Kurt Vonnegut
Sexto piso. Edición 2011. Cuentos, 255 páginas
Estados Unidos, tierra de libertad y de adoración insensata al dinero, ha creado una nueva especie humana: el hombre unidireccional. Sólo apropiada para trepar, la nueva raza brillante y lustrosa cree que la vida no vale la pena si no consiste en lograr que la familia sea más y más y más rica. Se preguntará usted qué ocurre cuando retornan las vacas flacas y el hombre unidireccional descubre que su patrimonio está bajando. Ocurre una epidemia de suicidios de hombre casados con más de un hijo, con el propósito de hacer efectivo el pago de una póliza de seguros de vida que asegure el futuro de la prole. Epizootia, la práctica epidémica de suicidarse para crear riqueza.
El creador de tan espléndido argumento no es otro que Kurt Vonnegut (1922-2007), uno de los excéntricos más fascinantes de la anglósfera. Escribió catorce novelas, después de haber sido sometido a una de las experiencias más desquiciantes que se pueda imaginar: en la Segunda Guerra Mundial cayó prisionero de los nazis y fue obligado a presenciar los terribles e imperdonables bombardeos aliados a la ciudad de Dresde (300.000 muertos, cuanto menos). De aquel trauma, surgió su obra más popular: Matadero Cinco. El exquisito sello Sextopiso (no es la primera vez que me sorprende) se las ha arreglado para recopilar dieciséis cuentos inéditos de Vonnegut. El volumen es muy recomendable, incluso por sus defectos.
Mientras los mortales duermen parece ser, al arrancar, la obra de un escritor bisoño. Vonnegut, que por alguna razón nunca quiso publicarlo en vida, estaba tanteando en busca de su mejor voz. Después, el estilo se asienta. Son cuentos desparejos en su técnica narrativa (los sucesos resultan, por lo general, interesantes) que suelen tener incrustado un mensaje explícito, lo que siempre -como se sabe- roe la eficacia estética. Pero también es un libro encantador y gracioso, deliciosamente satírico, con personajes soñadores y héroes enfermizos a los que la realidad no le alcanza. Como bonus track el libro viene adornado con dibujos sencillos realizados por el propio autor.
El gran Vonnegut inventa a un científico genial que se enamora de un robot (Jenny). Besos a cien dólares es un drama laboral que se desata por la afición de un oficinistas a las revistas para adultos y que tiene la virtud de dejar al lector meditabundo. Guardian de la persona, es uno de los mejores relatos pues carece de moraleja. Esboza a un personaje memorable, el tío Charley, un aristócrata de la vida caído en desgracia. Debe afrontar, a punto de recaer en el alcoholismo, que el sobrino desamorado que ha criado junto a su esposa muerta se independice. “Hoy, mis fracasos no me van a asaltar en manada, farfullando y graznando”, hermosa frase del tío Charley junto a un bourbon con hielo.
Que Vonnegut haya preferido ocultar a los ojos del público los hermosos cuentos de hadas Mientras los mortales duermen y Fuera, vela efímera da que pensar. En el primero, el ímpetu grosero de un gánster para ganar un concurso de Navidad es derrotado por la piedad sencilla, una forma de resistencia popular ante los dólares brutos. En el segundo, un sepulturero deforme hace soñar, vía epistolar, a mujeres solas, abandonadas, de Norteamérica. Las historias conmueven; la crítica social al alma filistea de la sociedad, esclarece. He encontrado en el cuento que da título al libro un carácter entrañable. Fred Hackleman, director de un periódico, soltero, cínico, un genio de la prensa, absolutamente consagrado a su trabajo, tiránico en pos de una noticia. Conocí a personajes así cuando comencé a trabajar en un diario a mediados de los ochenta (recuerdo que a un genial jefe de redacción la policía en una ocasión lo confundió con un mendigo, nunca le prestaba atención a su vestimenta). Me temo que periodistas de esa estirpe ya no existen.
Por principio, detesto que se hurgue en los cajones del escritorio de un muerto. La industria editorial debería respetar lo que un artista pudoroso ha preferido ocultar en vida. Con Kafka, empero, puede hacerse una excepción. Con Vonnegut, también.
Guillermo Belcore
Calificación: Muy bueno
Proyecto Diez Mil Cuentos
Argumento número treinta y dos
Jenny
Mientras los mortales duermen. Kurt Vonnegut. Sexto piso. Edición 2011.
El doctor George Castrow es una de las grandes mentes técnicas de nuestro tiempo. A los ocho años hablaba cinco idiomas; a los dieciocho ya tenía un doctorado en el MIT. Pero terminó vendiendo electrodomésticos entre Canadá y Florida, haciendo payasadas ante multitudes. Vive en una camioneta y se enamoró de Jenny, una máquina. El doctor Castrow eligió el amor perfecto de un robot, con cuerpo de heladera, y la voz y el rostro de su esposa perdida. Pero un día recibe un mensaje de Nancy, su mujer de carne y hueso. Le escribió desde el lecho de muerte. George va a visitarla, conversa con ella. Luego apaga a Jenny pasa siempre. "Mira al ser humano imperfecto que Dios te ha dado para que lo ames e intenta quererla un poco por que lo realmente es...", escribió Nancy.
PD: Tengo en mis manos, una maravilla. Estoy leyendo cuentos inéditos de Vonnegut, uno de mis raros favoritos. Una joya exótica pero filosa, que descarna como nadie el American Way Life.
Diccionario de Asterión
Entrada Número IIILibro: sust. com. Según Jorge Luis Borges, de los diversos instrumentos del hombre, el más asombroso. Los demás son extensiones del cuerpo (el microscopio, el telescopio son extensiones de la vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos la espada y el arado, extensiones del brazo), pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación.
“Si leemos un libro antiguo -añade J.L.B.- es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día que fue escrito y nosotros. Por eso conviene mantener el culto del libro. El libro puede estar lleno de erratas, podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero todavía conserva algo sagrado, algo divino, no con respeto supersticioso, pero sí con el deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría”.
2) Según Carlos Catania (Santa Fe 1931), objeto que usan las personas para darse la sensación de lo que pudo haber sido. “El libro es en el fondo lo menos despreciable del Error; porque si el libro es grande significa que el tipo ha olfateado algo, hasta si agarra para otro lado”, dice un personaje en Las Varonesas. Más adelante se propone una definición antitética: “libro es un opio del que se agarra la gente que no puede vivir la vida sencilla”.
Proyecto Diez Mil Cuentos
Argumento número treinta y uno.Enoch SoamesMax BeerbohmAntología de la literatura fantástica. Compilado por Jorge Luis Borges, Silvina Ocampo y Adolfo Bioy Casares en 1940. El prólogo es de A.B.C. Editorial Sudamericana. Sexta edición. 1989Estamos a fines del siglo XIX. El señor Beerbohm conoce a un literato fracasado, pero el fracaso es total, sin barniz ni atenuantes. Escribió tres libros, el segundo vendió tres ejemplares; el último quizás menos. La única virtud, acaso, del melancólico Enoch Soames es pasar siempre inadvertido, lograr que todos lo ignoren o lo olviden. Dice ser algo tan improbable como un “satanista católico“; presume de desdeñosa esfinge, simula que la indiferencia generalizada no lo afecta. Mentira. Lo afecta a tal punto que se declara dispuesto a vender cuerpo y alma al diablo si le permite viajar al futuro para constatar en la Biblioteca de Londres si la posteridad registró su nombre. Obviamente, Lucifer, un sujeto más bien vulgar y repelente, acepta el trato. Soames va a 1997 y vuelve, naturalmente, derrotado. Encontró una sola huella, en Literatura Britaniqa 1890-1900 de T.K. Nupton, publicado por el Estado en 1992. Menciona la página 274 un cuento de Beerbohm que narra la historia de un tipo ficticio (¡ficticio!) llamado Enoch Soames, “un poeta de tercera categoría que se creía un genio e hizo un pacto con el diablo para saber qué pensaría de él la posteridad”. Tal como se había acordado, Belcebú pasa a buscar al señor Soames a las siete en punto.
PD: Tres razones me han forzado a releer este cuento extraordinario, publicado por primera vez en 1919. Primero: es una sátira magnífica de los esfuerzos de los escribidores mediocres para ganar un espacio bajo el sol. Segundo: rehace el mito de Fausto. Tercero: es very british.
Fabio Morábito
Eterna Cadencia. Cuentos, 154 páginas. Edición 2012
“Y cuando la novela despertó, el cuento todavía estaba ahí“. La humorada es de Roberto Bolaño. Refiere, naturalmente, al cuento más corto del mundo (lo escribió Augusto Monterroso) y establece de manera oblicua una verdad histórica: si la novela es un producto relativamente reciente, el relato breve acompaña al hombre prácticamente desde la aparición del habla. Por eso, el cuentista de fuste esta emparentado con el brujo, con el chamán, con el narrador oral de historias. Es más un embaucador que un literato. Fabio Morábito, mexicano de origen italiano pero nacido en Egipto, pertenece a esa estirpe.
En el pulcro, sugerente y sutil Morábito se perciben influencias de Cortazar y de Carver. Hay un elemento misterioso, oscuro, amenazante sobrevolando la trama. Hay un suave suspenso. Una fuerza profunda, irresistible, tiende a perforar la normalidad burguesa; es el deseo sexual en ‘La renta’, donde una pareja con un nene chiquito que busca un departamento para alquilar es arrastrada a una fiesta swinger; y en ‘Las llaves’, donde el adulterio con cuñadas se percibe como un estimulante para sobrellevar la frustración matrimonial. Es la curiosidad malsana en ‘El arreglo’ y ’Flores y frutos’, donde se incluyen tratos excéntricos entre inquilinos y propietarios. Es la infelicidad de una mujer estragada en ‘La caída del árbol‘. Los personajes, que suelen sufrir de mal de ausencias, pugnan -a veces sin saberlo- por dar un giro brusco a sus vidas. El pasado los abruma. “Un poco de desorden, de vez en cuando, hace milagros”, se define.
No es éste el mejor de los tres volúmenes de cuentos que Eterna Cadencia publicó de Fabio Morábito. A quién no lo conozca, se le sugiere comenzar por otro lado. No obstante, quien se haya enamorado del mexicano considerará ‘La vida ordenada’ absolutamente imprescindible.
Guillermo BelcorePublicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La PrensaCalificación: Bueno
Diario de un lector apasionado XVIII
Advertencia: esta entrada no está dirigida a todos. Es para Pablo Braun de Eterna Cadencia, para Salvador Cristofaro de Fiordo Editorial, para la buena gente de La Bestia Equilatera, Entropía, Beatriz Viterbo, Adriana Hidalgo, del FCE y también, por qué no, para los responsables de Mondadori, Tusquets, Emecé o Alfaguara. Para aquellos que hacen de la divulgación del arte su sustento y su sentido de vida. Hay una joya excepcional de la literatura argentina sumida en el triste olvido. Les suplico que la rescaten. El mundo debe saber que en este arrabal de la civilización también se han escrito novelas a la altura de un Faulkner o un Benet. ¿No será mucho, Belcore? Para nada. Hubo hace unos treinta y cinco años un Celine a orillas del Río Paraná.
Primero es lo primero. ¿Cómo llegue a Las Varonesas de Carlos Catania? Por recomendación de un amigo chileno (es una forma de decir). Leí en la página cincuenta y cuatro de Entre paréntesis de Roberto Bolaño:
“... el narrador argentino Cataño, creo que ése es su nombre aunque no estoy seguro, autor de una novela notable y olvidada: Las Varonesas, editada en Seix Barral a finales de los setenta, se marcho a Costa Rica, en donde estuvo viviendo hasta el triunfo de la revolución sandinista, tras lo cual se fue a Managua… ¿Dónde está Cataño ahora? No tengo ni idea. Sólo leí de él una novela. Espero que siga escribiendo”.
Bolaño, un crítico tan sublime como fiable, aportó ese comentario a fines de los noventa, aunque le pifió con el nombre del autor. Me picó la curiosidad. Acudí a Mercado Libre y conseguí un ejemplar usado en el barrio de Belgrano a ¡cuarenta pesos! Ahora estoy leyendo en estado de fascinación una novela cuyo núcleo incandescente es, en la primera parte, el incesto y la nausea de existir. Y en la segunda, la guerra sucia de los setenta. En unos días, subiré la reseña. Créanme, la obra es excelente.
¿Cómo es posible que a nadie se la haya ocurrido reimprimir Las Varonesas? Los mecanismos de validación literarios en nuestro país, no me cansaré de decirlo, son deleznables, se sustentan en criterios que poco tienen que ver con la jerarquía estética. A veces pienso que se basan no sólo en el esnobismo sino también en la ignorancia. Ignoro si el señor Catania vive aún (nació en 1931). Hace un par de años el diario El Litoral (de allí tomé la foto) lo consultó sobre su amigo Sábato, que acababa de morir. Quizás intente buscarlo si supero esa perniciosa flojera que cada día se me agrava. Quiero decirle que Las Varonesas es una de las mejores novelas argentinas que he leído en mi vida. Quiero estrecharle la mano y darle las gracias. Este caballero se lo merece.
Guillermo Belcore
J. K. Rowling
Salamandra. Novela, 603 páginas. Edición 2012
Imagine que tiene cientos de millones de dólares en el banco; ha inventado algo que le ha asegurado no sólo fortuna, sino también inmortalidad. Su país le ha concedido la máxima condecoración y sus conciudadanos lo adoran. En realidad, millones de personas en todo el mundo le están agradecidos (ha conseguido que sus hijos lean). Con toda prudencia, usted se ha retirado a una edad temprana. O al menos eso pensábamos. ¿Se arriesgaría a salir de su refugio dorado con un producto nuevo para someterse, otra vez, al arbitrio de la veleidosa opinión pública y de los críticos, ese hatajo de lobos hambrientos? ¿Sí? Bueno, la señora Rowling lo ha hecho. ¡Tres hurras por la audacia! Su primera novela para adultos es una lectura amena, conmovedora por momentos, divertida en general, pero, claro, no es nada del otro mundo.
El libro nos lleva a Pagford, típico pueblito inglés, bastión de los conservadores desde la década del cincuenta. La muerte de un concejal revela que detrás del cuadro idílico hierve un caldero de brujas. Estupidez, mezquindad, desamor, egoísmo, infelicidad, hijos contra padres (y viceversa), bullying, esnobismo, ausencia absoluta de compasión. ¿En qué se ha convertido la próspera sociedad contemporánea?, nos plantea Rowling. La lucha por la imprevista vacante política, las disputas familiares y el intento de los tradicionalistas de quitarse de encima tanto un barrio marginal (tipo Fuerte Apache) como la asistencia a los drogadictos son los tres ejes narrativos. Hay escenas con tremenda fuerza dramática, caso una violación, la muerte de un bebé, heridas autoinfligidas, palizas en la santidad del hogar. También hay escenas cómicas.
La prosa no es bella pero es eficaz. Rowling pertenece a la estirpe más simplona de los narradores, a la que no hay que exigirle estilo, preciosismo, forma en general. Ni siquiera pídanle profundidad psicológica. Ella ofrece una teleserie (de hecho la BBC ya compró los derechos), un realismo maniqueo, denuncia social. Ha querido escribir, acaso, bajo la sombra de Dickens. Las seiscientas páginas son placenteras e incluyen pasajes inspiradores. ¿En qué has convertido tu vida?, nos refriega en la cara, con modales ingleses, obvio. Guillermo Belcore
Una versión más corta se publicó en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa de este fin de semana
Calificación: Buena
PD: La novela, por lo que he visto, se ha convertido en una suerte de parteaguas, una divisora de opiniones. Las críticas van desde el entusiasmo más bobo hasta el repudio sin paliativos. ¿Qué esperaban? ¿A Joyce, a Kafka? Hablemos claro: Una vacante imprevista es entretenida y digna pero no ingresará -me parece- en el Parnaso de la Alta Literatura. Por lo demás, creo que a la señora Rowling se la golpea sin piedad por cuestiones que nada tienen que ver con sus méritos o deméritos literarios. Es un blanco fácil. Queda bien repudiarla. ¡Envidia, cuántos crímenes se cometen en tu nombre! Me encantaría que el diarismo mostrara el mismo rigor estético con los amigotes plumíferos, o los amigos de los amigos.
PD II: El País de Madrid ofrece leer el primer capítulo. Pinche aquí: http://cultura.elpais.com/cultura/2012/12/19/actualidad/1355929050_361327.html