Kenneth Bernard
Fiordo, Cuentos, 112 páginas, Edición 2015
El sello Fiordo podría compararse con esos joyeros borrosos de Amberes o de una galería fea de la calle Libertad que sólo ofrecen gemas exóticas, desconocidas u olvidadas, a una clientela de entendidos, coleccionistas de rarezas. En esta ocasión, han desempolvado a un ignoto autor estadounidense que, como otros autores de la colección, cuenta con el don de la gloriosa excentricidad.
Anótese el concepto. Gloriosa excentricidad. Propone este blog agregarlo a los cinco factores que, según Harold Bloom, definen la potencia estética de una obra: dominio de la metáfora, exuberancia en la dicción, originalidad, poder cognitivo y sabiduría. Los cuentos de Kenneth Bernard (Nueva York, 1930) tienen tres o cuatro de estas virtudes y algunas más como un humor muy fino que en su mejor momento se emparenta -de lejos- con Woody Allen. Son tan profundos que con una lectura no basta. Dicen mucho más que lo que expresan; es la técnica de iceberg en acción (cuatro quintos del sentido se encuentra bajo la superficie).
Los diecinueve relatos que atesora el volumen (por primera vez llegan al español) permiten inferir que Bernard es, por encima de todo, un poeta, un poeta metafísico para ser precisos. Oímos el soliloquio de un maníaco, generalmente un hombre casado, cuyas elucubraciones tienen magia. Los textos viran en el aire hacia direcciones sorprendentes; los personajes son víctimas de extrañísimas ecuaciones. Bernard compone metáforas sobre el arte de vivir.
El lector disfrutará las derivas sobre la idea fundacional de ‘biblioteca‘, la guerra entre los notapieístas y los notafinalistas, la chica que leía a Sartre, nuestro destino irrevocable de animales atropellados, la evocación de un amigo suicida, la atrofia de los sentidos verdaderos. ¿Es posible que un simple matamoscas sea un instrumento del destino?, se pregunta el literato de Brooklyn. Las respuestas que ofrece son deliciosas.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura de La Prensa.
Calificación: Bueno