miércoles, 29 de julio de 2009

Günther Grass, padre insuficiente

Diario de un lector exaltado II

Buenos Aires, Shopping Caballito, 11.40.

Leo en una confitería que funciona en el segundo piso. Hay mucha luz y poca gente, ambiente ideal. Frecuento el lugar por las tasas, no de interés sino de café con leche. ¡Son enormes! Una semiesfera con asas diminutas que obligan a quemarse la punta de los dedos. Café con leche y tarta de jamón y queso, el mejor antídoto contra el frío.

Leo a Günther Grass, estoy concluyendo su segundo tomo de memorias. En el primer volumen, había revelado que a los 17 años fue un soldadito de las SS, es decir un nazi recalcitrante hasta la caída de Berlín. Lastima que esperó hasta los ochenta años para sacarlo a la luz, después de haber interpretado durante décadas el papel odioso de gran censor de la República Federal Alemana. Ahora, confiesa que fue un padre ausente, que provocó dolor a sus hijos y que practicó la bigamia.

La caja de los deseos está muy bien narrado. Grass es uno de mis autores indispensables. Nunca ha sido un gran estilista, pero la fuerza de su prosa y su cáustico ingenio me han fascinado. La confesión de sus canalladas no quita un ápice de valor artístico a su obra. No me cansaré de repetirlo: creo en la autonomía del hecho estético. Ahora bien, como intelectual comprometido, como “ la voz de la conciencia de los alemanes“, Günther Grass me parece un fraude. Otro más. ¿Significa algo hoy hablar de autoridad moral?
G.B.

PD: En este blog podés leer la reseña del primer volumen de memorias de Grass. Pelando la cebolla, se titula.

domingo, 26 de julio de 2009

Una pequeña isla con grandes escritores

Los lugares comunes, “esas acequias sonoras que nuestros caminos no olvidarán” (Borges dixit), encierran casi siempre una gran verdad. “Los mejores escritores ingleses son irlandeses”, se ha repetido hasta el hartazgo. Cuatro Nobel de Literatura honran a la pequeña isla esmeralda: Seamus Heaney, Samuel Beckett, George Bernard Shaw, William Butler Yeats. De allí provienen también Jonathan Swift, Edmund Burke, Oscar Wilde y Bram Stoker. Nació en un suburbio de Dublin, el artista que elevó la novela a esas crestas donde moran los dioses: James Augustine Aloysius Joyce (foto). La flama de la gran literatura -esa es la tesis de este artículo- sigue hoy encendida en la isla. Y gracias a Dios, esa pasión sigue llegando a Buenos Aires.

¿De dónde proviene la fortaleza cultural de la pequeña isla? La respuesta inmediata es geopolítica: de la tenaz decisión de los irlandeses de no dejarse absorber por un Imperio vecino que los ha ultrajado durante siglos. La marea inglesa prácticamente borró al gaélico primordial (hoy, Unión Europea mediante, se ha recuperado un tanto), pero la memoria histórica y la identidad nacional siguieron firmes como peñascos, refirmadas en la creación de sus escritores, tal como ha ocurrido en Europa del Este, donde la supervivencia de las pequeñas naciones también corrió peligro. Seguramente, la influencia libresca de la Iglesia Católica -tan denostada por los intelectuales en nombre de libertad- contribuyó a generar un ambiente propicio para la literatura. Hasta el ácrata de Joyce reconocía la importancia de su formación con los jesuitas. Además, la cercanía de Inglaterra, con un mercado de lectores de buen poder adquisitivo y ávido de novedades y ocurrencias, favoreció el desarrollo de carreras literarias, como un atajo para ganar prestigio social y mejorar las condiciones de vida. Al fin y al cabo, el Premio Booker -el más importante en novela inglesa- asegura desde 1969 el reconocimiento definitivo de los autores irlandeses.

Para los argentinos hay algo familiar -y al mismo tiempo ajeno- en la cultura irlandesa. Nos reconocemos en la pesada influencia del catolicismo, el resentimiento nacional, el valor de la comunidad y las relaciones familiares. Pubs, souvenirs, la música celta y hasta el verde trébol están de moda en Buenos Aires. Más profundo es el proverbial buen gusto de los lectores argentinos que animó a algunos sellos editoriales a publicar algunas glorias de la isla y a la embajada de la República de Irlanda a realizar este año un programa de divulgación literaria. El último encuentro, se realizó hace unos quince días en la espléndida librería Eterna Cadencia (http://blog.eternacadencia.com.ar/?p=2940).


En esa amable tertulia, Mike Geraghty –miembro de la James Joyce’s Society– sentenció: “Si bien hay tres grandes faros en la literatura inglesa, Chaucer por haber sido el primero, Shakespeare por haber sido Shakespeare y James Joyce por haber sido un autor experimental, calculo que Joyce ha sido mejor porque no se sabe a ciencia cierta si Shakespeare existió, pero de James Joyce estamos seguros que existió, por más que la familia haya dicho ‘no lo conozco ni no lo quiero conocer".
El experto recomendó a los argentinos empezar por Dublineses y el Retrato de un artista adolescente, antes de encarar el Ulises, obra monumental que “para su mejor comprensión y disfrute debe ser abordada en grupos de lectura”. Aquéllos a los que la magnificencia de Joyce no haya agotado, podrán entonces probar fuerzas con Finnegan’s Wake.


Los herederos
La sombra poderosa de Joyce no ha opacado a la literatura irlandesa contemporánea. A la cabeza de cualquier lista, relumbra John Banville (Wexford 1945). George Steiner, ese crítico genial, afirma que es hoy el mejor estilista de la anglósfera. Noveló a Kepler, Newton y Copérnico (Editorial Edhasa); arrojó una sonda a las profundidades de la nostalgia y la identidad personal en El mar (Anagrama); y prestigió el género policial -usa el seudónimo Benjamin Black- en El secreto de Christine, El otro nombre de Laura y El lemur (Alfaguara). También se han volcado al castellano Imágenes de Praga (Herce Editores); El Intocable; El libro de las pruebas; Imposturas y Eclipse (Anagrama).


Por fortuna, el sello Adriana Hidalgo ha reimpreso otro de los portentos de la isla: John McGahern (Dublin 1934-2006). Su gran novela se titula La oscuridad. Es un conmovedor retrato de una familia campesina. La prosa, esculpida con ambigüedad y una delicada alternancia entre las personas verbales, quizás esté a un paso de la perfección. Parece mentira que en los años sesenta la censura dublinesa haya prohibido el texto. Bueno, no es tan insólito. El provincianismo jamás tolera que se ventilen los trapos sucios. Similar excelencia, demuestran los Cuentos Completos de McGahern. Cultivan el realismo sórdido, pero con hondas connotaciones. También captan las transformaciones que trajo la prosperidad.


Eterna Cadencia trajo a la Argentina un exquisito volumen de cuentos: Recorre los campos azules de Claire Keegan (1968), ganadora del Edge Hill Prize 2007 que premia al mejor libro de relatos breves de las islas. Su prosa es armoniosa, por momentos lírica, siempre hermosa de leer. Keegan logra redondear algo tan raro y tan espléndido como una ‘poética de las situaciones incómodas'.


Cerremos esta lista provisional y notoriamente incompleta de la excelencia irlandesa con John Connolly (Dublín, 1968) uno de los mejores autores de novela negra. La calidad de sus descripciones, el encanto de una prosa fiel al tópico, la invención de villanos espeluznantes, la pizca de elementos sobrenaturales, la vivisección de lo peor de Estados Unidos lo emparentan con los mejores escritores del género. Tiene otro rasgo memorable. Su obra nos coloca cara a cara con la maldad pura, con forajidos capaces de torturar a un niño para calmar sus apetitos. Induce a meditar sobre el mundo horripilante en que nacimos. Uno ruega al Cielo que nunca nuestros seres queridos tropiecen con un depredador. Connolly nació en Irlanda pero ha logrado -como Joyce o Wilde- insertarse con gran éxito en la caudalosa corriente de literatura en inglés. Tusquets tradujo varios libros de la saga del detective Charlie Parker. Los atormentados (2007) es una obra altamente recomendable.
Guillermo Belcore

Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa el domingo 26 de julio de 2009.

PD: Debería haber incluido en este artículo los nombres de Liam O’Flaherty, Flann O’Brien, William Trevor y Colm Toibín, pero me temo que no los he leído aún. Días atrás, me enteré de la muerte de Francis McCourt, otra buena pluma irlandesa. Ojalá, alguna editorial argentina reimprima Las cenizas de Angela. Me hablaron maravillas de esa novela.
Si alguien quiere aportar algún otro genio irlandés traducido al castellano, ¡pues adelante!

PD II: John Banville, nada menos, ha explicado a El País de Madrid las causas de la excelencia literaria de su patria (
http://www.elpais.com/articulo/semana/Dublin/negro/elpepuculbab/20080503elpbabese_3/Tes)

Transcribo dos párrafos:
“Yo soy irlandés, y los escritores irlandeses escribimos en inglés, una lengua extranjera. No nos sentimos cómodos, miramos el lenguaje desde fuera. Cuando leo a Nabokov [de origen ruso] le entiendo perfectamente, porque también escribe inglés desde fuera. Un autor inglés intenta que su prosa sea fácil y transparente, siguiendo el consejo de George Orwell: el texto debe ser como una hoja de cristal. Para mí, para los irlandeses, no debe ser un cristal, sino una lente capaz de aproximar, alejar o distorsionar. Mire, venimos del gaélico, una lengua extraordinariamente evasiva en la que no es posible decir cosas directas. No se puede decir, por ejemplo, “soy un hombre”. Habría que decir algo así como “estoy en mi hombría”. El gaélico es oblicuo y se aleja continuamente de lo esencial, mientras el inglés es lo contrario, va directo al grano. “Esa tensión, nacida a mediados del siglo XIX, cuando dejamos de hablar gaélico y adoptamos el inglés del imperio, generó un lenguaje nuevo y potente. El lenguaje de Wilde, Keats, Shaw, Joyce, Beckett, distinto del inglés de Inglaterra, Estados Unidos o Australia”.


“Irlanda es un país de contadores de historias. Imagine que uno de nuestros políticos o uno de nuestros obispos comete algo terrible. Bien. A usted le interesaría saber exactamente cómo han sucedido las cosas. Para nosotros, eso es secundario. Lo que nos importa es cómo van a explicarse. Si el político o el obispo son capaces de justificarse con gracia, es decir, con un relato humano y apasionante, pueden salir del apuro sin grandes problemas”.

viernes, 24 de julio de 2009

A cielo abierto

Joao Gilberto Noll
Adriana Hidalgo Editora. Novela, 167 páginas. Edición 2009.

Joao Gilberto Noll (Porto Alegre 1946) es un titán. Pertenece a la estirpe de los creadores de poéticas. En sus obras, el estilo es el rey; y la anécdota, un siervo fiel. Emplea un procedimiento que denomina teatro de la aparición: los personajes irrumpen de la nada y de súbito desaparecen hacia la nada, como si fuesen almas en pena. Se busca amputarle al lector la capacidad de previsión; en efecto, uno nunca adivina para que lado va a salir el tiro. Es -como César Aira- un orfebre de la escena. Da a la trama el recorrido del sueño, de la conversación en el bar, de la asociación libre del psicoanálisis. El protagonista de sus libros -admite Noll- es siempre el mismo: un hombre solo, escandalosamente libre de las urgencias del mundo, hecho de pequeñas necesidades casi siempre contrariadas. El lector se rinde ante el magnetismo del lenguaje.

A cielo abierto -escribió un diario paulista- califica a Noll como “el Samuel Beckett brasileño”. Se narra en primera persona. Un muchacho lleva a su hermano enfermo ante la presencia de su padre, famoso general, esperando sólo algunas monedas para las medicinas. Termina de uniforme, reclutado en condición de soldado para una guerra que ni nombre tiene. Deserta y se oculta en un vagabundear que lo llevará al crimen y al exilio. El tiempo y el lugar son inciertos, pero se filtra el sensualismo tropical. Hay profusión de sangre, excrementos, esperma, vómitos, naturaleza. La cadencia de la prosa se convierte en música; el fluir de la conciencia es hipnótico. Incluso asoma la filosofía. Noll se pronuncia a favor de la secta de los providencialistas: “cada cosa ocurre a su manera y lo mejor es una resignación fugaz de esas que no dejan mancha de rencor”.

Ha notado la profesora argentina Florencia Garramuño que la estética de Noll tiene una rara y espléndida eficacia: refirma que “aun con las esquirlas de un mundo destrozado, con los abyectos harapos de una vida dañada, todavía puede construirse arte“.
Guillermo Belcore
Este comentario se publica en el suplemento de Cultura del diario La Prensa el domingo 26 de julio.

Calificación: Bueno
PD: Oliverio Coelho entrevistó a Noll para la revista Ñ. Podés leerlo en:

jueves, 23 de julio de 2009

Zizek en McDonald's

Diario de un lector exaltado I

Buenos Aires (barrio de Almagro, Rivadavia y Medrano), jueves 23 de julio, 11 AM.

Estoy leyendo a Slavoj Zizek (Seis reflexiones marginales, Paidós), el azote del tardocapitalismo. Me cautiva su descripción de los comunistas liberales (Bill Gates, Soros, ¿Bono?). Los culpa de un pecado mortal: retrasar la crisis inexorable del capitalismo. Me repugna lo que propone para estas buenas personas que donan millones de dólares a las buenas causas: una buena bala, junto a un buen paredón y unos buenos seis pies de tierra.

Me pregunto: ¿puedo entender un libro de filosofía leyendo en un McDonald's con perpetuo tránsito de gente hacia el baño, escuchando música de Radio Disney y junto a mi enamorada que practica percusión (está aburrida, ¡socorro!) con dos vasitos de cartón y amenaza con salir desnuda por la vecindad para vencer su timidez de guitarrista?
G.B.

lunes, 20 de julio de 2009

¿Qué leer?

Moscardón imaginario XIV

No me siento capacitado para dar una opinión sobre el arte de la poesía. Tengo que hacer un decidido esfuerzo para tocar una obra de teatro. Comparto el mismo prejuicio que Nabokov expuso en Lolita: "el teatro es una forma primitiva y pútrita -históricamente hablando- que deriva de los ritos de la edad de piedra y del desatino común, a pesar de esos aportes individuales de genios tales como la poesía isabelina que el lector de biblioteca entresaca del montón".

Más de treinta años de amoroso comercio con los libros me han enseñado que uno puede ser feliz limitándose a leer novelas que marcan época, buenos cuentos, literatura de género (policial y ciencia ficción) y esos ensayos magníficos que nos permiten cumplir la máxima de Schopenhauer: desea lo menos posible y aprende todo lo que puedas.

También he descubierto que los peores escritores son los casi buenos; es decir la inmensa mayoría. Estoy convencido de que perder el tiempo con un libro mediocre es cometer un pecado para el que no existe perdón.
G.B.

sábado, 18 de julio de 2009

Enero

Sara Gallardo­
Capital Intelectual. Novela, 101 páginas. Edición 2009. ­
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Quizás no sea injusto defender que lo más interesante de la literatura argentina proviene hoy de las reimpresiones. Puede que los aficionados a las modas pongan el grito en el cielo, ¿pero quién ofreció en 2009 una novela con la excelencia y sutileza de Enero? Abelardo Castillo -factotum de la colección Los recobrados- ha exhumado un retrato patético de la Argentina pastoril
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Sara Gallardo Drago Mitre (1931-1988) concluyó esta obra a los veintitrés años. Qué raro, parece el fruto de un talento maduro. Tiene la astucia del zorro y la fuerza del toro. Es admirable como sortea las emboscadas de la sensiblería y el maniqueísmo. La autora -hija rebelde del patriciado- desnuda la miseria de las relaciones entre estancieros y peones, y el embrutecimiento de los pobres. Pero no usa arengas de barricada, sino los más eficaces recursos oblicuos. Los diálogos son frescos y la prosa, seca y precisa. La belleza aflora en la riqueza del vocabulario y en las metáforas campestres. Se tiene la impresión, siempre, de que los personajes son de carne y hueso. Se percibe el sucio y dulce olor del trabajo.­
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El libro narra las desdichas de una adolescente, embarazada por despecho. Nefer es la hermanita fea de una familia de puesteros. Se enamoró del Negro Ramos, un jinete famoso. Casi revienta de rabia por su desdén; se entrega al primer borracho que se le cruza en el camino. A partir de allí, crece en su vientre una semilla triste. Muchas veces no hay en la vida más que mala suerte. ¿Cómo decírselo a su madre desalmada? ¿O al curita en la confesión? ¿O a Doña Mercedes, la patrona? ¿Es el aborto la salida? La callada desesperación de Nefer resulta conmovedora. El poder decidirá por ella. Básicamente, estamos ante una obra maestra.­
Guillermo Belcore­
­Publicado en el suplemento de Cultura de los diarios La Prensa y La Capital del Mar del Plata.­
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Calificación: Muy bueno

PD: Y sí amigos, soy conservador, pero porque no me queda otro remedio. Al ver lo que me ofrece el presente de la Patria, prefiero optar por la excelente narrativa del pasado. Leopoldo Brizuela escribió un retrato magnífico de Sara Gallardo allí: http://elbroli.free.fr/escritores/gallardo/GallardoxBrizuela.html

jueves, 16 de julio de 2009

Tierras de poniente

J.M. Coetzee­
Mondadori. Edición 2009, Novela 174 páginas.­ Precio aproximado: 45 pesos.
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Occidente, la mejor invención humana para gobernar y generar riqueza, tiene un costado siniestro: el colonialismo. John Maxwell Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) edificó su carrera literaria denunciando de manera inteligente la llamada enfermedad del alma del amo. Recibió con toda justicia el Premio Nobel en 2003. He aquí su ópera prima, que data de 1974. La excelencia no falta cita. Es una buena novela de tesis.

El libro narra dos historias, que se unen en el asalto enloquecido del hombre rubio de ojos azules a la Madre Tierra y a sus hijos. En la primera, asistimos a la degradación de un erudito. Debe escribir un informe sobre la eficacia de la guerra psicológica en Vietnam. Tiene un hogar infeliz, una mujer que lo traiciona y un superior (su apellido es Coetzee) que lo presiona. Paso a paso, se desliza hacia la locura y la aberración. La segunda parte es el relato del colono holandés Jacobus Coetzee. En 1760, irrumpe en la tierra de los namaquas grandes, allí donde aún el europeo no había pisado. Llega como orgulloso cazador de elefantes, pero regresa como un bosquimano de piel blanco, desnudo, medio muerto de hambre y humillación. Exterminio es el nombre de la venganza. Ya se sabe como reacciona el varón occidental cuando sufre el ultraje del débil.

Coetzee escribe para lectores exigentes. Sus ingredientes son el monólogo del psicótico, la desintegración de un carácter y el estudio de la filosofía de la Historia, el único estudio importante, según Flaubert. El lector disfrutará un breve tratado sobre la teoría occidental y la práctica vietnamita, una descripción de la cultura hotentote, y una justificación paródica del racismo afrikaner. “El verdadero salvajismo -sentencia- es una forma de vida basada en el desprecio por el valor de la vida humana y en la obtención del placer sensual mediante el dolor ajeno”.
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Guillermo Belcore­

Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

lunes, 13 de julio de 2009

Las fuerzas extrañas

Leopoldo Lugones­
Capital Intelectual. Cuentos, 187 páginas. Edición 2009.

La literatura argentina de anteayer es una espléndida caja de sorpresas. Treinta años antes de que Olaf Stapledon escribiera Hacedor de estrellas (acaso la mejor obra de ciencia ficción de todos los tiempos), Leopoldo Lugones (1874-1936) ya hab¡a bosquejado una singular cosmogon¡a en diez lecciones, cuyo nucleo esencial es también la sospecha de que el universo es un ser vivo en perpetua evolución. En tren de descubrir curiosidades, agreguemos que el autor de Lunario sentimental ha anticipado, asimismo, una imaginería que el cineasta indio M. Nigt Shymalan desarrolló en su sexto largometraje (El fin de los tiempos): el sistema emocional de las plantas puede crear una ponzoña fulminante e imperceptible.
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Abelardo Castillo añade a la colección Los recobrados una estupenda urdimbre de relatos fantásticos. El volumen data de 1906. Tiene toda la candidez del positivismo decimonónico. El éter -sustancia ficticia que debía ocupar los espacio vacíos- es una presencia habitual. Hay un aparato mortífero que hace perceptible los colores de la música. Una medium nos deja oir a un morador del cono de sombra de la Tierra. El esp¡ritu describe la vida inteligente que exist¡a sobre el planeta cuando la atmósfera era de fósforo.

En lo que al estilo se refiere, Lugones oscila entre la prosa poética y la aridez del naturalista. Algunos textos tienen el andar de un paquidermo: son ceremoniosos y de retórica pesada. Pero otros cautivan por su exuberancia, como las narraciones de las últimas horas de Gomorra (­¡devastada por una lluvia de cobre incadescente!) y del motín de los caballos en una ciudad tracia, texto especialmente propicio para quienes gustan de encontrar significados políticos subyacentes. Casi todos los cuentos, en suma, son eficaces. Sus equivocaciones -he aqu¡ la clave- resultan encantadoras.­
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.

Calificación: Bueno

PD: Tengo el honor de presentarles a la abuela de la ciencia ficción. ¡Qué la disfruten!

sábado, 11 de julio de 2009

Cioran, el nazi

Moscardón imaginario XII

En El Telón (ver la entrada del miércoles 2 de abril de 2008), Milan Kundera advierte que la literatura se está suicidando debido a una proliferación insensata. Un ejército de investigadores, intoxicados por la moral del archivo, acumula todo lo que pueden encontrar “para abarcar el Todo, objetivo supremo”. Es decir, la industria editorial se entretiene en publicar borradores, párrafos tachados, capítulos rechazados por el autor, vergonzosa obras juveniles que exhuman los tinterillos en ediciones llamadas “críticas”, con el pérfido nombre de “variantes”. “Si las palabras tienen todavía algún sentido -continúa Kundera- quiere decir que todo lo que el autor ha escrito es válido por igual, y por igual ha sido aprobado por el”. Siembran confusión entre los lectores.

Ante esta depravación, el gran novelista checo llama a rescatar la moral de lo esencial. Leer sólo lo valioso. La obra no es en absoluto todo lo que ha escrito un autor. Yo seguiré el consejo. Sólo compraré esos libros que se encuadran en un proyecto estético. Voy a ignorar, por ejemplo, la “versión original” de los cuentos de Raymond Carver que Anagrama planea publicar en 2010. Seguiré releyendo hasta el final de mis días esos magníficos relatos que corrigió Gordon Lish, editor del sello Knopf para gloria de la diosa Literatura.

Leo en el Corriere della Sera que Italia polemiza sobre este desagradable asunto de la reimpresión canalla. Se han desempolvado infelices textos juveniles de Emile Cioran, que sólo merecían el olvido. Forjados cuando el pensador tenía 23 años, el último capítulo de los Cahiers de l’Herne muestran a un Cioran antidemocrático, dispuesto a sacrificar la vida de "algún imbécil" en el altar de la revolución con la esvástica, dispuesto a arrodillarse al culto del Führer, enemigo del humanitarismo ( "una ilusión") y del pacifismo ( "una simple masturbación política"), impaciente por "pagar la sangre de las bestias", escribe Fertilio Dario en la edición del 30 de junio.
http://archiviostorico.corriere.it/2009/giugno/30/razzista_fanatico_pessimista_scettico_co_9_090630041.shtml
 
No es la primera vez que Cioran está bajo fuego por su pasado filofascista, previo a su radicación en París en 1937. Rumano de nacimiento, este apóstol del pesimismo metafísico se convirtió en uno de los grandes escritores franceses de todos los tiempos. Es uno de los esenciales. En 1949, intentó explicarse: “Cuando ahora pienso en mi pasado, me parece recordar los años de otro. Y reniego de ese otro, todo mi “yo mismo” está en otro lugar, a mil leguas de lo que fue… cuando vuelvo a pensar en todo el delirio de mi yo de entonces, me deja estupefacto enterarme de que aquel extraño era yo”. El delirio, en sus propios palabras, era esa “necesidad insaciable de una locura en acción“, ese “fanatismo voluntario” que le había hecho desear de sumergirse en la realidad hitleriana, para escapar a la acidia intelectual por medio de una fe violenta.


El único interés que me suscitan, pues, esos textos aborrecibles es el histórico. Tal como destaca el crítico Alberto Asor Rosa, “el caso Cioran” no es aislado. Se encuadra en la estupidez de muchísimos intelectuales del siglo XX que se han consagrado en el algún momento de su vida a negar los principios fundamentales de la civilización occidental. Por desgracia, esa peste -que hoy afecta principalmente a los llamados progresistas- sigue haciendo de las suyas.
Guillermo Belcore

viernes, 10 de julio de 2009

De A para X

John Berger

Alfaguara. Novela, 201 páginas. Edición 2009.­


Esta novela hará las delicias de aquellos lectores que creen que el artista tiene, por encima de todo, la misión urgente de repudiar a Estados Unidos y el capitalismo global. Es un panfleto sensiblero, aderezado con citas de notables pensadores como Hugo Chávez o Eduardo Galeano. John Berger (Londres 1926) degradó, ¡ay!, el noble arte epistolar. Ofrece tan sólo las respuestas fáciles de la ideología.­­

Acusado de ser el fundador de una red terrorista, Xavier fue condenado a dos cadenas perpetuas. Su novia A'ida quiere hacerle llegar a la celda, por medio de las cartas, sonidos, imágenes, sabores y texturas. Es decir, se aplica uno de los trucos más gastados de la literatura: la epifanía de lo sensorial. ¡Conmoverse por meter el pie en una palangana! El prisionero garabatea en los escritos de su amada todos los tópicos del catecismo revolucionario. Pero como John Berger es un gran escritor esa pesada ética del militante (“ese hombre capaz de morir luchando por esa perra justicia que desapareció hace tiempo sin decir palabra”) se aligera con bellas descripciones y lúcidas sentencias.­

Si como historia de amor el libro resulta aburrido, también fracasa en su afán de universalidad. Por momentos, creemos que Xavier es palestino o latinoamericano o balcánico. Pero, por desgracia, nunca se convierte en el arquetipo del hombre que sufre un encierro injusto. El personaje fue esculpido sólo con la mano izquierda, por ende nunca podría evocar a un disidente soviético. La lógica política de Berger desconoce el humanismo metafísico. Una persona -decía Borges siguiendo a Hume- no es otra cosa que los momentos sucesivos que pasa. Dos hombres que son atormentados por sus ideas -uno por Fidel Castro, el otro por el general Pinochet- son literalmente el mismo hombre.­
Guillermo Belcore­
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata, del domingo 5 de julio

Calificación: Regular­

PS: Corrobora la trivialidad de la obra el hecho de que en algunas ciudades se haya convertido en una performance para bienpensantes, con actrices famosas declamando las cartas de la farmacéutica. Causó cierto revuelo en España que Penélope Cruz leyera en inglés. Hasta aquí toda la literatura de Berger me había seducido. Hasta aquí, dije. ¿Se habrá quedado sin pólvora?

miércoles, 8 de julio de 2009

El maestro de go

Yasunari Kawabata­
Emecé. Novela, 205 páginas­. Edición 2004.

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A punto de retirarse, el maestro invicto Shusai, etéreo, frágil y abstraído, acepta librar su última contienda. El rival es Otake, joven, sanguíneo, una encarnación del juego agresivo. La partida duró siete meses de 1938. Hubo una larga pausa porque se agravó la salud del venerable anciano. Hubo jugadas que obligaron a reflexionar por horas. Hubo tensión y dramatismo. Los jugadores eran los monarcas; los organizadores y los cronistas, los súbditos. El pueblo olvidó la guerra y siguió con fervor la partida. El agresivo Negro 69 fue tachada de “movida diabólica”. Otras tuvieron el brillo de una daga. Pero el Blanco 130 fue un movimiento negligente y fatal. Triunfó Otake y un año después moría Shusai, una reliquia legada por la era Meiji.
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Esta espléndida novela se basa en hechos reales. Un periódico contrató al autor como curioso y perspicaz testigo de la lid. Es como si Faulkner o Coetzee hubieran narrado el famoso match en ajedrez entre Bobby Fischer y Boris Spassky, explica el prólogo excelente. Pero aquí en el tablero no se odiaban reyes o caballos sino piedras blancas y negras. El go, elevado por los japoneses a una forma de arte, también puede ser excitante y terrible. Es una maraña gloriosa cargada de simbología.­

Yasunari Kawabata recibió el Nóbel de Literatura en 1968. Nació en 1899 y se suicidó a los setenta y dos años. Esta crónica novelada fue concluida en 1954 y contiene todas las fragancias del eterno Japón que nos fascinan: gracia exótica, elegancia poética, misterioso refinamiento. La trama -es fácil adivinarlo- es alegórica. En un país en brutal evolución, batallan tradición y modernidad. Pero también es el más ancestral de los dramas: es el hijo que desafía y mata al padre.
Guillermo Belcore­
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Calificación: Muy bueno­
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PD: Un párrafo me obliga a meditar: “Occidente es incapaz de comprender la cortesia que se le debe a un mayor, el afecto que un enfermo merece, con su racionalismo que de alguna manera no comprende el verdadero sentido de las cosas''.

lunes, 6 de julio de 2009

Respetemos la necedad

Comentarios al margen

Encontré en un libro de Roberto Arlt (ver la entrada anterior) algunas espléndidas reflexiones. No han perdido un gramo de frescura. Copio dos:

1) “Que nuestros prójimos sean estúpidos no tiene nada de particular. La necedad es un estado común al género humano y no podemos criticarlo duramente por ello como no podemos criticar a una persona por no tener el color del cabello de un color que no nos gusta. Respetemos la necedad”.

2) “La pereza de nuestros intelectuales en un ambiente de perezosos ha llegado a atribuirle a la inteligencia condiciones de perpetuidad que no se le conceden a una máquina fabricada con materiales más resistentes que el cerebro. Este es el país de la gente que no renueva su vida y su inteligencia”.

Me sorprendió el desdén de Arlt, el humanista, hacia el negro estadounidense o africano. Todos tienen “jeta”, las mujeres parecen “hipopótamos”. En cambio, su sensibilidad vibra indignada por las tremendas desdichas de los campesinos santiagueños. ¡Qué contradicción!
G. B.

sábado, 4 de julio de 2009

El paisaje en las nubes

Roberto Arlt­
Fondo de Cultura Económica. Crónicas y comentarios periodísticos, 766 páginas. Edición 2009.­ Precio aproximado: 100 pesos.
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Abre el volumen una curiosa sentencia de Ricardo Piglia: "El estilo de Roberto Arlt es un gran estilo". ¿Habla en serio, profesor? Esta recopilación extraordinaria de 236 crónicas y comentarios publicados entre 1937 y 1942 en El Mundo confirma, en realidad, que hasta el diarismo más defectuoso puede ganar con el tiempo valor literario. La eficacia de Arlt -como dijo Borges de Cervantes o de Sarmiento- no puede explicarse mediante la estética. Sus cacofon¡as nos abruman, pocos son los párrafos que no sean corregibles. Alguien que usa "talmente" o que compara el sol con "una yema de huevo reventada sobre un muro de cemento azul" no seduce precisamente por su estilo. ¿Por qué entonces el libro se devora con deleite? Porque el ritmo, la garra y la candidez también pueden ser suculentos. Los escritos desbordan de encanto plebeyo. Hay descripciones que de tan malas resultan adorables.­
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La erudita francomexicana Rose Corral compiló para gloria de nuestro acervo cultural los últimos escritos de Arlt. Cuentos breves y deliciosos derivan de las avaras l¡neas de un cable de noticias. Desde la fiebre del petróleo en R¡o Cuarto hasta un añoso tallador de diamantes en Amsterdam nutren una imaginación que se propuso ser la conciencia moral del abstra¡do hombre de la calle y "escalofriar a los plácidos burgueses".­

Hay retratos de D'Annunzio, Edgar Wallace (el escritor favorito de Arlt), Al Capone, Charles Lindbergh, y el dictador Juan Vicente Gómez, entre otros. Conmovedoras son las crónicas de las hambrunas en Santiago del Estero y muy cómica, la repulsa de la guaranguer¡a porteña. Uno de cada tres relatos, empero, se refiere a la situación pol¡tica y militar de una Europa que "trabajaba tres turnos en el preparativo de su suicidio". Arlt, que nada malo vio en Stalin, denunció la maldad sin parangones de los nazis. Aun en sus disparates -como se dijo- el texto resulta gracioso. ­¡Frick von Himmler, director de la Gestapo!­
Guillermo Belcore­
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Publicado en el suplemento de Cultura de La Prensa, el domingo 5 de junio.­
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Calificación: Excelente­
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PD: No faltará quien me tache de incoherente. "¿Belcore, usted sostiene que Arlt escribía casi con los pies pero califica al volumen de "excelente", acaso ha perdido el juicio? Claro que no, un libro es mucho más que el estilo de su autor. Creo que la edición en su conjunto tiene un enorme valor histórico. Contiene, además, algunas cavilaciones memorables. Quien se interese en nuestra literatura canónica, o quien desee explorar los problemas de aquellos tiempos malditos, no debe soslayarla.­
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Arlt, por lo demás, no tenía tiempo para pulir hasta que brille cada una de sus frases. Lo sé como periodista que debe trabajar contrarreloj. Piglia reflexiona en el prólogo sobre esa tensión por hallar un tema, que "dramatiza la exigencia de escribir''. Tiene razón. Mella la mejor pluma tener que escribir una columna en tres patadas.­

miércoles, 1 de julio de 2009

Cuentos orientales

Marguerite Yourcenar­
Punto de lectura. Cuentos, 171 páginas. Edición de bolsillo, 2009.­
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Fundada en 1634 por el cardenal Richelieu, la Academia Francesa de Letras demoró hasta 1980 para incorporar a una mujer a sus filas. Marguerite Yourcenar (1903-1987) merecía sobradamente ese galardón. Esta bellísima colección de cuentos testimonia la excelencia de su prosa, la profundidad de sus ideas, su sutileza psicológica y su erudición universal.
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Cuentos orientales se publicó por primera vez en 1938. Un sorbo de felicidad para una Europa que se deslizaba hacia la catástrofe. Más tarde, Yourcenar le añadió al libro un relato que explora la meditación de un ignoto colega de Rembrandt sobre la fealdad del género humano (La tristeza de Cornelius Berg). Los otros textos reinterpretan baladas balcánicas del Medioevo, supersticiones de la Grecia actual, una fábula taoísta, un mito hindú. También se completan los huecos de una admirable novela japonesa del siglo XI. Todas las escrituras son realmente hermosas de leer.­
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Una de las gemas del libro se titula Cómo se salvó Wang-Fo. Narra la historia de un anciano pintor que erraba, junto a su discípulo, por los caminos del reino de Han. Amaba la imagen de las cosas y no las cosas en sí mismas, y ningún objeto del mundo le parecía digno de ser adquirido a no ser pinceles, cuencos de laca y rollos de seda o de papel de arroz. El emperador lo condena al suplicio y a la muerte por haberle revelado que el mundo es peor que el arte: “no es más que un amasijo de manchas confusas, lanzadas al vacío por un pintor insensato, borradas sin cesar por nuestras lágrimas”. El Maestro Celeste, empero, le concede unas horas para que concluya una tela. Wang-Fo se salva y se pierde en el interior de su obra. Escapa navegando en la barca y en las olas que acaba de pintar. Sin el arte, dijo Nietzsche, la vida nos aplastaría
Guillermo Belcore
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­Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.

Calificación: Muy bueno­
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­­PD: Yourcenar escribió una novela imprescindible del siglo XX: Memorias de Adriano. Hay pasajes en estos cuentos que están a la altura de aquella joya. Recomiendo con toda convicción su lectura.­