Sudamericana. Novela de 247 páginas. Edición 2008. Precio aproximado: 40 pesos.
El talento del señor Leonardo Oyola (Buenos Aires, 1973) se abre paso. Este año obtuvo en España con Chamamé el Premio Hammett a la mejor novela policial de 2007. Los medios de comunicación y la cultura blog lo miman. Uno de los sellos más poderosos le publica ahora su segunda novela. Alberto Laiseca, en cuyo taller literario se ha forjado, elogia su originalidad en la contratapa.
Hacé que la noche venga es un caldero burbujeante donde sólo se cuecen habas. Incluye elementos fantásticos, crímenes y castigos, una reconstrucción histórica, duelos tipo western, denuncia social, guiños culturales. Como novela de terror se deshilacha porque Oyola va quebrando hueso a hueso el esqueleto de verosimilitud. Le encantará a aquellos que festejan las pamplinas de César Aira. La narración tiene, eso sí, ritmo cinematográfico, las buenas digresiones nunca obstruyen un fluir fácil y ameno, con la excepción, quizás, del capítulo que relata una pesadilla. ¿Alguna vez se entenderá que muy pocas veces resulta interesante en literatura la transcripción de un sueño? Mención especial merece el tratamiento del lenguaje. Oyola trabaja con destreza el argot, en su variante boca sucia.
El libro nos conduce a la Buenos Aires de 1939. Las obras para extender la Línea D hasta Puente Pacífico invocan a demonios. Mueren obreros, cirujas, un sereno con una brutal efusión de sangre. Un cuarteto que se las trae investigará que diantres está pasando en las siniestras noches de la estación Canning. Un ingeniero racionalista y paladín de la clase trabajadora, un cura que jura haber acribillado a balazos a Satanás, un chino enigmático y un atorrante de alcurnia que duerme en las calles se enfrentan a esbirros del Innombrable, de éste y del otro mundo. Cuando la oscuridad se corporiza se necesitan dos cosas para sobrevivir: una eficaz arma de fuego y fe en las buenas causas.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa
Calificación: Regular
PD: Hace unos años vi, en una pésima película norteamericana, a Arnold Schwarzenegger doblegar al Diablo con pistolas y lanzacohetes. El día final (End of Days) era su título. Este libro me trajo el filme a la memoria, aunque sería muy injusto reducir las ambiciones de Oyola (lingüísticas, históricas y temáticas) a esa fruslería. Sin embargo, creo que hay una influencia de Hollywood no muy saludable en la obra. Me gustaría leer algo más de este autor tan elogiado en ciertos círculos para tener una idea cabal de sus habilidades.