Se ha afianzado en la Europa continental cierta corriente literaria que bien podría definirse como estilo pueril. No significa que sea un demérito per se una prosa tan simple y plana que hasta un niño podría entenderla, pero el lector adulto que goza con las densidades temáticas y estilísticas es probable que sienta que está dilapidando su tiempo (¡oh, funesto pecado!) con las obras de Michael Tournier o Milena Angus, por citar dos casos.
En esta categoría descafeínada debe incluirse la tercera obra de ficción del profesor Laurent Binet (París 1972), novela de aventuras y delicada intriga que la crítica y público de su país ha consagrado. Civilizaciones (Seix Barral, 442 páginas) recibió el Gran Premio de Novela de la Academia Francesa, lo que delata el estado general de las bellas letras en "la más literaria de las naciones" (Borges dixit).
La trama no carece de encanto ni inteligencia. Binet imagina que allá por el año 1.000 una guerrera vikinga (no es este un libro que carezca de perspectiva de género) conduce a las civilizaciones precolombinas a la Edad de Hierro y les otorga los otros dos elementos que -según los historiadores- les hubiese permitido resistir la conquista europea: el caballo y los anticuerpos. El efecto cascada de ese mestizaje hace que Colón y los suyos sean aplastados por los indios taínos; la corona española renuncia, como consecuencia, a los viajes trasatlánticos.
En 1531 de nuestra era, el emperador Atahualpa, con ayuda de los cubanos y huyendo de su hermano Huáscar, llega a Lisboa con casi 200 súbditos quiteños, guacamayos y un puma. Con un coup de main en Salamanca captura a su colega Carlos V. Con matanzas, guerras, asesinatos selectivos, pactos con potencias extranjeras, alianzas matrimoniales y alivio de los oprimidos logra apoderarse del "imperio donde nunca se ponía el sol", y lo convierte en el Quinto Cuarto.
El Hijo de Sol, inspirado por Maquiavelo, se convierte en rey de España, príncipe de los belgas y de los Países Bajos, rey de Túnez y Argelia, Rey de Nápoles y de Sicilia, emperador del Sacro Imperio Germano (le ciñen la corona de Carlomagno). Francia es su principal aliado. Los Habsburgo se atrincheran en el trono de Viena. Enrique VII se convierte a la religión incaica atraído por la poligamia. Sevilla es el centro del mundo. Desde el Viejo Mundo llegan colonizadores (collas, chimúes, chachapoyas, etc.) y un río interminable de oro y plata; a cambio el Tahuantinsuyo recibe vino, trigo y obras de arte. Ingenioso, ¿no?
NOVELA DE PROPOSITO
Como dijimos, Civilizaciones entretiene como novela de aventuras, pero merece también un análisis como libro de propósito. La ucronía incaica es el vehículo ideal para que Laurent Binet, apostol del izquierdista radical Jean Luc-Melenchon, exprese su ideario progre, al precio de incurrir una y otra vez en anacronismos.
En primer lugar, al autor le interesa persuadirnos del caracter criminal y reaccionario de la civilización cristiana; los representantes del ""dios clavado"" son, en efecto, las villanos de la película, desde el Papa y los inquisidores hasta un Lutero con rasgos de orate. El imperio ecuménico de Atahualpa, en cambio, respeta la libertad de culto, siempre y cuando se honre al Sol, dos veces al año.
También hay un mensaje social y político. El Quinto Cuarto establece el Welfare State, la reforma agraria y el ecologismo con trescientos años de adelanto. Se trata de una civilización benigna que cuida de los débiles y exige a los súbditos, en lugar de impuestos agobiantes, dos o tres meses de trabajo para que el Estado pueda hacer obras públicas y surtir sus almacenes comunales. El monarca sería una suerte de tolerante y sabio líder populista, protector de los pobres. En cambio, la República del naciente capitalismo se define, al pasar, como ""esa forma de gobierno en la que un grupo de nobles se reparte el poder y elige a sus soberanos"".
Binet no ahorra ninguno de los clichés de Francia: los ingleses son pérfidos, los españoles fanáticos y atrasados, los alemanes crueles y desmedidos, los italianos volubles e intrigantes.
CULTO AL PASTICHE
El procedimiento esencial de la novela es el pastiche, el recurso de los holgazanes. No hay aquí un estilo en juego, excepto por el tono irónico muy de vez en cuando. Binet amontona sagas vikingas, el diario fragmentado de Cristóbal Colón, las crónicas de Atahualpa, cartas entre Thomas Moro y Erasmo de Rotterdam, poemas de la Incada (muy malos), el relato de las aventuras de Cervantes (muy divertido).
Usted encontrará en el libro pura narratividad, un suspenso tenue, habilidad para resolver situaciones encastrando los ladrillos del siglo XVI a partir de un hecho que nunca ha sucedido pero con personajes reales como Miguel Angel o Copérnico. Eso está muy bien. No obstante, las buenas descripciones, la poética y la filosofía, y la profundidad psicológica brillan por su ausencia.
En manos más virtuosas para la forma, la original y ambiciosa propuesta de la conquista incaica de Europa (a pesar de sus portentos inverosímiles) hubiera plasmado una de esas novelas oceánicas que mantienen viva la llama de la Alta Literatura. He aquí un libro ideal para adolescentes que gusten de la Historia.
Guillermo Belcore
Calificación: Regular
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