sábado, 25 de junio de 2011

Tres luces

Claire Keegan
Eterna Cadencia editora, nouvelle, precio aproximado: 60 pesos. Edición 2011

"Una buena mujer puede ver más allá de lo que pasa y oler lo que se viene antes de que un hombre siquiera lo perciba''.
Claire Keegan

En el principio, fue un relato publicado por la revista The New Yorker. El texto prosperó hasta transformarse en un libro (Foster en inglés) que ahora un sello de la Argentina acierta al traerlo al castellano. La nouvelle había sido elogiada por la crítica británica. No disentirá este blog con el Daily Telegraph o The Guardian. Ha quedado confirmado que Claire Keegan (1968) es otra estrella luminosa en el firmamento de Irlanda, la isla de los grandes escritores. Va en camino, quizá, de convertirse en la heredera de John McGahern (1934-2006), pero con un cariz más delicado, hábil para definir a un ser humano con un solo trazo, lo que siempre es indicio de excelencia literaria. Por ejemplo: ¿Qué clase de hombre es aquél que jamas tomó a su hija de la mano? ¿O aquel otro que se juega a las cartas una ternera Shorton de la familia?

El libro se lee de un tirón, con placer y, finalmente, con un nudo en la garganta. Nos enfrenta a una situación común y desgarradora por lo injusta: Dios da hijos, a menudo, a quienes no lo merecen y, también con frecuencia, se los quita a un papá y a una mamá admirables. Se llama la vida; nada se puede hacer.

La historia transcurre en una Irlanda que -Unión Europea mediante- comienza a dejar atrás la pobreza campesina y católica, pero que aún vibra por las huelgas de hambre de los extremistas (y patriotas) del IRA contra Margaret Thatcher. Se narra en primera persona. Oímos la voz de una niña que va a pasar unos meses con un matrimonio que, al parecer, son sus tíos. Así describe al padre: "Esa manera que tiene los hombres de no hablar es algo a lo que estoy acostumbrada: les gusta patear el pasto con el taco de la bota para arrancar un terrón de turba, golpear el techo del auto antes de que arranque, escupir, sentarse con las piernas bien abiertas, como si no les importase". Así, resume su satisfacción con el cambio: "Sus manos son como las manos de mi madre, pero hay algo más en ellas, algo que nunca antes sentí y que no sé como llamar. Me siento sin palabras, pero esta es una casa nueva y necesito palabras nuevas''.

Lo que Keegan ha forjado podría definirse como poética de los momentos cotidianos. Su prosa es elegante, gentil, bella y suave. Carece de estridencias. Virtuosa, es un calificativo que le conviene. Se ha comparado a la irlandesa con Chejov y Maupassant, sobre todo por una cualidad que se mencionó más arriba: puede detectar (y transmitir) la miseria y la grandeza humana en lo ínfimo y en lo pedestre.

Guillermo Belcore

Calificación: Excelente

sábado, 18 de junio de 2011

El desafio de la voluntad

Por Roberto Lavagna
Sudamericana. Memorias, 337 páginas. Edición 2011

Cuando la revelación explosiva brilla por su ausencia, las memorias de un funcionario sólo resultan interesantes en un punto: el ajuste de cuentas. Aquí, el doctor Roberto Lavagna denuncia a esa legión de miserables que intentó sabotear su corajuda gestión en el Ministerio de Economía cuando Eduardo Duhalde mandaba en la Casa Rosada y el país trataba de salir del abismo. Justicia histórica, a ocho años de distancia.

Lavagna se dibuja a sí mismo como un paladín del interés general, serio como un retrato, formal como burrito en redil, firme como un peñasco. Se ubica tan lejos de los malditos noventa como del kirchnerismo, a quien acusa de haber destruido su legado al aplicar desde 2006 "un populismo voluntarista'' que sumió a millones de personas en la pobreza, vía alta inflación e injerencia estatal; dinamitó la democracia civilizada; y nos malquistó con aliados y potencias por razones pueriles.

El libro narra de manera minuciosa y aburrida (sólo es recomendable para el aficionado a la economía) las medidas que se aplicaron desde abril de 2002 hasta mayo de 2003. Hay algunas pinceladas valiosas sobre el arte de gobernar: "un político puede llegar a ser un estadista; pero un banquero siempre será un banquero''; "cada concesión que se hace a un lobby es algo que se quita a los muchos otros''. Se destroza con eficacia a ciertos personajes; se desnudan mecanismos de corrupción (decretos redactados por los propios empresarios); y se señala con el dedo acusador a los cuatro jinetes del Apocalipsis: Koehler, Krueger, Singh y Thornton, todos funcionarios del Fondo Monetario Internacional. Una sensación que se desprende, justamente, es que urge viajar a Washington para prenderle fuego al FMI, si es posible con aquellos tecnócratas dentro, hombres y mujeres desalmados a quienes no les tiembla el pulso para recetarle hiperinflación a un país con una aberrante cantidad de pobres.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Regular

lunes, 13 de junio de 2011

El arte y la manera de abordar a su jefe de sector para pedirle un aumento

Georges Perec
Libros del Zorzal. Cuento, 86 líneas.

Tienen las bellas letras una rama extravagante. Llámemosla ultraoriginalidad, muy celebrada por esa crítica superflua que desdeña el juicio estético y confunde literatura con historia del arte. Bernardo Koremblitt la bautizó literatura de página, pues "donde usted abra la obra encontrará lo insólito, lo nuevo''. Lo que el escritor de página dice "usted no lo ha leído en otra parte''. Jorge Luis Borges, que abominó del surrealismo, censuraba la especie: creía que la superstición de la originalidad había estropeado mil novelas del siglo XX.

Polémicas al margen, los franceses, siempre tan afectos a las charadas, suelen cultivar la ultraoriginalidad. En los años sesenta, uno de los nombres que se destacó en el juego de destruir los límites fue George Perec (1936/1982). Escribió una novela prescindiendo de la letra "e", que es la más frecuente en el idioma francés. Escribió este cuento largo sin un solo signo de puntuación. ­¡No hay ni una miserable coma en casi setenta páginas! Se trata, por lo demás, de una audacia conceptual: Perec desarrolla por escrito y de manera lineal un organigrama. El punto de partida es un don nadie que quiere reclamar un aumento de sueldo. "Una de dos" es el leimotiv.

El postfacio (porque es éste un subgénero que demanda explicaciones) arriesga que el título debería haber sido: "tentativa de agotar un organigrama paródico". Elogia el virtuosismo aplicado a la descripción de siempre lo mismo, de explorar a fondo todas las eventualidades. Las diferencias son ínfimas; las repeticiones, marean; pero el lector se ve arrastrado por un juego que nunca deja de ser encantador, o al menos curioso. Porque el valor del libro, justamente, es el de ser una bella (y muy legible) curiosidad del pasado.

Hay también un fondo kafkiano que merece elogios. Perec, de origen polaco y judío (los dos pueblos que ultrajó sin piedad el siglo XX), defiende al pobre diablo frente al sistema. La organización se llama "gran empresa'', ámbito "con el que usted se equivoca en identificarse'', "donde por un sueldo miserable usted está desperdiciando los mejores años'', "donde usted es como mucho un miserable peón'', "donde usted se muere de aburrimiento cuarenta y cinco horas por semana''... Tenemos aquí una oblicua y muy eficaz crítica a la burocracia.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

martes, 7 de junio de 2011

Borges

Por Adolfo Bioy Casares
Planeta. Diarios, 691 páginas. Edición al cuidado de Daniel Martino.

“¡Que manía la del arte moderno contra la anécdota! (…) No ven que atacan a lo narrativo, que es uno de los permanentes agrados de los hombres. ¿Qué tiene de malo? Toda la literatura es anécdota. ¿A quién no le agradan las anécdotas? Estoy seguro de que les gustan a esos mismos que la condenan. Aunque no puede uno saber: ¡son tan brutos!”.
J.L.B.

Si tú, lector curioso, ansías un libro pródigo en maravillas, ingenio y caprichos (incluso malévolos) no es necesario que fatigues Las mil y una noches o La Odisea. La edición abreviada de los diarios de Adolfo Bioy Casares podrá satisfacer tu sed de portentos. El volumen se concentra en Jorge Luis Borges; en sus anécdotas deliciosas, su inteligencia olímpica, su acomplejada humanidad, su capacidad sin par para destruir una reputación con una frase más venenosa que la mordedura de una aspid. Es el súmmum tanto de la crítica literaria como del arte de injuriar.

El libro, extraordinario en todo sentido, abarca cuarenta años de feliz amistad intelectual. En cada entrada hay algo extraño, cáustico o perspicaz. Hay personajes divertidísimos como la señora Bibiloni de Bullrich o el vanidoso Ernesto Sábato. El último tramo se lee con un nudo en la garganta. Como el 12 de mayo de 1986, cuando la Parca caminaba a la vuelta de la esquina:


“Hoy hablé con Borges que está en Ginebra. A eso de las nueve, cuando íbamos a tomar el desayuno, llamó por teléfono. Silvina atendió. Pronto comprendí que hablaba con María Kodama. Silvina le preguntó cuando volvían. María no contesto a esa pregunta. Silvina habló también con Borges y volvió a preguntar: ‘¿Cuándo vuelven?’. Me dio el teléfono y hablé con María. Le comunique noticias de poca importancia sobre derechos de autor (una cortesía para no hablar de temas patéticos). Me dijo que Borges no estaba muy bien, que oía mal y que le hablara en voz alta. Apareció la voz de Borges y le pregunte como estaba. ‘Regular nomás‘, respondió. ‘Estoy deseando verte‘, le dije. Con una voz extraña me contestó: ‘No voy a volver nunca más‘. La comunicación se cortó. Silvina me dijo: ‘Estaba llorando‘. Creo que sí. Creo que llamó para despedirse”.

Si algo dejan en claro los diarios es la primacía del juicio estético por sobre cualquier otra interpretación literaria. Pueden disfrutarse como guía eminente de lecturas; sus condenas, en cambio, deben tomarse con pinzas aunque el inopinado desdén siempre resulta eficaz. Borges va más allá del ataque, menosprecia. Consideraba a Scott Fitzgerald un escritor sin importancia; a Beckett y a Arlt, imbéciles; a Camus, “beneath contempt”; a Alberti, un árido payaso. Tennesse Williams era “un escritor de inmundicias”, Joyce representa “lo mejor de una mala causa”. Se mofaba de las novelas de Mallea, de los poeticastros Molinari o Capdevila; de toda la obra de Güiraldes (¿cómo no hacerlo con alguien que llama a la luna “el pulcro botón del calzoncillo“?) Polémicas al margen, el tránsito nunca es ingrato. La fluida escritura proporciona felicidad a raudales. ¿Felicidad, dije?... “ese olvido transitorio de la condición humana”.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Excelente

PD: No puedo sino estar de acuerdo con este juicio borgeano que, ¡oh sorpresa!, tan bien describe nuestra actualidad: “el secreto del éxito de la interpretación sociológica de la literatura es que gracias a ella mucha gente a quien una obra original no sugiere nada, ahora puede hablar de libros”.

viernes, 3 de junio de 2011

La pista de Arena

Andrea Camilleri
Salamandra. Novela policial, 221 páginas

El escritor italiano que hoy más vende nació en 1925, creó al detective Salvo Montalbano, militó en el Partido Comunista y fuma sesenta cigarrillos cada día. Su nombre es Andrea Camilleri. Sus historias se ambientan en Sicilia, esa isla abrasada por el sol y por el hampa donde la roña y la pasión son más evidentes y descaradas que en cualquier otro punto de Italia. Sus libros corroboran que la buena novela policial es un formato insuperable si se desea evaluar el clima moral de una sociedad. Dicho de otro modo, si se quiere poner a la luz la podredumbre.

Estamos pues ante un entretenimiento de calidad, adictivo y con ritmo cinematográfico. No por nada, Camilleri es dramaturgo y trabajó como guionista de la televisión. La pista de arena (2007) se inspiró en dos hechos puntuales: el hallazgo de un caballo muerto en las playas de Catania y el robo de unos sementales de carrera en una cuadra de la provincia toscana de Grosetto.

En esta ocasión, el comisario de Vigata debe vérselas con el submundo de las apuestas clandestinas. Investiga la horrorosa muerte de un equino. Resopla como un potrillo cansado cuando debe intimar con la rancia aristocracia siciliana o con la ceremoniosa burocracia. A sus más de cincuenta años, Montalbano no encuentra dificultades para obtener sexo de primera calidad; es deseado por esa clase de mujeres que hechiza a cualquier hombre que se detenga a mirarla. Comer es actividad promordial en la existencia de Montalbano (¿cómo puede almorzar y cenar tan copiosamente?). Es un paladín contra la mafia, una película pringosa que cubre prácticamente toda la comunidad.

Si bien en Sicilia todavía es verosímil que puede existir un cuerpo policial íntegro y dedicado, hay más de un parecido con el envilecido Buenos Aires. Aquí y allá, "los parentescos, incluso los más lejanos, son el único sistema para obtener información, acelerar un trámite, descubir a dónde había ido a parar una persona desaparecida, encontrar empleo para un hijo desempleado, conseguir entradas gratis para ir al cine y muchísimas otras cosas que quizás no es prudente revelar a quien no fuera pariente''.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno