sábado, 27 de septiembre de 2008

Hacé que la noche venga

Leonardo Oyola­

Sudamericana. Novela de 247 páginas. Edición 2008. Precio aproximado: 40 pesos.­

El talento del señor Leonardo Oyola (Buenos Aires, 1973) se abre paso. Este año obtuvo en España con Chamamé el Premio Hammett a la mejor novela policial de 2007. Los medios de comunicación y la cultura blog lo miman. Uno de los sellos más poderosos le publica ahora su segunda novela. Alberto Laiseca, en cuyo taller literario se ha forjado, elogia su originalidad en la contratapa.

Hacé que la noche venga es un caldero burbujeante donde sólo se cuecen habas. Incluye elementos fantásticos, crímenes y castigos, una reconstrucción histórica, duelos tipo western, denuncia social, guiños culturales. Como novela de terror se deshilacha porque Oyola va quebrando hueso a hueso el esqueleto de verosimilitud. Le encantará a aquellos que festejan las pamplinas de César Aira. La narración tiene, eso sí, ritmo cinematográfico, las buenas digresiones nunca obstruyen un fluir fácil y ameno, con la excepción, quizás, del capítulo que relata una pesadilla. ¿Alguna vez se entenderá que muy pocas veces resulta interesante en literatura la transcripción de un sueño? Mención especial merece el tratamiento del lenguaje. Oyola trabaja con destreza el argot, en su variante boca sucia.

El libro nos conduce a la Buenos Aires de 1939. Las obras para extender la Línea D hasta Puente Pacífico invocan a demonios. Mueren obreros, cirujas, un sereno con una brutal efusión de sangre. Un cuarteto que se las trae investigará que diantres está pasando en las siniestras noches de la estación Canning. Un ingeniero racionalista y paladín de la clase trabajadora, un cura que jura haber acribillado a balazos a Satanás, un chino enigmático y un atorrante de alcurnia que duerme en las calles se enfrentan a esbirros del Innombrable, de éste y del otro mundo. Cuando la oscuridad se corporiza se necesitan dos cosas para sobrevivir: una eficaz arma de fuego y fe en las buenas causas.

Guillermo Belcore­

­Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa­­

Calificación: Regular­

PD: Hace unos años vi, en una pésima película norteamericana, a Arnold Schwarzenegger doblegar al Diablo con pistolas y lanzacohetes. El día final (End of Days) era su título. Este libro me trajo el filme a la memoria, aunque sería muy injusto reducir las ambiciones de Oyola (lingüísticas, históricas y temáticas) a esa fruslería. Sin embargo, creo que hay una influencia de Hollywood no muy saludable en la obra. Me gustaría leer algo más de este autor tan elogiado en ciertos círculos para tener una idea cabal de sus habilidades.

jueves, 25 de septiembre de 2008

El día de la lechuza

Leonardo Sciascia­

Tusquets. Novela, 147 páginas ­

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Esta espléndida novelita fue publicada en 1961 cuando el gobierno infecto de la Democracia Cristiana negaba la existencia de la Cosa Nostra o bien la explicaba como una inocente sociedad de socorros mutuos. Pero un intelectual de fuste metió el dedo en la llaga. Pocas veces se había arrojado una sonda tan profundo. Leonardo Sciascia (1921-1989) desnuda el alma de Sicilia, una isla pasional que si fuese mujer sería misteriosa, implacable, vengativa y bellísima.

Hay algo notable en Sciascia. Es uno de los pocos artistas en cuya obra los propósitos moralizantes nunca estropean la trama. Aquí el agente ético se apellida Bellodi. El oficial de los Carabineros había sido partisano. Cree en la dignidad de la ley y considera a la autoridad un instrumento que debe usarse con precaución y precisión.

Oriundo de Parma, el capitán Bellodi fue destinado a un luminoso caserío de Sicilia. Tropieza con el homicidio de un contratista probo y de ideas socialistas, que había osado desconocer la guardianía, protección que ofrece el hampa. Dos disparos de lupara, la escopeta típica de los sicarios, castigaron semejante audacia. El asesinato es arrestado, pero surgen más cadáveres. El Corleone de la región termina con sus huesos en la cárcel. Diputados y ministros conspiran en las sombras para que todo termine en la nada.

El lector argentino encontrará parecidos entre Sicilia y nuestro triste presente. Disfrutará de diálogos teatrales, reflexiones políticas, expresiones populares pero también cultísimas, una historia cautivante. En síntesis, se trata de un libro muy recomendable de uno de los mejores escritores italianos de todos los tiempos.

Guillermo Belcore­

Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa

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Calificación: Muy bueno

lunes, 22 de septiembre de 2008

La ciudad de los locos

Juan José de Soiza Reilly­

Adriana Hidalgo. Novelas, cuentos y relatos en 520 páginas­

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Siempre deberá elogiarse el esfuerzo que ensancha el acervo nacional. El sello Adriana Hidalgo rescató a un simpático provocador de las primeras décadas del siglo XX, intelectual en el sentido más rico del término, moralista profesional, inspirador de Arlt y otros. Algunas gemas perdidas de Juan José de Soiza Reilly (1879-1959) han sido exhumadas por la investigadora María Gabriela Mizraje. Es un acto de justicia cultural. La compilación es tan sabrosa que permite obviar un prólogo casi totalmente estropeado por el culto a la primera persona del singular.­

El volumen reúne dos novelas, cuentos, crónicas, una breve autobiografía y hasta dos textos de audiciones radiales. Abarcan medio siglo de producción literaria y periodística, signada por un espíritu al que urgía cumplir la misión típica del pequeñoburgués populista: denunciar las miserias de los adinerados y celebrar el ingenio o la pureza de la gente sencilla.­

Mizraje tiene razón en algo. De Soiza vale más como retratista de su época que por la destreza expresiva. Abruma el gesto vehemente y desprolijo. Debe elogiarse, no obstante, la agilidad de una prosa rica en técnicas de la complicidad. Hay, además, un agradable vaivén entre genialidad y disparate. Las novelas parecen una sucesión de escenas teatrales. La ciudad de los locos (1914) es parodia, sátira, crítica social de una Buenos Aires igualita a la de hoy: cruel, frívola y corrupta. Locópolis, fundada por un mequetrefe que perdió la razón y sus compañeros del manicomio, es una utopía desopilante.

En las timberas (1928), Soiza Reilly despedaza en ciento treinta páginas a los aristócratas de cotillón que dilapidan sus haciendas en vicios como el juego, la cocaína o las citas de lujuria. Incluye diálogos irónicos que le hubieran encantado a un Oscar Wilde.

Guillermo Belcore­

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Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa­

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Calificación: Bueno­

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PD: Un viaje fascinante a aquéllos años locos.

domingo, 21 de septiembre de 2008

El día del opríchnik

Vladimir Sorokin­

Alfaguara. Novela de 237 páginas. Edición 2008. Precio aproximado: 40 pesos.

¿Será la democracia liberal el punto final de la Historia como soñaba Fukuyama? Esta novela mordaz refuta la utopía. En 2027, Rusia ha involucionado al siglo XVI, a Iván el Terrible. Gruesas murallas aíslan la sacrosanta tierra del exterior. Hay un monarca todopoderoso, nobles, hidalgos de provincias, una guardia pretoriana, arcabuceros con lanzarrayos, servidumbre. Las malas palabras y los viajes al exterior están prohibidos. Se queman libros, se azota a los intelectuales. Prácticas medievales conviven con modernísimas tecnologías. Rusia se enriquece exportando hidrocarburos a la Europa degenerada, pero cada tanto cierra el grifo como represalia a las críticas. De China obtiene desde el pan hasta los automóviles de lujo.

Un escritor maldito y sarcástico imaginó tan cautivante profecía. Vladimir Sorokin ha sido perseguido y vilipendiado en su país. Occidente, obviamente, lo mima. Su prosa es clara, amena, sazonada con imágenes poderosas (fue pintor en sus inicios) y groserías. Ha caricaturizado aquí con notable ingenio a la Rusia actual. Su eficaz procedimiento es exagerar las tendencias actuales.

El libro narra un día en la vida de un mastín de la oprichnina, la guardia personal del Kremlin. La jauría mata, quema, viola y rapiña casi sin ataduras. Combina una religiosidad sentimental, con la disipación en las costumbres y las más repugnante venalidad. Seguimos al fiel e implacable Andrey Danilovich Komayga desde que despierta hasta que se acuesta exhausto con las manos manchadas de sangre y de vicio.

Tiene El día del oprichnik condiciones para perdurar como un clásico de la literatura política o futurista. Este blog postula que será al autoritarismo creciente de Putin lo mismo que fue el Nosotros de Eugene Zamiatin al despotismo bolchevique.

Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Muy bueno

jueves, 18 de septiembre de 2008

Moscardón imaginario I

Diez Vicios de los Escritores y Críticos de la Argentina

Empiezo, alentado por algunos amigos, una nueva etapa en el blog. Intercalar‚ entre las reseñas de libros, comentarios ocasionales. La idea es compartir aquella escritura que me ha parecido valiosa. Manos a la obra.­

Estoy leyendo ahora un excelente ensayo sobre la Segunda Guerra Mundial, un tema que -como habrás notado- me cautiva. Europa en guerra es el t¡tulo, publicado por el sello Planeta. El autor es un historiador de Oxford que juega limpio, escribe francamente bien, se interesa por algo tan fascinante como las grandes l¡neas estratégicas del conflicto. En las primeras páginas, Norman Davies define las Diez Formas de Selectividad que generan un abordaje sesgado de la Historia. Con pequeñísimas variaciones las reproduzco y postulo que son los Diez Vicios de los Escritores y los Cr¡ticos Argentinos. A saber:­

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1 - Propaganda política.­

2 - Prejuicios personales.­

3 - Puntos de vista parciales.­

4 - Estereotipos.­

5 - Estadísticas.­

6 - Grupos de interés especiales.­

7 - Los procedimientos académicos.­

8 - La visión de los vencedores.­

9 - La visión de los vencidos.­

10 - Selectividad moral.­

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¿Y vos qué pensás de esto?­

­G.B.­

miércoles, 17 de septiembre de 2008

La mafia rusa

Daniel Link­
Emecé.
Ensayos y autoficción, 205 páginas. Edición 2008­.

­La República de las Letras ha entronizado al señor Daniel Link como intelectual modélico, decidor de verdades, creador genial. Al comentario artístico pertenecen sus mejores obras, aunque no es una escritura fácil. Este volumen, que consta de quince relatos desparejos, no permite concluir si se trata o no de un caso de canonización prematura.­

Lo que resulta evidente es la decisión del profesor Link de abrevar en las modas actuales. Cultiva, por ejemplo, el exhibicionismo desaforado. Nos enteramos que aprendió a simular orgasmos, su padre era alcohólico y de niño fue pobre, enfermizo y envidioso al punto de robarle a su mejor amigo. A tono con los tiempos, practica el pastiche posmoderno, la banalidad funcional y milita en la nueva izquierda, una suerte de marxismo tibio, reciclado con cucharadas de Foucault y Tony Negri. A favor, debe destacarse que aquí el estilo es, a menudo, perfecto. Hay espléndidos objetos verbales, lo que nunca es poco. ``No hay otro bien, que el bien decir'', enseñaba Lacan.

El problema es que, excepto por tres inéditos, estamos ante una mera recopilación de artículos publicados en diarios, revistas y en el excelente blog del autor. O sea, lo que nació para ser efímero se resiste a morir. El lector encontrará recuerdos de la infancia cordobesa y de la mudanza de Link a la Berlín unificada, una deliciosa biografía de Philip Marlowe, la epístola de una inundada, una pseudohistoria de ciencia ficción con un diálogo interminable. Más allá describe un suceso supersticioso en un caserío de Catamarca. La obsesión por dar cátedra le resta fuerza. Quizás el texto que justifica el todo sea Parpadeos. Es el diario de un holgazán que ha perdido a su enamorada. Demuestra que la escritura desesperada por ser vanguardia también puede cautivar.­
Guillermo Belcore­

­Publicado en el suplemento de Cultura de La Prensa.­

­Calificación: Regular­

PD: ¿Todas las experiencias personales merecen ser convertidas en literatura? ¿Qué es, por Dios, una vida interesante? Link no es Benjamín, me cuesta mucho recomendar este libro.

domingo, 14 de septiembre de 2008

El muchacho de Azinhaga

José Saramago
Alfaguara. Memorias. Edición 2007.

El mejor José Saramago deambula por estas páginas. El narrador de ácido mordisco al servicio de una causa; el estilista de la prosa poética, exuberante, barroca; el forjador de exquisitas metáforas; el filósofo de las buenas lecciones, esa que nos agarran del hombro cuando estamos a punto de ceder; el romántico que abomina de una modernidad que atropella lo pintoresco.

El librito es mera recuperación de recuerdos. El Premio Nobel 1998 viene resistiendo las presiones editoriales para que hilvane el gran relato de su vida. Alega problemas de salud. Nos ofrece algo más modesto, las memorias pequeñas de cuando fue pequeño. Eso basta para el deleite del amante de la buena lectura, ni qué decir para los incondicionales de Saramago, que son legión. Fue traducido por la segunda esposa del escritor, la sevillana Pilar del Río. Agrega al final diecisiete fotografías con epígrafe de puño y letra.

Saramago nació en en 1922. Aquéllos eran tiempos de inocencia. Sólo la ingenuidad salvaba del ridículo. Labriegos de azada al hombro en Azinhaga y gente humilde y trabajadora en Lisboa. Lugares que el Creador de paisajes olvidó llevar al Paraíso. Y un racionalista precoz cuya atención siempre prefiere fijarse en cosas que urge comprender e incorporar al espíritu. El texto rebosa de recuerdos nítidos como una pintura de Millet. La crítica europea ha festejado el retorno del artista al realismo bucólico.

La evocación se concentra, pues, en la infancia y los primeros años de la adolescencia. Se lee con una media sonrisa en los labios y hay un solo hecho espeluznante: cuando el niño de dos años es torturado por vandalitos. De principio a fin se lee con exquisito placer, que en literatura es -al fin y al cabo- lo único que cuenta, como sostiene Nabokov.
Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

viernes, 12 de septiembre de 2008

El otro nombre de Laura


Benjamín Black­
Alfaguara. Novela de 360 páginas, Edición 2008. Precio aproximado: 50 pesos

­Benjamin Black es el seudónimo que John Banville (Wexford, 1945) usa para explorar la novela policial. Es un gran escritor que ha cautivado a la crítica y al público culto. El lector que se precie de tal no debería ignorarlo por, al menos, tres motivos: la increíble belleza de las descripciones, el acabado y la complejidad de los personajes, la pulcritud de la forma que disimula cualquier defecto de la historia. Un atractivo adicional es la llamada irlandidad. Banville nos lleva de la mano a recorrer la pobre, mojigata y provinciana Dublín de los años cincuenta.­

He aquí la segunda obra que protagoniza el patólogo Quirke, un gigante manso al que asaltan picores de desesperación. Le pasan esa clase de cosas que ocurren cuando uno mete la cabeza en donde más vale no meter un dedo. Ahora un antiguo conocido le implora que desista de hacerle una autopsia a su esposa. El cadáver de Laura Swann fue hallado flotando en el mar. Quirke descubre que la chica, bella pero ordinaria, fue en realidad asesinada; empero le jura a la Policía y al juez que se trata de un suicidio. Todo hubiera terminado aquí si la hija del forense no se hubiera encaprichado con el antiguo socio de Laura, un villano imborrable. Con Leslie White, un inglés sin un hueso de honestidad, ingresa el libro en un mundo de coches deportivos, de copas a media tarde, de negocios turbios y violencia desalmada.­

Banville retoma personajes y cabos sueltos de su primera novela negra El secreto de Christine), pero aquí no se trata de una vasta conspiración de ricos y sotanas sino de podredumbre plebeya. La historia es interesante, pero no es más que una de tantas. Lo que eleva el volumen al Edén de las obras maestras es su composición. Cada página redondea un prodigioso ejercicio de estilo.­

Guillermo Belcore­

Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa­

­Calificación: Muy bueno­

PD: ¡Qué bien escribe Banville! Yo, como De Quincey, considero que el estilo es la encarnación de la verdad. He leído críticas demoledoras sobre la morosidad de esta novela.Yo -en nombre de la extraordinaria belleza en la dicción- le perdonó cualquier cosa.­

martes, 9 de septiembre de 2008

Un lugar llamado nada

Amy Tan­
Planeta. Novela. Edición de bolsillo, 2008. Precio aproximado: 40 pesos.

La señora Amy Tan (Oakland-1952) es la más exitosa representante de la llamada literatura asiaticoamericana. Vendió millones de ejemplares en 37 idiomas. En una groserísima simplificación podría compararse con Isabel Allende; de su producción puede decirse algunas cosas buenas y un montón de cosas malas.

Esta obra emula un procedimiento de Los cuentos de Canterbury: un espectro oficia de anfitrión. La narradora es la coleccionista de arte Bibi Chan, muerta en circunstancias extrañas. En los cuarenta y nueve días previos a la transmigración de su alma, asiste en calidad de fantasma a su propio funeral y acompaña a doce amigos a un tour por Oriente, “siguiendo los pasos de Buda”. En la antigua Birmania, el grupo es secuestrado por una tribu renegada que confunde con un dios reencarnado a un muchacho que hace ilusionismo con barajas.

La novela aspira a ser cómica y a satirizar al estadounidense promedio, mimado por la fortuna, en especial al bienintencionado turista que se desespera por hallar “una experiencia auténtica”. Hay páginas francamente desopilantes, pero también una turbamulta de chistes malos. Amy Tan tiene una desagradable propensión al detalle escatológico y abusa de un truco decrépito de la industria cultural: hacerle creer al lector que está aprendiendo algo valioso. Apúntense a favor, tres o cuatro personajes muy bien tallados, el exotismo, la manipulación del suspenso, la ambición literaria.

Voltaire aseguraba que el secreto para ser aburrido consiste en decirlo todo. Amy Tan incurre en este vicio. Para que nadie dude sobre sus buenas intenciones, abre el libro con una parábola y una cita de Camus que deberían iluminar al público de la era Bush: “la buena voluntad, si no la ilumina el conocimiento, puede causar tantos estragos como la maldad”.

Guillermo Belcore­

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Publicada en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa­

Calificación: Regular­

PD: Si me apuran , digo “regularón para abajo”. Me acompañó hasta el final un regusto desagradable a literatura de supermercado.

lunes, 8 de septiembre de 2008

76

Félix Bruzzone­

Editorial Tamarisco. Libros de Cuentos, 140 páginas, edición 2008.­

­Este blog refirma que Félix Bruzzone (Buenos Aires, 1976) es una de las plumas más prometedoras de la Patria. Talento ya había demostrado en las colecciones monotemáticas que Diego Grillo Trubba organiza para editorial Sudamericana. Esperábamos ansiosos, pues, su primer libro. El narrador decidió salir al ruedo, ¡ay!, explorando la literatura del yo, una verdadera plaga nacional. El noventa por ciento de lo que he leído en esa caudalosa corriente no me pareció más que un vano alarde de narcisismo. No es el caso de este libro, aunque me queda cierto regusto a desencanto.­

­El volumen va engarzando relatos que se influyen entre sí, por lo tanto debe ser leído como novela. Protonovela, acota con listeza la contratapa. En forma aislada, los textos puede que flaqueen, con honrosas excepciones como 2073, una ingeniosa distopía ubicada en una Argentina inundada y hostil. Pero en bloque conforman un mosaico que termina cautivando. Hijo de desaparecidos y nacido el mismo año de la irrupción del más siniestro Partido Militar, Bruzzone reflexiona sobre su identidad, su condición y su destino. La obra -según he leído- corre el riesgo de ser adoptada como "emblema de una generación".­­

En cuanto al estilo, el autor ensaya diversas técnicas y sale airoso. En una casa de playa, habla un niño y se deslizan términos que un niño nunca usaría (“¿Quién destendió la cama?”). La anécdota del texto es baladí: la compra vergonzosa de una revista porno. En Unimog, Bruzzone toma distancia al emplear la tercera persona. Mota adquiere, con los bonos que le dio el Gobierno, a un truhán un camión del Ejército, porque su padre, cuando era conscripto y miembro de una célula del ERP, había robado uno de esos mastodontes de chapa. El final es previsible. Es más sugestivo y por consiguiente más profundo, el efecto logrado con Susana está en el Uruguay. El relato fue armado enteramente con diálogos.­

El tono general de la obra es melancólico. Nunca la tristeza embarga al lector, a pesar de que las páginas provienen de una tragedia personal. Bruzzone invita a compartir su búsqueda febril, sus frustraciones, su catarsis... también sus experiencias sexuales. Aquí, como generalmente ocurre, no hay nada del otro mundo. Si no lo vence la molicie, es posible que concrete una brillante carrera como escritor. Y acaso, al final del sendero, verá a 76 como una obra indispensable y querida pero menor.­

Guillermo Belcore­

Calificación: Bueno­

PD: Me fatigué tratando de conseguir el libro. En el blog de la editorial se detallan los puntos de venta (en Eterna Cadencia a mediados de agosto no estaba). Hay algo conmovedor en los afanes de Tamarisco. Sus esfuerzos por ganarse un lugar bajo el sol merecen la mejor recompensa. ¡Qué vendan muchos libros y qué no pierdan el espíritu amateur (en el mejor sentido del término) en el camino!

viernes, 5 de septiembre de 2008

Cuarteto para autos viejos

Miguel Vitagliano­
Eterna Cadencia. Novela de 172 páginas. Edición 2008
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El sello Eterna Cadencia ha salido a la arena de la mejor manera. Estrenó la colección de narrativa con un libro que seduce por su inteligencia, delicada composición, prosa justa y trasparente con un recóndito fulgor de poesía. La octava novela de Miguel Vitagliano (Buenos Aires, 1961), un autor no muy conocido, explora esas verdades eternas que están por debajo de la epidermis política y cultural. Versa sobre el destino, el amor, los celos, las matemáticas, la muerte. Medita sobre el peso corrosivo del pasado: “¿Por qué conservar y dejar envejecer lo que se tiene? ¿Acaso se conservan los autos viejos?”.

Se urde la historia en cuatro actos. Un taxista, que desde los nueve años construye una ciudad con casitas de fósforos, se separa de su mujer. Pero el muy miserable no tolera que Leticia se involucre con su primo Octavio. Maquina castigar al adultero, delatándolo con su esposa Perla, madre abnegada de un chico enfermo. Un par de notitas anónimas desata una tragedia que leemos con el corazón en vilo. La trama va encadenando, con un procedimiento magistral, distintos universos personales. He aquí un muestrario de maníacos, obsesivos y extravagantes. Seres irresponsables que nunca saben bien lo que hacen o lo que les conviene.

Vitagliano no está cautivo entre los barrotes de las modas. Según sus propias palabras, entiende la literatura como experimentación; aunque, por fortuna, sabe que los retorcidos deben ser los personajes no la prosa. Se nota, eso sí, que escribe sin un rumbo predeterminado: el final nos toma por sorpresa. Es éste uno de esos libros espléndidos que obligan al lector a rellenar los huecos.

Guillermo Belcore­

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Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa­

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Calificación: Muy bueno­

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PD: Este espacio pretende, entre otros fines, promocionar a los buenos escritores argentinos. Me siento muy feliz cuando alguien me confiesa que compró y disfruto un libro por sugerencia del blog. Bueno, lean esta novelita, corta pero buena.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Tres hombres elegantes

Marcelo Birmajer­
Seix Barral. Cuentos, 228 páginas. Edición 2008.
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Marcelo Birmajer (Buenos Aires, 1966) ha forjado con experiencias personales e ingenio afilado uno de los personajes más agradables de nuestra narrativa. Javier Mossen tiene algo de Zeno Cossini, una pizca de Woody Allen y paladas del porteño neurótico, en perpetuo disgusto con sí mismo. En el fondo es un conservador, pero con apetitos de disoluto. Todo lo hace por dinero, aunque trata de ser bueno. Se gana la vida escribiendo y el whisky es su vicio.

El alter ego de Birmajer esboza aquí cuatro relatos que involucran romance, sexo, hombres elegantes y mujeres excepcionales. El primero lo protagoniza un escritor israelí de fama internacional, aunque no un best seller. El segundo, un cantante exitoso en los setenta, cuya digna decadencia tropieza con una diva a lo Susana Giménez. Le sigue un oficial inglés, asesinado por extremistas judíos, uno de los cuales era amante de su esposa. Finalmente, un antiguo conocido de Mossen evoca una relación lésbica que perturbó su adolescencia.

Birmajer escribe para divertir. Una doble premisa lo inspira: la obra debe incluir una historia seductora; el estilo nunca debe ser aburrido. Existe siempre un pequeño misterio que develar. Como en las obras de Somerset Maugham, la prosa es trasparente y directa y no hay nada que deba ser explicado por los críticos. El humor es delicado y cada tanto emerge una sutil conclusión sobre la condición humana.

El conjunto bien podría ser incluido en la categoría de literatura judía, pero nunca podra ser tachado de tribal. El espíritu de los textos es cosmopolita. Muy estimulante resulta además el pinchazo que el autor acostumbra a propinar a la progresía intelectual. En el tercer cuento (que quizás debió haber sido una novela por derecho propio), Birmajer define al Che Guevara como un psicópata homofóbico. Bien dicho.­
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

lunes, 1 de septiembre de 2008

Cuerpos negros y gatos cuánticos

Jennifer Ouellette­
Norma. Ensayo de ciencias, 437 páginas. Edición 2008. Precio aproximado: 50 pesos.­

­ He aquí un seductor libro de divulgación científica. Integra historia, arte y cultura popular. Rescata y examina treinta y ocho hitos de la física, una retahila de ideas revolucionarias que alteraron el curso de la humanidad, pero lo hace de un modo ameno y riguroso. Va desde la publicación en 1509 de De divina proportione, obra maestra de Leonardo; hasta la teoría de cuerdas, el último grito en definiciones eruditas del cosmos, aunque se admite que por el momento se trata más de una filosofía del todo que de ciencia pura y dura.

Jennifer Ouellette sabe de lo que habla. Trabaja como editora asociada de APN News, publicación mensual de la Sociedad Estadounidense de Física. Se define a sí misma como “una escritora científica por seredinpia (el arte de encontrar algo valioso por casualidad)”. Tiene talento para el detalle y erudición literaria. Aquí se ingenia, por ejemplo, para explicar las leyes de Isaac Newton con fragmentos de Los Locos Adams. Y apela al film Volver al futuro para desovillar la teoría de la relatividad de Albert Einstein y especular sobre una de las aventuras más tentadoras de todos los tiempos: los viajes al pasado.

El ensayo pues no sólo instruye sobre cuestiones tan simples como ignoradas, caso qué es en la realidad la espuma. También aborda misterios eminentes como la materia negra, el entrelazamiento cuántico o los neutrinos y se lanza a conjeturar sobre el futuro que llega:¿es posible crear emoción artificial? Muy inspirador son las descripciones de los científicos que consagraron su vida a desentrañar el universo. Al parecer, no alcanza con una formidable mente lógica, también es necesario un toque artístico. Matemático sí, pero también poeta para revelar la maravillosa obra del Señor.­

Guillermo Belcore­

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Calificación: Bueno­