jueves, 28 de agosto de 2008

Fuera

Susanna Tamaro­
Seix Barral. Cuentos, en 141 páginas. Edición 2008.
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En 2002, Susanna Tamaro (Trieste 1957) hilvanó cuatro relatos por una causa noble: defender a los inmigrantes, denunciar la idiotez, ruindad y egoísmo de sus compatriotas frente a los miles de desesperados, de piel caoba o canela, que irrumpen en pos de un tesoro llamado Italia. El camino del infierno, por desgracia, está empedrado con buenas intenciones. Es posible que este libro sea uno de los peores que haya escrito una de las más populares (y polémicas) plumas italianas.

Las historias son muy tristes. Todas desembocan en la muerte. Nabila, una viuda proveniente de Sri Lanka, intenta cruzar la frontera a través de bosques tenebrosos y helados. Trae al invierno alpino a su chiquito de cuatro años, descalzo y en remerita. El desenlace es obvio. No es el único error: la traductora del cuento confunde Eslovaquia con Eslovenia.­

Salvación se llama una joven filipina que sueña con ser monja y cae en manos de una pareja de profesores vagamente izquierdistas. La señora la estafa y el marido se sacia con su cuerpo. Una moto de agua le termina arrancando la cabeza. El protagonista de la tercera historia se llama Arik. Nació en el centro de Africa y es adoptado por un matrimonio de Milán, sin hijos, sin caridad, sin un ápice de inteligencia. Cierran el volumen, las peripecias de Rosella, inquietante morena de Cabo Verde. Fue contratada como empleada domestica por un octogenario obsesionado con el orden y el respeto.­

La prensa progresista ha crucificado a Tamaro, la abadesa, por razones ideológicas. Es una hija fiel de la Iglesia y una severa crítica de la hipocresía de los bien pensantes. Es cierto que su producción literaria bascula, generalmente, entre la buena ficción sentimental y las ñoñerías moralistas. No conviene buscarla en estos textos feos, degradados con estereotipos y fantasmas.­
Guillermo Belcore­

­Calificación: Malo­

martes, 26 de agosto de 2008

Pájaros de América

Mary McCarthy
Novela. Editorial Tusquets. Edición 2007.

La espléndida sombra de Inmanuel Kant transita por las páginas de este libro. Peter Levy, el protagonista, es un muchacho tímido que se ha propuesto actuar como si su máxima fuera una ley universal. Admira a Don Quijote y lleva en la billetera escrita una premisa: nunca tratarás al prójimo como instrumento. Pero en el fondo prefiere los pájaros y el arte a la mayoría de las personas.
Su padre es un historiador judío que escapó de Mussolini. Su madre, una concertista famosa, vástago de una familia patricia de Estados Unidos. Después de un frustrado retorno a la América tradicional, el edípico Peter viaja a Francia a completar sus estudios de filosofía y se tropieza con la brutalidad del mundo.
Tan atractiva historia fue publicada por primera vez en 1965 por una de las mejores narradoras de Estados Unidos, algo olvidada en el tiempo, aunque con una pequeña feligresía entusiasta, como el editor del suplemento cultural de La Prensa. Bienvenida, pues, la reimpresión.
Mary McCarthy (Seattle, 1912-1989) escribe con una prosa clara y sedosa. Sus páginas son elegantes y rebosan de cultura, humor inteligente y nostalgia delicada. Estuvo casada con el gran crítico norteamericano Edmund Wilson,
quien la animó a probar suerte en la ficción.
Pájaros de América conforma un retrato muy vívido de los intelectuales de clase media acomodada de la Unión. Vietnam, la lucha civil de los afroamericanos, el turismo de masas, la pérdida de valores tradicionales, los clochards (esos mendigos de tradición parisina) interpelan su mala conciencia.
Puede que las anécdotas de Peter parezcan a simple vista triviales, algo así como una tormenta en un vaso de agua. Pero McCarthy demuestra acá que se trata de una magnífica prosista de ideas y caracteres. La novela nunca
deja de ser seductora.
Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

CALIFICACION: Bueno

domingo, 24 de agosto de 2008

La forma intermediaria

Silvia Baron Supervielle
Adriana Hidalgo. Novela, 180 páginas. Edición 2008.

Silvia Baron Supervielle nació en Buenos Aires en 1934, se radicó en París en los sesenta y desde entonces emplea el idioma de Balzac. El moroso y recargado andamiaje de la cierta narrativa francesa lo aligera en esta nouvelle intimista con un par de recursos eficaces. En primer lugar, el cruce de géneros. Además de lirismo, la historia envuelve reflexión filosófica y una obra de teatro que empuja la trama. Agrada también el desdoblamiento del protagonista. Yo es nosotros.

Manuel Marino, editor y biólogo, se enamora una noche de Rebeca Lerson, la reina de la fiesta. Nunca antes la pasión ha brotado con tanta fuerza del pecho de Manuel, pero Rebeca tiene, ¡ay!, marido poderoso y amante joven, bello y poeta. A la vampiresa le deleita un juego perverso: provocar y alejarse, no le interesa sino su carrera de actriz. Al hombre lo obsesionan los caballos, se encierra a rastrear la llegada del primer galope en el horizonte, pesquisa que le conduce a la genealogía del ser humano y de los sentimientos. Su amada escribe un texto dramático y finalmente le reclamará a Manuel que sea su compañero de escena. Una ficción que anule a la otra. Las escrituras y el frenesí se confunden. El le exigirá bosquejar el último cuadro.

El título del libro define claves estilísticas y conceptuales. Menudean las formas intermedias o intermediarias. Supervielle rechaza los diseños acabados tanto en la condición humana como en la forma de narrar. Se utilizan símbolos para expresar lo que las palabras no saben decir. Una cita exquisita de Montaigne abre cada capítulo. La prosa poética exige al máximo nuestra atención. Algo precioso asoma en cada página, pero los lectores impacientes correrán el riesgo de no captarlo.
Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno
PD: Silvina Friera entrevistó a la autora con motivo de su segunda novela. Podés leerlo en http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/4-10188-2008-05-28.html

viernes, 22 de agosto de 2008

Los verdugos y las víctimas

Laurence Rees
Crítica. Ensayo de historia. 298 páginas.

Stephen King, el rey de los espeluznante, tiene un talento excepcional para describir cómo se comportan las personas comunes y corrientes en circunstancias inimaginables. Este libro también, pero no se trata obviamente de la confrontación con vampiros o fantasmas sino con los demonios humanos que ha engendrado el siglo XX. He aquí un catálogo de violadores, asesinos en serie, caníbales y de sus desdichadas víctimas.

Laurence Rees conduce los programas históricos de la BBC. Lleva quince años investigando al nazismo. Engarza ahora treinta cinco historias personales, basado en las entrevistas que realizó en los años noventa. Ha interrogado a gente mayor sobre sus motivaciones más íntimas. Urdió así un fresco estremecedor de la Segunda Guerra Mundial. Hablan sobrevivientes de Auschwitz y Stalingrado, esbirros de Hitler, Hiroíto y Stalin, pilotos que carbonizaron a ciudades enteras o que habían decidido inmolarse por la causa, mujeres sometidas a ultrajes inenarrables, patriotas y canallas.

Acaso por su formación televisiva, el autor se hunde una y otra vez en el paternalismo: un ensayista que ansía ser comprendido por el gran público. El texto gana claridad pero pierde rigor intelectual. Rees demuestra, por otro lado, talento para captar detalles y para divulgar datos poco conocidos. ¿Sabías que los japoneses mataron a quince millones de chinos entre 1937 y 1945?
La obra es un honesto intento de sondear la psiquis humana. Medita sobre una de las preguntas más perturbadoras: ¿Qué hubiera hecho yo en su lugar? Concluye, con un dejo de amargura que la ética situacional -es decir, la cultura y la moral del entorno- es mucho más decisiva de lo que a nuestra vanidad le gustaría admitir.
Guillermo Belcore

Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa

Calificación: Bueno

martes, 19 de agosto de 2008

Réquiem por el Este

Andrei Makine
Tusquets. Novela de 302 páginas. Edición 2008.

Esta novela narra el infinito sufrimiento que el siglo XX infligió al pueblo ruso. Denuncia la crueldad y estupidez de la revolución bolchevique y de su prolongación lógica -el estalinismo- que planificaba las matanzas tal como hacía con el tonelaje de las cosechas. Conmueve con las carnicerías de la Segunda Guerra Mundial y con las aventuras imperiales de una gerontocracia decrépita. Describe la reciente transformación del Kremlin en un tumor mafioso.
Andrei Makine nació en Siberia en 1957. A los treinta años, se refugió en París sin un centavo en los bolsillo. Llegó a dormir en las calles. Su talento, empero, se abrió paso. Hoy brilla escribiendo en el idioma de Balzac. Su obra El testamento francés obtuvo los Premios Goncourt y Médicis. Entre los galos absorbió cierto odio visceral y primario a los estadounidenses y el desdén por las camarillas intelectuales, que acaso lo hayan ofendido. En esta novela hay una pintura ajustadísima del decidor de verdades, mediocridad típica de la República de las Letras.
Requiem por el Este, publicada en 2000, relata la historia de un médico militar que fue reclutado por los servicios secretos. Es una fiera rara, que no actúa como los demás, arrastra su paso por un orfanato. Tras el derrumbe de la Unión Soviética, lo único que le queda en la vida es una ironía manida y cenizas de recuerdos inútiles. Sus abuelos, sus padres, la única mujer que amo, su maestro en el espionaje, todos son víctimas de la Historia. Como en una pesadilla, los cambios se atropellan unos a otros. Pero también hay un pequeño espacio para la nobleza.
La prosa es elegante, fría y está urdida con imágenes rotundas. Una mano que cose la tela de la mosquitera en una noche infestada de muerte. Una mujer sola en la inmensidad de la estepa. La crítica española ha encontrado en la escritura atormentada de Makine ecos de Dostoiesvski.

Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

PD: Otro interesante fresco de la maldad del bolchevismo. Para los amantes de la novela histórica.
PS: El sábado 24 de enero de 2009 La Nación publicó un interesante reportaje a Makine. Desliza Luisa Corradini que fue miembro de los servicios secretos de la URSS. Podes leerlo en http://adncultura.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1091715

lunes, 18 de agosto de 2008

Viaje Intelectual

Paul Groussac
Editorial Simurg. Ensayos y autobiografía. Dos tomos. Precio aproximado de cada uno: 50 pesos


Bastaron dos ensayos de desigual ejecución -ambos publicados en 2005- para que un sello editorial se animara a hacer justicia con Paul Groussac. Borges lo llamaba nuestro Samuel Johnson y postuló que no puede no quedar en el olvido. Es un rugido eminente que, como destacaba el buen diario La Prensa hace siete décadas, “quiso ser argentino, honda e intensamente argentino”.
Con el apoyo del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, Simurg imprimió los dos tomos de El viaje intelectual. Enhebran más de treinta ensayos escritos por Groussac entre 1880 y 1919, casi ochocientas páginas en total. Hasta el presente no habían tenido una reedición íntegra. Así somos los argentinos con nuestro patrimonio cultural.
¿A qué ámbito del saber pertenecen? Hay múltiples afiliaciones, anticipa el prólogo excelente de Beatriz Colombi: historia, crítica literaria, relatos de viajes, siluetas o retratos, artículos de costumbres y estudios filológicos. El propio autor admite su aspecto de muestrario, para no decir de cajón de sastre. Esto no implica un demérito; en la variedad también está el gusto.
Paul Groussac nació en Toulouse en 1848. A los dieciocho años, llegó a Buenos Aires con una carta de recomendación inservible. Fue ovejero, pedagogo, periodista, inspector, protegido de Nicolás Avellaneda y amigo de Carlos Pellegrini y Roque Saenz Peña, historiógrafo, crítico deletéreo de arte, estilista y director de la Biblioteca Nacional durante cuarenta y cuatro años. Fue respetado, misterioso y temido. Rubén Darío lo motejó “condestable de la crueldad”. Supo explotar su exagerado rótulo (él lo había inventado) de literato europeo. Jugó a ser Pigmalión sin tener paciencia para enseñar. Prestó servicios al patriciado porteño como panegirista y embajador cultural. Fue docto pero fragmentario, autoritario, mordaz y vapuleador sin clemencia. Murió ciego en su despacho (1929). Influyó en Borges, en Lugones y quién sabe en cuántos otros. ¿Cómo no preservar sus escritos?


NUESTRO QUIRON
Tres ensayos de la obra se interesan en Domingo Faustino Sarmiento. El primer tomo arranca con la necrológica de esa gloria americana. “No es el momento de juzgarle -dice Groussac-. Sólo es permitido medir a bulto la estatura del hombre por el vacío que deja su ausencia”.
Sin embargo, lo juzga. ¡Y cómo! Este francés ha escrito en castellano alguno de las mejores retratos de su época. Maneja el epíteto como una daga. Groussac llama a Sarmiento héroe de la voluntad, ebrio de yanquismo, baqueano intelectual (gran descubridor de verdades políticas y sociales), extraña mezcla de vidente y de sonámbulo.
Ni siquiera la inmediatez de la muerte mitigaban en Groussac el placer de una buena polémica. Escribió que Sarmiento “ha sido periodista y casi podría afirmarse que no ha sido otra cosa”. Sancionó que Facundo, civilización y barbarie es “un librejo mal escrito y peor compaginado pero que, desde el sólo título, formula clarísima la solución del problema nacional que durante años hemos perseguido”. Cierra con una comparación erudita. Sarmiento fue Quirón, el centauro preceptor de Aquiles y amigo de los héroes. Mitad genio, mitad bestia; la personalidad más intensamente original de la América latina.
Las imágenes clásicas esmaltan la prosa de Groussac. Se alternan -he aquí la gracia- con el criollismo más sabroso. De aquel etimólogo dijo que “por cada pato nos trae cien gallaretas”. Y desahució a ese otro por “el estilo espeso como el arrope, con andar de carro atascado”.
El segundo texto sobre el gran educador es una crítica demoledora a Rodin por la estatua inaugurada en los jardines de Palermo el 25 de mayo de 1900. “Aquel bronce no muestra el cuerpo ni revela el alma de Sarmiento”, bramó. Narra su visita al taller del artista en París, cuando le gritó exasperado: “¿Qué vé usted en Sarmiento”. El monigote de bronce sería fruto pues de la falta de cultura general de Rodin: “casi no ha leído, ni viajado que es otra lectura más importante aún... amalgama en partes casi iguales el gran talento y el pufismo”.
La última sarmientina es la crónica de un encuentro casual en Montevideo. El ex presidente -”esa calvatrueno de calabaza con abultada jeta que parece magullar las palabras”- cautivaba en 1883 a los uruguayos “alternando puñados de sal gruesa con preceptos de alta sabiduría”.
Hoy, cuando la indagación del pasado se degrada en un Pigna o un Lanata, este fresco no puede no quedar. Quien ame la historia disfrutará un Sarmiento previo a la canonización escolar y al resentido periodismo revisionista. Un Sarmiento humano demasiado humano, contradictorio, que devora a los 72 años lonjas de lechón, se conmueve en un manicomio al ver un clavel amarillo, abruma a un chico de 15 años con un discurso de estadista sobre la isla Martín García. Un Sarmiento que nunca quiso a nadie.


EL NERVIO FRANCES
Afirma Groussac en el prólogo que su estilo goza de algo de “la línea neta y nerviosa de sobriedad que caracterizan al francés”, idioma que favorece “la gracia discreta, la adecuación perfecta de la expresión al pensamiento”.
A favor, anotamos una riqueza expresiva de la era anterior a la televisión. Gazmoñería, baturrillo, rábula, perulero, arriscado, patuá, floripondio... el lector saldrá más rico de lo que había entrado. Se ha conjeturado que -como Conrad o como Nabokov- es otro caso de aloglosia, la sublime apropiación de la lengua de su país de adopción.
Las estampas (Daudet, Bizet, Víctor Hugo, Renan), el minucioso rastreo de un supuesto americanismo o de un refrán español, la anécdota en un vagón de tren también saben deliciosas. Sólo el paisajismo de Groussac hace rechinar los dientes. La prosa poética ante el mar o la mañana montevideana es cursilería pura. A menudo, el yoísmo arrogante y la obsesión por el alto argumento son ripios; empero, nunca estropean el conjunto.
Groussac remonta una tradición insigne e interpreta con maestría la figura del viajero, “un poco snob en busca de impresiones y crítico avisado que de antemano prevé una decepción”. Mar del Plata y las cataratas del Iguazú previos al turismo de masas (ya por entonces una plaga, Groussac dixit), Cosas de España y de Francia, de Punta Arenas a Mendoza, son textos muy entretenidos.
Hay también un discurso exquisito y revelador ovacionado en el Teatro de la Victoria el 2 de mayo de 1898, a cuento de la guerra entre Washington y Madrid. Evidencia cómo ha columbrado nuestra clase dirigente a Estados Unidos, una interpretación miope y, a la postre, suicida. Groussac comienza reseñando lo que la humanidad le debe a España. Postula no sólo que Cuba no merece la independencia, sino que “asistimos a una crisis suprema de la civilización”. El espíritu europeo -dieciocho siglos de fe profunda a un ideal- fue declarado caduco, por la amorfa y bestial cultura estadounidense, cuyos rasgos son los del Calibán de Shakespeare. Rebaja y vulgariza todo lo que toca. El yanquismo democrático, confort advenedizo y lujo plebeyo, sólo posee esa alma apetitiva que en el sistema de Platón es fuente de pasiones groseras y de instintos físicos.
Frente a esos mercaderes insaciables que pregonan como Franklin que “el hombre es una animal que fabrica herramientas”, se alza la América española, toda aristocracia espiritual. Hoy ya sabemos -gracias a los textos de Juan José Sebreli, por ejemplo- que ideas desaforadas como ésta finalmente socavaron la Argentina liberal, la del milagro, la que permitió surgir a inteligencias de la talla de Paul Groussac.


Calificación: Excelente

Publicado en el Suplemento Cultural del diario La Prensa
PD: Este es la entrada más extensa que he publicado. Groussac se lo merece. No te lo pierdas si te interesa la cultura nacional, aunque discrepes con las ideas desaforadas del autor.

miércoles, 13 de agosto de 2008

Cuaderno de navegación

Leopoldo Marechal
Seix Barral. Ensayo. 167 páginas.


Más que un partido, el peronismo es una mentalidad. Una forma de entender la acción política, la organización económica y social, la naturaleza del Estado. En sus mentes más lúcidas, las ideas destilan un Parnaso teórico tan respetable como cualquier otro. Esta reimpresión ofrece una magnífica pieza doctrinaria, esculpida por un intelectual que cultivó el neoplatonismo cristiano. Cuaderno de navegación data de los años sesenta. Un ochenta por ciento de sus páginas no ha perdido frescura. La autopsia de Creso, por ejemplo, proporciona argumentos filosos al kirchnerismo para la batalla contra el campo. Inspirado en la Ciudad de Dios y las jerarquías previas al capitalismo, Leopoldo Marechal (1900-1970) condena al rico porque su pasión acumulativa trastorna el orden de la distribución justa. El volumen incluye en total once textos con un inédito: Poeta depuesto es tanto un sublime lamento por verse excluido de la inteligencia vernácula como un razonado ditirambo al Caudillo esencial. Hay también dos encantadores relatos de un apólogo chino, un breve tratado sobre lo ridículo, una meditación en torno a las estaciones que se suceden en el arte y en la vida (romanticismo tras academicismo). El erudito agradecerá las claves razonadas de Adán Buenos Ayres. Una obra profunda de Bernardo Koremblitt gatilla la hermosa hipótesis de que el arte sólo se denigra cuando se pone al servicio de las potencias inferiores. Leer hoy a Marechal -como a Murena o a Martínez Estrada- intimida, produce una sensación semejante a nadar en un mar tumultuoso. Uno se sumerge en un ámbito regido por el capricho y la desmesura. La mente, pobrecita, se ahoga a veces sin remedio como en los escritos sobre astronomía. Pero en otros momentos, nuestro pensamiento se refresca y estimula. Flotan alrededor nuestro hebras de seductora belleza.
Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa

Calificación: Bueno

PD: A riesgo de parecer un carcaman, voy a recomendar esta obra en nombre del acerbo nacional. Marechal no puede quedar en el olvido.

lunes, 11 de agosto de 2008

Villa Celina

Juan Diego Incardona
Norma. Cuentos. 199 páginas. Edición 2008. Precio aproximado: 40 pesos


La música nacional ha engendrado en estos años un rictus contestario de casi nulo valor artístico conocido como el rock chabón o el rock barrial. Procede de las entrañas del conurbano bonaerense y gusta de revolcarse en la podredumbre. Resulta tentador encuadrar este libro orillero en esa propuesta estética, habida cuenta que el autor se deleita con Viejas Locas y Villanos. Pero sería injusto y reduccionista. En sus picos, Juan Diego Incardona tiene la potencia y la destreza de un Roberto Arlt. Empero, cuando se torna pretencioso puede que desafine como el saxo de Callejeros.

Villa Celina es un retazo del partido de La Matanza delimitado por el Riachuelo, la General Paz, el Mercado Central y la Autopista Richieri. Como en todos lados, hay gente trabajadora, lumpenaje y forajidos. Es, ¡cómo no!, un bastión del peronismo. En veinte cuentos, con bellas ilustraciones de Daniel Santoro, Incardona bosqueja un fresco cautivante de la pequeña aldea. Los textos que en su blog había agrupado en la serie Aguafuertes, redondean algo ta feliz como una épica y poética del suburbio degradado. Destilan también una mitología y una ética primitiva que puede resultar desagradable. La culebrilla, el carnaval, el hombre gato, las trifulcas brutales, la vecindad solidaria y la música son algunos materiales que moldea el hábil artesano.

En lo que al estilo se refiere, el libro evidencia plasticidad. Hay páginas límpidas como "un día peronista" y otras correosas, porque reproducen el monólogo de un limado. Las jergas pocas veces fatigan, aunque se abusa de ciertos recursos obvios como salpimentar con citas de Los Redonditos. Incardona es un excelente contador de anécdotas. Habrá que ver la magnitud de su imaginación cuando se canse de ir a ver que escribió en la pared la tribu de su barrio.

Guillermo Belcore

Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa.


Calificación: Bueno


PD: Un buen retrato de la cultura bonaerense. Podés encontrar al autor en http://www.elinterpretador.com.ar/

viernes, 8 de agosto de 2008

Apocalípsis 2012

Lawrence E. Joseph­

Planeta. Ensayo de 342 páginas­

­En 2012 vencerán los bonos que Roberto Lavagna entregó a los atrapados en el corralito. Londres celebrará los Juegos Olímpicos. El Club Atlético Temperley cumplirá cien años. También, si este libro tremendista dice la verdad, ocurrirán una serie de catástrofes que arrojarán a la humanidad al borde de la extinción o bien de “un gran despertar”. Puede que el Sol fría los planetas con un nivel sin precedentes de radiación. O que despierte el supervolcán Yellowstone. También es probable que decline el campo magnético de la Tierra, o que el sistema solar ingrese en una mortífera nube de energía interestelar. Si finalmente nada de eso sucede, el autor del ensayo está dispuesto a disculparse en público. ¡Vaya tipo!

Lawrence E. Joseph es un periodista que cree haber resuelto misterios primordiales. Mezcla conocimientos científicos con astrología, parapsicología, ecologismo y New Age con el propósito de detallar las maneras en que el mundo podría llegar a su fin dentro de cuatro años. Esos “saberes bajos” -expresión acuñada por Foucault, si no me equivoco- son realmente muy divertidos, pero resulta imposible tomarlos en serio. La próspera subcultura del Apocalípsis no engendra más que literatura de supermercado.

La obra asegura, por lo demás, que la civilización maya viene profetizando desde hace un milenio y medio que 2012 está destinado a ser un año de traumas y convulsiones sin cuentos: “la sociedad de alta tecnología recibirá su merecido”, amenaza. Joseph propone una oración ad hoc al Altísimo, sugiere sacrificar en público camionetas cuatro por cuatro como escarmiento y urge a contratar como consultores y conferenciantes a ancianos y chamanes mayas. Ah, además revela que si hay un punto inmune al inminente Apocalípsis es la localidad de Berea, Kentucky.­
Guillermo Belcore

Calificación: Malo­

PD: A los yankees les encantan estas fruslerías, los argentinos tenemos asuntos más urgentes para preocuparnos.


miércoles, 6 de agosto de 2008

Maldita guerra

Francisco Doratioto­
Emece - Ensayo de 637 páginas. Edición 2004.
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En 1860, el cono sur era un caldero de brujas. Fronteras borrosas engendraban una inestable paz armada. Dos potencias intentaban, a punta de bayoneta, consolidar la unidad nacional. Y la crueldad era pan de todos los días. El paso en falso lo dio un Calígula que administraba su país como una estancia brava. Ares entró en escena durante cinco largos años y las Furias segaron 350.000 vidas. Este libro ofrece, desde la trinchera brasileña, una mirada inteligente sobre las causas, el desarrollo y las consecuencias de la Guerra del Paraguay.

Francisco Doratioto es un respetado catedrático de Brasilia. Vivió en Asunción y encontró documentación parcialmente inédita. Intenta, en nombre de la verdad histórica, pulverizar ciertos mitos del revisionismo que ve la mano malvada de Inglaterra atrás de todo. Explica que el Paraguay beligerante era una versión degradada de la Nicaragua de Somoza. Francisco Solano López fue un déspota aventurero y obstinado, con una percepción errónea de su poderío e incapaz de leer el escenario internacional. "Es un disparate considerarlo un mártir antiimperialista", sentencia.

Doratioto no oculta las ambiciones de Brasil y la Argentina, que ardían por resolver encrucijadas internas con guerras afortunadas. El gran agresor, no obstante, fue Solano López: nunca consideró una solución diplomática, acicateado por uruguayos blancos que intrigaban entre bambalinas. Pero no existen buenos y malos en el relato, sino intereses y personalidades en pugna.

La tesis puede discutirse. Empero, la tarea de reconstrucción histórica es impresionante. Desfilan ante nuestros ojos tremendas batallas; fue la segunda guerra total de la edad contemporánea. ­

El autor es benévolo con Mitre, lo considera un visionario que reemplazó la tradicional animosidad entre Buenos Aires y Río de Janeiro por un eje de colaboración. En cambio, maltrata a Urquiza. Era, al parecer, un patrón deleznable. Sus peones podían estar hasta seis meses sin recibir un centavo.­

Guillermo Belcore­

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Calificación: Muy bueno­

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PD: Muy interesante es revisar el revisionismo. En la Guerra del Paraguay se cumplieron todos los objetivos estratégicos de Brasil. La Argentina se tuvo que conformar como botín de guerra con Formosa y Misiones, dice el autor. ­

lunes, 4 de agosto de 2008

Cuentos de navegantes

Autores varios­
Alfaguara. Cuentos, 398 páginas. Edición 2008.

En un poema sublime, Borges se preguntó: “¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento/ y antiguo ser que roe los pilares/ de la tierra y es uno y muchos mares/ y abismo y resplandor y azar y viento?”. Ese asombro primordial ante un exceso de la naturaleza (“quien lo mira lo ve por vez primera, siempre”) ha engendrado la mejor literatura. Lo confirma esta excelente recopilación de cuentos.

El libro trabaja con materiales nobles y abigarrados, desde Horacio Quiroga a Marcel Schwob. Sólo en un caso sospechamos que la selección no ha sido eficaz. ¿Stevenson no escribió nada mejor sobre el arte de navegar que el deficiente El barco que se hunde? Hecha la salvedad, digamos que es una obra ideal para abandonarse al placer de la lectura. Algunos textos permiten, también, aprender un par de cosas sobre los hombres.

El lector encontrará una prodigiosa exhibición de estilo de García Márquez. Sin usar el punto y aparte (y sin que decaiga la atención ni una milésima de segundo), narra en seis páginas la aparición de un barco fantasma. Borges recrea a la viuda Ching pirata y Conrad, con imágenes poderosas, evoca sueños de juventud. Con prosa límpida, Carlos María Domínguez revela una canallada frente al puerto de Montevideo. Muy instructivos son los apuntes de Leopoldo Brizuela -aunque quizás le sobren algunas páginas- sobre el oficio de foguista en las canoas yaganes.­

No faltan las bárbaras efusiones de sangre. Lobodón Garra (el hijo díscolo del general Justo) relata una matanza inútil de lobos marinos en el mar más peligroso del mundo; Pierre Mac Orlan imagina una preciosa dama de alcurnia con el cuello rebanado por un galeote. Igual de conmovedoras son las urdimbres de los últimos días de un vikingo apaleado (Alvaro Mutis) y de un padre solitario en el Delta (Haroldo Conti).­

Guillermo Belcore­

Calificación: Muy Bueno


sábado, 2 de agosto de 2008

Divisadero

Michael Ondaatje­
Editorial Alfaguara. Novela de de 309 páginas. Edición 2008.
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­Los romances desatan fuerzas por encima de cualquier límite moral. Vivimos permanentemente en la repetición de nuestras propias historias, contemos lo que contemos. Sobre estas dos certezas se asienta la quinta novela de Michael Ondaatje (Sri Lanka, 1943), el narrador canadiense por adopción que saltó a la fama con El paciente inglés 1992) y cuya peculiar forma de expresarse es objeto de polémicas eruditas.

El libro relata la historia de Anna, Claire y Coop, hermanos de crianza en una granja de California, bajo la severa autoridad del padre de Anna. En la adolescencia, la chica se enamora de Coop, yacen juntos hasta que el dueño de casa los descubre y casi mata a golpes al muchacho. Anna lo defiende como una tigresa y huye para siempre. Dos décadas más tarde, viaja a Francia para investigar la vida y obra de Lucien Segura, un poeta olvidado. Se enamora de Rafael, cantor gitano. Coop, en tanto, se vuelve un tahur; despluma incautos con el póquer. Claire le salva la vida dos veces. La segunda parte del libro viaja hacia atrás, reconstruye la vida del escritor francés. El título Divisadero alude a una calle de San Francisco y al acto de ver algo de lejos, divisar el pasado.

Ondaatje cultiva una prosa poética, alambicada, que suele alcanzar cimas de belleza que cortan el aliento. Se ha dicho que esconde un lenguaje musical. Pero también se desbarranca en la cursilería. Hay cierto dramatismo excesivo que perturba. Los personajes, con su propio encantamiento, disponen de su manera de escapar al mundo. La trama, plagada de guiños para entendidos, incluye desde soflamas contra la invasión a Irak hasta el detalle amoroso de la campiña francesa. Invita a la relectura, lo cual implica que la erótica de la obra funciona con creces.­
Guillermo Belcore­

Publicado en el suplemento cultural del diario La Prensa

Calificación: Bueno

PD: Rodrigo Fresan, uno de mis críticos de referencia, escribio una verdadera declaración de amor literario en el ABC de Madrid (www.abc.es/abcd/noticia.asp?id=9959&num=853&sec=32)


PS: Cuando me entregaron esta novela para reseñar en La Prensa presentí que se trataba de uno los textos imprescindibles de 2008. Confieso que lo conclui con cierta desilusión. Fresan afirma que no es un libro para todos o para cualquiera. Quizás ninguno lo sea, pero me parece que Divisadero es la típica “escritura para escritores”. Deslumbra con sus procedimientos a sus colegas, pero los que no somos del palo nos quedamos fuera del juego.

viernes, 1 de agosto de 2008

La muerte y los desencuentros

Elvira Orphée­
Ediciones Fundación Victoria Ocampo. Novela de 180 páginas. Edición 2008.

Está bien que esta nouvelle publicada en 1989 vuelva a ver la luz. En verdad, no merecía el injusto olvido. Elvira Orphée (San Miguel de Tucumán, 1930) cautiva por su talento para el vocablo raro y escogido, el fulgor poético y una delicada habilidad para hincar en la trama los colmillos de la realidad nacional.

Se narra la historia de una familia maldita en los cerros tucumanos, los hijos del médico Sarmiento y de una señora, muy enferma. Una de las chicas, la narradora, vuelve al hogar, ya casada, después de años en Europa. Dureza y dulzura, eso tiene. Intenta averiguar cómo murieron sus padres, mientras rehace la relación con sus exóticos hermanos y tropieza con otro amor. El pueblo los detesta o les teme. Crímenes políticos urden el telón de fondo. “El odio va de aquí para allá, devolviendo acrecentadas las ofensas”, nos advierten.

El libro esboza un contraste muy agradable entre el país del frío, donde opera la geometría y la contención; y el nuestro, en el que suceden cosas del fin del mundo y los paisajes son tremendos. Lo real maravilloso es la clave: hay serpientes diabólicas, cazadores de guanacos, perfumes de azahar, tormentas pavorosas, el magnífico desatino de los nuestros, el calorcito y el desgano. Sólo puede reprochársele a la autora el escaso desarrollo de algunos personajes muy interesantes. Las páginas también exhalan magia y mitos ancestrales.

Lo que eleva esta obra al nivel de una gran novela es la esplendidez del lenguaje. Al atardecer se lo llama “la hora en que la luz se acuesta”. La prosa combina el deje sentencioso del Noroeste con cierta morosidad francesa. El efecto es muy estimulante y alarga la novela, pues obliga a una lectura lenta y concentrada para el disfrute de frases que han sido templadas y repujadas con esmero.­

Guillermo Belcore­

­Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

PD: Hay vida fuera del circuito comercial. Orphee es una gran estilista. Podes leer otra reseña en www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-4221-2008-06-28.html