En el planeta Tlön, las naciones son, congénitamente, idealistas y la cultura clásica comprende una sola disciplina: la psicología. Los hombres de allí -refiere Jorge Luis Borges- conciben el cosmos como una serie de procesos mentales, que no se desenvuelven en el espacio sino de modo sucesivo en el tiempo. Siglos y siglos de idealismo, no han dejando de influir sobre la realidad de Tlön. Las personas son capaces de crear objetos usando sus esperanzas, ansiedades, deseos o miedos como materia prima.
Hay ecos de ese sublime cuento borgeano en la última novela de Joe Hill (Hermon, Maine, 1972), el nuevo campeón de la literatura de terror de Estados Unidos. NOS4A2 (Suma de Letras, 706 páginas) plantea que todos vivimos en dos universos: el corriente, el conocido por todos (lo llamamos "realidad"); y el del paisaje interior, el que tenemos en la cabeza, un mundo conformado con pensamientos, donde cada idea o emoción tiene la solidez de una piedra.
Algunas personas ultracreativas fueron bendecidas con el don de descubrir los puentes que conectan ambos universos. Se trata de una especie de cuchillo que rasga las costuras entre realidad y pensamiento. Ese atajo puede ser una llave, una bicicleta, las fichas de un juego de Scrabble, una moto, un automóvil, algo que nos guste mucho en todo caso. Con el tótem apropiado se pueden hacer cosas increíbles en el mundo interior, como descubrir todos los objetos perdidos. No obstante, el tránsito entre universos paralelos cobra un precio a la salud mental y física de los viajeros. Miren lo que le pasó a Kurt Cobain, sino.
¿Se ha inspirado Joe Hill en Borges para recrear estas fascinantes imaginerías? Es muy probable. En la página quinientos sesenta uno de los personajes lee Ficciones. Pero NOS4A2 se vende básicamente cómo un libro sobre vampiros. El título en inglés se pronuncia de manera similar a ‘Nosferatu’. Y el autor, un verdadero Lovecraft de nuestro tiempo, ha relumbrado en sus tres novelas como “monstrorum artifex”.
El villano que atrapa ahora nuestra imaginación se llama Charles Talent Manx III. Hace un siglo, más o menos, que dejó de ser humano. Mide casi dos metros de alto, es calvo, con facciones de comadreja apelotonadas en el centro de la cara. “Hay algo obsceno en su cráneo plagado de venas azules“, nos advierten. Con su nariz de gancho, recuerda, además, a un buitre (al ave no a Paul Singer). Sus brazos son largos como los de un orangután. Manx ha creado en su mundo interior a Christmasland (donde cada mañana es Navidad y cada noche, Nochebuena), un lugar terrorífico al que lleva a los niños que rapta y pervierte. Las almas infantiles lo mantienen vivo y saludable. Cuando Nosferatu termina con ellos, sólo les queda odio, la inocencia, y varias hileras de dientes finitos y afilados. La piel de estos chicos fantasmales es tan fría que te provoca graves quemaduras si la tocas.
Manx es un Drácula de la carretera. Maneja un Rolls-Royce Espectro, modelo 1938, negro como el averno. El viejo auto, obsidiano y lustroso, le permite al vampiro abandonar la realidad para adentrarse en el mundo del pensamiento. Dormir es la rampa de salida. Nosferatu ha secuestrado más de cien niños a lo largo y ancho de Estados Unidos, pero tuvo la mala suerte de tropezar con Victoria MacQueen, otra viajera entre universos, medio loca (o loca entera) escritora de libros infantiles en la vida real. El duelo entre Vic y Manx (y entre realidad y fantasía, al mismo tiempo) es épico, emocionante y dura varias décadas. Nos mantiene aferrados de las solapas hasta la última página. Nos desesperamos por saber cómo hará la heroína para rescatar a su hijo Bruce Wayne Carmody de las garras del vampiro.
EL HIJO DE…
A esta altura del artículo debe hacerse una aclaración. Joe Hill es un seudónimo. Lo eligió el narrador para abrirse camino -con su propio esfuerzo y talento- por la jungla del mercado editorial. En 2005, publicó su primera obra en Gran Bretaña, por el mismo motivo. En Estados Unidos su padre es demasiado conocido. En realidad, en el mundo entero. Joe Hill es el segundo hijo de -nada menos- que Stephen King. Si la sombra del padre resulta siempre un problema, un desafío, para cualquiera de nosotros mortales, imagínese en este caso; el peligro de ser aplastado por la reputación filial parece gigantesco. Pero nadie puede decir -ni lo dijo hasta donde uno sabe- que Joseph Hillston King ha publicado por deferencia de las editoriales a su papá. El hombre es laborioso, imaginativo, y escribe realmente bien con un hábil dominio de la metáfora rústica pero poderosa. La ironía no le es ajena. Tiene inquietudes artísticas, incluso se da el lujo de alguna audacia sintáctica en la arquitectura de los capítulos. Las escenas de acción, con una generosa efusión de sangre, son formidables y el suspenso está muy bien dosificado.
Si nuestra cama se estuviese incendiando, aún así nos resultaría difícil abandonar la lectura de esta novela. Como dijimos más arriba, Joe Hill honra el género fantástico. Tiene atisbos de originalidad, aunque claro está las similitudes (y los homenajes, ¿les suena eso de un auto que se conduce solo para perpetrar el mal?) con la obra de su padre son notorias, desde la temática (al fin y al cabo King padre y King hijo han decidido asustarnos con letras de molde impreso) hasta el uso bulímico de elementos de la cultura pop. Pero Joe, qué notable, dedica la novela a su madre, Tabitha King.
NOS4A2 es la tercera novela de Joe Hill, la más larga de todas, por cierto. En la primera -El traje del muerto-, la trama también atrapa desde la primera página. Jude Coyne es una estrella retirada del rock metalero. Reside en una mansión rural con sus perrazos y su novia gótica, treinta años más joven. Colecciona objetos macabros, grotescos y enfermizos. Un día su secretario privado recibe por correo electrónico una propuesta que el rockero no puede rechazar: por mil dólares adquiere un fantasma en una subasta. En un caja con forma de corazón, llega a los dos días un traje del hombre muerto. Entonces, se desata la pesadilla. Un espectro, con garabatos negros en lugar de ojos, ha sido enviado para vengar un oscuro pecado del pasado.Jude y su chica corren por sus vidas, pero ya se sabe que los visitantes del más allá son bastante testarudos. Hill cometió la proeza de revivir una especie que muchos creíamos muerta y enterrada: la novela de fantasmas.
Su segunda novela se tituló Cuernos y nada tiene que ver con la infidelidad, amigo lector. Una mañana de resaca, Ignatius Perrish descubre con pavor que en las sienes le han salido dos cuernitos.. El muchacho se va transformando en Asmodeo. Pero la gente parece no darse cuenta, se olvidan de inmediato de las protuberancias y pasan a confesarle al pobre Igg sus más oscuros secretos, lo que ha hecho o ansía hacer su demonio interior. Un médico eminente, un pilar de la comunidad, le revela como s¡ nada que esnifa oxicodona, que en el fondo detesta a los pacientes y que nada le agradaría más que abusar de una amiguita de su hija. Las personas no paran de contarle cosas vergonzosas a Igg y de pedirle permiso para pecar, incluso sus padres. Por cierto, todo el mundo cree que el muchacho cometió un espeluznante crimen sexual, que violó y mató a golpes a su chica. Igg se vengará del culpable.
Vaya serie: fantasmas, demonios y vampiros. La novelística de Joe Hill sigue un patrón clásico, gótico si se quiere. En ninguna de las estaciones ha desentonado. También publicó un libro de cuentos y una saga de historietas que han merecido elogios de la crítica, pero que el autor de esta nota, ¡ay!, aún no ha leído. Pero de lo que sí podemos presumir es que, después de tres novelas fantásticas (en las dos acepciones del adjetivo) nos hemos convertido en fans de Hill. Esperamos con ansiedad su próximo libro sobre licántropos, momias o Frankestein.
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa