Este es un blog sobre libros para amantes de los libros y las series. Se rige sólo por el hedonismo de un tal Guillermo Belcore.
sábado, 29 de enero de 2011
A tiro limpio
Tusquets Editores. Novela. 114 páginas
Triunfar, decía Nietzsche, es convertir la existencia en una obra de arte. Es decir, que tu vida sea algo valioso, irrepetible, intenso y trascendente. Boris Vian (Ville d’Avray 1920-1959) lo logró. Parece mentira que en sólo treinta y nueve años haya usado tantas máscaras interesantes. Fue ingeniero, trompetista, alma mater de las fiestas y de las parrandas, literato y pintor, amigo y enemigo de Sartre, inventor, vanguardia del jazz en el París de pre y posguerra, actor de ocasión, jefe de diseño de la Philips, ’sátrapa’ del Colegio de Patafísica. Escribió novelas, cuentos, canciones, obras de teatro, poesías, una guía turística y una guía para componer música. Fue un traductor, un conferencista y un crítico de arte muy reconocido. Confirmó un apotegma de Ciorán: “el que no muere joven no merece llegar a viejo”.
Aquellos sellos editoriales de Francia que en su momento despreciaron su audaz heterodoxia, hoy le publican todo. Así, de rebote, llega al español la primera novela de Vian, un delirio que prolonga el surrealismo. A tiro limpio es una rara obra de orfebrería, deslumbrante y encantadora, paradigma de la literatura del ’nonsense’. Por cierto, ese ardid de cambiar la trama cada pocas páginas es mucho más vieja de lo que el club de admiradores (y los mil imitadores) de un eminente escritor argentino nos quieren hacer creer.
El conde Adelfin de Belfulano se precia de “tener un cuerpo que muchos monitores de gimnasia normalmente constituidos le habrían envidiado si hubieran sido víctimas de tres accidentes de automóvil consecutivos y de varias explosiones bien controladas”. Con su lúbrico amigo Serafinio Alvaraide parten en busca de un misterioso objeto robado: el barbarón bífido. Piden auxilio a dos tipos que se las traen: Loostiló, un policía retirado; y su compinche Antioquío. El texto, hermosamente escrito, se mofa de la novela de aventuras. Resulta desopilante, el lector ríe a mandíbula batiente. Vian explicó que había escrito el libro sólo para sus amigos. Data de 1946, cuando el mundo despertaba de la pesadilla de una guerra atroz. Acaso, el artista haya querido testimoniar que, en realidad, es la realidad la que no tiene sentido.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa
Calificación: Bueno
sábado, 22 de enero de 2011
El invierno de Frankie Machine
Planeta. Novela policial, 415 páginas. Edición 2010.
¡Ojo!: Mejor novela policial 2010, según La biblioteca de Asterión
Frank Machianno es un legendario asesino a sueldo, ya retirado, que vive como un sibarita en la ciudad de San Diego, gracias a sus cuatro empleos, absolutamente legales. Se desloma trabajando para mantener a una ex esposa, a una querida despampanante y a una hija que estudia medicina. Se lo considera el sheriff del muelle de Ocean Beach, el más grande de California. Ama el surf y la opera. En su defensa puede decirse que nunca se cargó a nadie que no estuviera en el ajo, sólo liquidó a unos cuantos mafiosos. Hoy es un buen samaritano. Pero una noche, dos hampones de cuarta categoría le tienden una celada. Frankie sobrevive por los pelos. Se convierte en fugitivo; la ley y una de las más poderosas familias del hampa persiguen a un hueso duro de roer. Al más duro de todos.
He aquí el argumento de esta novela negra, extraordinariamente buena. El comienzo es algo moroso, pero de pronto -allá por la página setenta- el ritmo se acelera y la acción se torna vertiginosa. El frenesí mantiene al lector agarrado de las solapas hasta la última página. Se tiene la sensación -siempre- de que los personajes son de carne y hueso; incluso se intercalan figuras históricas. La escritura no es gran cosa, pero se lee con facilidad y agrado. El recurso del flashbacks es excelente. Mensaje al sello Planeta: una traducción al gusto de los argentinos habría mejorado el producto.
El libro, cuyos derechos cinematográficos compró Robert De Niro, demuestra que Don Winslow (Nueva York, 1953) es un nombre para tener en cuenta. Al menos para los amantes del género policial. El señor Winslow tiene publicadas doce novelas; eso sí, calle no le falta: trabajó durante quince años como investigador privado. Plantea las preguntas correctas y muy esclarecedoras resultan sus pinceladas de la decadente mafia italiana; de sus normas, protocolos y tradiciones, de sus oportunidades de negocios, sus procedimientos e, incluso, su utilidad social. Hasta se ha tomado el trabajo de revelar los vínculos entre Nixon, el sindicato de camioneros y el crimen organizado.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Muy bueno
PD: Leo en Internet que Winslow ha publicado un novelón policial de 700 páginas que atraviesa treinta años de lucha entre la DEA y los carteles de la droga de México. La estructura -según el autor- es shakespereana. ¡Vaya! Otro libro que deberé comprar.
PD II: Obsérvese este símil bocasucia: “tiene el culo más apretado que un contador en las duchas el primer día de cárcel".
lunes, 17 de enero de 2011
El cementerio de Praga
Lumen. 590 páginas. Novela. Edición 2010. Precio aproximado: 85 pesos
“El enemigo para ser reconocible y temible debe estar en casa, o en el umbral de casa. De ahí los judíos. La divina providencia nos los ha dado, usémoslos, por Dios, y oremos para que siempre haya un judío que temer y odiar. Es necesario un enemigo para darle al pueblo una esperanza. Alguien ha dicho que el patriotismo es el último refugio de los canallas: los que no tienen principios morales se suelen envolver en una bandera, y los bastardos se remiten siempre a la pureza de su raza. La identidad nacional es el último recurso de los desheredados. Ahora bien, el sentimiento de la identidad se funda en el odio, en el odio hacia los que no son idénticos. Hay que cultivar el odio como pasión civil. El enemigo es el amigo de los pueblos. Hace falta alguien a quien odiar para sentirse justificados en la propia miseria. Siempre. El odio es la verdadera pasión primordial. Es el amor el que es una situación anómala”.
Básicamente, existen dos clases de escritores. Los literatos, es decir aquellos que componen a la lumbre de una vasta biblioteca y que refirman una intuición de George Steiner: escribir mal no es otra cosa que falta de erudición. La segunda especie de artista -rara como un león blanco- es la de los ‘intuitivos’; o sea, los que prácticamente desde la nada han sido capaces de engendrar una obra trascendente. Como Rimbaud. Esta magnífica novela es el producto de un típico literato, un hombre indudablemente culto. Como Quevedo, como Borges e incluso como Aira, Umberto Eco es un hombre de letras, en el sentido más elevado del término.
No se trata, por cierto, de una obra improvisada. Está claro que El cementerio de Praga ha sido macerada por largo tiempo. Es el fruto de la investigación, la curiosidad, la acumulación de datos, la exhumación de acontecimientos y discursos históricos. El profesor Eco inventó un solo personaje: el capitán Simón Simonini, piamontés de nacimiento, falsificador de profesión, a sueldo de los servicios de inteligencia de las potencias europeas, incluso de los jesuitas. Es un misógino que odia a los judíos, aficionado a la buena mesa, nostálgico del ancien régime. Sufre de personalidad escindida. Su alter ego es el abate Dalla Piccola que aparece cuando el capitán necesita de una voz de la conciencia que lo reclame a la realidad de los hechos. Ecco rodeó a Simonini con personalidades de la segunda mitad del siglo diecinueve, como Alejandro Dumas, Garibaldi, el capitán Dreyfus y un joven doctor Freud, cocainómano e inseguro de que el sexo sea la causa de todas las neurosis.
Ecco imagina que el capitán Simonini, un reaccionario tan visceral como intelectual, es el autor desconocido de los Protocolos de Sion, ese documento fraudulento que los imbéciles creen que prueba la existencia de una conspiración judía para conquistar el mundo. Llegamos entonces al quid de la novela: se trata de una vibrante denuncia del antisemitismo moderno, al que se define como el destilado de demenciales ideologías, abyectas manipulaciones políticas, prejuicios, supercherías y mitos que se cocieron en el espeso caldero decimonónico. Es decir, Ecco ha querido desentrañar los fundamentos intelectuales de la Solución final. Nos advierte que las ideas del exterminio estaban firmemente asentadas en Europa; faltaba un Hitler o un Stalin que, asociado a la mortífera eficacia de la cadena de montaje, las pusieran en práctica. Mitad ficción, mitad tratado de ideas, el volumen corrobora que hay antisemitas filosóficos, políticos, teológicos e incluso eróticos, en los cuales el odio sustituye u obra como el impulso sexual. ¡Ah!, por cierto, hay antisemitas tanto de derecha como de izquierda. Los socialistas y los católicos monárquicos están unidos, muchas veces, por las mismas opiniones infames.
Los procedimientos que emplea Eco en una novela que la critica europea tachó de “posmoderna” son básicamente cuatro: el diario, la cita, el comentario y el folletín. La trama nos pasea por Turín, Sicilia y París. Hitos del pasado desfilan ante nuestros ojos, como la Comuna de 1870. La prosa es cultísima. No sólo el amante de la historia disfrutará la novela; fue concebida para el hombre o la mujer atento al conocimiento en general. La química, las ciencias políticas, la proto psicología e incluso el ocultismo (Eco nos introduce a hurtadillas en una espeluznante misa negra, donde se eleva la fornicación a práctica litúrgica) son materia narrativa. Y también la gastronomía.
Ahora que me he aficionado a cocinar, no sólo he subrayado y copiado pensamientos y giros estilísticos de El cementerio de Praga, sino también una receta de la ensalada Francilion, creada tras los éxitos de una pieza de Alejandro Dumas. La compartiré con los amigos de este blog: “Pónense a cocer papas en el caldo, se las corta en rodajas, y cuando todavía están templadas se las aliña con sal, pimienta, aceite de oliva y vinagre de Orleans, más medio vaso de vino blanco, Chateau d’Yquem a ser posible, y se le añaden hierbas aromáticas bien trituradas. Al mismo tiempo se ponen a cocer en court-bouillon mejillones muy grandes con un tallo de apio. Ultimada la cocción, se mezcla todo y se cubre con finas rebanadas de trufa, cocidas en champagne. Todo ello, dos horas antes de servir, de modo que el plato llegue a la mesa frío pero en su punto”. ¿No se las hace agua la boca?
Guillermo Belcore
Calificación: Excelente
PD: Quién desee asimilar algo más sobre los Protocolos de Sion sugiero leer la entrevista que La Vanguardia de Barcelona hizo a la jurista israelí Hadassa Ben-Ito (http://4grandesverdades.wordpress.com/2009/11/21/el-antisemitismo-y-los-protocolos-de-los-sabios-de-sion-entrevista-a-hadassa-ben-itto-victor-m-amela-la-vanguardia-190106/).
PD: Aquí están las primeras páginas de la novela:
http://www.elpais.com/elpaismedia/ultimahora/media/201012/02/cultura/20101202elpepucul_2_Pes_PDF.pdf
sábado, 15 de enero de 2011
La ciudad de las palabras
“Espero con ansia un tiempo en el que el hombre avance impulsado por algo más digno y elevado que su estómago”.
El bibliófilo Alberto Manguel (Buenos Aires, 1948) escribió una obra extraordinaria (Una historia de la lectura) que le ha granjeado el respeto universal. También publicó algún ensayo interesante, una encantadora aproximación a Borges y novelas que difícilmente sean recordadas. Ahora, ha considerado oportuno dar a la imprenta una serie de conferencias. Nunca es ocioso repetirlo: no todo lo que se dice merece ser convertido en libro.
El volumen es desparejo; brillante por momentos, tedioso en otros. Aparece el mejor Manguel cuando se dedica a glosar textos eminentes. El autor, sin duda, tiene talento para reproducir magníficas citas y para transmitir dichosas experiencias de lectura. Ser un glosador, por cierto, no es un demérito. Como se dice aquí, “es la persona que encuentra sus propios pensamientos expresados en palabras de otros”. No tan feliz resulta la segunda naturaleza del libro. Cuando Manguel se empeña en divagar, jugar al antropólogo o levantar el dedo índice para amonestar a los poderosos (…“lo que Gordon Brown no entiende“…) no da la misma sensación de inteligencia.
Básicamente, se intenta demostrar que la verdad de la ficción es superior a las falsas verdades de la religión y la política. Se alza la voz contra los filisteos, las maquinarias económicas ciegas e inmorales, los buscavotos xenófobos. ¡Ay, corrección política, cuantas obviedades se dicen en tu nombre! Se postula que una lectura creativa de, digamos, El Quijote o la epopeya de Gigalmesh pueden conducir a un cuestionamiento del poder y a exigir el fin de la injusticia. Sorprendentemente, Manguel adscribe a las teorías conspirativas. Denuncia una conjura editorial: “la industria debe inculcarnos la estupidez porque nosotros no nos convertimos en estúpidos de forma natural. Por el contrario venimos al mundo como criaturas inteligentes, curiosas y deseosas de aprender”. Esta reivindicación tardía y trivial de Rousseau, tiene razón en un punto: no todo lo que se habla debería ser publicado.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa
Calificación: Regular
PD: El señor Manguel incluye al final una impresionante bibliografía consultada. Quizás el propósito haya sido justamente ése, impresionar
domingo, 9 de enero de 2011
Mussolini secreto
Editorial Crítica. 478 páginas. Edición 2010.
``Todos los hombres engañan a sus mujeres, hasta los mancebos de barbería. Todos, y sin motivo, sin justificación. Yo por lo menos tengo una justificación''.
``La guerra es horrible, pero hay que hacerla... el hombre nació para la guerra como la mujer nació para la maternidad''.
``Los ingleses son un pueblo que piensa con el culo, no admiten una supremacía''.
``Los grandes hombres son más odiados que amados, porque nadie quiere reconocer que es inferior a ellos''.
En 2015 será esclarecido otro enigma de la Segunda Guerra Mundial. ¿Claretta Petacci fue reclutada por el servicio de inteligencia británico? ¿Usó Benito Mussolini a su amante favorita para mantener un canal abierto con Churchill hasta último momento? En cuatro años, se levantará por completo la férrea y sugestiva censura de siete décadas que impuso el estado italiano a los diarios de Claretta. Hasta entonces podremos disfrutar sólo de la primera parte de los mismos. Abarcan desde 1932 hasta 1938 y ofrecen un retrato minucioso del apogeo del fascismo y de El Duce en pantuflas, por así decirlo.
Los diarios tienen pasajes francamente cómicos. Que un autócrata de 53 años -uno de los hombres más poderosos del mundo- se hinque de rodillas ante su querida para suplicarle perdón tras haberlo sorprendido in fraganti con una de sus mil amantes ocasionales no puede sino provocar risa. Claretta satisfizo tanto las desaforadas apetencias carnales de Mussolini como su necesidad de amor romántico y evasión trivial. La chica, de veintipocos años, enfermaba de celos. Obligaba a su Benito a llamarla por teléfono hasta doce veces por día.
El aficionado a la Historia sabrá apreciar el volumen del sello Crítica. Revela el fastidio de Mussolini con Franco, su odio al pueblo francés y su visceral antisemitismo. La crónica íntima no sólo está repleta de escenitas grotescas, también esboza una coherente y malvada visión del mundo. Es rico, además, en pormenores de episodios tan trascendentales como el Anschluss o la Conferencia de Munich. Claretta era una grafómana, o una bien espía concienzuda. Si por un lado se humaniza al dictador (como cuando se queja de la esposa o come mandarinas o mira dibujitos animados) por otro lado se nos recuerda página tras página que una dictadura es fuente inagotable de muerte, destrucción y arbitrariedad. Aun en la dulce Italia.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Muy bueno
PD: La democracia, tan denostada siempre, es una magnífica convención inventada por los griegos para resolver uno de los principales problemas que aquejan a las sociedades, el problema de la tiranía. Todos los otros entuertos se van solucionando, en democracia, con distintas herramientas políticas o económicas. Una dictadura implica, por ejemplo, que si al dictador no le gusta, digamos, una obra de teatro, esa obra desaparece de cartelera. Si un día el tirano decide que la Nación necesita un Imperio -como Mussolini en los treinta- entonces miles de jóvenes morirán impunemente en los páramos de Etiopía o de Libia. O en las Malvinas, por caso.
martes, 4 de enero de 2011
Vida de un desconocido
Tusquets. Novela, 263 páginas. Edición 2010.
“-Se lo pregunto una vez más: ¿admite que tenía planeado pilotear el avión alemán que se expone en el llamado “Museo del asedio” para bombardear Smolny y eliminar a los principales dirigentes de la ciudad?
Si Volsky aún no hubiera oído hablar de acusaciones demenciales como aquélla, en ese momento se habría creído loco. Pero el delirio judicial no era un secreto para nadie, y la gente comentaba casos parecidos con espanto y al mismo tiempo, de puro absurdos, con maravilla: a uno lo fusilaron por haber querido envenenar las aguas de los grandes ríos del país, a otro se le imputaba la creación de una decena de organizaciones subversivas en un pueblo de cien habitantes… ¡Y él pretendía volar con un avión acribillado a balazos y sin tren de aterrizaje!”.
La inmigración fecunda no sólo la economía, también la literatura se beneficia del beso entre culturas. Andreï Makine nació en Krasnoiarsk en 1957. Trabajó como profesor de filosofía en Novgorov, y a los treinta años se exilió en París. La vida lo maltrataba, hasta que un día las editoriales comenzaron a publicar sus manuscritos. Recibió el Premio Goncourt y el Premio Medicis. Hoy es un exquisito representante de las letras francesas. Vida de un desconocido se nutre de las dos naturalezas del autor. De su patria adoptiva, toma la típica obsesión por la fórmula bonita, el amor por las referencias eruditas e intertextuales, la socarronería y la mofa de sí mismo que tanto aprecian los franceses. De la Rusia natal, Makine trae la temática, la decisión de que el lector contemple el sufrimiento sin parangones, el melodrama (hay una mujer que troca su cuerpo por pan), la emulación de Chejov.
La novela, bellamente escrita, seduce por los valores tradicionales que contiene. Narra un viaje espacial y espiritual. Shútov es un escritor fracasado, perfecto ejemplo de un hombre de cierta edad abandonado en París por una chica joven que podría ser su hija. Con el corazón en carne viva, vuelve a San Petersburgo a reencontrarse con un amor adolescente. Llega en plenos festejos del Tricentenario de la ciudad de Lenin. Pero no le gusta lo que ve, él es un mohicano que siente nostalgia del siglo pasado. Rusia se ha unido al gran teatro del mundo, cunde la fiebre materialista. Shútov tropieza con un anciano a punto de ser arrumbado en un hospicio de las suburbios. ¡Desechado como un mueble viejo, como lo había sido el escritor! Vorsky, así se llama el nonagenario, relata su extraordinaria vida, es otra víctima de un siglo sanguinario. Sobrevivió al sitio de Leningrado, la guerra contra la bestia nazi, los campos de concentración de Stalin, la maldad soviética. Tuvo una vida heroica, hermosa por su abnegación.
El libro nos estremece con escenas bélicas, nos fuerza a meditar sobre la sinrazón humana, nos deja un mensaje hermoso a contrapelo de esta era de egos desatados: la felicidad es también entregarse a los demás.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa
Calificación: Bueno
PD: En este libro se perpetra una de las villanías más abominables: una joven abandona a su enamorado (un hombre maduro), para irse con un amante de su edad, acaso mejor. El crimen es tan infame que ni nombre tiene (¿galanticidio?). Alguna vez, una legislatura avispada tipificará el delito e impondrá la severa pena que merece. Hasta entonces habrá que sufrir en silencio.
sábado, 1 de enero de 2011
Seda roja
Tusquets editores, novela policial, edición 2010, 357 páginas, precio aproximado: setenta pesos.
Arranca una flor mientras puedas/
O sólo te quedarán los tallos desnudos
Poema de la dinastía Tang
La literatura es también una vía privilegiada hacia el conocimiento. Su superioridad es manifiesta. Una buena novela policial ausculta el latido de una era, de una sociedad en ebullición, infinitamente mejor que cualquier ensayo de sociología. Seda roja es un retrato vivaz y esclarecedor del tránsito de China hacia una forma de capitalismo “que no se parece al de ningún país del mundo: allí lo único que importa es ganar dinero”.
El señor Qiu Xiaolong (Shanghai, 1953) vive en Estados Unidos desde los trece años. Imparte clases en la Universidad de Missouri. Es el creador de la serie Chen Cao, inspector jefe del Departamento de Policía de Shanghai, que -como su hacedor- también es poeta con obra publicada, traductor bien remunerado, aficionado a la psicología y erudito en Confucio. Enriqueció Seda Roja con minuciosas referencias sobre la gastronomía, los entretenimientos pecaminosos, los tabúes y las fórmulas de cortesía del Celeste Imperio. Añadió valiosas citas literarias. Salpimentó con proverbios orientales. Meditó sobre las aberraciones de la Revolución Cultural. Su prosa es suave, con una inocencia anacrónica (seguramente emula textos antiguos) que a algunos lectores le resultará encantadora, y a otros insoportablemente ñoña.
La trama pues es lo de menos, pero en el libro hay un misterio policial que resolver. Estamos ante el primer asesino sexual en serie de la capital económica de China. Los cadáveres de muchachas hermosas como flores aparecen en lugares públicos; están desnudas con la excepción de un vestido mandarín (quipao) de color rojo, elegante y sensual pero pasado de moda. Shanghai se estremece de miedo. La prensa -quién lo diría- presiona a las autoridades comunistas, benévolas porque ya no estamos en la “edad de la lucha de clases”, aunque existe mucha podredumbre vinculada a la riqueza y a la creciente brecha social. El inspector Chen se lamenta que hoy el único criterio para sopesar la valía de un hombre es su dinero.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Bueno