En New Hampshire, un genio vivió encerrado en su cabaña durante más de 40 años. Odiaba las fotografías y los homenajes y defendió -escopeta en mano- su feroz privacidad. Publicó poco y hace mucho, mucho tiempo, pero al menos dos de sus obras son un hito en la literatura universal. Las otras dos podrían incluirse, sin exagerar, entre las gemas destacadas del siglo XX. Jerome David Salinger (1919-2010) fue el eremita más famoso del mundo de la cultura. A Dios gracias, las editoriales siguieron divulgándolo para satisfacer a los lectores de poquitos libros y para que las nuevas generaciones descubran qué significa realmente la palabra clásico.
Su obra maestra -una novela con aires del mejor Mark Twain- atiende con dos nombres: El cazador oculto o El guardián entre el centeno. Desde 1951 se han vendido más de sesenta millones de copias en cuarenta idiomas. Se ha dicho que prácticamente todo aquel que es alguien en la cultura contestaria le debe algo a este relato de tres d¡as en la vida de un adolescente. Es una de esas tramas que de inmediato entroncan con nuestras propias desilusiones y desdichas, y no sólo porque Salinger haya pulido hasta que relumbra la técnica de la complicidad. ¿Quién no ha sido alguna vez inconformista? ¿Quién no se ha hartado de todo? ¿A quién la conducta de los semejantes no lo ha confundido, asustado o asqueado?
El protagonista se llama Holden Caulfield tiene 16 años, algunas canas, es mitómano y odia el esnobismo, las conductas gregarias, la estupidez que todos llevamos dentro pero que sólo algunos dejan salir a raudales. Sus peripecias en la gran ciudad son reivindicación de la inocencia, los placeres sencillos, la veracidad del ser aunque deba nadar contra la corriente. Mark Chapman llevaba este libro en el bolsillo cuando asesinó a John Lennon.
Tengo en casa la última edición de Edhasa. El sello también reimprimió sus tres volúmenes de relatos cortos. Me temo que sólo leí dos. En Levantad, carpinteros, la viga del tejado se exponen las certezas existenciales y artísticas de Salinger. Hay una reivindicación de Kafka, de Kierkegaard, del misticismo oriental y de la autenticidad literaria. En Nueve cuentos se incluye una escritura que, quizás, haya logrado esa condición tan elusiva en el arte que conocemos como lo sublime. Un día perfecto para el pez banana narra el impresionante suicidio del veterano de guerra Seymour Glass. Uno concluye la lectura con escalofr¡os. No le va a la zaga Teddy, donde aparece un niño que, acaso, ha descifrado el universo: sugiere deshacerse de la lógica y de las emociones y revela que nacemos y morimos en la eternidad miles de veces. El período azul de Daumier-Smith es una de las sátiras más eficaces de la frivolidad cultural que se han escrito.
Entre tantas manías, Salinger prohibió a las editoriales incluir una biograf¡a suya en la solapa de los libros y el término clásico entre las frases promocionales. ¡Vaya tipo! Ahora que nos ha dejado, ignoremos esa cláusula estrafalaria. Borges hoy hubiera escrito que el largo tiempo ha decidido leer El cazador oculto como si en sus páginas todo fuera deliberado, fatal, profundo como el cosmos y capaz de interpretaciones sin término.
Guillermo Belcore
Este comentario se publica en la sección El Mundo del diario La Prensa.
PD: Imagínense por un momento que Salinger escribió largo y tendido durante estas cuatro décadas de silencio tenaz. Que ahora salen a la luz cuatro novelas y treinta y ocho cuentos, más un raro poema épico. ¿No sería maravilloso?
g Querido internauta, si tu eres uno de esos cuarenta millones de terraqueos que compraron "El guardián entre el centeno" te invito a que me acerques tu apreciación. Aquí le rendiremos al anacoreta de Cornish un sentido homenaje.