Somos lo que nuestros padres hacen con nosotros. O lo que hacemos contra nuestros padres. Al Premio Nobel de Literatura 2014 no le tocaron buenas cartas. El padre fue un judío de la Toscana, establecido en París y aficionado a los negocios turbios, que siempre quiso quitárselo de encima. La madre, una actriz frustrada, nacida en Flandes, de la cual no ha podido recordar nunca "ni un ademán de ternura auténtica o de protección''. Dos personas fracasadas. La infancia y la adolescencia de Patrick Modiano (Boulogne-Billancourt 1945) fueron un desastre pero -como escribió Shakespeare- Dios corta el mazo y reparte las cartas, pero es el hombre el que la juega.
Ese muchacho mal querido, confinado en un internado siniestro tras otro, se las arregló para convertirse un escritor de renombre en Francia, la más literaria de las naciones, según la opinión de un tal Jorge Luis Borges. Y Modiano perpetró una especie de parricidio en letra impresa. En 2005, publicó Un pedigrí (Anagrama, 129 páginas), uno de los ajustes de cuentas contra los padres más elegantes que se ha publicado en la literatura occidental.
¡Qué hermoso libro!, no puede uno sino exclamar al término de sus avaras páginas. No se trata de una de esas novelas-faro que definen una época, pero la experiencia de lectura siempre es agradable. Monsieur Mondiano nos permite recorrer un cuarto de siglo de la historia de Francia; desde la Ocupación hasta bien entrados los sesenta. Desfilan una galería de fantasmas vinculados a los Modiano-Bogaerst, esa pareja de corazón seco, o al propio Patrick en sus desdichados años formativos.
Hay postales deliciosas; no se trata de una obra rencorosa o triste. Nos sorprende, por ejemplo, que en el internado de Saint-Joseph de Thones, en la Alta Saboya, era imposible leer Madame Bouvary, allá por 1962, sin el permiso especial del profesor de francés, el padre Accambray. Al joven Mondiano lo suspendieron tres días por haber hincado el diente en El trigo en ciernes.
El narrador escribe en primera persona, aplica delicadas técnicas de complicidad y se establece firmemente en la esa rama de la literatura francesa a la que podríamos llamar cartesiana, pues se destaca por la claridad sublime de una prosa que nada tiene que envidiar en legibilidad -sin perder un gramo de relevancia- a la producción típica del otro lado del Canal de la Mancha.
Soy un perro que hace que tiene pedigrí, estableció Modiano al principio. También deja asentado en la página 45:
"Dejando aparte a mi hermano Rudy y su muerte, creo que nada de cuanto cuente aquí me afecta muy hondo. Escribo estas páginas como se levanta acta o como se redacta un curriculum vitae, a título documental y, seguramente para liquidar de una vez una vida que no era la mía''.
¡Vaya tipo! Quien pudiera escribir y vivir sin ser esclavo de las emociones.
Guillermo Belcore
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