Por Juan José Saer
Editorial Seix Barral. Novela de 439 páginas, publicada en 2005.
Stevenson sentenció que todos los hombres mueren jóvenes. Una versión más moderada podría decir así: “todos los hombres valiosos mueren jóvenes'”. Es el caso de Juan José Saer (Serodino, 1937-2005); resulta evidente que la Parca segó un talento en su luz cenital.
La novela póstuma de Saer está articulada en siete capítulos, uno por cada día de la semana. Falta el último y el sexto no gozó de la corrección final. Empero, no se trata de una obra trunca; así como quedó es majestuosa, atrapante, genial.
La trama gira en torno al retorno de Gutiérrez a Santa Fe. Se había esfumado treinta años atrás sin despedirse de nadie. Al mismo tiempo, dos estudiosos reconstruyen el precisionismo, una vanguardia literaria al servicio de un canalla. Las historias convergen, se ramifican, se nutren con personajes habituales del universo Saer. Hay un vendedor de vinos que intenta escribir una ontología del devenir. Hay seres entrañables que hablan como filósofos, vencedores vencidos.
¡El estilo es tan maravillosamente Saer! Literatura en tiempo real, parada siempre sobre los bordes. Prosa exquisita y musical que se demora en descripciones obsesivas y recuerdos espesos. El lector podrá saborear una poética del sexo y de la casualidad, una épica del inmigrante, una crítica al sensualismo bestial del Primer Mundo, una explicación alternativa del drama de Edipo. Una mujer embarazada cosiendo un botón entretiene más de cuatro páginas.
Al concluir La grande, uno se queda meditando sobre una intuición de Norman Mailer. Los grandes escritores no deberían morir, mejor sería que se desvanecieran en el aire, de modo imperceptible, como el atardecer estival en la pampa gringa, en lo que Saer denominaba “mi zona”.
Guillermo Belcore
Publicada en el suplemento cultural del diario La Prensa.
Editorial Seix Barral. Novela de 439 páginas, publicada en 2005.
Stevenson sentenció que todos los hombres mueren jóvenes. Una versión más moderada podría decir así: “todos los hombres valiosos mueren jóvenes'”. Es el caso de Juan José Saer (Serodino, 1937-2005); resulta evidente que la Parca segó un talento en su luz cenital.
La novela póstuma de Saer está articulada en siete capítulos, uno por cada día de la semana. Falta el último y el sexto no gozó de la corrección final. Empero, no se trata de una obra trunca; así como quedó es majestuosa, atrapante, genial.
La trama gira en torno al retorno de Gutiérrez a Santa Fe. Se había esfumado treinta años atrás sin despedirse de nadie. Al mismo tiempo, dos estudiosos reconstruyen el precisionismo, una vanguardia literaria al servicio de un canalla. Las historias convergen, se ramifican, se nutren con personajes habituales del universo Saer. Hay un vendedor de vinos que intenta escribir una ontología del devenir. Hay seres entrañables que hablan como filósofos, vencedores vencidos.
¡El estilo es tan maravillosamente Saer! Literatura en tiempo real, parada siempre sobre los bordes. Prosa exquisita y musical que se demora en descripciones obsesivas y recuerdos espesos. El lector podrá saborear una poética del sexo y de la casualidad, una épica del inmigrante, una crítica al sensualismo bestial del Primer Mundo, una explicación alternativa del drama de Edipo. Una mujer embarazada cosiendo un botón entretiene más de cuatro páginas.
Al concluir La grande, uno se queda meditando sobre una intuición de Norman Mailer. Los grandes escritores no deberían morir, mejor sería que se desvanecieran en el aire, de modo imperceptible, como el atardecer estival en la pampa gringa, en lo que Saer denominaba “mi zona”.
Guillermo Belcore
Publicada en el suplemento cultural del diario La Prensa.
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