En el arte del panfleto nadie ha demostrado mayor vigor y eficacia durante el último tramo del siglo XX que Jean Francois Revel (1924-2006), estableció don Fernando Savater en Sin contemplaciones.
El panfleto no es una especie menor. Es un campo ilustrado donde cabalgan los librepensadores que deciden escribir no sobre un tema, sino contra un adversario (Y a éste no se lo concede nada). Revel lo hizo con vivacidad, mordacidad de estilo y con el apoyo crucial de los datos concretos. Ha brillado así como cruzado de las ideas correctas, en particular de la libertad de espíritu. Ha sido el azote del comunismo, tanto de vieja escuela como el finisecular, camuflado de otra cosa. Ha escrito algunos de los libros políticos más importantes de nuestra era (por lo esclarecedores) como La tentación totalitaria, Cómo acaban las democracias, La obsesión antiamericana y El conocimiento inútil.
Antes de esas obras fundamentales, entre 1966 y 1971, fue editorialista literario de la revista L'Express. Esos artículos semanales, también lúcidos, son piezas de crítica del más alto nivel. Se han atesorado en un volumen maravilloso que encontramos en la Biblioteca del diario La Prensa y que venimos a recomendar con toda convicción: Las ideas de nuestro tiempo (Emecé Editores, 376 páginas, edicion 1973). La traducción es de Ramiro de Casasbellas. Hay que destacar que las ideas revelianas no han perdido un gramo de vigencia.
La antología examina, con afilada precisión, el pensamiento de Marx, Erasmo, Marcuse, Aron, Chomsky, Mc Luhan, Trotsky, Freud, Montagne entre otros colosos. Revel observaba tanto las mutaciones subterráneas como los epifenómenos de superficie. Opinó sobre el Mayo francés, la Unión Soviética, Franco, la revolución de la costumbres en California, De Gaulle, la guerra de Vietnam, Israel y la idea del sionismo, el impacto de la publicidad, la democracia representativa. Comentó obras de Borges, Edgard Morín, Pirandello, Le Clezio, Malraux, Mauriac, Napoleón, Peyrefitte, Balzac, Vance Packard...
Casi al pasar, el maestro Revel recomendaba a los comentaristas "mantenerse equidistante de la apología o el anatema, comprender antes que elogiar o condenar''. Por fortuna, casi nunca siguió una sugerencia tan inane. Así, nos regala una definición insuperable del Estado:
"...institución destinada a promover a los mediocres, cuya esterilidad quedó demostrada de una vez y para siempre en los países del Este''.
Y a los futboleros nos advierte en un pasaje de amarga ironía que el deporte de masas es una fuente primordial de demencia:
"...a las enfermedades mentales más conocidas (maníaco-depresión de los atletas, paranoia de los simpatizantes, estado semiesquizoide de los dirigentes) se agrega el trance colectivo del público que llega hasta la locura mortífera...''.
Un libro extraordinario, en síntesis. Haga el esfuerzo de encontrarlo, amigo lector.
Guillermo Belcore
Publicado en el diario La Prensa
Calificación: Excelente
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