lunes, 30 de noviembre de 2009

Pizcas de paraíso

F. Scott y Zelda Fitzgerald
RBA. Colección de cuentos, 399 páginas. Edición: 2009

García Márquez estableció que hay dos tipos de mujeres: las que brillan con luz propia y las que no. Con las escrituras ocurre lo mismo. La de Francis Scott Fitzgerald (1896-1940) resplandece como el sol. Tres duendes cincelaron su prosa: sarcasmo, ingenio y encanto. Por largo tiempo, se lo consideró injustamente como un mero artefacto de la era del Jazz. Hoy, la crítica se ha percatado de que se trata de literatura de altísima calidad, sin sonidos desafinados. En verdad, la delicadeza y elegancia de Scott, obran como bálsamo para el lector actual, tan maltratado por esa mediocracia que proclama a los cuatro vientos que escribir mal o retorcido es motivo de orgullo. Todos las cualidades narrativas de El gran Gatsby dicen presente en esta colección de textos breves. Incluye once relatos que Scott vendió a las mejores revistas y diez cuentos que su esposa Zelda publicó aquí y allá. Fueron -según la afortunada definición del periodista Ring Lardner- “el príncipe y la princesa de su generación”.

La British Encyclopedia destaca la “imaginación intensamente romántica” de Fitzgerald. Hay aquí, en efecto, amor, desengaños y traiciones. Los contrastes (tensiones dirían en Puan) colorean las páginas: americanos vs. europeos; citadinos vs. palurdos del Medio Oeste o el Sur; aristócratas vs. filisteos. El humor inteligente es un personaje usual. La crítica social se deja ver con frecuencia. Los finales suelen ser artificiosamente felices para cumplir con los requisitos del género revisteril.

El volumen contiene pues algunos de los mejores relatos que escribió Norteamerica. En Los nadadores, un virginiano burla a una taimada jovencita de la Provence y a su pelmazo millonario. Otro personaje delicioso es Corcoran, sólo sabe cómo gastar el dinero. En La danza hay racismo a raudales y una noche sureña que se hace añicos. ¡Qué hermosa pareja! desnuda el fracaso matrimonial de Scott y Zelda (las parejas no deben ser competitivas). El último beso es una triste historia de Hollywood.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata el domingo 30 de noviembre

Calificación: Muy bueno

PD: Scott y Zelda hablan siempre de dinero. Se nota que es un tema que les preocupaba.

jueves, 26 de noviembre de 2009

Cien días

Lukas Bärfuss
Adriana Hidalgo. Novela, 262 páginas. Edición 2009.

Hace quince años, las puertas del infierno se abrieron de par en par en un diminuto país africano. Casi un millón de habitantes de Rwanda fueron masacrados ante el estupor o la indiferencia del mundo. La diabólica palabra genocidio volvió a escena. Esta novela retrata esa tragedia y señala con el dedo a los responsables sin perder un ápice de calidad literaria. Es de la estirpe de los libros imprescindibles.

La solapa nos informa que el suizo Lukas Bärfuss (Thun 1971) es uno de los dramaturgos más exitosos en lengua alemana. Su primera novela demuestra también que es un excelente narrador. Trabaja con párrafos largos, de esmerada complexión. Emplea como materia prima hechos históricos que están acreditados y personajes ficticios. Se las arregla para evitar las emboscadas del estereotipo y el maniqueísmo. Tiene habilidad, incluso, para tallar un erotismo razonado, de tranquila belleza.

El protagonista se llama David Hohl. Es un hombre quebrado. Relata a un amigo los cien días de pesadilla que vivió en la Casa Amsar de Kigali. Justamente él, que no parecía destinado a vivir nada que saliera de las catástrofes ordinarias, como un mal divorcio o una enfermedad grave, y esto como mucho. Pero este joven de buena conciencia, miembro de una organización humanitaria de Suiza, se enamoró de una mujer de piel color canela y cejas arqueadas como claves de Fa; se enamoró del sexo desenfrenado. Y se quedó en Rwanda cuando comenzaron las matanzas étnicas y todos los demás europeos huyeron como ratas.
Libros como Cien días corroboran que la literatura conserva una misión imprescindible: transformar la Historia en arte, empresa cuyo inmenso valor es tanto estético como didáctico. Es lo más cercano a una función moral. Nada mejor que una novela para inducirnos a meditar sobre el corazón de las tinieblas.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata. el domingo 22 de noviembre.

Calificación: Muy bueno.

PD: Me hubiera encantando conservar este libro. Pero fui víctima de un atraco en uno de mis lugares favoritos: el Café de la Poesía (Bolivar y Chile). Estaba sentado en una mesita en la calle, pues mi amigo Fernando fuma. Un granuja habilísimo me pignoró el maletín que dejé junto a mi pierna, ¡sin que me diera cuenta de nada! Perdí un teléfono celular antediluviano, las llaves de mi casa, “Cien días”, mi cuaderno de notas y el monedero. Pudo haber sido peor. Afortunadamente ya había terminado la novela, pero igual estoy rabioso. En la Comisaría me advirtieron que en el barrio de San Telmo convergen ladrones de toda la Argentina e incluso de países vecinos. Esquilman a los turistas descuidados (como la hija de Bush) y a los porteños bobos como yo.

lunes, 23 de noviembre de 2009

La palabra muda

Jacques Rancière
Eterna cadencia. Ensayo de literatura. 236 páginas. Edición 2009.

Este ensayo no es para todos. Que quede claro de entrada. Es sólo para el lector erudito, que guste navegar en ese mar de los sargazos que es la filosofía francesa. Jacques Ranciere -un típico tardo marxista parisino- parte en busca de la esencia de la literatura y encalla sobre conclusiones confusas y difusas. Casi siempre se echa de menos un poco de claridad anglosajona. Pero la travesía es magnífica. Nos salen al paso los grandes de verdad: Volatire, Hegel, Flaubert, Mallarmé, Proust. Ellos, no el glosador, justifican el libro.

La pesada maquinaria de Rancière trabaja con la Historia. Comenta la evolución de la palabra literatura en las Bellas Letras de Francia. Describe un cambio de paradigma: el paso de un sistema de representación a otro donde el eje radica en la expresión. Juega a ser el conciliador entre el arte por el arte y arte como gesto social. Explora otra tirantez: la de la palabra y su espíritu. Celebra que la literatura sea un arte escéptico, incómodo con sí mismo. Recoge las esquirlas de la explosión romántica del siglo XIX. Alude a Borges. Como explorador de una tercera vía, empero, el libro es irrelevante. Concluye que la metáfora (el ejemplo es Proust) obra como puente entre dos poéticas contradictorias: la de la narración de los acontecimientos y la del despliegue del símbolo. Chocolate por la noticia. Si no lo hiciera, no sería metáfora.

Si bien Rancière no avanza un palmo en la resolución de la interminable querella entre los guardianes del arte y sus demitificadores, aporta algunos conceptos interesantes. Por ejemplo, define a la novela como "la anarquía del genero". Y al pasar rebaja al marxismo a la categoría ficcional de "desdoblamiento poético de todas las cosas". Con estos espléndidos juegos verbales se ha forjado, pues, un ensayo que se había publicado por primera vez en 1998. Acaso se asemeje a la Torre Eiffel: vano pero bello y de grandiosa estructura.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata, el domingo 22 de noviermbre.

Calificación: Regular

sábado, 21 de noviembre de 2009

La ribera

Enrique Wernicke
Capital Intelectual. Novela, 268 páginas. Edición 2009

El protagonista del libro comparte varias cualidades con su autor, Enrique Wernicke (1915-1968). Ambos se recluyeron en una agreste porción de la ribera platense, a la altura de Vicente López. Carecían de un origen proletario, pero las manos y un tallercito artesano les dieron de comer: fundieron y cincelaron pequeñas figuras de metal para saciar a los coleccionistas. El alcohol fue un fiel compañero. Soledad, desorden y pobreza no faltaban. Se enamoraron de las mitologías obreras; el comunismo los reclutó para luchar contra el nazismo, es decir, contra las dictaduras que pavimentaron el acceso al poder de Juan Perón.

Sin duda, La ribera es una de las mejores novelas que escribió la Argentina. Fue publicada en 1955. Su reimpresión no sólo es un acto de justicia histórica; es un regalo gratísimo para el buen lector. El libro seduce, en primer lugar, por su estilo, claro y potente como la voz de Sting. La prosa sentenciosa, filosófica, poética por momentos, se ubica en algún punto entre Carver y el Borges menos recargado. No es descabellado postular que Wernicke esculpió páginas perfectas. Es nuestro John Berger. Se hermanan en la ciega pasión bolchevique, en la convicción del arte como una misión y en el hecho de que ambos ostentan un talento extraordinario.

La historia transcurre a fines de la Segunda Guerra Mundial. El periodista Eduardo es un hombre solitario inventando un oficio manual. Se exilió en la ribera para curarse un asco, allí “donde el horizonte del río nos invita a todas las ansias“. Sufre “cosas de ricos”, le dicen. Es un tilingo empachado con desazones. Las injusticias lo indignan pero descree de las causas políticas y hace dos años que no ve al hijo. La simplicidad de los orilleros le alterará la vida: Simón el pescador; Nono, el albañil; Juan, el obrero militante; Susanita, la niña que deviene en hembra enamorada; Miguel Ángel, el adolescente chúcaro. Los personajes entran y salen como en una obra de teatro, muestran a flor de piel sus virtudes y defectos. No se alcanza, empero, a redondear una novela de aprendizaje. Eduardo, el burgués asocial, pasa de la indiferencia al compromiso y la simpatía con las camaradas, pero nunca logra amar. Malogra el mejor regalo que nos hace la vida.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.

Calificación: Excelente

viernes, 20 de noviembre de 2009

Los cien mejores libros de la década

Emulando a The Times


Gabrielaa, una gran lectora que publica un excelente blog, me advirtió que The Times ha presentado otra lista sublime: los cien mejores libros de la década. El ranking me permite, como siempre, constatar lo poco que he leído en realidad. Mi ignorancia y la discrepancia con algunas elecciones determinaron que sólo pueda respaldar diez libros:


97 The Brief Wondrous Life of Oscar Wao by Junot Diaz (2007)
89 The Enchantress of Florence by Salman Rushdie (2008)
85 Berlin: The Downfall, 1945 by Antony Beevor (2002)
73 Blind Willow, Sleeping Woman by Haruki Murakami (2005)
69 My Name is Red by Orhan Pamuk (2001)
65 Peeling the Onion by Günter Grass (2007)
44 Freakonomics: A Rogue Economist Explores the Hidden Side of Everything by Steven D. Levitt and Stephen J. Dubner (2005)
19 The Corrections by Jonathan Franzen (2001)
7 Life of Pi by Yann Martel (2002)
1 The Road by Corman


Quisiera completar la nómina, entonces, con aquellas obras con las que he pasado momentos muy agradables o muy instructivos durante los últimos diez años. No he incluido reimpresiones, excepto cuando se trata de recopilaciones de cuentos publicados por primera vez en castellano o bien de ensayos corregidos y aumentados. ¿Hace falta decirlo? La enumeración se rige, como siempre, sólo por el gusto caprichoso de un lector fervoroso y bien entrenado. Pero me atrevo a recomendar con toda convicción la lectura de los noventa títulos que se enumeran a continuación. Tienen algo -al menos una pizca de originalidad, sabiduría o belleza- que les han permitido sobresalir del pelotón de los mediocres.


Irlanda
1 - Christine falls - Benjamin Black (2005)
2 - Recorre los campos azules. Claire Keegan (2007).
3 - El otro nombre de Laura - Benjamin Black (2007)
4 - Cuentos completos - John McGahern (2009)


Inglaterra
5 - El jardinero fiel - John Le Carré (2001).
6 - Al encuentro de mí misma - Toby Litt (2003)
7 - Pompeya - Robert Harris (2003)
8 - Chesil Beach - Ian McEwan (2007)


Italia
9 - Baudolino - Umberto Eco (2001)


Alemania
10 - Los últimos - Katja Lange-Müller (2000).
11 - La mujer del mediodía - Julia Franck (2007)
12 - El coleccionista de mundos - Ilija Trojanow (2008)


España y Portugal
13, 14 y 15 - Trilogía Tu rostro mañana - Javier Marías (2002 a 2007).
16 - Cabo Trafalgar - Arturo Pérez Reverte (2004)
17 - Corsarios de Levante - Arturo Pérez Reverte (2006)
18 - Ensayo sobre la lucidez - José Saramago (2004)
19 - Mauricio o las elecciones primarias - Eduardo Mendoza (2006)


Francia
20 - La posibilidad de una isla - Michel Houellebecq (2005)


Suiza
21 - Tren nocturno a Lisboa – Pascal Mercier (2004)
22 - Cien Días – Lukas Bärfuss (2008)


Rusia
23 - El día del oprichnik - Vladimir Sorokin (2006)


Japón y China
24 – La montaña del alma. Gao Xingjiang (2001)
25 – Una novela real – Minae Mizumura (2002)
26 - Kafka en la orilla. Haruki Murakami (2002)


Estados Unidos
27 - Perfil asesino - John Connolly (2001)
28 - El libro de las ilusiones – Paul Auster (2002)
29 - Un as en la manga - Annie Proulx (2002)
30 - Cosmópolis - Don Delillo (2003)
31 - Vieja escuela - Tobías Wolff (2003).
32 - El Club Dante - Matthew Pearl (2003).
33 - Despojos de guerra - Ha Jin (2004)
34 - La Sociedad Literaria y del Pastel de cáscara de papa de Guernsey -
Mary Ann Shaffer y Annie Barrows (2005)
35 - No es país para viejos. Cormac McCarthy (2005)
36 - Hasta que te encuentre - John Irving (2005)
37 - Terrorista - John Updike (2006)
38 - Pura anarquía - Woody Allen (2007)
39 - La hija del sepulturero - John Carol Oates (2007)
40 - El traje del muerto - Joe Hill (2007)
41 - Los atormentados - John Connolly (2007)
42 - Cell - Stephen King (2007)


Argentina
43 - Partes de guerra - Graciela Esperanza y Fernando Citadini (2005).
44 – La grande – Juan José Saer (novela póstuma)
45 - Las mejores historias de hombres casados - Marcelo Birmajer (2005)
46 - El enigma de Herbert Hjostsberg - Hugo R. Correa Luna (2005)
47 – Salvatierra – Pedro Mairal (2008)
48 – Tuya – Claudia Piñeiro (2008)
49 – Cuarteto para autos viejos – Miguel Vitagliano (2008)
50 – La muerte lenta de Luciana B. - Guillermo Martínez (2008)
51 – Pájaros en la boca – Samanta Schweblin (2009)
52 - Realidad – Sergio Bizzio (2009)


América Latina
53 - La fiesta del Chivo - Mario Vargas Llosa (2000)
54 - Travesuras de la niña mala - Mario Vargas Llosa (2007)
55 - Diario de un libertino - Rubem Fonseca (2003)
56 – La novela luminosa – Mario Levrero (novela póstuma)
57 – Permiso para sentir – Alfredo Bryce Echenique (2005).
58 - Todas las familias felices - Carlos Fuentes (2006)
59 - 2666 - Roberto Bolaño (novela póstuma)
60 - Palacio Quemado - Edmundo Paz Soldán (2008)
61 - La casa de Dostoiesvky - Jorge Edwards­ (2008)
62 - Balas de plata - Elmer Mendoza (2008)


Ensayos
63 - Hitler 1936–1945: Nemesis - Ian Kershow (2000)
64 - La batalla por Dios: fundamentalismo en el cristianismo, judaísmo e islamismo - Karem Armstrong (2000)
65 - Bobos en el paraíso. Ni hippies ni yuppies: un retrato de la nueva clase triunfadora - David Brooks (2000)
66 – Diccionario de autores latinoamericanos – César Aira (2001)
67 - Ajenjo - Phil Baker (2001)
68 - Nietzsche. Biografía de su pensamiento (Tiempo de Memoria) -
Rüdiger Safranski (2001)
69 – Mussolini – Richard Bosworth (2002)
70 – Crítica de las ideas políticas argentinas – Juan José Sebreli (2002)
71 - Los judíos, el mundo y el dinero - Jacques Attali (2002)
72 - El nuevo imperio americano - Michael Ignatieff (2003)
73 - Al Qaeda y lo que significa ser moderno - John Gray (2003)
74 - Maldita guerra - Francisco Doratioto (2004)
75 - La dictadura nazi. Ian Kershow (2004)
76 - ¿El capitalismo es moral? - André Compte-Sponville (2004)
77 - ¿Dónde debemos encontrar la sabiduría? - Harold Bloom (2004).
78 – El telón – Milan Kundera (2005)
79 - Idios Kosmos. Claves para una biografía de Philip Dick. Pablo Capanna. (Edición corregida 2006)
80 – Europa en guerra – Norman Davies (2006)
81 - Las raíces del mal - John Kekes (2006)
82 - Un escritor en guerra: Vasily Grossman en el Ejército Rojo, 1941-1945 – Anthony Beever (2006)
83 – Buenos Aires, un millón de años atrás. Fernando Novas (2006)
84 - La venganza de la Tierra -James Lovelock (2006)
85 - Vidas de consumo - Zygmunt Bauman (2007)
86 - Golden Boys. Vivir en los mercados - Hernán Iglesias Illa (2007)
87 - Una nación conservadora. El poder de la derecha en Estados Unidos - John Micklethwait y Adrian Wooldridge (2007)
88 – Comediantes y martires – Juan José Sebreli (2008)
89 – Descenso al caos – Ahmed Rashid (2008)
90 – El día D – Anthony Beevor (2009)


Internauta, tu que has llegado aquí, detente y escribe. ¿Qué libros publicados en la última década crees que le falta a esta apasionada lista?
Guillermo Belcore


PS: Omar Genovese, un intelectual que admiro por su coraje y su capacidad para la crítica, aporta en su blog cinco títulos para el canon de la primera década del siglo:
- Peripecias del No, L. Chitarroni.
- Cultura, G. Báñez.
- Borneo, O. Coelho.
- El siglo, A. Badiou
Y un quinto, "ignorado con denodada mediocridad":
- Arte Poética – Seis Conferencias (en Harvard), Jorge Luis Borges, 2001, Edit. Crítica, Barcelona (original en inglés publicado en 2000).

domingo, 15 de noviembre de 2009

El nombre del viento

Patrick Rothfuss
Plaza Janes. Novela fantástica. 872 páginas. Edición 2009

Apuntalada por una formidable maquinaria de promoción y por sus indudables virtudes literarias, una meganovela fantástica avanza por todo el mundo con botas de siete leguas. El nombre del viento es el primer tomo de una ambiciosa trilogía. Fue publicado en ingles en 2007 y, si no me equivoco, ésta es la primera reseña que aparece en la Argentina. En España, hasta el diario El País le ha presentado sus respetos.

El estadounidense Patrick Rothfuss (1973) es catedrático de lengua y literatura inglesa en una universidad de Wisconsin. Como tantos avispados, un buen día decidió explotar una fórmula de probada eficacia. El lector corriente (¡bah!, todos nosotros) gusta de consumir entretenimientos que reencanten el mundo. Algo de magia y espadas; una pizca de Medioevo y aventuras; algunos demonios, animales fabulosos y paladines, una constelación de sectas, mitos, conspiraciones y demiurgos. El género fantástico no es más ni menos honroso que cualquier otro. Nunca me cansaré de repetir que no hay especies literarias menores, sino grandes o pequeños escritores. Y Rothfuss califica para las ligas mayores. He leído sus casi novecientas páginas con avidez. No me avergüenza confesar que me robó horas de sueño. Sólo bostecé con las ñoñas aproximaciones amorosas del héroe.

El héroe se llama Kvote (pronúnciese “cuouz”) el Arcano, el Sin sangre, el hombre que ha aconsejado a reyes, hablado con dioses y cuyo nombre ha sido tanto elogiado como maldecido en la Universidad. Después de una vida legendaria que cantan los aedas y deforman los viejos parlanchines, se oculta bajo el disfraz de posadero en un pueblo de mala muerte. Hasta allí, llega el Cronista, un narrador excelente, una de las veinte personas en el mundo que conoce el nombre del hierro. Ha oído las historias y quiere los hechos reales. Kvote le abre su corazón, pues malos presagios rondan por las región. Campesinos fueron malheridos por un escral. Son arañas negras como el carbón, con el tamaño de una rueda de carro. No tienen ojos ni boca, pero sus patas son afiladas como cuchillas. Tienen la consistencia de la cerámica. Viven para matar.

El primer volumen de Rothfuss relata minuciosamente los primeros años del adalid. Es una historia sobre los Chandrian, figuras legendarias que aparecen como un rayo en un cielo despejado. Son pura destrucción, sin sentido. Masacraron a los padres de Kvote y a toda su troupe de artistas trashumantes por haber estado cantado unas canciones que nunca conviene cantar. Kvote queda solo en el mundo. Malvive como gorrón en las calles de la perversa ciudad de Tarbean hasta que decide probar suerte en la universidad. Tiene sólo quince años pero cuenta con una inteligencia prodigiosa, sólidos conocimientos de magia simpática (fue alumno aventajado de Abenthy el arcanista) y un talento inusual para el laúd. El examen de ingreso es durísimo pero Kvote lo logra. Poco tarda en ganarse enemigos: es un buscapleitos innato. La búsqueda desesperada de dinero consume gran parte de sus energías. Pero el muchacho va progresando con un objetivo primordial en su alma: vengar a sus padres. Conoce el amor y en una de sus correrías hasta mata a un lagarto escupe fuego de cinco toneladas; el animalito estaba a punto de arrasar un pueblo.

El estilo
La prosa de Rothfuss es rica en imágenes sensoriales, con algunos giros elegantes y buenos símiles. Ha tallado párrafos muy bellos. Tiene tendencia a crear aforismos y sentencias (“una persona inteligente e irreflexiva es una de las cosas más aterradoras que existen“). Se toma su tiempo para narrar los episodios decisivos, como la competencia musical en la taberna Eolio en la que Kvote gana el caramillo de plata. La tensión está bien dosificada. No es una novela pefecta, por supuesto. Causa fastidio, por ejemplo, el ardid de fragmentar el texto en capítulos infinitesimales. Es la moda, qué se le va a hacer. Una concesión a los lectores perezosos.

Se ha comparado este libro con El Señor de los Anillos. Falso. Su imaginería no alcanza la potencia de Tolkien. Si se trata de encontrar un aire de familia, prefiero afirmar que tiene algo de Dickens o de Twain (el de Huckleberry Finn) aderezado con elementos fantásticos. El universo Rothfuss se conforma con leves variaciones de lo real. Hay una sana intención de verosimilitud, de coherencia interna. La magia abreva, cómo no, en la cabala y el gnosticismo: los nombres dan forma al mundo y un sabio que puede pronunciarlos va camino al poder. Un nombre es el fuego en sí. La mayoría de las cosas tiene vida de uno u otro modo. Eso es el Arcano. También el libro le debe algo a Freud: todos tenemos dos mentes: una mente despierta y una mente dormida. Hay una subrealidad.

Kvote llamó al viento y el viento lo escuchó. Espero ansioso la segunda parte.
Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

PS del 31-12-09: Puedes leer un esclarecedor reportaje en

sábado, 14 de noviembre de 2009

Bradbury habla

Ray Bradbury
Editorial Suma. Ensayo sobre literatura, 284 páginas. Edición 2009. Precio aproximado: 45 pesos.

En 1950, Ray Bradbury vivía en California. Su esposa estaba embarazada y tenía sólo sesenta dólares en el banco. Un amigo le sugirió probar suerte en Nueva York. Cruzó un continente entero en ómnibus con una pila de cuentos sobre el regazo. “¿No escribe usted novelas?, le preguntaban, desdeñosos, los editores. Soy un velocista, no un corredor de fondo, respondía él. Finalmente, el mandamás de Doubleday le propuso atar en una suerte de novela desvencijada todos esos relatos sobre Marte que Bradbury había publicado en revistas de mala muerte. “Redácteme un resumen, amigo, y si veo que es lo suficientemente bueno le daré unos setecientos cincuenta dólares como adelanto“, le propusieron. Ray trabajó toda la noche en el albergue de la Asociación Cristiana de Jóvenes. As¡, nació Crónicas marcianas, uno de los mejores libros de todos los tiempos. Hasta Borges se enamoró de esa obra legendaria.

Anécdotas deleitosas como ésta sazonan Bradbury habla, una colección de ensayos informales inspirados en las ideas y las experiencias del más famoso autor de ciencia ficción. La prosa, repleta de giros coloquiales, tiene una frescura cautivante. Es la antítesis de esa pesada maquinaria que estropea los ensayos formales o los textos de los faisanes dorados que emulan a pensadores franceses. Bradbury, un optimista incorregible, transmite la alegría que surge del acto de escribir. La urgencia por decir, narrar, describir, opinar estrangula al estilista. ¿Templar una frase? ¿Corregir la puntuación? Por favor‚ déjense de tonterías.

Bradbury divaga sobre escrituras, ficciones, personas famosas, París y Los Angeles. Evoca su lucha cuerpo a cuerpo con el guión de Moby Dick (ganó Ray). Postula que ser humano significa purificar la sangre de toda violencia. Anticipa que nuestros amados perros están transitando su camino hacia la humanidad. Ya sienten la diferencia entre el bien y el mal, conocen la culpa y sufren tristeza. ¿Si alguna vez nos extinguimos, surgirá una civilización canina?
Guillermo Belcore
Esta reseña se publica en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.

Calificación: Bueno

PD: Creo que podría ser amigo de Bradbury. Me parece un tipo delicioso, de esos con los que se puede conversar durante horas y nunca aburrirse. Oigan esta estrofa que escribió:
“Así que no juzguen a una raza de arañas.
Porque no tenga vuestro rostro.
Detrás de vuestros ojos puede acechar un enemigo
Mucho peor de lo que conoce un lagarto”.

lunes, 9 de noviembre de 2009

Wernicke en Starbucks

Diario de un lector exaltado X

Sábado 11.45, Palermo viejo


Llueve. Cae la lluvia minuciosa. Cae o cayó. La lluvia es una cosa que sin duda sucede en el pasado. ¡Qué maravilla es Borges! Espero a una amiga que hace mucho, mucho tiempo que no veo. Estoy en un local de la famosa cadena Starbucks. Estoy en Malabia al 1700, Palermo viejo. Pido un café grande y una factura descomunal. ¡Veinte pesos! Precios asesinos. Me tenté con un roll con crema pastelera y nuez. Tiene el tamaño de un plato mediano. Supongo que fue concebido según el desaforado gusto estadounidense, es decir, cuanto más grande mejor. Tengo para mí que la competencia es una fuerza salutífera en la vida de las naciones, el funcionamiento de las economías y la formación de la personalidad. Pero me resulta absolutamente desagradable esa demencial carrera de la gastronomía del Norte por ofrecer más y más comida a los cuerpos obesos. Tres o cuatro hamburguesas en un sándwich, ¡qué asco! ¡Qué desperdicio! Me digo, avergonzado, por qué pediste entonces una golosina sideral, en lugar de una barrita de cereal o de esos sanguchitos caros y magros que ofrecen en Starbucks. Me respondo: es mi única comida hasta la cena. Además, sólo tengo tres o cuatro kilogramos de más en torno a la cintura. Pero actuaste como un angurriento, optaste por el mazacote, replica la conciencia.



Me siento junto a una ventana. Mesita redonda y un pared acolchada para la espalda. Desdeño los gustosos sillones, tipo living de clase media tradicional. Necesito tomar notas. Hay mayoría de
turistas en el enorme salón. Estoy leyendo una novela excelente. Estoy concluyendo La ribera de Enrique Wernicke (1915-1968). Termina el año y -pienso satisfecho- he cumplido uno de los objetivo que me había planteado en mi carácter de lector voraz pero quisquilloso: leer toda la biblioteca Los recobrados, que el gran Abelardo Castillo seleccionó para el sello Capital Intelectual. Son esos libritos de tapas simplonas y precio accesible que nos hacen señas desde los quioscos de diarios. Encierran gemas argentinas que no debían permanecer en el olvido.


¿Quién es el Wernicke de hoy, me pregunto mientras miro el agua correr y mojo la factura en el café? Andrés Rivera, no. Es un comunista recalcitrante sí, pero sus últimas obras me han defraudado. ¿Y entre los nuevos? ¿Alguno de la troupe de los nac&pop? No lo sé. Si debo prejuzgar basado en comentarios ajenos pero confiables, le apuesto unas fichas a Juan Terranova. Me consta su potencia en la crítica literaria (excepto cuando escribe sobre amigos), pero no lo conozco aún como novelista. Debería hacerlo.


Sigo preguntándome: ¿Cómo es que nunca había leído algo de Wernicke? Es un John Berger criollo y, al mismo, un estilista notable. Un izquierdista que entiende que el arte tiene una misión social y que escribió con una prosa trasparente y justa. Se lo ha comparado con Carver, pero me parece que contiene un fulgor poético del cual carece el norteamericano. Hay pasajes con exquisita filosofía de barrio. Transcribo el comienzo del libro, para dejar constancia de la belleza del estilo de Wernicke:

“Derperté bruscamente, totalmente lúcido.
Era imposible demorarse en la inconsciencia: la mañana estallaba en la ventana de la piecita y me había penetrado el cuerpo cuando apenas entreabrí los párpados.
Me senté en la cama apoyando la espalda en los duros barrotes. La luz invadía la reducida habitación y su impertinente desenfado señalaba los más graves defectos de mi vida: soledad, desorden, pobreza. Sábanas arrugadas y sucias. Ropa en el suelo. Una botella de vino, vacía. Un libro abierto y manchado. Puchos de cigarrillos.
Estigma de una noche como tantas.
Pero la ventana me ofrecía un nuevo día y resultaba grato recomenzar a vivir.
Me vestí distraídamente. Miraba las ramas del sauce recién brotado que se interponía entre mi casa y la calles. Cuando di unos pasos buscando mis alpargatas, el piso cedió bajo mi peso con esa blandura que suele tener la tierra fresca. Sonreí. No siempre soy capaz de sentir las cosas.
Di otros pasos por sentir nuevamente la elasticidad de la madera. Y recordé la sensación que se experimenta al subir a un bote y la liviandad de la marcha sobre un muelle de madera.
Recordé un mar lejano. Y de pronto me sentí feliz.
Al fin de cuentas, una vez más vivía en una ribera, y el río, si no el mar, estaba a unos metros de mi casa”.


Los orilleros
La ribera fue publicada en 1955. Narra la historia de un burgués acongojado e indiferente (alter ego de Wernicke) que se recluye en la costa agreste de Vicente López para curarse la desesperación y el asco de sí mismo. Se inventa el oficio de fabricante de muñequitos de plomo. Traba relación con los orilleros, pero el alcohol sigue siendo su mejor amigo. El amor y la militancia política lo interpelan. Mientras tanto, se derrumba el nazismo en Europa pero pervive en la Argentina. Prefiero no decir más. Descubran el tremendo final por ustedes mismos. La ribera es, sin duda, una de las mejores novelas que se ha escrito en la Argentina. Una historia sentimental que jamás se degrada en sentimentalismo, como alguien sentenció.


Me temo que me he aficionado a las reimpresiones. Lo reciente-nacional me provoca, a priori, indiferencia. Con el cine argentino me pasa lo mismo. Está mal, lo sé. Pero abrigo prejuicios como casi todos los seres humanos. Ojalá alguna sorprendente novedad me rescate de este letargo fóbico. ¿Alguién puede recomendarme un libro? Bernardo Jobson, Humberto Constantini, Sara Gallardo, Leopoldo Lugones, Eduardo Wilde, Wernicke son, por ahora, mis nuevos amigos.
Guillermo Belcore

sábado, 7 de noviembre de 2009

Roxana

Daniel Defoe
La Bestia Equilatera. Novela, 452 páginas. Edición 2009

Que un libro escrito hace casi trescientos años con pluma de ganso y propósito edificante logre atrapar hasta el final a un fatigado lector del siglo XXI, corrobora que el genio no tiene fecha de caducidad. El rescate de la más ambiciosa obra de Daniel Defoe (Londres 1660-1731) es una magnífica noticia. Apologista de la recta conciencia y reformador social con la estrecha visión de un clérigo temeroso de Dios, Defoe fue un pionero de la novela moderna. Fue, por encima de cualquier otro rasgo, un enorme escritor.

El libro narra, en falsa primera persona, la historia de una amante afortunada. Lady Roxana nació en Francia pero fue llevada de niña a Inglaterra. A los quince años se casó con un eminente cervecero (un cabeza hueca) que la abandonó con cinco hijos. Conoció la miseria hasta que se degradó en amante de un joyero. Enviudó en Francia, donde un príncipe la convirtió en su querida. Se sucedieron en la cama un honesto comerciante holandés y un petimetre de la corte inglesa. Finalmente, nuestra pecadora mutó de dama de placer a mujer de negocios y condesa atormentada por su pasado.

La literatura de Defoe hace discursos y acuña sentencias para alertar sobre la ceguera de la humanidad. Quiso aquí denunciar el parasitismo, la concupiscencia y el orgullo. Otros subtemas interesantes son la bastardía, las injustas leyes maritales y la dignidad de la libertad femenina. Alivia el barroquismo moral, la claridad de un estilo típicamente inglés. La redundancia, el estereotipo, la ñoñería (se iguala el sexo con el mal) nunca llegan a estropear la felicidad de la lectura. Y hay pasajes de imperecedera vigencia. Se les recomienda, por ejemplo, a los chicas que, en nombre del cielo, nunca se casen con un tonto: “Con otros maridos quizás serán infelices, pero con un tonto serán miserables; con otros esposos quizás serán desdichadas, pero con un tonto lo serán indefectiblemente. Todo lo que hace es tan extraño, cada cosa que dice es tan vacía, que una mujer con algo de cerebro no puede menos que sentirse hastiada y harta de él veinte veces al día. ¿Habrá algo más espantoso para una mujer que llegar en compañía de un hombre apuesto y galante y tener que sonrojarse cada vez que el susodicho caballero abre la boca?”.
Guillermo Belcore
Este comentario se publica en los Suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata, el domingo 8 de octubre.

Calificación: Bueno

PD: Los tiempos aún no estaban maduros, pero Roxana prefigura de, alguna manera, la novela libertina. Defoe, el pacato comerciante que quiso ser clérigo, no se animó a ser explícito, pero me da la impresión de que las imágenes sexuales estaban vívidas en su mente mientras escribía. ¡Tres hurras por LBE! Novelas como ésta nos permiten abandonarnos al placer de la lectura.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Sables y utopías






Mario Vargas Llosa
Aguilar. Ensayo de política, 480 páginas. Edición 2009

La sombra implacable de Sartre (y detrás de ella el espectro de Voltaire) ha inspirado el ensayismo de Mario Vargas Llosa. Primero como heraldo de la revolución socialista en América, luego como su más encarnizado enemigo, en su carácter de adalid de la utopía liberal, tan categórica como la primera. Esta recopilación de escritos periodísticos e intervenciones públicas encierra esa faceta apasionada del escritor peruano. Criba más de treinta años de historia. El polemista que comulgue con las ideas de Vargas Llosa encontrará munición de la mejor calidad para abrir fuego contra los Castro, los Chávez y los Kirchner, y “contra ese enjambre de mediocres que en los medios o las universidades sólo escriben lo que le ordenan o (lo que es todavía peor) o lo que suponen que le ordenarían“. Quienes no comulguen, podrán disfrutar del diarismo de alta calidad.

El contenido se organiza en cinco capítulos: la peste del autoritarismo; auge y declive de las revoluciones; obstáculos al desarrollo; defensa de la democracia y el liberalismo; beneficios de la irrealidad en el arte y la literatura política. Los interesados en la política valoraran las primeras etapas; los que hemos concluido que el arte es la más interesante de las actividades del ser humano, agradecemos la última. Como crítico literario, Vargas Llosa pocas veces ha sido superado. Mucho valor histórico tienen las cartas abiertas a Fidel Castro, Velazco Alvarado y el general Videla. En la página doscientos diecinueve se postula que un libro de la filóloga Ana María Barrenechea sobre Borges es el que mejor explica el enigma de la Argentina.

No es éste el lugar propicio para discutir posturas ideológicas. Cada loco con su tema. Digamos sólo que el volumen ha sido concebido para obrar como ariete formidable contra todas las ideologías que pretenden encerrar al individuo en una entidad mayor y contra los paraísos perdidos que siguen generando esperanzas y quimeras al sur del Río Bravo (suelen defenderse con un palo en la mano y una venda en los ojos), sean éstos de origen guevarista, indigenista, peronista, bíblico o pinochetista.
Guillermo Belcore
Publicado en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata, el domingo 1 de octubre

Calificación: Bueno

lunes, 2 de noviembre de 2009

¡Ah los premios literarios!

Moscardón imaginario XX

Los últimos días se otorgaron dos premios literarios, Letra Sur y Clarín. Ojalá no me elijan para reseñar los libros. Me he autoexiliado de la novela para ganar premios, que -a fuerza de repeticiones- ya conforma una suerte de subgénero. Hace unos años la describía así: "Tiene no muchas páginas, capítulos breves, prosa que halaga al lector perezoso. Las densidad temática o psicológica no es lo suyo. Pero un punto de denuncia social y una mínima especulación filosófica resultan bienvenidas. Abundante material autobiográfico vivorea en la trama. En el mejor de los casos llegará a ser lo que Harold Bloom denomina piezas de época. Agradables, a lo sumo, para el hoy pero en un par de años nadie las tendrá en cuenta".

Si la memoria no me engaña, me han defraudado el noventa por ciento de las novelas premiadas que me vi forzado a leer por cuestiones de trabajo. Pueden corroborarlo en los archivos en La Biblioteca de Asterión. Pero hay excepciones. Hay excepciones para todo en la vida, ese es el problema. Muy interesante -eso sí- me ha resultado siempre la trastienda de los premios, la revelación o el chisme delicioso que se filtra por los medios no tradicionales. Es que la sospecha, como si fuese un ave de rapiña, sobrevuela dos de cada tres de estos superfluos acontecimientos culturales. Acabo de leer un texto afligido que escribió un finalista de Letra Sur 2009. Apareció en uno de los blogs que aquí recomendamos y narra el papel vedetteril o digno de escritores famosos. Es una crónica excelente, mejor que la publicada en los diarios. Al interesado en el tema, sugiero visitar Crítica Creación.


Hace cosa de un año archivé un reportaje que Silvina Friera le hizo al gran crítico Ignacio Echeverría. Decía el español que "Los premios literarios son simulacros de ficción con jurados falsos y con una mecánica que se sabe que es corrupta, y que además responde a la ética del comercio y no a los valores de la estética o de la crítica. Pero curiosamente, los medios de comunicación obedecen a la consigna de la industria cultural de dar como noticia cultural premios que son comerciales. Todos los agentes de la industria editorial se suman en ese tinglado montado en torno de los premios; no sólo está la picardía y la audacia de los editores sino que están involucrados escritores de mucho prestigio, que se prestan a ser jurados de una comedia, y están también los periodistas culturales que aceptan, sin levantar el trapo de la farsa de los premios, publicar esas noticias como noticias culturales, y que terminan participando de una promoción gratuita, haciendo entrevistas al autor ganador".

Supongo que este señor, despedido de El País de Madrid por corajudo, sabe de lo que habla.
G.B.

domingo, 1 de noviembre de 2009

El candor del padre Brown

Gilbert Keith Chesterton
Editorial Claridad. Libro de cuentos, 215 páginas. Edición 2009.

Borges escribió hasta el cansancio que que los libros de G. K. Chesterton (1874-1936) son ocasiones de felicidad. ¡Claro que sí! Es una magnífica noticia que un sello nacional reimprima la magia y el brillo del padre Brown, pescador de almas de cara redonda y bonachona, paradigma del humilde detective razonador. Su virtud -como la de Chesterton- es razonar con sólidos e indisputables primeros principios. Encontrar la verdad, que resplandece como el sol.

Los doce cuentos del volumen fingen ser policiales; son buenos, porque cada uno incluye una especulación filosófica. Plantean un problema fantástico pero el curita de Essex, con su infaltable sombrilla, descubre siempre una explicación lógica. Los personajes son como actores que entran en escena, notaba Borges. La elegancia del estilo es otra virtud del libro. Obsérvese aquí: “Era uno de esos viajes en que el hombre no puede menos de sentir que se va acercando al término del universo, aunque enseguida se da cuenta de que simplemente ha llegado a la entrada del parque de Tufnell”.

El delincuente es el artista creador, mientras que el detective sólo es el crítico, estableció el literato inglés. El buen sacerdote se enfrenta al fuego del anticlericalismo, al rey de los bribones, a un asesino mentalmente invisible, a la alambicada honradez del único hombre que no hace más que su deber. Evita un robo y salva un alma, gracias al sencillo hecho de haber escuchado unos pasos por un pasillo. Desbarata un crimen a lo Charles Dickens.

Chesterton pertenece a la más rara especie de moralista: un católico suave y liberal. Es decir, es más inglés que católico. Se siente obligado a denunciar a las clases ociosas. Da a la Iglesia Católica el privilegio del sentido común. Tiene un exquisito sentido de la ironía. Tolera el socialismo, pero desdeña a la vehemente Francia y a la orgullosa Escocia. Se trata, en síntesis, de uno de esos narradores que -sin haber engendrado una obra maestra- ha enaltecido como pocos la profesión.
Guillermo Belcore
Publicado hoy en los suplementos de Cultura de La Prensa de Buenos Aires y La Capital de Mar del Plata.
Calificación: Muy bueno