domingo, 28 de marzo de 2010

Oscura monótona sangre

Sergio Olguín
Tusquets. Novela, 184 páginas. Edición 2010.

H. L. Mencken observó que el tema fundamental del novelista es la desintegración de un carácter. Sergio Olguín (Buenos Aires, 1967) confirma la sentencia y narra con eficacia la vertiginosa caída de un empresario obsesionado con una prostituta adolescente de la villa. La novela aplica un procedimiento simplón de Hollywood: la trama avanza gracias a que una persona inteligente comete una tontería tras otra.

He aquí pues una novela de tópicos y estereotipos. Julio Andrada es un clásico hombre de negocios del conurbano, hecho desde abajo, temeroso del descenso social. Vive en un piso de Barrio Norte, donde pulula la tradicional hipocresía burguesa. Tiene a su servicio a los típicos mastines y sabuesos de la Policía Federal. No faltan la típica secretaria leal, la típica prostituta independiente, la típica desazón matrimonial, el típico usurero, el típico contador perjuro, la típica atracción que ejerce la promiscuidad y la mala vida hacia el individuo corriente. Es curiosa esta apuesta narrativa. ¿Hace falta decir que los personajes literarios más interesantes son los extraordinarios, no los que integran el pelotón del medio? Ser obvio es una de los tantas formas del error ofrecida a los hombres, notaba Onetti.

No obstante, el libro atrapa. Se lee de una sentada. Uno no puede dejar de saber qué pasa finalmente con el caído en desgracia. Olguín narra con palabras claras, directas, explícitas. Es enemigo de las sutilezas y de la elipsis. Su modelo -confiesa- es George Simenon. Es probable que para ganar el Premio Tusquets 2009 de Novela haya sacrificado las digresiones, el desarrollo de los personajes, las densidades temáticas, la riqueza expresiva… en fin, todo aquello que incluye una obra de arte. Es un libro diminuto con su recorte etnográfico; fiel a la moda argentina, eso hay que reconocerlo. Pero con una aceleración final que da la impresión de que el autor se hartó de trabajar y quiso quitarse el libro de encima.
Guillermo Belcore
Este reseña fue publicada en los suplementos de Cultura de La Prensa y La Capital de Mar del Plata.

Calificación: Regular

PD: Funciona bien como novela policial, lo admito, pero hay demasiado cliché para mi gusto. Los personajes secundarios son importantes, me parece.

PD II: Como he mencionado, esta novela obtuvo el Premio Tusquets de Novela 2009, lo cual provocó una polémica pues Olguín trabaja, trabajó, trabajaba o había trabajado en el prestigioso sello editorial. No lo sé, realmente. Omar Genovese ha escrito palabras inteligentes al respecto.

PD III: Leila Guerriero enriqueció El País de Madrid con un espléndida semblanza del autor. Esta señora tiene un don rarísimo, esa cualidad que Marcel Schwob exigía a los biógrafos: convierte la vida de cualquier farandulero en una obra de arte. Leila publicó un libro en Tusquets y colaboró en V de Vian, la revista de Olguín.

PS del 3 de abril: No es bueno oír una sola campana. Una colega de La Nación ha leído la novela de una manera distinta.
PS del 16 de abril: Olguin le explicó sus razones a P.Z., factotum del blog de Eterna Cadencia. La entrevista me resultó muy interesante.

viernes, 26 de marzo de 2010

Servir a la lengua

El moscardón imaginario XXVI

¡Qué perturbadoras son las coincidencias! A los cazadores de etiquetas, les diré que soy un racionalista que cree en Dios, pero cada vez que tropiezo con una flagrante casualidad me provoca un escalofrío. Hace unas semanas, un espléndido ensayo de George Steiner sobre Karl Kraus (foto) me obligaba a preguntarme dónde puedo conseguir escritos de aquel formidable escritor satírico, quintaesencia de la Viena imperial. Bueno, La Prensa me ha dado para reseñar un recopilación de artículos de Kraus que acaba de publicar Libros del Zorzal. ¡Qué hermosa sorpresa!

Kraus escribió esta magnífica reflexión:

“La lengua es la única quimera cuyo ilusorio poder es infinito, algo inagotable que impide que la vida se empobrezca. Que los hombres aprendan a servir a la lengua”.

Claro, ésa es la clave del gusto literario. Los escritores que sirven a la lengua son los únicos que valen la pena frecuentar. He gozado los últimos meses con los cuentos de Fogwill, Onetti, Munro, Nabokov, Morábito y Primo Levi, ejemplos clarísimos de belleza y sabiduría. Pero la última semana me entretuve con dos novelas argentinas, galardonadas ambas por respetables editoriales (¡Ay!, las obras premiadas). Ya hablaré de ellas, por ahora quiero decir que me pareció brutal el contraste. Y me sorprendió los elogios desaforados que han vertido algunos diarios. Si la literatura de calidad permite servir a la lengua, el periodismo cultural suele usarse para servir a los amigos.
G.B.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Madrugada

Un amigo de este blog, argentino radicado en Chile, narra la tremeda experiencia del sismo del 27 de febrero.

…..
El viernes había sido muy tranquilo.
Teníamos planes de asado y pizza para el sábado. Con mi hija Francesca compartimos esos planes culinarios.

A las 2.00 de la madrugada, me levanté a tomar agua.
Todo estaba raro. La cabeza me dolía como nunca…
Hacía días que ciertos pájaros no venían a comer al jardín. No lo entendía.
Tampoco se veían los voraces conejos que depredan el pasto y las plantas.

A las 3.00 me despertó la luz de una de las patrullas del barrio.

A las 3.30 se mueve la cama.
Me despierto nervioso, exaltado. Se movía demasiado fuerte, y a un ritmo no acostumbrado.
Salimos corriendo a buscar a los chicos que estaban en el piso de arriba. El temblor crecía geométricamente en milisegundos...

Ya en la escalera el temblor había pasado a mayores (definitivamente).
Se movían los escalones y las paredes te pegaban en los brazos, en los hombros.
Todo estaba terriblemente oscuro y los ruidos eran espantosos.
Toda la casa sonaba. Los ladrillos crujían, como quebrándose. Podía adivinar que era lo que se caía o se rompía.
La cocina trinaba. Si bien no lo veía… todo se rompía en el aire.
Los ventanales vibraban amenazantes...

Mi cabeza estaba en blanco, pero no me entregaba...
Mi única idea era rescatar a los chicos y salir de la casa. Sabía que lo lograríamos
La casa no me dejaba, pero no era rival digno (eso pensaba).

Se suponía que la casa era antisísmica... pero no quise comprobarlo desde adentro.
Con el movimiento, se abrió abruptamente la puerta principal.
Salimos corriendo, y nos paramos en los adoquines, normalmente la corredera de los autos.

La noche era fría y con rocío, típico clima de febrero en la zona de montaña. La casa seguía en movimiento y el miedo y la pena eran enormes.

Seguía escuchando como se caían cosas, se rompían maderas, vidrios.
Era un infierno sonoro.
Ya estaba con los míos, a salvo. Pero ahora, tenía una platea hacia la casa.
Noche de espanto. Muchos gritos, llantos, perros.
Gente que arengaba a otros a salir de las casas.

Seguía temblando… y de pronto una enorme explosión sacudió el cielo oscuro. Un rojo fuerte pintó el momento. No sabía que era o de donde venía esa explosión, pero era enorme.
Pensé en un choque de autos. También en algún siniestro de fábrica. El hongo de la explosión era majestuoso, pero empeoraba...
Cada explosión nos desmoralizaba...

Ya eran cerca de las 4.00.
Pude entrar por primera vez a la casa. Buscaba abrigo y frazadas.
Subí todo lo rápido que pude por las escaleras. Todo estaba en el suelo. Cuadros, retratos, ropa.
Muebles corridos varios metros.
Televisores en el suelo.
Computadoras por cualquier lado.

Abrigué a mi familia.
Volví a entrar, y fui a la cocina. La luz de encendedor me mostró algo imborrable.
Todo en el piso, 80 por ciento roto.
El milagro era de aceite. Dos botellas de un exquisito oliva (Arauco) ignoraron el drama...

Pensé en alegrar a mis hijos (y a mí).
Galletitas de chocolate y Coca Cola, mi fiel Coca.
Entré y salí varias veces... la casa temblaba en amenaza.

Me senté en el adoquín, con la familia.
Francesca estaba bien.
Ale estaba aterrado. Se tapaba la cara con la frazada. No quería mirar.

La casa seguía temblando (¡es verdad, seguía temblando!) El terremoto como tal fue de 8,8 grados y duró 3 minutos y 20 segundos. Pero todo el temblor duró horas...

Saqué la llave del auto y busqué la radio. Las chilenas no funcionaban.
La 88.9 (siempre sintonizada en mi coche) tuvo la mágica visita de una radio argentina. Se decía que hubo un enorme terremoto en Chile. El locutor decía que había sido en el sur, y de 8.8 grados.
Mientras escuchaba esto, miraba a los míos, acostados en el piso. Seguros, pero con frío.
Yo tenía miedo...
El auto se movía como en el samba. Supongo que eran cerca de las 6.00.

Volví a entrar muchas veces.
Me senté nuevamente con los míos. Ellos me preguntaban qué fue la explosión. Mis pies estaban llenos de vidrios, pero no estaban cortados. La adrenalina me protegía.
Era el hombre que caminaba en el vidrio.

... la leve luz comenzó a mostrarse.
Las piedras perimetrales se habían caído. Mas de 60 metros...
La casa había aguantado estoica... (salvo pequeñas grietas).
Todo lo que estaba en armarios se había desparramado en el piso. Todo.
Los muebles habían perdido los cajones...
No era demasiado daño. Salvo el mental.
La vida ya no sería igual.
Los míos estaban bien. Yo estaba bien
Había protegido a la familia (¿?)

La casa estaba de pie.
Quedaba un serio trabajo por delante.
No había teléfonos.
No había agua.
El gas… estaba, pero era difícil o peligroso prenderlo.

Ya a las 7.00.tenía las noticias por las radios de la Argentina. Algunas ciudades chilenas del sur habían desaparecido o perdido el 90% de las casas.

Comenzaba la peor de las semanas...
Temblores, falta de luz y agua.
Pánico.
Política sucia.
Gente con hambre y sin casas.
Miedo nocturno (Dormimos juntos)
Mucho se ha perdido.
Ahora la vida sigue, pero nada será igual... Ahora sé que el monstruo ataca….y cómo ataca...

Alejandro Cucchiara

lunes, 22 de marzo de 2010

Una saga sobre Aira

El moscardón imaginario XXVI

Sólo lo exhaustivo es interesante, escribió Thomas Mann. Suscribo letra por letra esa sentencia. El escritor Juan Terranova ha urdido el último verano diez artículos sobre César Aira, ese misterio envuelto en una enigma, dentro de un interrogante, para decirlo en términos churchillianos.

La saga en HiperCrítico, el blog de Luis Majul, es francamente esclarecedora. Yo -me temo- nunca le he encontrado el chiste a las novelitas infinitesimales del jocoso cronista de la guerra de los gimnasios, pero no tengo la menor duda de que es uno de los mejores escritores argentinos. En última instancia, la literatura no deja de ser, me parece, una cuestión de gustos, al menos entre las personas más o menos familiarizadas con el hábito de la lectura. Llego así a la conclusión de que -como en el caso de Goethe e incluso de Nietzsche- es más interesante lo que se dice de Aira y lo que ha provocado en los demás, que la obra literaria en sí misma. Convertirse en una poderosa influencia es también un síntoma del genio artístico.

Lo que suscitó Aira en Terranova merece ser leído y asimilado, es pues el mensaje de esta brevería de una lánguida noche de lunes.
G.B.

sábado, 20 de marzo de 2010

Cuentos completos. Primo Levi

Editorial El Aleph. 926 páginas

La sentencia de Adorno hiere como un latigazo: "Después de Auschwitz no se pueden escribir poemas''. El horroroso siglo XX, en efecto, ha obligado a repensar la creación intelectual, y destruyó el sueño iluminista de progreso como consecuencia de la amplitud de la educación y la alta cultura. El civilizado pueblo alemán confinó a Primo Levi (Turín 1919-1987) en Auschwitz para asesinarlo como a millones de judíos europeos y a millones de miembros de otras minorías. Pero sobrevivió, pues aun en el infierno ocurren algunos milagros. Levi, químico de profesión, abrazó en la posguerra la literatura y, de alguna manera, refutó a Adorno. Tenía algo urgente que contar. Con sobriedad y precisión, esculpió un impresionante testimonio de su calvario en los campos de exterminio. Si esto es un hombre es un libro que ningún ser humano pensante debería ignorar. También escribió decenas de relatos; claro está, bajo la negra sombra del pesimismo. Su fe en el hombre había sido astillada. Por fortuna, un sello español ha decidido que a esa vasta producción no se la debe tragar el olvido.

El Aleph acaba de publicar los cuentos completos de un racionalista piadoso, paciente y corajudo. El volumen incluye, en realidad, cinco libros: Historias naturales (1966), Defectos de forma (1971), El sistema periódico (1975), Lilit y otros relatos (1971), Ultima Navidad de guerra (2000). El lector voraz quedar saciado. El inteligente, también. Todos los cuentos tienen algo de singular y, por ello, en general son interesantes, didácticos y profundos, aunque a veces se repitan un poco. Son el producto de una doble naturaleza, de la estupenda combinación entre un hombre de letras y un hombre de ciencia. El químico pesa y destila, mide y formula axiomas sobre pruebas evidentes y se esfuerza en hallar los por qué. No hay nada más vivificante que una hipótesis, sentencia.

Esa ambivalencia, Levi la representa con la figura del centauro. Hay un texto enigmático, justamente, que aborda a la figura mitológica. Quaestio de Centauris es una de las joyas del libro. Traquis -fruto de un yegua de Tesalia y de Cam, el hijo libertino de Noé- nos devela incluso cómo fue la Segunda Creación apenas concluido el Diluvio Universal.

Modelo de sabiduría
Escribir mal -sostiene George Steiner- implica falta de erudición. Primo Levi fue un modelo de sabiduría tanto libresca como existencial. Compuso relatos con hermosas palabras, correctas y en orden. Talló una prosa importante proclive a la especulación antropológica, al discurso ingenioso, a la discusión de buen tono, enemiga de toda exageración. Las referencias clásicas son habituales. En Trabajo creador y En el parque nos lleva de la mano al Parnaso donde moran los personajes de las grandes obras literarias. Allí, el cielo nunca es indiferente, tiene siempre en sí algo que lo hace digno de ser descripto. Otra fuente donde abrevó Levi es, como se dijo, la ciencia moderna, tanto pura como aplicada. Muchos años antes de Internet y de la dudosa realidad virtual, postuló que ``la tecnología endurece el cerebro como si estuviera recubierto por una enorme callosidad concebida para golpear las paredes, como un cuerno de rinoceronte, pero más romo y obtuso''.

Ese temor prometeico hacia la deshumanización (que en política conduce al totalitarismo), Levi lo plasma en divertidas parodias de la tecnocracia. Se vale del Sr. Simpson, representante en Italia de la corporación NATCA de Oklahoma que inventó una máquina para componer versos, otra para sacar copias perfectas de la esposa, una tercera para medir la belleza y finalmente el Torec, aparato demoníaco que proporciona experiencias perfectas de todo tipo mediante implantes en la piel y que conduce a la ruina a quienes se dejan tentar. Porque como bien dice Levi, "¿quién tiene la fuerza de voluntad necesaria para sustraerse a un buen espectáculo?''.

El aficionado a la ciencia ficción encontrará en las sátiras y en el humor por el absurdo un aire de familia con Stanislaw Lem, otro escritor judío que sobrevivió al Holocausto. El cuento jocoso, no obstante, suele tener en Levi un dejo de amargura y desazón. También la picaresca, inevitable en un autor italiano. Hay hebras de picaresca en El sistema periódico, una singular autobiografía, trufada con inteligentes observaciones históricas y sociológicas. Cada relato ha sido titulado con el nombre de un elemento de la Tabla de Mendeleiv. El argón, un gas noble o inerte, le sirve para evocar sus antepasados y para rescatar la Lassón Acódesh (lengua sagrada) de la judería del Piamonte. El zinc lo lleva a acuñar sentencias filosóficas, tipo "todos los seres humanos que ejercen funciones vicarias son interesantes". El cerio es la clave de su supervivencia en el Lager. El vanadio le permite reencontrarse con un ingeniero alemán que se mostró vagamente compasivo en Auschwitz.

Hay un tema recurrente. La convicción de que el género humano tiene defectos de forma. El sexto día es una magnífica puesta en escena en la que Arimón, Ormuz y expertos en economía, psicología, mecánica, química y termodinámica planifican una nueva criatura llamada Hombre, conocedor del bien y del mal. Pero el Gran Director desoye los consejos y con arcilla, agua de río, y no se sabe bien qué tipo de aliento, crea una bestia no demasiado diferente del mono. Que somos una creación infame se manifiesta también en Hombres de negocios, donde se imagina una empresa alienígena especializada en colocar almas en cuerpos terrícolas. Y en El forjador de sí mismo, diario de nuestra evolución anatómica.

Desde el averno
Además de la ciencia y la erudición, el tercer manantial que nutre el libro son las experiencias personales del autor, en particular el paso por el infierno que crearon los nazis para todos aquellas personas a quienes catalogaban como sabandijas. Levi escribió: "A veces, pero sólo en lo que concierne a Auschwitz, yo siento que soy el hermano de Ireneo Funes, el memorioso que creó Borges, el hombre que recordaba cada hoja de cada rbol que había visto''. Es verdad. La capacidad para el detalle es asombrosa. El genial italiano ha revelado no sólo estrategias de supervivencia en el campo de concentración, también rindió un postrero homenaje a algunos compañeros de cautiverio y hasta se dio maña para injertar alguna fábula pía, de "agudeza temeraria y de tristeza incurable'' (Lilit). ¡Qué gran escritor, por Dios!

Primo Levi murió a los 67 años. Se arrojó desde una escalera en 1987, aunque algunos amigos -e incluso una biografía- han cuestionado el veredicto del suicidio. En Hacia Occidente, se conjetura que tanto en los hombres como en los lemingos (roedores del Artico que se inmolan en masa) la voluntad de vivir se suele enfermar o atrofiarse, suele ser herida o quedar amputada.
Guillermo Belcore
Este artículo fue publicado por el diario La Prensa el domingo 21 de marzo.

Calificación: Excelente

PD: He tratado de homenajear este libro en el programa radial Fuera de agenda de Jairo Straccia y Alejandro Ansaldi. Se puede escuchar aquí.

viernes, 19 de marzo de 2010

Las raíces del Irán moderno

Nikki R. Keddie
Norma. 484 páginas. Ensayo de historia y política internacional. Edición 2006.

Cuna de grandes civilizaciones, el rugoso Irán es un actor clave del siglo XXI. Está gobernado por una teocracia a la que George Bush consideraba al final de mandato como el enemigo número uno. Es una potencia petrolera y ha forjado con el fervoroso chiísmo la identidad nacional. Su presidente niega el Holocausto y da a entender que sueña con arrasar Israel con armas nucleares. Las secuelas de la trascendente Revolución Islámica de 1979 multiplicó el interés académico -y del público en general- por los iraníes. Esa sed de conocimiento puede saciarse cabalmente con este libro.

Las raíces del Irán moderno es un ensayo vivo, que -como los buenos vinos o las personas inteligentes- ha ido mejorando con el tiempo. La versión original data de 1981 y coronó dos décadas de estudios de una catedrática estadounidense, respetada incluso en Teherán. La obra se convirtió en un clásico. Nikki Keddie (Nueva York, 1930) la actualizó en 2003 por encargo de Yale y finalmente -en la primera edición en español de 2006- engarzó un prólogo que detalla las razones del sorprendente ascenso de Mahmud Ajmadineyad.

El primer capítulo revisa la historia iraní hasta el siglo XIX. Los restantes doce analizan en forma pormenorizada los últimos doscientos años. Con sabrosa elocuencia, vincula el islam con los movimientos sociales a fin de perfilar el telón de fondo que aupó al ayatolá Jomeini y sus sucesores. Una hermosa cita alivia el enfoque positivista: "la religión es el suspiro de la criatura oprimida, el corazón de un mundo sin corazón''.

El régimen clerical resulta antipático a Keddie. Pero llega a la firme conclusión de que cualquier intervención extranjera para defenestrarlo fracasaría en una forma miserable. Después del desastre de Irak, quién puede refutarla.
Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

jueves, 18 de marzo de 2010

Alice Munro presenta a Marc Chagall

Crossover I

Leer a Alice Munro (Wingham, 1932) me provoca oleadas de felicidad. Es una artista de primera categoría que ha convertido al cuento en una cautivante indagación sobre la naturaleza humana. Su materia prima son las personas comunes y corrientes, pero que, de alguna manera, se esfuerzan por no ser como los demás. Esculpe relatos de cuarenta o cincuenta páginas que abarcan, incluso, varias generaciones y que nos llevan de uno a otro escenario. Creo con toda convicción en el juego de las influencias. Por eso, sugiero a todo aquél que se dedique a escribir ficción que no ignore a esta dama canadiense.

Tengo ahora en mis manos Escapada (Runaway). No es, quizás, el mejor libro de Munro pero los ocho cuentos contienen todas las virtudes literarias que han tornado indispensable a su obra. En la página setenta y siete, tropiezo como uno de mis crossover favoritos: la autora nos sugiere una pintura: Yo y la aldea, de Marc Chagall. Transcribo:

“Dos perfiles se enfrentan uno a otro. Uno es el perfil de una vaquita blanca, con expresión llamativamente mansa y tierna; el otro el de un hombre de cara agria, ni joven ni viejo. Parece un funcionario de poca monta, tal vez un cartero. Lleva gorra de cartero. Tiene los labios pálidos, le brilla el blanco de los ojos. Una mano tendida hacia arriba, que probablemente ofrece algo, desde el margen inferior de la pintura: un arbolito o una rama exuberante, cuajada de alhajas.

En el margen superior de la pintura hay nubes oscuras, bajo ellas unas cuantas casas tambaleantes y una iglesia de juguete con su cruz de juguete, apoyada en la superficie curva del suelo. Dentro de la curva un hombrecillo (dibujado sin embargo en escala mayor que el edificio) camina pensativo con la guadaña al hombro; y una mujer en la misma escala parece esperarlo. Pero cuelga cabeza abajo.

También hay otras cosas. Por ejemplo, una muchacha ordeñando una vaca, dentro del morro de la vaquita”.

El grabado cumplirá después un papel destacado en la trama de Pronto. Pero esa minuciosa descripción ya había atrapado mi imaginación. Yo y la aldea data de 1911. Es un óleo sobre lienzo (192 x 151 centímetros) que atesora el MOMA de Nueva York. ¡Chagall lo pinto con sólo veinticuatro años! Buscaré por Buenos Aires una reproducción decente. Chagall también me provoca felicidad.
G.B.

lunes, 15 de marzo de 2010

Aquí empieza nuestra historia

Tobias Wolff
Alfaguara. Cuentos, 466 páginas. Edición 2010.

El cuento extraordinario provoca el llamado efecto fermentación. Tobias Wolff (Alabama 1945) ha meditado sobre ello: “Hay algo en la esencia del relato que hace que cuando es bueno de verdad continúe resonando en nuestra conciencia mucho tiempo después de que hayamos terminado de leerlo. Es muy similar al recuerdo que deja en nosotros una experiencia que hemos vivido”. La sentencia es rigurosamente cierta. Esta recopilación incluye historias imborrables.

Que Wolff es uno de los mejores cuentistas de la literatura contemporánea queda claro en el presente volumen. Su prosa combina los dos ingredientes básicos de la excelencia: el genio individual y el esfuerzo intenso. El buen profesor universitario pule el párrafo hasta que refulge; lo corrige, incluso, treinta años después de haberlo publicado. Construye personajes complejos y melancólicos, pero nunca inverosímiles. Sabe como encajar una historia tremenda dentro de otra historia; conoce los peligros del cliché, el valor del final abierto y la eficacia de la primera frase. Como ésta: “Gilbert la vio primero”. O esta otra: “Mi madre leía de todo excepto libros”.

La obra incluye pues veintiún cuentos seleccionados por Wolff y otros diez inéditos. Pueblan las páginas hermanos en perpetuo conflicto, mitómanos, fatuos, personas al borde del fracaso absoluto, soldados que descubren que el Ejército es exactamente tan malo como se piensa o peor (el autor estuvo en Vietnam). La cadena contiene una lúcida meditación sobre los peligros de la venganza; Smorgasbord, un repudio de la depravada gula americana. Todo viene servido con elegancia y encanto. Incluso los temas más crudos. Como en el borgeano Una bala en el cerebro, donde un crítico literario es asesinado por mofarse de la “cruda y dura poesía de las clases peligrosas”.
Guillermo Belcore

Calificación: Excelente
PD: He proferido algunas palabras insensatas sobre este libro en un programa de radio. Bajo estricta promesa de secreto, pueden escucharse aquí.

sábado, 13 de marzo de 2010

Vivir y morir en Dallas

Charlaine Harris
Punto de lectura. Novela fantástica, 329 páginas

Desde hace un par de años, los vampiros luchan por integrarse a la sociedad estadounidense. Son una minoría con rígidas normas territoriales, que se alimenta de la sangre sintética que han patentado los japoneses, pero cuyo mayor placer sigue siendo combinar sexo y mordiscos, práctica que no está prohibida siempre que sea entre adultos y libremente consentida. Los bares, en especial para turistas, son sus aventuras empresariales favoritas. Hay humanos adictos al sexo vampírico, otros (los drenadores) los cazan para extraerle la sangre y venderla en el mercado negro, y no faltan los fanáticos que explotan el negocio del odio. Como la Hermandad del Sol, secta de Dallas cuyo lema es “saquémosle el ‘no’ a los no muertos“.

Bienvenidos al mundo de Charlaine Harris (1951, Mississippi). Esta dama sureña ha renovado uno de los temas más prolíficos de la literatura fantástica. Su heroína se llama Sookie Stackhouse, una camarera rubia y pechugona del bar Merlotte’s de Bon Temps, un pueblo de mala muerte en el norte de Luisiana. El dueño del negocio es un cambiante; integra la estirpe secreta de los hombres lobo. Por el bosque merodea una asquerosa ménade, es decir una mujer enloquecida por Baco que adora despedazar (literalmente) a los vanidosos. El novio de Sookie es Bill Compton, un vampiro de simpatías demócratas que combatió en la Guerra de Secesión. La chica tiene el don de la telepatía: “ha oído suficientes secretos como para aplastar a un camello”.

La saga Stackhouse ha saltado -¡cómo no!- a la televisión. La exitosa serie de la HBO se titula Trueblood (Sangre verdadera). Vivir y morir en Dallas es el segundo libro de una colección ideal para quien busque un buen entretenimiento con escasas densidades. La señora Harris narra con naturalidad, encanto y sabor local, pero es torpe para construir escenas (excepto la orgía en la cabaña) y los personajes son planos como un dibujito animado. La imaginería, a pesar de todo, resulta fascinante. No salga de noche, amable lector. Las criaturas que hemos desterrado al reino de los mitos y leyendas son reales.
Guillermo Belcore
Esta reseña aparecerá mañana en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Buena (por su originalidad)

PD: Guillermo Piro ha escrito un artículo muy interesante sobre Charlaine en el semanario Perfil.

jueves, 11 de marzo de 2010

Primo Levi en El Británico

Diario de un lector apasionado XIV

He vuelto a un viejo amor. Estoy en Brasil y Defensa, en uno de los cafés con más rica prosapia de Buenos Aires. Estoy en El Británico. Desde hace un par de años tiene nuevos dueños; afortunadamente los cambios son mínimos. El mismo café deleznable, las mismas moscas que fastidian al parroquiano. Pero los amplios ventanales frente al Parque Lezama son un lugar espléndido para consagrarse a los placeres del pensamiento, la conversación o la lectura. Aquí me siento en casa.

Soy un tradicionalista, pido un café con leche liviano y un sándwich de queso y tomate, en pan francés, sin mayonesa y sin tostar. Nada del otro mundo. Frente a mi mesa se sienta una chica extranjera. Ojos celestes y pelo de paja, muy descuidado para mi gusto. Le traen una Heineken y un vaso, obviamente. La muchacha prefiere beber directamente del pico de la botella. ¡Vaya, vaya! Se rompió el encanto, vuelvo a mi libro.

¡Qué año éste! ¡Qué buenos libros están llegando a la Argentina! Tengo sobre la mesa una joya única. Cuentos completos de Primo Levi, el “gran cronista del infierno contemporáneo“, según la avara definición de Juan Gelman. El italiano es mucho más que un cronista: es un artista de primera categoría. Como tú sabes, ha legado un testimonio impresionante de su paso por Auschwitz, anus mundi, “punto de drenaje terminal del infame universo alemán“. Los nazis lo confinaron al campo de concentración en 1944 por judío y por alzarse en armas (una cómica mascarada) contra el régimen fascista. Fue uno de los veinte italianos que logró sobrevivir de un lote de seiscientos y pico. Químico de profesión, se salvó porque en lugar de enviarlo directamente a las cámaras de gas, los alemanes lo reclutaron como trabajador esclavo en una fábrica. Se salvó porque aun en el averno los milagros son posibles, diré en el artículo que me ha encargado La Prensa. Es una delicia, realmente, escribir sobre un narrador excelente.

El volumen de editorial El Aleph contiene cinco libros. En total, más de cien cuentos. Una maravilla. Ya puedo anticipar que lo calificaré con un "excelente" y que lo incluiré en el sitial de honor, entre los “Recomendados 2010”. Los relatos beben en tres fuentes distintas: las experiencias personales, la erudición libresca y la ciencia moderna, pura o aplicada. Me resulta fascinante la doble naturaleza de este eminente hebreo del Piamonte: es tanto un hombre de letras como un hombre de ciencia. Estoy a un paso de afirmar que en el caso de la bellas letras (en el periodismo también) es conveniente que el literato tenga una segunda profesión que lo nutra de conocimientos y experiencias.

Levi fue un racionalista piadoso. Era sagaz, sobrio y preciso. Tuvo un gran poder de observación y su propósito primordial fue didáctico, pero eso nunca estropeó su eficacia narrativa. Las citas clásicas son frecuentes en su obra. Se valió de la parodia para advertirnos de los riesgos de la tecnocracia. Esa forma de deshumanización conduce a Adolf Hitler es el mensaje que subyace en muchos cuentos. Usó el teatro, el humor y la picaresca, pero la suya es una literatura seria, siempre con un dejo de tristeza y de decepción. Fue una persona avergonzada de ser un hombre, por ser los hombres quienes habían edificado un lugar como Auschwitz. Su refugio intelectual fue los misterios de la naturaleza. En verdad, no hay tema sobre el que Levi no haya sabido discurrir con elegante desenvoltura. Quiero ser claro. El valor espiritual y estético de este libro es extraordinario. Si hay un escrito que sea indespensable, es éste.

Relojeo en el diario que lee un parroquiano: “Kirchner convoca a un proyecto político de diez años”. Tropiezo con un pasaje esclarecedor de Levi en la página seiscientos cincuenta y nueve: “Bajo muchos aspectos el poder es como la droga: la necesidad del uno y de la otra es desconocida para quien no la ha probado; pero después de la iniciación, que puede ser fortuita, nace la adicción, la dependencia y la necesidad de dosis cada vez mayores. Nace también el rechazo de la realidad y el retorno a los sueños infantiles de la omnipotencia… el famoso síndrome del poder retardado e incontrastado implica visión distorsionada del mundo, la arrogancia dogmática, el desesperado agarrarse a los resortes del poder, el mantenerse por encima de las leyes…”.
Guillermo Belcore

sábado, 6 de marzo de 2010

Grieta de fatiga

Fabio Morábito
Eterna Cadencia. Cuentos, 185 páginas. Edición 2010

Algunos escritores dejan la piel hasta conseguirlo. Otros fracasan miserablemente. Engendrar un universo originalísimo y musical debería ser la aspiración básica de todo aquel que se consagre a las bellas letras. El mexicano Fabio Morábito (Alejandr¡a, 1955) lo ha logrado. Este libro atesora quince cuentos que, tanto en el plano estilístico como espiritual, lo ubican en algún punto entre Kafka y Cortazar. Son el fruto de un talento maduro. La prosa es sencillísima, pero que nadie se llame a engaño: es muy difícil crear una escritura fluida y profunda a la vez. No hay un solo elemento en los textos que esté fuera de tono. Tienen un toque melancólico, de tristeza de atardecer en la llanura, para usar una célebre figura borgeana. Se aplican con destreza, incluso, técnicas teatrales.

La clave aquí es la analogía, es decir la metáfora continuada en la que se representa una cosa para dar a entender otra. Por ejemplo, el niño que se procura un sello de individualidad para despegarse de una familia ubicua alude, sin duda, a cuestiones más amplias. ¿Acaso todas las comunidades no suelen castigar con el escarnio o con sanciones peores cualquier extravagancia? Veamos otro caso. La historia del lector que enloquece y mata a golpes a su amigo pedante y erudito porque desconoce el significado recóndito de la palabra cigala tiene también hondas connotaciones. En todo caso, puede concluirse que estos relatos demuestran que hay cosas más importantes que las cosas que simplemente se dicen.

El volumen esboza una poética del malentendido, retrata la neurosis del escritor mediocre y medita sobre asuntos tan dispares como el misterio de la prosa defectuosa pero eficaz, el sometimiento psicológico o la destrucción de la foresta. La lectura de Morábito, en s¡ntesis, es deliciosa y rica en inferencias. Sólo el t¡tulo del libro es feo.
Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

PS: Este comentario se publica en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa el domingo 28 de marzo.

viernes, 5 de marzo de 2010

Ni una palabra

Harlan Coben
RBA. Novela negra, 415 páginas.

¿Qué cualidades incluye la buena novela policial? Veamos. El suspenso y la acción deben estar muy bien administrados; es imprescindible que algún personaje (el detective o un villano) atrape nuestra imaginación; la urdimbre tiene que ser verosímil y tiene que situarnos cara a cara ante la muerte y ante elementos oscuros de la condición humana como la maldad o la perversión. Es menester también un punto de crítica social. Al fin y al cabo, los artistas son -como decía McLuhan- las antenas de nuestra especie. El género exige, finalmente, que no haya espacios muertos; es decir, que el libro nos aferre de las solapas y nos obligue a mirarlo a los ojos hasta la última página. En lo que al estilo se refiere, el policial estadounidense demanda diálogos punzantes y el uso del símil como un estilete bien afilado.

Todas estas virtudes desfilan muy orondas en la antepenúltima novela de Harlan Coben (Newark 1962), el primer escritor en obtener los tres galardones más importantes de la novela negra. Es una obra adictiva, hay que hacer esfuerzos titánicos para soltarla. La vertiginosa trama desarrolla dos relatos paralelos. Por un lado, se narran los frenéticos esfuerzos de Mike y Tia Bayes para rescatar a un hijo adolescente de las fauces de una nueva variante del tráfico de drogas. Por el otro, seguimos a un psicópata espeluznante, capaz de convertir literalmente en papilla el rostro de una mujer. ¿Hace falta añadir que las historias terminan convergiendo?

La crítica ha establecido que John Cheever fue el insuperable Catón de los prósperos suburbios estadounidenses. Sin la poética de aquél, Harlan Coben también despelleja ese mundo de vanas apariencias, brutal egoísmo y fugaz seguridad. Más aun, va al hueso de las angustias cotidianas de cualquier familia burguesa con hijos adolescentes de cualquier país del mundo. Como está el mundo hoy, ¿tienen derecho nuestros chicos a una vida secreta?
Guillermo Belcore

Calificación: Bueno

PD: RBA se está convirtiendo en uno de mis sellos favoritos. Está trayendo a la Argentina libros formidables (¡hurra, me acaban de entregar en el diario para comentar otra obra de Alice Munro!). Pero algunas traducciones me provocan dolor de panza.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Oberturas de Tobías Wolff

El moscardón imaginario XXV

Estoy leyendo cuentos de Tobías Wolff (Alabama, 1945). Es una colección magnífica que Alfaguara acaba de traer a la Argentina. Una gratísima experiencia de lectura. En Wolff se unen los dos elementos que siempre he admirado en un artista: el genio individual y el trabajo duro. La inspiración y la transpiración. Creo que al amigo Patricio Zunini le va a encantar. Es uno de esos narradores que se detiene en el párrafo, que lo templa hasta sacarle brillo, “que se dedica a una oración como si de esa oración dependiera su vida“, como me espetó P.Z. una ocasión en referencia a ciertos chantas argentinos que hacen todo lo contrario. Es que el norteamericano no sólo ha vivido intensamente, sino que se toma muy en serio la profesión. No es como esos plumíferos de fin de semana que se babean por ser llamados escritores sin estar dispuestos a pagar el alto precio que exige esculpir una obra buena de verdad. Después se enojan cuando los lectores les damos la espalda.

Como buen profesor de Letras y escritura creativa, Wolff sabe que no existe el texto definitivo o sagrado. Por eso, en el prólogo de Aquí comienza nuestra historia aclara que corrigió sus relatos, incluso treinta años después de ser publicados. “Eso responde a cierta inquietud estética -dice- pero también lo considero una forma de cortesía. Si yo veo un pasaje torpe o superfluo, lo mismo le pasará al lector. Entonces, por qué provocar su rechazo si yo podría haberlo evitado”.

¡Bienaventurados sean pues los que persiguen el ideal de la perfección! Me ha impresionado también la orfebrería de Wolff. Es evidente que conoce como pocos los trucos del oficio. Por ejemplo, la importancia de la primera frase en un cuento. He notado que si uno se toma el trabajo de reunirlas, no sólo se explica de qué va el libro y se demuestra la elegancia del estilo, sino que se crea una musicalidad intertextual, como la que emana de los diálogos de Hemingway. Es esto, justamente, lo que me gustaría compartir con los lectores del blog, las espléndidas aperturas de los cuentos de Wolff.

1) En el jardín de los mártires norteamericanos
“Cuando era joven, Mary vio a un hombre brillante y original quedarse sin trabajo porque había expresado ideas que le resultaron ofensivas a los administradores de la universidad donde enseñaban los dos”.

2) La casa de al lado
“Me despierto asustado. Mi mujer está sentada en el borde de la cama, sacudiéndome”.

3) Cazadores en la nieve
“Tub había estado esperando una hora bajo la nieve que caía”.

4) El mentiroso
“Mi madre leía de todo excepto libros”.

5) El hermano rico
“Había dos hermanos, Pete y Donald”.

6) Leviatán
“El día del treinta cumpleaños de Helen, Ted organizó una fiesta sorpresa para ella”.

7) Di que sí
“Estaban fregando los platos, su mujer lavaba mientras él secaba”.

8) Héroes del aire
“Mi amigo Clark y yo decidimos construir un reactor”.

9) Dos chicos y una chica
“Gilbert la vio primero”.

10) La cadena
“Brian Gold estaba en la cima de la colina cuando el perro atacó”.

11) Fuego del hogar
“Mi madre había jurado que nunca volveríamos a vivir en una pensión pero las circunstancias no le permitieron mantener la promesa”.

12) Una bala en el cerebro
“Anders no pudo llegar al banco hasta justo antes de que cerraran, con que, naturalmente, la cola era interminable y tuvo que estar parado detrás de dos mujeres cuya estúpida conversación en voz muy alta le dio ganas de matarlas”.
G.B.