domingo, 28 de diciembre de 2014

Al límite

POR GUILLERMO BELCORE

A principios de septiembre de 2001, hubo en la Bolsa de Chicago un repentino y anormal aumento de opciones de venta de United Airlines y American Airlines. Miles de opciones de venta pero muy pocas de compra. El volumen negociado sextuplicó el tráfico normal. ¿Información privilegiada? ¿Alguien, de muy arriba, sabía lo que se le venía encima a Estados Unidos?

Planteado de otra forma, ¿el 11-S fue Pearl Harbor o el incendio del Reichstag? ¿Otro fracaso monumental de prevención o una conspiración para que Los Administradores “tuvieran su Guerra contra el Terror, un conflicto sin fin y empleos en seguridad hasta que les reviente el culo”? La pregunta no sólo la han formulado anarquistas de la Web o intelectuales de izquierda a lo Michael Moore sino el más inteligente y culto de los escritores de Estados Unidos. Suenen las trompetas. Ha llegado al español la octava novela de Thomas Pynchon (Nueva York, 1937). Sus materias primas son la destrucción del Word Trade Center, el estallido de la burbuja puntocom, la estupidez de la vida cotidiana, la maldad de la economía de mercado libre de ataduras. La lista continúa, pues, en “la pantalla de inicio del tardocapitalismo triunfal, Pynchon es un solitario píxel de insatisfacción", podría decirse, modificando, ligeramente, una metáfora usada por el eremita más famoso del mundo, ahora que Salinger está muerto. La novela se rige por una premisa genial: la paranoia es el ajo de la cocina de la vida. Nunca está de más.

Para quien esto escribe, Al límite (Tusquets, 491 páginas) merece el galardón ‘Mejor Novela 2014‘. Por los recursos en juego, la abrumadora cantidad de ideas que ponen a prueba nuestra comprensión y bagaje cultural, la seriedad de los asuntos abordados, el magistral uso de la ironía, los diálogos vibrantes, el tono cómico. Tiene la trama un punto de contacto con la anterior novela de Pynchon (Vicio propio, Tusquets, 2009): la estructura pseudopolicial. Pero aquí el motor de la acción no es un detective fumeta sino una investigadora privada de fraudes y delitos económicos. Se llama Maxine Tarnow, es judía y vive en Nueva York. Mencionamos su religión porque el judaísmo es otro nudo importante del libro.

El documentalista Reg Despart y su amigo Eric, un genio de la informática que es el doble de suspicaz, descubren algo raro en la contabilidad de un magnate de la tecnología de la información. Algo que tiene que ver con Medio Oriente. Le piden a Maxine que investigue a Gabriel Ice, señor del Universo Web 1.0. Como Alicia en el País de las Maravillas, entramos entonces en una protorrealidad, a un cosmos paralelo, donde cada personaje materializa un arquetipo. Paisajes de porquería empresarial y gubernamental nos salen al paso. Pynchon, el último de los enciclopedistas iluminados, ha querido registrar todos los chanchullos de la alborada del siglo XXI. Un espeso hilo paranoide une decenas de historias opacas, encriptadas y sibilinas. Una advertencia, amigos. Leer a Pynchon exige máxima atención: más allá de la exactitud de la traducción (¡puaj, caló madrileño!), si te distraés, no atraparás el chiste. También hay páginas desopilantes y una pizca de ciencia ficción (Montauk Project).

EXPEDICION ANTROPOLOGICA

Leer a Pynchon, asimismo, es lanzarse de cabeza a la piscina de la antropología urbana. Uno se encuentra en la superficie con esos seres elementales que describen las novelas del montón, pero también con las criaturas extraordinarias que moran en las profundidades, en las zonas mas oscuras de la sociedad, y que siempre atrapan nuestra imaginación. En Al límite nadan especímenes de la ‘nerdistocracia’ (estamos en plena resaca de Silicon Alley), y de la estructura de poder de Estados Unidos, uno de los cuales es el agente Nicholas Windust, quien ha torturado personas y realizado negocios turbios en la Argentina. Una digresión. Es notable el conocimiento que tiene Pynchon de nuestro país. Sabe de Villa Freud y opina que la obediente sumisión de Menem-Cavallo al Fondo Monetario Internacional fue “una suerte de ley lacaniana del Padre fuera de control“.

En rigor, nada de lo humano le es ajeno a este extraordinario narrador. El momento cultural pop al completo. Toneladas de curiosidades, desde el inframundo maya o la colonia que usaba Hitler a las carteras de Mónica Lewinsky y un Second Life, mejorado, deteniéndose con amorosa atención en la degradación mercantilista de la ciudad de Nueva York (Giuliani bailaba al son de los más infames promotores inmobiliarios). La denuncia (convincente) de cierta imposición filistea de un consenso embrutecido y romo acerca de lo que tiene que ser la vida urbana, es otro de los puntos altos del libro.

El autor de Contraluz, por cierto, puede compararse con Jorge Luis Borges. Con los conceptos que pueblan la obra de ambos podría escribirse una especie de Encyclopedia Britannica apócrifa. Verbigracia: Pynchon inventa aquí a uno de los primeros psicoanalistas, un tal Otto Kugelblitz, expulsado por Freud de su círculo íntimo (le arrojó la colilla del puro a la cara) por haber concebido la ’teoría de la recapitulación‘: “la vida humana no es otra cosa que una sucesión trastornos mentales: el solipsismo de la más tierna infancia, las histerias sexuales de la adolescencia y la primera madurez,  la paranoia de la madurez, la demencia de la última fase de la vida. Todo conduce a la muerte, que al final es la cordura“. ¿Ingenioso, verdad?

El sesentismo, con un dejo inconfundible de socialismo moderado, versus los yuppies, los desmanes neoliberales y Bush y sus esbirros (Cheney, Rumsfeld, Wolfowitz, Feith) es la antinomia fundamental de un libro, al que uno abandona en la última página con melancolía, si no tristeza.
¡Qué lastima que no durara unas doscientas páginas más! Pynchon proporciona argumentos a favor de la teoría de la conspiración. Los republicanos sabían lo del 11-S (el escritor lo denomina “la atrocidad”) y no hicieron nada al respecto. “Fue otro ejercicio para volver loca a la gente corriente para que siga balando y suplique protección“, reflexiona un personaje. ¿Exagerado? Escuchen éstas sentencias:
  • * El postcapitalismo tardío ha enloquecido. Va de frenesí en frenesí de mercado. Es un fraude piramidal a escala planetaria.
  • * Los magnates de la información encarnan una reposición neoestalinista.
  • * Las torres del WTC también eran símbolos religiosos. Representaban lo que Estados Unidos adora por encima de todo: el mercado... “Los estadounidenses creen que la Mano Invisible del Mercado lo rige todo. Libran guerras santas contra religiones rivales como el marxismo.  Frente a todas las pruebas que demuestran que el mundo es finito, ésta es una fe ciega en que los recursos naturales nunca se agotarán, en que los beneficios seguirán aumentando eternamente,  igual que la población mundial: más mano de obra barata, más consumidores adictos“.
  • * Internet no es inocente,  devora nuestro tiempo, fortalece el control de Los Administradores.
  • * ¿Cuánto se ha alejado la vida moderna de las realidades básicas? Estar al tanto de todo lo que se cuece es la cima de la sandez del urbanita. El invierno de lo contingente.
  • * ¿Cuan de derecha debe ser una persona para considerar a ‘The New York Times’ un diario de izquierda?

Si hay una obra que merece el Premio Nobel, en el sentido de máximo reconocimiento universal al talento literario, es la de Thomas Pynchon. Pero la Academia Sueca, acaso por temor a que el anacoreta no vaya a buscarlo, ha decidido ignorarlo (como a Borges, Proust, Nabokov, Roth, etc). Uno debe concluir que no existe nada más parecido a los tecnócratas del FMI que los mandarines de Estocolmo.

Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.



Calificación: Excelente


domingo, 21 de diciembre de 2014

Las 25 mejores lecturas de 2014

(una lista provisoria y caprichosa)


POR GUILLERMO BELCORE

Definir los “25 mejores libros del 2014” es una tarea imposible. Nadie puede haber leído tanto para comparar; por ende, cualquier enumeración por el estilo peca de arbitraria y fatalmente incompleta. Prefiero hablar de "mis 25 mejores lecturas de 2014”, las que más placer y conocimiento me han entregado. Sí, todo en primera persona, la seña de identidad de un blog que pretende ser la mera transmisión de experiencias lecturas, sean gozosas o frustrantes, que también las hay. Una aclaración, es menester. Nunca antes había leído tan poca literatura nacional. De lo publicado en el corriente año, sólo pude concluir (por trabajo) una sátira que no era para mí. Es una limitación, lo sé, pero con franqueza no he avizorado nada de la Patria que me entusiasmara, al punto de salir corriendo a comprarla, ni siquera arrastrando los pies, bah. Creo que hoy la narrativa argentina está en una fase de luna nueva y sólo las estrellas consagradas -como Alberto Laiseca- refulgen en la oscuridad y el frío. Con el rock nacional pasa lo mismo, por cierto.

1) Al límite.
Thomas Pynchon. Tusquets. Edición 2014.
La novela del año, sin duda. Un fresco impresionante de la Nueva York y el tardocapitalismo de principios de siglo. Una brillante exhibición de enciclopedismo. Además, ¿el 11-S fue Pearl Harbor o el incendio del Reichstag?

2)  El jardín de las máquinas parlantes.

Alberto Laiseca. Gárgola. Edición 2013.
Casi 800 páginas de realismo delirante, la especialidad de la casa. Duelos esotéricos narrados con un barroquismo tan erudito como atorrante.

3) La rubia de ojos negros
Benjamin Black. Alfaguara. Edición 2014.
John Banville (Black es su seudónimo para el género policial) lo hizo de nuevo. La mejor pluma de la anglósfera revivió a Philip Marlowe y salió airosa del trance.

4) Mr. Mercedes
Stephen King. Plaza Janes. Edición 2014
El rey del terror decidió honrar el género policial con una novela sin aditamentos paranormales. Un banal asesino en serie oficia de protagonista. La vena sociológica resulta tan interesante como el duelo entre bien y mal.

5) NOS4A2
Joe Hill. Suma de Letras. Edición 2014.
El hijo de Stephen King mantiene viva la llama. Ha creado un vampiro que caza niños y atrapa nuestra imaginación. Hay resonancias borgeanas en la novela.

6) Calles y otros relatos
Stephen Dixon. Eterna Cadencia. Edición 2014.
Un sello boutique amplió nuestra cartografía literaria. Hay aquí frases, párrafos, cuentos enteros incluso (‘La firma’ o ‘Calles‘, por ejemplo) que podrían definirse como “perfectos”, si es que esa meta pudiese ser alcanzada en arte.

7) Diario nocturno. Cuadernos 1946-1956.
Ennio Flaiano. Fiordo. Edición 2014.
Otro sublime rescate de una PYME argentina en ascenso. La felicidad de la sabiduría y de la dicción exquisita colorean impresiones, recuerdos y relatos de un intelectual italiano que, además, era brillante como crítico de arte.

8) Canadá
Richard Ford. Anagrama. Edición 2014
Narrativa pura y dura. Una historia fascinante, conmovedora por ratos, de un chico cuyos padres asaltan un banco. El patrón decimonónico de novela sigo vivito y coleando.

9) 1914
Max Hastings. Crítica. Edición 2014
En el año del centenario de la Primera Guerra Mundial, un ensayo monumental, de amena y adictiva lectura, rebosante de datos, anécdotas y testimonios provenientes de todas las clases sociales.

10) Carthage
Joyce Carol Oates. Alfaguara. Edición 2014.
Al fin, la Alta Literatura registra las guerras de Bush, aquí en uno de sus costados más infames, el drama de los ex combatientes. Digo yo, ¿no es hora que la Academia Sueca consagre la obra de la más prolífica escritora de la Unión?

11) Los hijos
Gay Talese. Alfaguara. Edición 2014.
Calabria tiene quien la escriba. La obra maestra de uno de los titanes del Nuevo Periodismo redondea una genealogía minuciosa. Intima para nuestra tribu, los descendientes de italianos del sur.

12) Acerca de Ernst Jünger
Martin Heidegger. El hilo de Ariadna. Edición 2014
Una bonita sorpresa. El más opaco de los Grandes Pensadores del siglo XX se muestra aforístico, fragmentario, accesible sin apartarse un palmo de lo metafísico. Incluso se esboza un método heideggeriano de crítica literaria.

13) Seis propuestas para el próximo milenio
Italo Calvino. Siruela. Edición 2014.
Alarde de erudición y lucidez, guía de lecturas, convincente ejercicio de crítica literaria; incluso una reivindicación amorosa de Borges. El volumen rescata las conferencias que Calvino no pudo dictar en Harvard. La muerte lo sorprendió.

14) Underground

Haruki Murakami. Tusquets. Edición 2014
Bajo la égida de Truman Capote, escribió Murakami (mi escritor japonés favorito) esta vibrante recopilación de historias del 20-M de 1995, cuando Tokio sufrió un ataque con gas sarín, el peor atentado de su historia.

15) Bloody Miami.
Tom Wolfe. Anagrama. Edición 2013
Un fresco descomunal y sombrío de la más latinoamericana de las urbes de Estados Unidos; es decir, Miami. A mí juicio, lo mejor de Wolfe desde ’La hoguera de las vanidades’. La raza como factor primordial del siglo XXI.

16)  La felicidad de los pececillos

Simón Leys. Acantilado. Edición 2011.
Reconozco que estaba equivocado. En la recopilación de artículos periodísticos también puede emerger lo sublime. No existe tema artístico o social que el comentario del sinólogo belga Leys no sea capaz de elevar hasta el Parnaso de la excelencia.

17) La era victoriana en literatura
G.K. Chesterton. Prometeo Libros. Edición 2012.
Un libro, plagado de ideas sugerentes, en el que el más avezado polemista de las letras contemporáneas desmenuza grandes nombres. A Chesterton, que siempre tiene razón, le interesan la ética, las concepciones morales y las mentalidades.
18)  La mujer de Guatemala
V.S. Pritchett. La bestia equilátera. Edición 2014.
Cuentos que desbordan de esa virtud tan difícil de describir como esencial que Chesterton denominaba “glamour” y Stevenson, “encanto“.

19) Payasadas
Kurt Vonnegut. La bestia equilátera. Edición 2014.
Algo de ciencia ficción, pero con sátira social, poesía grotesca y filosofía. Estamos hablando de Vonnegut, que era una especie de sabio. El Apocalipsis de Estados Unidos, narrado por su último presidente, neandertaloide con seis dedos en cada mano.

20) Estuve allá afuera
Ronaldo Correia de Brito. Adriana Hidalgo. Edición 2014.
Una de perdedores, a lo Onetti. Recife, en tiempos de dictadura militar. La novela, que tiene mucho de autobiográfica, es protagonizada por un estudiante de medicina y por el Nordeste brasileño. La prosa fluye con naturalidad.

21) Kassel no invita a la lógica
Enrique Vila-Matas. Seix Barral. Edición 2014
El viejo y eficaz truco del soliloquio del neurótico. Vila-Matas narra su experiencia en la Documenta de Kassel, una feria de vanidades, la penúltima estación de la vanguardia.

22) Viajes y otros viajes
Antonio Tabucchi. Anagrama. Edición 2012.
Es sorprendente que en plena era de la televisión del cable, un libro de viajes pueda conmovernos. Antes de morir, Tabucchi recopiló una serie de artículos que había publicado en revistas, diarios y libros. De Camberra a Buenos Aires.

23) Curzio Malaparte
Maurizio Serra. Tusquets. Edición 2013
Monumental biografía de un sinvergüenza muy querible e inteligente. El fascinante ensayo deja incluso un mensaje doble para Carta Abierta: antes de militante se es intelectual; todo pasa menos la misión de testimoniar.


24) Sólo en Berlín
Hans Fallada. Océano. Edición 2013.
Primo Levi dijo de este libro que es “el más importante jamás escrito sobre la resistencia alemana”. Suscribo el dictum. Y añado que el anclaje con la Historia en ningún momento rebaja la calidad artística. Enorme intensidad dramática.

25) Un holograma para el rey
Dave Eggers. Random House. Edición 2013
Eggers ha creado un personaje de la misma estirpe que Bartleby el escribiente o Akaki Akákievich. ¿Será un exceso de entusiasmo sostener que esta novela es El capote de nuestro tiempo?

jueves, 18 de diciembre de 2014

La sociedad de coste marginal cero

Jeremy Rifkin

Paidós. Ensayo de economía y sociedad. 461 páginas. Edición 2014 

Primero anunció el fin del trabajo. Luego predijo que Europa se convertiría en la superpotencia dominante.  Ahora el profesor Jeremy Rifkin quiere que creamos que la hecatombe del capitalismo está a la vuelta de la esquina. Se trata de un cambio de paradigma, en el sentido que le dio Thomas Kuhn a esta palabra. La llamada Internet de las cosas (IdC) está generando la Tercera Revolución Industrial,  cuyo rasgo primordial es una economía de la abundancia pues el aumento extremo de la productividad hará que el costo marginal de producir muchos bienes y servicios será casi nulo. Los países se librarán, por fin, de la tiranía de la escasez.

El último ensayo de Rifkin, gurú de las nuevas tecnologías y sociólogo al voleo, es de un optimismo tan rampante que causa la misma incomodidad que  el alarmismo de su primera obra. Si el calentamiento global o un devastador ataque ciberterrorista no nos regresa a la edad de piedra, nos aguardaría en este siglo una edad de oro,  en la que el "procomún colaborativo sin fines de lucro" (el concepto mas importante del libro) organizará la vida económica de una humanidad renovada.  Las relaciones capitalistas,  profetiza, serán absolutamente marginales. Los mercados cederán terreno frente a las redes. La mano tendida de los nuevos empresarios sociales reemplazará a la mano invisible, anacrónica, de Adam Smith. Amén.

Más allá de la exactitud (y la verosimilitud) de las profecías, el libro es sólido en la descripción de algunas tendencias que transcurren frente a nuestros ojos azorados y aún resultan difíciles de entender por falta de perspectiva.  Resulta valiosa además la condena bien fundamentada del materialismo imperante.  Es éste, para redondear, uno de esos textos heterodoxos que siempre dejan algo en que pensar al lector.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno


PD: Aquí un fragmento del libro: 

domingo, 7 de diciembre de 2014

El alto precio de las guerras de Bush

POR GUILLERMO BELCORE

Puede que se trate de mera ignorancia. Sin embargo, hasta donde sé no existe todavía algo así como una literatura de las guerras de los Bush, uno de los acontecimientos más trascendentes de nuestro tiempo, cuyas consecuencias malignas aún se padecen (es el caso del demoníaco Estado Islámico). Hay toneladas de ensayos y una vibrante filmografía, pero la ficción sólo ha abordado esos desastres de manera tangencial, o al menos la ficción estadounidense que ha llegado al español. Como excepción, puede mencionarse Estimado Sr. Bush (Emecé, 2003, pinche aquí) en una muy buena colección de cuentos de Gabe Hudson, infante de marina en la Operación Tormenta del Desierto. Norman Mailer se ha ido, Philip Roth anunció su retiro y Don Dellilo parece cansado. No obstante, otro de los grandes nombres de la narrativa estadounidenses decidió, afortunadamente, tomar el toro por las astas. Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938), la más prolífica escritora de la Unión, usa como materia prima de su última novela el drama de los veteranos de la Operación Libertad Iraquí.

Léase este párrafo magnífico de Carthage (Alfaguara, 533 páginas, 2014):

“El país se estaba llenando de excombatientes. En recónditas zonas rurales de los Apalaches, en comunidades hispanas del oeste y del sudeste, en los estados de las Grandes Llanuras, así como en el oeste y el norte del estado de Nueva York, habían aparecido los excombatientes de la cruzada contra el terror: los heridos que apenas podían andar, los (visible o invisiblemente) mutilados, los discapacitados. En automóvil a lo largo del río, por la ciudad o por los barrios obreros de Carthage, Zeno los veía cada vez con más frecuencia, algunos jóvenes, otros jóvenes con aspecto de viejos, con muletas, en sillas de ruedas. De piel oscura y de piel clara. Bajas en combate. Ahora que las guerras de Afganistán y de Iraq estaban terminando, los ex combatientes regresaban a la vida civil, desechos sobre la playa después de retirarse la marea”.

Lo mismo que ha ocurrido en la Argentina con la absurda guerra de Malvinas. La sociedad estadounidense vislumbra a los veteranos, nos dice J.C. Oates, como “desechos sobre la playa después de retirarse la marea”… Tremenda comparación. Las guerras de los Bush las ha librado un grupo de jóvenes marginales, supervisados por los halcones blancos del Pentágono. Chicos que corrieron a enrolarse por razones equivocadas (impresionar a un padre ausente, por ejemplo), en medio de las oleadas de fervor patriótico. Tremenda estupidez. Los hijos de los dirigentes políticos ya no se alistan en las Fuerzas Armadas y si lo hacen no van a la primera línea de la infantería.

TRAGEDIA CLASICA

Llego el momento de hablar de la trama de Carthage, acaso la mejor novela de J.C. Oates de los últimos años, como han sentenciado varios críticos. Viajamos al norte del estado de Nueva York, a un salivazo de distancia del Canadá. Es la América profunda, donde un profesor puede ser suspendido de empleo y sueldo por enseñar la teoría darwiniana de la evolución, excluyendo el creacionismo. Es la región de los Adirondacks donde la mayoría de la gente es incapaz de distinguir Irak de Afganistán, pero no faltaron voluntarios para carne de cañón de las guerras de los Bush.

Se nos presenta a los Mayfield, alta burguesía ilustrada de la ciudad de Carthage. El padre, Zeno, abogado y miembro destacado del partido Demócrata, fue uno de los pocos alcaldes de todo el norte de Nueva York que no ha sido investigado  y menos aún acusado, juzgado y condenado por malversación de fondos. La esposa Arlette es un dechado de virtudes y de compasión. Dos hijas. Juliet, hermosa, buena y popular, todo el mundo la adora; Cressida, feúcha, la hija difícil, la que es todo un reto querer. 

Bien, si la guerra es uno de los polos del libro, el segundo explora uno de los dramas familiares más comunes y por lo tanto retratados en el arte: los celos entre hermanos. Entre esos dos polos circulan los conflictos primordiales de la novela. "Existen cuentos de hadas en los que una hermana es la buena y la guapa; en los que una hermana ha recibido todas las bendiciones. Y la otra hermana esta maldita. Yo soy esa hermana. La hermana sin solución posible. Todavía sigo viva; un error que aún no ha sido corregido", reflexiona la amargada Cressida, con tintes shakesperianos (ya volveremos sobre el punto, es una de las claves del libro). El calvario pues de una adolescente -a la que se hiere con demasiada facilidad- de haber nacido lista pero fea. 

Juliet está enamorada y planea casarse con un chico recto, pero algo tonto. Brett Kincaid, clase trabajadora, no es un escéptico, no es una persona crítica que se plantee preguntas. Ser idiota se paga muy caro en todas las épocas. El cabo vuelve roto de Irak, inválido a los 26 años, aunque no resulte tan visible. Rompe el compromiso con Juliet. Una noche de cristal que se hace añicos, Cressida va el encuentro de Brett en un bar peligroso, de motoqueros. Salen juntos y se desata una tragedia que arruinará la vida de todos los protagonistas. No podemos añadir una coma más, la novela da giros tan tortuosos como las carreteras del norte de Nueva York.  

PROSA COMPROMETIDA

Nadie puede decir con seriedad que J.C. Oates, una trabajadora de cuello azul, sea una depurada estilista. No sólo porque cada párrafo carece de un buen trabajo de lima, sino porque los defectos son notorios. La carne de Carthage  tiene demasiada grasa: redundancias, sensiblerías, algún giro inverosímil, obsesión por decirlo todo, ausencia de ironía. Sin embargo, los ripios en ningún momentos estropean la obra, a lo sumo hacen rechinar los dientes a los lectores pretenciosos, como quien esto escribe. La arquitectura, tan ambiciosa, es lo que redime al conjunto. La novela relumbra, además, en la amorosa atención que presta la autora a los personajes secundarios. O en sus registros de cultura clásica, que van desde los nombres (Julieta, Cresida, Cartago, Zenón) y las citas, hasta el tono shakesperiano y bíblico de las historias, e incluso en la exaltación de Sócrates. También se han encontrado ecos de Dostoievski. La señora Oates nos propone como himno de la humanidad el Concierto para piano en do mayor número 21 KV 467 de Mozart, pero de una humanidad expurgada de todo lo que es feo, grosero, ordinario y vicioso. 

Uno no puede dejar de admirar, por cierto, la concepción artística que sostiene el libro. Es un peñasco que siempre queda intacto después del paso de la marea de las modas. La dama neoyorquina, profesora en Princeton, cree a pie juntillas en el compromiso del escritor con su tiempo. Al mismo tiempo, de denunciar las flagrantes injusticias, el literato debe enseñarle a sus lectores como funcionan realmente las cosas en la vida real. En Carthage se dedican unas cien páginas a una visita a una centro penal de máxima seguridad en las zonas rurales del estado de Florida. Una verdadera casa de locos, poblada con hombres furiosos por la abstinencia sexual y la frustración de haber perdido la libertad. Se describe minuciosamente como el Estado democrático ejecuta a los descarriados. La digresión constituye uno de los puntos más altos del libro.

J.C. Oates acuña una sentencia que le encantará a nuestros peronistas: “Nada importa de verdad excepto la justicia social“. Plantear la inhumanidad de las cárceles es el segundo de los propósitos morales de la su novela cincuenta y tres (puede que sean más). El primer imperativo categórico lo habíamos mencionado más arriba: denunciar que la fiebre patriótica conduce a un sólo lugar infame: la guerra. Y la guerra es una cosa monstruosa que convierte en monstruos a quienes participan de ella.
Publicado hoy en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

CALIFICACION: MUY BUENO

PD: Sin duda, el mejor libro que he leído hasta ahora de J.C. Oates. Aquí se comentan otras dos novelas meritorias: