Seix Barral. Novela de 85 páginas. Edición 2008.
Andrés Rivera (Buenos Aires, 1928) se ha encariñado con la novela escueta, hiperbreve. La especie tiene el encanto de lo sugerente, pero también la tristeza de lo etéreo y lo inconcluso. Aquí encerró en sólo ochenta y cinco páginas una historia que resumen tres citas al comienzo: transcurre en tiempos en que aún existían los argentinos, es apenas un drama burgués, cuenta la vida de ricos que son muy ricos.
Con cinismo helado, Saúl Bedoya escribe el diario de “la farsa de la vida”. Es un estanciero que conoció a Baudelaire y admira a Flaubert. Dinero y astucia no le faltan, pero las sombras de su vida son cada vez más oscuras. Buenos Aires, ciudad apestada, lo nombra juez. Se encapricha con una plebeya morena, tan voluptuosa como asesina. La relación -típico de la obra de Rivera- tiene tintes de perversidad. El envejece y ella engorda. El mal se hace sin esfuerzos, naturalmente, como una fatalidad.
Otro personaje destacado es el entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento. ¿Quién es este titán?, se pregunta el libro. Figura tremenda, con una mueca de desprecio en los labios, civilizador implacable, el único que pone por escrito lo que cree. Rivera lo respeta, mas lo percibe con el mismo amor y odio que nuestro prócer genial e irrepetible dispensaba a la gran urbe y a sus patricios.
La nouvelle data de 1991. Contiene procedimientos muy agradables. La trama avanza mediante el goteo de frases. Fue esmaltada con sentencias ingeniosas y rotundas definiciones ideológicas. Andrés Rivera, versión criolla de John Berger, es un comunista recalcitrante que tacha el comercio de mentira y engaño. Esta vez, no obstante, la militancia política nunca estropea la eficacia narrativa.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento Cultural del diario La Prensa.
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