Esta novela ya es un clásico. Fechada en 1987, algunos fans de César Aira (1949) la consideran su mejor producción, acaso la más sofisticada. Literatura gauchesca regida por el disparate, con comiquísimos personajes y desenlace en clave de melodrama. Una prodigiosa exhibición de inteligencia, sentido del humor, iconoclasia, febril inventiva, todo servido con estilo depurado y un sabroso retintín de sorna (Aira escribe muy bien, eso hay que reconocerlo). La apoteósis del nonsense, que es más viejo de lo que se cree, pero que el genio de Pringles adapta y vivifica, para luego ser imitado por un hatajo de escritores vernáculos de tercer y cuarto orden con el fin de evitarse los engorros de la realidad, aunque ése es otro asunto. Aira es un escritor faro, en el sentido que le daba Pierre Bourdieu.
La trama transcurre en el siglo XIX. Después de entrevistarse con un improbable Juan Manuel de Rosas, el naturalista inglés Clarke parte hacia las tolderías indias en busca de la rara liebre legibrariana. Pero el Imperio Araucano no es bárbaro, es una avanzada confederación que combina la exquisita cortesía con cierto gusto por la efusión de sangre, los interminables conciliábulos y las maquinaciones políticas. La recreación de toda una civilización alternativa es uno de los puntos más altos del libro. Las aventuras, como diría Borges, salen al paso del héroe. Hay acción, hay una sucesión larguísima de tejes y manejes (cada personaje tiene su propia agenda), hay esbozos de ideas y teorías más o menos descabelladas, de Aira, el filósofo al voleo. Todo lo posible es posible, para un procedimiento artístico que pone el acento en la escena, en el absurdo, en dejar salir toda la puerilidad que el narrador tiene adentro. El efecto es casi siempre estimulante. Recuerda a Lewis Carroll.
Hay quien dice que la literatura aireana es la más representativa de la Argentina. ¿Con todas las cosas que nos han pasado y nos siguen pasando, cómo un escritor nacional puede tomarse en serio la realidad?
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: Lo mejor que le he leído a Aira, después del Diccionario de autores latinoamericanos, por supuesto.
Este es un blog sobre libros para amantes de los libros y las series. Se rige sólo por el hedonismo de un tal Guillermo Belcore.
sábado, 29 de octubre de 2011
jueves, 27 de octubre de 2011
El arreglo de boda de los gorriones
Proyecto Diez Mil Cuentos
Argumento número veintiuno
El arreglo de boda de los gorriones (1926)
Yasunari Kawabata
Historias en la palma de la mano. Emecé. Edición 2005.
Convencido de que elegir novia es como jugar a la lotería, un hombre decide tirando una moneda al aire si se casa con una chica que había confiado su destino a su padre o a su hermano mayor. Cara, es decir "no". Pero el hombre, mirando la fotografía que le habían acercado, entiende que sería conveniente casarse con ella. Pide una confirmación al Cielo. Un par de gorriones caen entonces en picada del techo hacia el lago diminuto que se ha formado junto a la galería. Se van, pero de improviso otra ave trina reflejándose nitidamente en el agua. Nuestro hombre, con un sentimiento de racional bienvenida hacia la muchacha de la fotografía, siente la grandeza de Dios.
PD: El primer párrafo de este cuento breve es sublime, acaso el ornamento más exquisito que he visto en mi vida. Quisiera compartir la introducción del imprescindible Kawagata (Premio Nobel de Literatura 1968) con los amigos y amigas del blog:
"Largamente acostumbrado a una vida de indugente soledad, empezó a anhelar la belleza de darse a los otros. La nobleza de la palabra "sacrificio" se le hizo clara. Empezó a sentir satisfacción con el sentimiento de su propia pequeñez, como una simple semilla cuyo propósito fuera llevar desde pasado al futuro la vida de esta especie llamada humanidad. Incluso llego a simpatizar con la idea de que la especie humana, junto con varios tipos de minerales y plantas, no era sino un pequeño pilar que sostenía un vasto organismo a la deriva en el cosmos; y con la convicción de que no era más preciosa de que otros animales y plantas".
Argumento número veintiuno
El arreglo de boda de los gorriones (1926)
Yasunari Kawabata
Historias en la palma de la mano. Emecé. Edición 2005.
Convencido de que elegir novia es como jugar a la lotería, un hombre decide tirando una moneda al aire si se casa con una chica que había confiado su destino a su padre o a su hermano mayor. Cara, es decir "no". Pero el hombre, mirando la fotografía que le habían acercado, entiende que sería conveniente casarse con ella. Pide una confirmación al Cielo. Un par de gorriones caen entonces en picada del techo hacia el lago diminuto que se ha formado junto a la galería. Se van, pero de improviso otra ave trina reflejándose nitidamente en el agua. Nuestro hombre, con un sentimiento de racional bienvenida hacia la muchacha de la fotografía, siente la grandeza de Dios.
PD: El primer párrafo de este cuento breve es sublime, acaso el ornamento más exquisito que he visto en mi vida. Quisiera compartir la introducción del imprescindible Kawagata (Premio Nobel de Literatura 1968) con los amigos y amigas del blog:
"Largamente acostumbrado a una vida de indugente soledad, empezó a anhelar la belleza de darse a los otros. La nobleza de la palabra "sacrificio" se le hizo clara. Empezó a sentir satisfacción con el sentimiento de su propia pequeñez, como una simple semilla cuyo propósito fuera llevar desde pasado al futuro la vida de esta especie llamada humanidad. Incluso llego a simpatizar con la idea de que la especie humana, junto con varios tipos de minerales y plantas, no era sino un pequeño pilar que sostenía un vasto organismo a la deriva en el cosmos; y con la convicción de que no era más preciosa de que otros animales y plantas".
domingo, 23 de octubre de 2011
Verano y amor
William Trevor
Salamandra. Novela, 218 páginas. Edición 2011Ochenta y un años es una edad razonable para morir, sentenció el Dante. Esta novela sublime lo desmiente. William Trevor (Cook 1928), a quien no pocos consideran el mejor narrador de Irlanda, la escribió en 2009. Viejos son los trapos, el artista está en su plena condición. Todo aquella persona que al menos una vez en la vida haya tenido un anhelo desesperado o bien haya sufrido el tormento de la pasión leerá las últimas páginas con un nudo en la garganta.
La novela nos lleva a las colinas de Irlanda, a mediados de los años cincuenta. Los campesinos no son ya pobres de solemnidad, pero predominan las gentes humildes, resignadas a vivir en soledad. Dillahan, un granjero que pase lo que pase nunca se salta una misa, es un alma atormentada. Ha matado a esposa e hijo en una terrible accidente. Contrae matrimonio por segunda vez con Ellie, una chica criada en un orfanato por monjas de acero. Ella no sabe que no ama a su marido. Como la piedra que astilla la superficie del lago, viene a romper la calma bucólica un forastero. Florian, veintipocos, huérfano, bueno para nada, es una variante encantadora y delicada del predador masculino. Ellie se enamora de Florian. Tienen un verano inolvidable. El pueblo de Rathmoye murmura; el resentimiento mete la cola. El final del libro nos deja con la boca abierta y azorados, pero no resulta inverosímil.
Trevor es un magnífico constructor de personajes, que va al quid de la vida; escribe sobre los asuntos más profundos del corazón, los que realmente cuentan y están por encima de la política, la economía e incluso la religión. Nunca incurre, no obstante, en cursiler¡as o melodramas. La prosa, meticulosa y pulcra, tiene todas las ventajas de la claridad. No parece insensato postular que Verano y amor es una obra perfecta tanto en la forma como en el contenido.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Clasificación: Excelente
PD: El País de Madrid comparte el entusiasmo con este libro. Pinche aquí.
viernes, 21 de octubre de 2011
El sueño
Proyecto Diez Mil Cuentos
Argumento número veinte
El sueño
Julian Barnes. Una historia del mundo en diez capítulos y medio
Anagrama. Edición 1994.
Un hombre sueña el Cielo. Cuando morimos, a cada uno se le da el Cielo que desea. El pomelo del desayuno, por ejemplo, es el pomelo soñado. El té sabe como si lo hubiese recolectado el séquito personal de un raja. El diario es fabuloso, la tinta no mancha los dedos y las noticias no te manchan la mente, te hacen feliz: tu equipo de fútbol se consagra campeón después de una tremenda final, los criminales se enmiendan, ya no hay guerras ni accidentes. Una hermosa mujer, mitad ángel, es nuestro cicerone en el más allá. Uno pasa los días haciendo sólo lo que le agradaba en la vida: en este caso, el señor va de compras o práctica deportes, mantiene relaciones sexuales casi todas las noches con una mujer distinta, incluso con las de la televisión. También conoce gente famosa de todos los tiempos. El problema es que no hay un número infinito de posibilidades, esa es la terrible verdad que tarde o temprano se aprende en el Cielo. Después de practicar tenis durante milenios, uno es capaz de derrotar a Borg, Sampras o Federer, a cualquier campeón que haya existido. O de jugar al golf en 18 hoyos. Pero en ese Cielo democrático en el que recibimos lo que esperamos, no lo que merecemos, el libre albedrío se respeta a rajatabla. Uno puede extinguirse cuando lo desee. Todas las almas terminan haciéndolo.
PD: Con su novela El sentido del final, Julian Barnes, ese exquisito narrador very british (incluso en su francofilia), acaba de obtener el Man Booker, prestigioso galardón de las letras del Reino Unido e Irlanda. El cuento elegante y perspicaz que aquí resumo y recomiendo es un claro ejemplo de las virtudes de su prosa. Por otra parte, yo encuentro un agrado profundo en todas las imaginerías sobre el Cielo y el Infierno que la Alta Literatura ha prohijado. Algún día me gustaría evocarlas por escrito.
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miércoles, 19 de octubre de 2011
La casa de Matriona II
Alexander Solzhenitsyn
Tusquets. Cuentos, 193 páginas. Precio aproximado: 83 pesos. Edición 2011
La lectura de cualquier narración de Alexander Solzhenitsyn (Kislovodsk 1918-2008) provoca un doble placer. Primero, el agrado de hallar la verdad. En nombre de la dignidad humana y de la Rusia eterna, el Premio Nóbel de Literatura 1970 reveló y denunció la verdadera naturaleza del bolchevismo llevado hasta las últimas consecuencias, es decir el atroz régimen de Stalin y sus continuadores. Todo lo que escribió fue con material de primera mano; fue un preso político y un disidente. En segundo término, el valor estético. Solzhenitsyn dio encarnadura literaria a episodios autobiográficos o incidentes históricos, pero no era un panfletista. Tenía una admirable destreza para trazar caracteres, una enorme cultura, gran profundidad psicológica y un extraordinario talento para escarbar en la relación entre el poder y la persona.
Todas estas virtudes cantan presente en los dos magníficos relatos reimpresos por Tusquets. Sus personajes son víctimas de la injusticia, tanto de un sistema monstruoso como de la mezquindad y codicia que anida en el corazón del pueblo, en la Rusia profunda e incólume, donde el alter ego de Solzhenitsyn, después de diez años de cárcel y destierro interior, se había refugiado para -vaya paradoja- huir de las miserias de la política. Los cuentos se basan en hechos verídicos y fueron publicados en revistas moscovitas hace más de cuatro décadas. Conformaron el envés del sofocante y estéril realismo socialista.
El primer texto evoca la vida en la aldea soviética en los años cincuenta. Matriona es una especie de santa, incomprendida y explotada por sus vecinos y parientes, maltratada por la burocracia. Su final es trágico. Al igual que el de un estrafalario actor movilizado para la guerra, por una palabra fuera de lugar delante de un funcionario diligente en el nudo ferroviario de Kochetovka. El segundo cuento nos lleva a la retaguardia de la Unión Soviética durante los primeros meses de la invasión nazi. Todos los personajes son de carne y hueso, pero como sostiene un epílogo ambicioso del traductor Enrique Fernández Vernet puede que también sean riquísimos en simbolismo jungniano. Sea como sea, corrobora el libro que Solzhenitsyn fue un escritor imprescindible del siglo XX.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Muy bueno
PD: Los argumentos de los dos cuentos largos o nouvelles cortas se resumen en este blog. Pinche aquí y aquí. Sugiero también leer la inteligente reflexión que ha escrito Quintin días atrás sobre el enorme Solzhenitsyn. Pinche acá.
Tusquets. Cuentos, 193 páginas. Precio aproximado: 83 pesos. Edición 2011
“Inexplicablemente, el idioma llama bien a toda posesión, ya sea pública o privada. Entendiéndolo así, la gente considera que renunciar al bien es una vergüenza, cosa de bobos“.
“La vida me ha enseñado a no buscar en la comida el sentido de la existencia cotidiana”.
“La línea que separa el bien del mal no pasa entre Estados, ni entre clases, ni entre partidos políticos sino que atraviesa cada corazón humano”.
Alexander Solzhenitsyn
La lectura de cualquier narración de Alexander Solzhenitsyn (Kislovodsk 1918-2008) provoca un doble placer. Primero, el agrado de hallar la verdad. En nombre de la dignidad humana y de la Rusia eterna, el Premio Nóbel de Literatura 1970 reveló y denunció la verdadera naturaleza del bolchevismo llevado hasta las últimas consecuencias, es decir el atroz régimen de Stalin y sus continuadores. Todo lo que escribió fue con material de primera mano; fue un preso político y un disidente. En segundo término, el valor estético. Solzhenitsyn dio encarnadura literaria a episodios autobiográficos o incidentes históricos, pero no era un panfletista. Tenía una admirable destreza para trazar caracteres, una enorme cultura, gran profundidad psicológica y un extraordinario talento para escarbar en la relación entre el poder y la persona.
Todas estas virtudes cantan presente en los dos magníficos relatos reimpresos por Tusquets. Sus personajes son víctimas de la injusticia, tanto de un sistema monstruoso como de la mezquindad y codicia que anida en el corazón del pueblo, en la Rusia profunda e incólume, donde el alter ego de Solzhenitsyn, después de diez años de cárcel y destierro interior, se había refugiado para -vaya paradoja- huir de las miserias de la política. Los cuentos se basan en hechos verídicos y fueron publicados en revistas moscovitas hace más de cuatro décadas. Conformaron el envés del sofocante y estéril realismo socialista.
El primer texto evoca la vida en la aldea soviética en los años cincuenta. Matriona es una especie de santa, incomprendida y explotada por sus vecinos y parientes, maltratada por la burocracia. Su final es trágico. Al igual que el de un estrafalario actor movilizado para la guerra, por una palabra fuera de lugar delante de un funcionario diligente en el nudo ferroviario de Kochetovka. El segundo cuento nos lleva a la retaguardia de la Unión Soviética durante los primeros meses de la invasión nazi. Todos los personajes son de carne y hueso, pero como sostiene un epílogo ambicioso del traductor Enrique Fernández Vernet puede que también sean riquísimos en simbolismo jungniano. Sea como sea, corrobora el libro que Solzhenitsyn fue un escritor imprescindible del siglo XX.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Muy bueno
PD: Los argumentos de los dos cuentos largos o nouvelles cortas se resumen en este blog. Pinche aquí y aquí. Sugiero también leer la inteligente reflexión que ha escrito Quintin días atrás sobre el enorme Solzhenitsyn. Pinche acá.
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domingo, 9 de octubre de 2011
Nueva historia de la Guerra Fría
John Lewis Gaddis
Fondo de Cultura Económica. Ensayo de historia, 355 páginas.
La Segunda Guerra Mundial provocó una serie de ajustes temporarios en la geopolítica global que se convirtieron en muy poco tiempo en dislocaciones permanentes, de esas que parecen formar parte del estado natural de las cosas. El mundo se dividió y el temor a las bombas nucleares cambió el arte de la guerra. Las economías planificadas fracasaron en elevar el nivel de vida y se produjo, en todos lados, un lento declive del poder de los dirigentes en beneficio de los dirigidos. De pronto, la moralidad pública se convirtió en un asunto importante. Sensibles a estas tendencias, un puñado de estadistas aceleró las cosas en los años ochenta y estalló la primera revolución trascendente de las Historia casi sin derramamiento de sangre. La Guerra Fría había concluido. Las estatuas de Lenin se pudren hoy en los basureros.
El período tumultuoso de la política internacional que va de 1945 a 1991 fue desmenuzado en este ensayo sintético, esclarecedor y ameno. La única advertencia que debe hacerse al lector es que preste muchísima atención pues la traducción es horrible, descuidada y cacofónica. No obstante, el calidad del relato se impone, sobre todo porque el profesor John Lewis Gaddis (Texas, 1941) sortea con elegancia ciertas taras contemporáneas como el determinismo, o como confundir ambivalencia moral con equivalencia. El libro prueba cómo las ideas pueden mover a las naciones y esboza la tesis de que las corrientes subterráneas de la Historia muy rara vez convergen de manera automática. Se necesitan líderes para que lo hagan (ya lo decía Shakespeare: Dios corta el mazo y reparte las cartas pero es el hombre el que las juega). Gaddis también señala datos cruciales no del todo conocidos. Por ejemplo, que el Gran Salto Adelante de Mao fue la máxima calamidad del siglo XX, en términos de vidas sacrificadas.
A pesar de todo el enorme dolor y destrucción que causó la Guerra Fría (los latinoamericanos, campo de batalla de las superpotencias, lo sabemos de sobra), el historiador Gaddis está seguro que el mundo es un lugar mejor gracias a aquel conflicto fuese combatido del modo como lo fue y ganado por el bando que lo ganó. Si el Holocausto nuclear se hubiese consumado, quien sabe si hoy alguien podría leer y comentar libros.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: Nos explica el profesor Gaddis que la política exterior de Estados Unidos durante cincuenta años se rigió por dos coordenadas de acero: impedir la revolución en todos lados y evitar una guerra nuclear con la Unión Soviética. Aquellos estadistas que supieron leer a la potencia hegemónica del siglo XX, añado yo, generaron menos dolor a sus pueblos; los que no, como Salvador Allende, crearon condiciones para la aparición de fenómenos aberrantes, como Pinochet. Moral de la responsabilidad vs. moral de los principios. Quiénes son los políticos realmente irresponsables, me pregunto siempre.
Fondo de Cultura Económica. Ensayo de historia, 355 páginas.
“Ser un comunista es inseparable de ser un estalinista”Nikita Jruschov
La Segunda Guerra Mundial provocó una serie de ajustes temporarios en la geopolítica global que se convirtieron en muy poco tiempo en dislocaciones permanentes, de esas que parecen formar parte del estado natural de las cosas. El mundo se dividió y el temor a las bombas nucleares cambió el arte de la guerra. Las economías planificadas fracasaron en elevar el nivel de vida y se produjo, en todos lados, un lento declive del poder de los dirigentes en beneficio de los dirigidos. De pronto, la moralidad pública se convirtió en un asunto importante. Sensibles a estas tendencias, un puñado de estadistas aceleró las cosas en los años ochenta y estalló la primera revolución trascendente de las Historia casi sin derramamiento de sangre. La Guerra Fría había concluido. Las estatuas de Lenin se pudren hoy en los basureros.
El período tumultuoso de la política internacional que va de 1945 a 1991 fue desmenuzado en este ensayo sintético, esclarecedor y ameno. La única advertencia que debe hacerse al lector es que preste muchísima atención pues la traducción es horrible, descuidada y cacofónica. No obstante, el calidad del relato se impone, sobre todo porque el profesor John Lewis Gaddis (Texas, 1941) sortea con elegancia ciertas taras contemporáneas como el determinismo, o como confundir ambivalencia moral con equivalencia. El libro prueba cómo las ideas pueden mover a las naciones y esboza la tesis de que las corrientes subterráneas de la Historia muy rara vez convergen de manera automática. Se necesitan líderes para que lo hagan (ya lo decía Shakespeare: Dios corta el mazo y reparte las cartas pero es el hombre el que las juega). Gaddis también señala datos cruciales no del todo conocidos. Por ejemplo, que el Gran Salto Adelante de Mao fue la máxima calamidad del siglo XX, en términos de vidas sacrificadas.
A pesar de todo el enorme dolor y destrucción que causó la Guerra Fría (los latinoamericanos, campo de batalla de las superpotencias, lo sabemos de sobra), el historiador Gaddis está seguro que el mundo es un lugar mejor gracias a aquel conflicto fuese combatido del modo como lo fue y ganado por el bando que lo ganó. Si el Holocausto nuclear se hubiese consumado, quien sabe si hoy alguien podría leer y comentar libros.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: Nos explica el profesor Gaddis que la política exterior de Estados Unidos durante cincuenta años se rigió por dos coordenadas de acero: impedir la revolución en todos lados y evitar una guerra nuclear con la Unión Soviética. Aquellos estadistas que supieron leer a la potencia hegemónica del siglo XX, añado yo, generaron menos dolor a sus pueblos; los que no, como Salvador Allende, crearon condiciones para la aparición de fenómenos aberrantes, como Pinochet. Moral de la responsabilidad vs. moral de los principios. Quiénes son los políticos realmente irresponsables, me pregunto siempre.
sábado, 8 de octubre de 2011
Las viudas de Eastwick
John Updike
Tusquets, 400 páginas, edición 2011. Precio aproximado: 95 pesos
Cuando a John Updike lo encontró la maldita muerte en 2009, el bardo de la clase media estadounidense se encontraba, a los setenta y cinco años de edad, en plena posesión de sus facultades artísticas. La prueba irrefutable es su última novela, divertida, profunda y encantadora como cualquier otra gema de su vasta producción.
Pasaron más de treinta años desde que Alexandra, Jane y Suzanne abandonaron a toda prisa y con la conciencia sucia el estado de Rhode Island. Tres almas condenadas de pésima reputación; con la habilidad de invocar en su beneficio a la Diosa Naturaleza que detesta la tiranía del patriarcado para, por ejemplo, encontrar un marido por medio de un conjuro o, incluso, asesinar a un rival por medio de un hechizo, aunque la brujería es simplemente un estadio de la vida como la menopausia. Después de enviudar y de un par de viajes por el extranjero, las ancianas malhechoras deciden veranear en el pintoresco balneario retro de Eastwick, donde tantas fechorías habían cometido. Mala idea. Las espera El vengador fofo.
Es muy fácil identificar a las brujas de Eastwick con la liberación sexual en general y con la femenina, en particular. La hechicería puede que simbolice cualquier realización personal que vaya contra la corriente o, mejor, la rebelión contra los agobios de la respetabilidad puritana. Porque de esto último se trata la novela final de Updike. Es otra potente y lúcida denuncia de los imperativos socales, la civilización del yo, la superficialidad del American way life (el macho estadounidense, “ese inculto consumidor de basuras“), todo servido con una prosa excelente (por lo clara) con malévolo sentido del humor y descarado ingenio. Los picotazos llegan al hueso. También la secuela es una reflexión sobre la ancianidad, un penetrante ensayo sobre la condición humana y un canto a la amistad. Casi nada, ¿no?
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del Diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: Admiro la destreza narrativa de Updike, otro de los grandes del siglo XX, para embutir una opinión en la trama sin que decaiga el interés, todo lo contrario, por ejemplo, de un J.P. Feinmann, por ejemplo.
PD II: Esta novela aplica uno de los trucos más gastados de las series norteamericanas, caso Los Soprano: les hace soportar a seres excepcionales todos los padecimientos de una vida burguesa común y corriente. No está mal el ardid.
Tusquets, 400 páginas, edición 2011. Precio aproximado: 95 pesos
"Es notable lo ligeramente que ha penetrado la civilización en este mundo. Ahí está la oscuridad aguardando para eliminarnos de nuevo”.
J.U.
Cuando a John Updike lo encontró la maldita muerte en 2009, el bardo de la clase media estadounidense se encontraba, a los setenta y cinco años de edad, en plena posesión de sus facultades artísticas. La prueba irrefutable es su última novela, divertida, profunda y encantadora como cualquier otra gema de su vasta producción.
Pasaron más de treinta años desde que Alexandra, Jane y Suzanne abandonaron a toda prisa y con la conciencia sucia el estado de Rhode Island. Tres almas condenadas de pésima reputación; con la habilidad de invocar en su beneficio a la Diosa Naturaleza que detesta la tiranía del patriarcado para, por ejemplo, encontrar un marido por medio de un conjuro o, incluso, asesinar a un rival por medio de un hechizo, aunque la brujería es simplemente un estadio de la vida como la menopausia. Después de enviudar y de un par de viajes por el extranjero, las ancianas malhechoras deciden veranear en el pintoresco balneario retro de Eastwick, donde tantas fechorías habían cometido. Mala idea. Las espera El vengador fofo.
Es muy fácil identificar a las brujas de Eastwick con la liberación sexual en general y con la femenina, en particular. La hechicería puede que simbolice cualquier realización personal que vaya contra la corriente o, mejor, la rebelión contra los agobios de la respetabilidad puritana. Porque de esto último se trata la novela final de Updike. Es otra potente y lúcida denuncia de los imperativos socales, la civilización del yo, la superficialidad del American way life (el macho estadounidense, “ese inculto consumidor de basuras“), todo servido con una prosa excelente (por lo clara) con malévolo sentido del humor y descarado ingenio. Los picotazos llegan al hueso. También la secuela es una reflexión sobre la ancianidad, un penetrante ensayo sobre la condición humana y un canto a la amistad. Casi nada, ¿no?
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del Diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: Admiro la destreza narrativa de Updike, otro de los grandes del siglo XX, para embutir una opinión en la trama sin que decaiga el interés, todo lo contrario, por ejemplo, de un J.P. Feinmann, por ejemplo.
PD II: Esta novela aplica uno de los trucos más gastados de las series norteamericanas, caso Los Soprano: les hace soportar a seres excepcionales todos los padecimientos de una vida burguesa común y corriente. No está mal el ardid.
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martes, 4 de octubre de 2011
Memoria de paso
Proyecto Diez Mil Cuentos
Argumento número diecinueve
Memoria de paso (1978-1979)
Fogwill. Cuentos Completos. Alfaguara. Edición 2009
Virginia (Víctor) se casó con un comerciante de pieles finas en 1812, pero quiso ser siempre un hombre. Enviudó en 1823 y pronto decidió unir bienes y propiedades con Ernestina. Los salones de los Rosas eran las únicas invitaciones que aceptaban; a poco de instalarse, Urquiza las despojó de todas las tierras. Virginia vio envejecer a hijos y nietos. Se recluyó en Córdoba con la hija de un diplomático. Allí, el doctor Segura la instruyó en ciencias naturales; un italiano la acercó a la fotografia. Se aficionó al opio y a las bacanales. Antes de partir a Europa, comenzó la curiosa transformación. Se mudó a Estados Unidos y fue tratada en Atlanta por el doctor Pemberton, hermano del boticario que haría famosa la ciudad (Virginia le ayudó a mejorar su jarabe pardusco). Ya hombre viajó a Nueva York y con un ardid consiguió que el consul argentino le expidiera nuevos documentos. Se casó con una norteamericana, trabajó en universidades, se separó y se fue a Europa. Fue conchabado como analista de patentes. En Zurich conoció a un funcionario con ideas originales sobre el espacio y sobre el tiempo. En París aprendió a pintar y a vivir de los millonarios argentinos. Se casó varias veces con suerte dispar. Una vez con una inglesa que escribía bastante bien, a la que contó todos sus viajes y aventuras. Se llamaba Virginia, como Víctor antes. En Berlin trabajó de traductor; conversó un par de veces con Hitler. Regresó a la Argentina, previo paso por España, en 1946. Fue celador de un colegio durante doce años y periodista entre 1958 y 1969. A los ciento setenta y pico de años se atrevió a publicar algo en prosa por primera vez, con la convicción de que lo único que permanece invariable es el tiempo. Virginia-Víctor siempre creo algo que fue la envidia de su época, siempre tuvo valor para quebrantar usos y costumbres, de no ser convencional.
PD: Esta magnífica reescritura sintética de una obra de Virginia Woolf, parodia-homenaje de Borges y notable exhibición de estilo, es la prueba cabal de que Fogwill fue uno de los mejores narradores argentinos de todos los tiempos. El cuento está repleto de ocurrencias felices.
Argumento número diecinueve
Memoria de paso (1978-1979)
Fogwill. Cuentos Completos. Alfaguara. Edición 2009
Virginia (Víctor) se casó con un comerciante de pieles finas en 1812, pero quiso ser siempre un hombre. Enviudó en 1823 y pronto decidió unir bienes y propiedades con Ernestina. Los salones de los Rosas eran las únicas invitaciones que aceptaban; a poco de instalarse, Urquiza las despojó de todas las tierras. Virginia vio envejecer a hijos y nietos. Se recluyó en Córdoba con la hija de un diplomático. Allí, el doctor Segura la instruyó en ciencias naturales; un italiano la acercó a la fotografia. Se aficionó al opio y a las bacanales. Antes de partir a Europa, comenzó la curiosa transformación. Se mudó a Estados Unidos y fue tratada en Atlanta por el doctor Pemberton, hermano del boticario que haría famosa la ciudad (Virginia le ayudó a mejorar su jarabe pardusco). Ya hombre viajó a Nueva York y con un ardid consiguió que el consul argentino le expidiera nuevos documentos. Se casó con una norteamericana, trabajó en universidades, se separó y se fue a Europa. Fue conchabado como analista de patentes. En Zurich conoció a un funcionario con ideas originales sobre el espacio y sobre el tiempo. En París aprendió a pintar y a vivir de los millonarios argentinos. Se casó varias veces con suerte dispar. Una vez con una inglesa que escribía bastante bien, a la que contó todos sus viajes y aventuras. Se llamaba Virginia, como Víctor antes. En Berlin trabajó de traductor; conversó un par de veces con Hitler. Regresó a la Argentina, previo paso por España, en 1946. Fue celador de un colegio durante doce años y periodista entre 1958 y 1969. A los ciento setenta y pico de años se atrevió a publicar algo en prosa por primera vez, con la convicción de que lo único que permanece invariable es el tiempo. Virginia-Víctor siempre creo algo que fue la envidia de su época, siempre tuvo valor para quebrantar usos y costumbres, de no ser convencional.
PD: Esta magnífica reescritura sintética de una obra de Virginia Woolf, parodia-homenaje de Borges y notable exhibición de estilo, es la prueba cabal de que Fogwill fue uno de los mejores narradores argentinos de todos los tiempos. El cuento está repleto de ocurrencias felices.
domingo, 2 de octubre de 2011
La senda oscura
Asa Larsson
Seix Barral. Novela policial, 462 páginas. Edición 2011
Como el sol de medianoche de Kiruna, brilla en el firmamento de la novela policial escandinava el nombre de Asa Larsson (1966). Sería insensato afirmar que se trata de Alta Literatura, pero sus libros son entretenimiento de calidad. Trabaja bien el misterio y la técnica del flash back, los personajes siempre parecen de carne y hueso, hay exotismo (un país con temperaturas de treinta grados bajo cero, personas solitarias y policías honorables), hay complejidad psicológica. Larsson narra con una delicada sensibilidad femenina que coloca en primer plano los sentimientos de los personajes e incluso detalles de la apariencia que la mayoría de los hombres pasaríamos por alto. “Qué es más importante que esforzarse en intentar encontrar un poco de amor antes de que la vida haya pasado de largo”, medita el alter ego de la autora. Sólo podría reprochársele a esta dama tan cuidadosa de los pormenores cierta poética defectuosa y una corrección política que por momentos resulta sofocante. ¿Dónde hay un escritor o escritora sueca que se atreva a romper con el molde mental de la socialdemocracia? El arte siempre exige audacia.
La senda oscura fue publicada en 2006. Es el tercer libro de Larsson y empieza en el punto exacto donde el segundo había concluido. La abogada Rebecka Martinsson se recupera de una psicosis depresiva, provocada por una abundante efusión de sangre (la chica se cargó a dos cretinos en defensa propia y vio morir a un amiguito). La Justicia de Kiruna, una ciudad minera de 20 mil habitantes por encima del Círculo Polar Ártico, la contrata como fiscal adjunta. Así terminará trabajando codo a codo con la otra heroína larssoniana, la inspectora jefe Anna-María Mella, que es tan mamá y esposa como profesional aplicada. Investigan un asesinato raro: una mujer bella y elegante ha sido hallada muerta en una cabaña de pesca sobre el lago helado de Torneträsk. Le atravesaron el corazón con un objeto largo y afilado, después de torturarla salvajemente con electricidad.
En los dos libros anteriores, Larsson desolló a dos plagas contemporáneas: el fundamentalismo cristiano y el machismo social. Ahora es el turno de la explotación del Tercer Mundo. El villano, muy bien retratado en su dimensión humana, es un nuevo rico, la versión sueca del sueño americano, un advenedizo sin estilo alguno que se mete en un juego peligroso. Financia a un señor de la guerra de Uganda y alienta un golpe de Estado para recuperar sus inversiones mineras. La otra novedad es la suave inclusión del elemento fantástico, a través de una chica con poderes, que puede ver cosas del pasado y del futuro. El final es trepidante.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Bueno
PD: En este blog se elogian otros dos libros de Asa Larsson: Sangre derramada y Aurora Boreal.
Seix Barral. Novela policial, 462 páginas. Edición 2011
Como el sol de medianoche de Kiruna, brilla en el firmamento de la novela policial escandinava el nombre de Asa Larsson (1966). Sería insensato afirmar que se trata de Alta Literatura, pero sus libros son entretenimiento de calidad. Trabaja bien el misterio y la técnica del flash back, los personajes siempre parecen de carne y hueso, hay exotismo (un país con temperaturas de treinta grados bajo cero, personas solitarias y policías honorables), hay complejidad psicológica. Larsson narra con una delicada sensibilidad femenina que coloca en primer plano los sentimientos de los personajes e incluso detalles de la apariencia que la mayoría de los hombres pasaríamos por alto. “Qué es más importante que esforzarse en intentar encontrar un poco de amor antes de que la vida haya pasado de largo”, medita el alter ego de la autora. Sólo podría reprochársele a esta dama tan cuidadosa de los pormenores cierta poética defectuosa y una corrección política que por momentos resulta sofocante. ¿Dónde hay un escritor o escritora sueca que se atreva a romper con el molde mental de la socialdemocracia? El arte siempre exige audacia.
La senda oscura fue publicada en 2006. Es el tercer libro de Larsson y empieza en el punto exacto donde el segundo había concluido. La abogada Rebecka Martinsson se recupera de una psicosis depresiva, provocada por una abundante efusión de sangre (la chica se cargó a dos cretinos en defensa propia y vio morir a un amiguito). La Justicia de Kiruna, una ciudad minera de 20 mil habitantes por encima del Círculo Polar Ártico, la contrata como fiscal adjunta. Así terminará trabajando codo a codo con la otra heroína larssoniana, la inspectora jefe Anna-María Mella, que es tan mamá y esposa como profesional aplicada. Investigan un asesinato raro: una mujer bella y elegante ha sido hallada muerta en una cabaña de pesca sobre el lago helado de Torneträsk. Le atravesaron el corazón con un objeto largo y afilado, después de torturarla salvajemente con electricidad.
En los dos libros anteriores, Larsson desolló a dos plagas contemporáneas: el fundamentalismo cristiano y el machismo social. Ahora es el turno de la explotación del Tercer Mundo. El villano, muy bien retratado en su dimensión humana, es un nuevo rico, la versión sueca del sueño americano, un advenedizo sin estilo alguno que se mete en un juego peligroso. Financia a un señor de la guerra de Uganda y alienta un golpe de Estado para recuperar sus inversiones mineras. La otra novedad es la suave inclusión del elemento fantástico, a través de una chica con poderes, que puede ver cosas del pasado y del futuro. El final es trepidante.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Bueno
PD: En este blog se elogian otros dos libros de Asa Larsson: Sangre derramada y Aurora Boreal.
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