domingo, 26 de diciembre de 2010

Los cien libros del año

Balance de 2010

Por Guillermo Belcore

Este es un balance provisional, debo aclarar. Tengo en la mesita de luz, tres obras extraordinarias que me permitirán ver el crepúsculo del año de color dorado. Sin duda, no tenemos los lectores apasionados de qué quejarnos. Siguen llegando a la Argentina textos sublimes; sus precios, son harina de otro costal, en esta era de inflación desquiciada (y de incompetencia gubernamental para moderarla) muchos libros se han convertido -¡ay!- en objetos suntuarios. Tengo en la mesita de luz los diarios de Claretta Petacci, la amante favorita de Mussolini y dos novelas que supongo excelentes: El cementerio de Praga de Umberto Eco y El sueño del celta de Mario Vargas Llosa. A pesar de estas ausencias, procuraré redondear conclusiones, transmitiré las más dichosas experiencias de lectura y haré hincapié en la más notoria decepción. Comienzo proclamando a los cuatro vientos que Contraluz de Thomas Pynchon es la mejor novela de 2010.

El año en que murió Salinger, he podido -gracias a Dios- asimilar algo más de cien libros. Dos por semana; es un número hermoso. La lectura me ha proporcionado momentos de gran felicidad, pero no me ha hecho mejor persona, mejor ciudadano, mejor amigo o mejor amante. A lo sumo, la lectura permite administrar (quizás no sea el verbo más apropiado) nuestra soledad. Porque sí hay algo de lo que estoy seguro es que estamos solos (aun los que tienen la dicha de tener alguien en casa), solos con nuestros terrores, nuestras secretas apetencias, nuestra callada desesperación.


El año en que murió Fogwill, leí no menos de quinientos cuentos. El goce ha sido parejo al que me proporciona la novela oceánica, mi especie favorita. Agradezco a Edhasa por los cuentos completos de Thomas Mann, a Alfaguara por los cuentos completos de Vladimir Nabokov, y a El Aleph por todos los relatos breves de Primo Levi. Amigo, amiga, no pretendas que se te llame lector, lectora, si no tienes estos tres gruesos volúmenes en tu biblioteca. Siempre podrás consultarlos, cuando te preguntes que diantres significa Alta Literatura. Léelos y te aseguro que podrás distinguir el trigo de la cizaña.


En el universo del texto breve, también he disfrutado a Tobías Wolff, a Turgueniev, a Fabio Morabito, a Maupassant, y a Chesterton. Comprobé, por lo demás, que la canadiense
Alice Munro es infinitamente más merecedora del Nobel de Literatura que la alemana Herta Müller. ¿Cuándo se lo piensan dar? Entretanto. hallé un tesoro: la indoestadounidense Jhumpa Lahiri.

El año en que Suecia, por fin, homenajeó como corresponde al magnífico Vargas Llosa, concluí no más que una decena de obras argentinas publicadas en 2010, y de otras tantas no pude pasar de la página veinticinco. Tuve el infaltable encontronazo con un escribidor arrogante que no pudo soportar que su producto recibiera un inofensivo garrotazo, en lugar de la lluvia de elogios al que le han acostumbrado sus amiguetes. Y me pegué un buen chasco con el pseudo policial de Ricardo Piglia. Honestamente, no le he encontrado a Blanco nocturno ninguna razón artística que sustente las alabanzas desaforadas que recibió en la prensa argentina y española. Para mí, lo mejorcito Made in Argentina fueron Doberman de Gustavo Ferreyra y Norep de Omar Genovese. Nada más; triste es decirlo. Me regocijé, empero, con las reimpresiones de Victoria Ocampo, Manuel Gálvez, Fogwill, Roberto Arlt y Arturo Cancela.


El año en que el portugués perdió a su mejor diamante, (Don José Saramago) me atiborré de literatura brasileña. ¡Tres hurras por el Mercosur! Brasil, potencia en ciernes, sigue financiando la traducción y edición de obras de ayer y de hoy muy recomendables. Préstenle atención, queridos interlectores, a Ronaldo Correia de Brito, Graciliano Ramos, Clarice Lispector, Dyonelio Machado; y cierren sus ojos frente al insoportable Paulo Coelho. Mono viejo no sube a palo podrido.

Un parrafito, por supuesto, debo dedicar a la literatura de género, tan sabrosa para mi insaciable líbido como lo es la ficción de calidad. Me sorprendió una brevería de ciencia ficción proveniente de la lejana y admirable Nueva Zelanda (Génesis). Me imantaron los dedos los policiales de Don Winslow, Qiu Xiaolong, Asa Larsson (gracias Gabrielaa), Arnaldur Indridasun y Harlan Coben. Las reseñas de los libros de los dos primeros las publicaré en enero, pues antes deben aparecer en La Prensa. La novela de espías, finalmente, encontró en Olen Steinhauer un hábil hacedor.

En el plano de la no ficción, puedo recomendar con los ojos cerrados (o mejor dicho, bien abiertos), las biografías de Barack Obama, Joseph Goebbels y Heinrich Himmler. Muy instructivos me resultaron los ensayos de Michitaro Tada, Abelardo Castillo, William Shirer, Joseph Stiglitz y Zygmunt Baugman. Honoré de Balzac, por cierto, me hizo reír a carcajadas en un bar de mala muerte de Parque Avellaneda, acaso el más feo de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Los parroquianos me miraban como a un orate. De Karl Kraus aprendí que el tono combativo pero de estilo exuberante es el que mejor le sienta al blog, el panfleto de nuestro tiempo. Se me cumplió un deseo, gente. RBA rescató dos maravillas de Nabokov: Curso de literatura rusa y Curso de literatura europea. ¡Pero a un precio asesino! Los cuadernos secretos de Agatha Christie me han sabido deliciosos. Vamos, a quien no le agrada espiar a una gran escritora por el ojo de la cerradura.

Bueno, ¿qué falta mencionar? He tropezado, fascinado, con una pincelada admirable del México querido: Las batallas en el desierto del poeta José Emilio Pacheco. Corroboré el valor que aun tiene la trama en la literatura moderna mediante la última novela de John Irving. Y me fascinó un largo poema narrativo injertado en la docunovela Missing del chileno Alberto Fuguet. ¡Qué exquisita construcción tiene Los años de Virginia Woolf!. Otro descubrimiento personal fue el irlandés Colum McCann, quien demuestra en Que el vasto mundo siga girando que Dios no se olvida incluso del suburbio más apestoso. Los amantes de la novela histórica -y los interesados en Trotsky- creo que no pueden soslayar a El hombre que amaba los perros del cubano Leonardo Padura, a quien hasta aquí tenía en muy baja estima. Necio de mí.


Cerraré el balance con un regalo de fin de año, un soneto perfecto de Quevedo, acaso el mejor poeta español de todos los tiempos después de Borges (o viceversa). El texto nos dice que los libros son más reales que la vida, y que no estamos, al fin y al cabo, tan solos si en nuestra mesa o nuestra cama nos acompañan libros “pocos pero doctos“. ¡Hasta el año próximo!


Desde la torre

Retirado en la paz de estos desiertos,
con pocos, pero doctos libros juntos,
vivo en conversación con los difuntos
y escucho con mis ojos a los muertos.

Si no siempre entendidos, siempre abiertos,
o enmiendan, o fecundan mis asuntos;
y en músicos callados contrapuntos
al sueño de la vida hablan despiertos.

Las grandes almas que la muerte ausenta,
de injurias de los años, vengadora,
libra, ¡oh, gran don Iosef!, docta la imprenta.

En fuga irrevocable huye la hora;
pero aquélla el mejor cálculo cuenta
que en la lección y estudios nos mejora.
Quevedo

PD: Las reseñas de los libros mencionados se encuentran en este blog.

PD II: ¿Cuál fue para ti, amigo, amiga, el mejor libro del año?

jueves, 23 de diciembre de 2010

El secreto de los genios II

Mauricio Lebedinsky
Capital Intelectual. Ensayo de arte y literatura, 140 páginas. Edición 2008.

La batalla de todas las batallas es escribir.
Melville

Observaba Borges que la realidad es tan compleja y fragmentaria que un observador omnisciente podría redactar un número indefinido de biografías de una persona. Una podría ceñirse a sus cambios de domicilio. Otra, a sus lecturas. La tercera, a los encuentros amorosos. La cuarta, a lo que han dicho de él… y así hasta casi el infinito. El señor Mauricio Lebedinsky ha decidido retratar a dieciocho personalidades eminentes, describiendo sus métodos de trabajo y sus procesos creativos. El libro desdeña lo exhaustivo, es de pinceladas cortas; pero resulta casi siempre ameno pues se las ingenia para transmitir gozosas experiencias de lectura. Tiene el autor, por cierto, talento para exornar la escritura con citas memorables.

La obra rescata a un intelectual argentino olvidado: Aníbal Ponce. Y rinde homenaje a dos historiadores de fuste (José Luis Romero, Halperin Donghi), dos pensadores combativos (Bourdieu y Eco), una militante de las buenas causas (Susan Sontag), siete clásicos (Dickens, Melville, Flaubert, Stevenson, Carpentier, Cortazar, Calvino), cuatro escritores de hoy (Vincent, Nélida Piñón, Vázquez Montalban, Pérez Reverte) y un dirigente político (Jean Monnet).

Los secretos de los genios confirman que Oscar Wilde estaba en lo cierto: el noventa por ciento del gran arte es transpiración y sólo un diez por ciento se nutre de la inspiración. Hay que dejar el pellejo trabajando para poder parir una obra perdurable, dejarse atormentar por la obsesión de la página musicalmente perfecta. El secreto de Dickens es que no dejó de escribir “ni un minuto de su vida”. Los nuevos narradores argentinos deberían tomar nota del procedimiento. Aunque, claro, siempre podrá justificarse la pereza apelando a la única excepción de esta galería de notables que casi nada confía a la acción repentina: Julio Cortázar, un partidario de crear como si se improvisara jazz, según su interesada confesión. Al parecer, el señor Lebedinsky se haya tragado el mito -fabricado por el propio escritor- de la escritura automática, de la visita divina de las musas a las cafeterías del boulevard Saint Germain.

Guillermo Belcore
Publicado en el suplemento de Cultura del diario La Prensa de la edición del domingo 19 de diciembre.

Calificación: Bueno

lunes, 20 de diciembre de 2010

Diez consejos para ser mafioso y no morir en el intento

Diario de un lector apasionado XVII

Don Winslow en Epoca de Quesos

El sol se despide lentamente de esta magnífica tarde de domingo. Leo en un lugar adorable, junto al río. Epoca de quesos se llama, proviene del buen Tandil, y se encuentra en una puntita del Mercado de Frutos del Tigre, uno de esos pocos lugares de la Argentina que funciona razonablemente bien. Disfruto un omelet de camembert, el único queso que tiene dos sabores (uno cuando ingresa a tu boca, el otro cuando lo tragas). Lo acompaño con agua mineral; no quiero que se distraigan las papilas gustativas. Una comida sin queso -dicen los franceses- es como una mujer hermosa sin un ojo. Pago veintisiete pesos por el omelet, cuatro de servicio de mesa (traen un inmenso pan de campo y un pote de frutas secas, ¡ñam!) y nueve por el agua. Está bien.

Estoy concluyendo El invierno de Frankie Machine (Don Winslow, Editorial Planeta), sin dudas la novela policial del año. Al menos, la mejor entre las que he leído. Narra las peripecias de un asesino a sueldo felizmente retirado, que se convierte en fugitivo por culpa de un añoso crimen. El libro no sólo es feliz por sus intensas escenas de acción, también ofrece una perspectiva, una visión del mundo, una sólida crítica social, barnizada con un suave anarquismo. He conseguido -medio en broma, medio en serio- extraer un decálogo para hampones que deseo compartir con los amigos del blog:

1 - Si te cepillas a la mujer de un mafioso, lo que hacen es cortarte los huevos y hacértelos tragar. Y eso antes de matarte.

2 - Todo el mundo tiene su precio. Nunca lo olvides.

3 - Hay cinco cosas que permiten que un tipo te brinde la oportunidad de liquidarlo: la despreocupación, el cansancio, los hábitos, el dinero y el sexo.

4 - Presta atención y entérate. Ganar dinero para otros es lo que te mantiene vivo. No lo olvides jamás.

5 - Si quieres cortar el bacalao, amigo, tienes que cargarte al tipo que corta el bacalao.

6 - Las juergas son un callejón sin salida.

7 - Las cosas ya no son como antes. Nadie es leal a nadie. No hay honor.

8 - Si te acuestas con perros, te levantas con pulgas.

9 - Ningún mafioso en todo el mundo ha sido jamás tan ruin como para secuestrar a la hija de alguien. Sólo un político o un empresario es capaz de hacer una cosa así.

10 - ¿Sabés por qué los gobiernos combaten el crimen organizado? Porque le hace la competencia. Si juntas a los gángsteres que venden droga en cada uno de los rincones del país, entre todos no generan tanto dinero mal habido como un senador cualquiera que esté acabando los nueve últimos hoyos con el director general de una multinacional.
Guillermo Belcore

sábado, 18 de diciembre de 2010

Galilea

Ronaldo Correia de Brito
Adriana Hidalgo Editora. Novela, 305 páginas. Edición 2010.

Entre otras ventajas, el Mercosur ha permitido que los argentinos nos pongamos al día con una de las literaturas más sabrosas del continente. A Dios gracias, no sólo llegan los clásicos, sino también lo nuevo del Brasil. El sello Adriana Hidalgo trae ahora el Premio San Pablo de Literatura 2009 (el más importante que concede el Estado brasileño); y parece que del otro lado del río Iguazú los galardones literarios aún significan algo. Galilea es una novela fascinante.

Ronaldo Correia de Brito (Ceará 1951), médico de profesión, ha revivido un formato que se pensaba fenecido: el regionalismo. Se dejó influir, además, por la Biblia y las tragedias clásicas. Su prosa recuerda la del también nordestino Graciliano Ramos: opera por sustracción, es transparente en su esmerada sencillez, aunque proliferan las palabras fragantes. El relato es tenso, muy bien matizado, está repleto de pensamientos revueltos, historias orales, e incluso fantasmas. El autor ha urdido un realismo meditabundo.

El sertón, ese tremendo espacio mítico de la cultura brasileña, es uno de los personajes principales de la novela. Como el lector sabe, el vocablo refiere a una región semiárida y mestiza del interior del Nordeste brasileño, signada por la injusticia, el hambre y la producción de mano de obra semiesclava (Lula proviene de allí). Ya no la atraviesan a caballo bandas de cangaceiros desalmados, sino bandidos con fusiles en camionetas cuatro por cuatro. Pero la miseria, el paisaje y el pueblo son los mismos de la época de Guimaraes Rosa: niños y niñas se entregan a los camioneros en las estaciones de servicio por dos reales.

Galilea es el nombre de un latifundio decadente del sertón, contaminado por el rencor familiar. Es decir, un limitado espacio de tierra donde los hombres y las mujeres se odian. Allí regresan a regañadientes tres primos neuróticos; el patriarca Raimundo Caetano agoniza, quiere morirse sin cuidados médicos. Hay una intriga en la trama: ¿quién ultrajó a David cuando era pequeñito? Y una escena criminal insiste en repetirse en busca de poesía. Al destino -escribió Borges- le agradan las repeticiones, las variantes y las simetrías.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Muy bueno

PD: En el blog de Eterna Cadencia, he vinculado esta obra con dos clásicos del sertón. Quien desee leer esa audacia puede pinchar aquí. También elogié a Galilea en el programa de radio Fuera de agenda. Puede escuchárseme aquí.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Irán

Michael Axworthy
Océano. Ensayo de historia, 380 páginas. Edición 2010

Para quien sabe, y sabe que sabe,/
al cielo se alza de la mente el corcel./
Quien no sabe, pero sabe que no sabe,/
en cojitranco asno el destino intuye./
Quien no sabe, y no sabe que no sabe,/
esclavo ha de ser de semejante desatino.

Naser od-Din Tusi (1201-1274)

Existen, básicamente, dos clases de países. En primer lugar, los “artificiosos“, es decir, aquéllos que han surgido de un compromiso político o del capricho de los poderosos. Churchill se jactaba de haber inventado Jordania, “un domingo después de almorzar”. Y en segundo término, están las naciones “reales”, las que se plasman con naturalidad en una antiquísima unidad cultural. Irán, la magnífica Persia, es una de ellas.

El señor Michael Axworthy es otro caso típico de la Gran Bretaña: diplomático y catedrático que se enamora de su objeto de estudio. En este libro sostiene que “no hay una sola faceta de la cultura iraní que, a lo largo de la historia y de un modo u otro, no haya incidido en el devenir de los seres humanos”. Esta bien la exageración. Hegel decía que nada en la vida se hace sin pasión. Pues, si por un lado tanto entusiasmo puede distorsionar la realidad, por el otro torna apasionante el recorrido por tres mil años de historia desde Zoroastro o Zaratustra, el profeta risueño, hasta el presidente Mahmud Ahmadineyad, el negador del Holocausto.

La historia sintética de Irán describe una religión casi tan antigua como el mundo; relata las antiguas glorias de medas, persas y partos; denuncia las calamidades que provocaron Alejandro Magno, los carniceros mongoles y el colonialismo occidental y ruso; esclarece sobre las divisiones que agitan el Islam. El profesor Axworthy es hábil para detectar el factor común: si hay algo que suele trastornar Irán es una revolución encabezada por un clérigo carismático, que proclama la ortodoxia, destrona a un monarca opresor y cuenta con el apoyo de las clases oprimidas. Especialmente interesante es el capítulo que elogia la poesía antigua, de origen sufí, que canta al amor, las rosas y el vino, y que Occidente celebra de tanto en tanto, hoy de manera tonta por la New Age.

A pesar de que el propósito del libro es reivindicar el genio iraní, el libro no es condescendiente con Jomeini y sus sucesores. Irán no es hoy un país totalitario, pero “está gobernado por hombres taimados, mientras las mentes más lucidas emigran, están en la cárcel o, atemorizadas, guardan silencio”. ¿Quién puede ser tan moralmente idiota como para defender a un régimen que condena a la mujer adultera a morir lapidada?

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

PD:
El ensayo es sólido pero de tanto en tanto aflora uno de los vicios más extendidos entre los catedráticos modernos: el disparate. En el afán de mostrarse originales, esbozan teorías francamente alocadas. Axworthy, por ejemplo, dice al pasar que el genio de Alejandro Magno deviene de su naturaleza femenina; es decir, si no hubiese sido homosexual no habría derrotado a los persas en Gránico, Issos y Gaugamela. Yo no creo que las cualidades intelectuales -mucho menos la destreza militar- provengan de las preferencias sexuales.


PD II: Tengo un par de amigos que aplican a pie juntillas esta estrofa afortunada de Fajroddin al Iraquí:
“Del temor del Dios y del sacrificio abomino; sólo vino quiero./
A fuer de sincero de mi hipócrita devoción también reniego./
Vino, pues, traedme, que a toda abnegación he renunciado:/
y por fanfarronada y vanidad tengo la rectitud que profesaba“.

Yo, en cambio, sugiero aplicar las enseñanzas del poeta persa Sa’di:
“Si el día del Juicio Final respeto te impone,/
los yerros de quienes te temen mira de perdonar:/
no oprimas a quienes por debajo de ti están,/
que mano más fuerte se alzará sobre la tuya“./

jueves, 9 de diciembre de 2010

Hay 26 clases de escritor

El moscardón imaginario XXXIV

Buscando una frase memorable, me reencontré en un cuento de Borges con las más adorable taxonomía del reino animal. Leo en El idioma analítico de John Wilkins que un tal Franz Kunz atribuye a cierta enciclopedia china, titulada Emporio celestial de conocimientos benévolos, que los animales se dividen en catorce categorías:
I) pertenecientes al Emperador.
II) embalsamados.
III) amaestrados.
IV) lechones.
V) sirenas.
VI) fabulosos.
VII) perros sueltos.
VIII) incluidos en esta clasificación.
IX) que se agitan como locos.
X) innumerables.
XI) dibujados con un pincel finísimo de pelo de camello.
XII) etcétera.
XIII) que acaban de romper el jarrón.
XIV) que de lejos parecen moscas.

Como coleccionista de felices curiosidades, Borges es insuperable. Quizás, al maestro le hubiese encantado está clasificación de escritores argentinos contemporáneos que mi insomnio elaboró una noche de cristal que se hizo añicos. Creo que por sus ambigüedades, redundancias y deficiencias poco tiene que envidiar a la de la enciclopedia china.

Bien, según mi vasta experiencia, los novelistas de la Patria se dividen en veintiséis especies:
I) los que escriben realmente bien.
II) los que en su vida han publicado nada.
III) los que trabajan en un Suplemento Cultural o bien tienen un amigo influyente en un diario.
IV) los nac & pop.
V) los que imitan a Aira.
VI) los que publican un libro por año aunque el cielo se venga abajo.
VII) los filisteos.
VIII) los talleristas.
IX) los que provienen de un oficio que nada tiene que ver con la literatura.
X) los que dicen que escriben para sus amigos.
XI) Aira.
XII) los que viven lejos de Buenos Aires.
XIII) los que si fueran músicos, harían rock chabón.
XIV) los que si fueran músicos, harían punk.
XV) los que deberían haberse dedicado a escribir teatro.
XVI) los que ni fu ni fa.
XVII) los que nunca deberían haber dejado de escribir ensayos.
XVIII) los que emulan a Cortazar.
XIX) los que, carcomidos por el odio, reaccionan como energúmenos cuando leen una crítica adversa.
XX) los que alaba Beatriz Sarlo.
XXI) los que saben contar una historia.
XXII) los que le gustan a Damián Tabarovsky.
XXIII) los que se mueren por escribir como Fogwill.
XIV) los que ya han tenido su cuarto de hora y deberían retirarse.
XV) los que son una gran promesa de la literatura nacional (y quizás siempre lo serán).
XVI) etcétera.

Amigo o amiga, ¿conoces otra especie de novelista argentino? ¿Qué nombre propio colocarías en cada casilla? Aunque pensándolo bien, está última respuesta mejor guárdatela para ti, pues sobre la Tierra no existe animal más susceptible que un escritor inseguro.
G.B.

sábado, 4 de diciembre de 2010

El puente

David Remnick
Debate. Ensayo biográfico. 751 páginas. Edición 2010.

Sentado en su butaca, una butaca amplia y blanda,
rodeado de cenizas,
el abuelo cambia de canal, bebe otro
trago de Seagrams a palo seco y pregunta
¿qué puede hacer conmigo un joven inexperto

que no reflexiona sobre el

fraude que es el mundo porque

las cosas han sido fáciles para el?;

lo miro con dureza a la cara, una mirada

que se desvía de su frente;

estoy seguro de que no es conciente de sus

ojos oscuros y húmedos que

miran en distintas direcciones,

y sus lentos e inoportunos tics

no cesan...

Barack Obama


En 1996, ayer nomás, un prestigioso organizador comunitario de Chicago viajó a Los Angeles para presentar su primer libro. La obra era la típica narrativa de ascensión que caracteriza al venerable género de la autobiografía afroamericana. ¿Saben cuántas personas fueron a escuchar esa noche a Barack Hussein Obama? Nueve, ni una más. Doce años después, el elocuente y sofisticado abogado de Harvard quebró por primera vez la odiosa barrera racial y se convirtió en el cuadragésimo cuarto jefe de la Casa Blanca. Un puente histórico había sido cruzado.

En verdad, sólo en una sociedad abierta como la de Estados Unidos la meritocracia puede abrirse paso, rauda, hasta la cúspide. Aunque claro, sin una feroz recesión, dos guerras, el inepto e insensible George Bush, dos influyentes series de televisión y la adoración de los periodistas, Obama, quizás, nunca lo hubiera logrado. Las ventanas de oportunidad para pelear la presidencia se cierran con pasmosa rapidez.


Mil anécdotas contiene El puente, la monumental biografía de Obama que acaba de ser publicada en la Argentina. La escribió David Remnick (New Jersey 1958), el director de The New Yorker, ese bastión del pensamiento progresista y del periodismo de calidad. El eje del relato es la cuestión racial; y la perspectiva, siempre muy favorable: por primera vez gobierna la Casa Blanca un hombre que representa la variedad de la vida. Padre de Kenia, madre blanca de Kansas, criado en Indonesia y Hawaii, educado en la libertina California y en la aristocrática Ivy League, sus señas personales son la tolerancia, la apertura mental, la inclusión. Debe resaltarse, además, que la identidad no sólo le vino en los genes, Obama eligió vincular su ascenso personal con el destino de los hombres y mujeres que llegaron en barcos de esclavos. El libro une también de manera magistral la historia individual con los procesos sociales, económicos y culturales.


De novela
El autor emplea el formato documental: oímos a infinidad de personas. Bob Dylan dice de Obama: "Es como un personaje de ficción, pero real''. Remnick, graduado en literaturas comparadas, demuestra que conoce el valor narrativo de los caracteres secundarios. Describe una legión de personalidades interesantes que orbitaron en torno al gran protagonista. Así, con una montaña de datos rigurosos y brillantes piezas de oratoria, conformó un notable y ameno retrato del hombre más poderoso del mundo. O del segundo, de acuerdo al último ranking de Forbes (Hu Jintao lo ha superado).


A esta altura, el lector se preguntara cómo es el Barack Obama de Remnick. Es un político habilísimo y encantador con gran inteligencia emocional, tiene capacidad para adivinar lo que desea la gente y para suscitar esperanzas. Tiene también una suerte descomunal (por alguna razón sus rivales se mancan). Lanza permanentemente hechizos de seducción carismática a su auditorio, que con pericia disfraza con un barniz de informalidad y menosprecio hacia sí mismo. Pero es un tipo pagado de sí mismo, con la indispensable cuota de megalomanía que le ha permitido llegar a la cima. Practica en público un estilo serio, ecuánime, cortés; trasmite un idealismo práctico, siempre en busca del consenso. Lo suyo es "tender puentes''. Gusta de mostrarse como una metáfora de la diversidad humana y del Estados Unidos joven. Den a Barack diversidad y será el rey del lugar. Es un extraordinario orador (combina el profesor con el pastor) y tiene mucha calle, ha trabajado junto a los pobres y la clase trabajadora. Es enigmático, pero de un modo típicamente estadounidense. Es el primer presidente norteamericano desde John F. Kennedy que actúa y habla como miembro de la elite intelectual de Estados Unidos. Sus ambiciones y su notable ego a menudo han chocado con su deseo de estabilidad. En privado, es un individuo bastante divertido pero en general, aunque ha probado casi todo, tiene una personalidad sobria y una naturaleza prudente. Ha dado muestras de talento literario, antes de dedicarse a la política. Fantaseó con la idea de ser novelista o poeta. Llamó la atención de los medios, no sólo por su fantástico carisma, sino también por ser un lector voraz, dado a deliberar, versado en política, e incluso en filosofía política. Uno de nosotros, según la visión del establishment progresista moderado.

Guillermo Belcore

Este artículo abrió el Suplemento de Cultura del diario La Prensa de este fin de semana.


Calificación: Muy bueno

jueves, 2 de diciembre de 2010

Norep

Omar Genovese
La Comuna Ediciones Municipalidad de La Plata. Novela, 126 páginas.

"Si la vida tuviera sentido, el lenguaje sería vano y la lengua, un gesto aborrecible"
O. Genovese

En mis años mozos, frecuentaba las páginas de Jorge Luis Borges no sólo por el insuperable gozo que provocan, sino también para esclarecer la única duda que me ha acompañado a lo largo de toda la vida: ¿qué leer? El mejor escritor que ha engendrado el idioma español es, en efecto, un sublime maestro de lecturas. Así llegué al Vathek de William Beckford.

El autor de El Aleph escribió que Beckford encarnó un tipo suficientemente trivial de millonario, gran señor, viajero, bibliófilo, constructor de palacios y libertino, pero debe su gloria a las diez últimas páginas de su novela. El Vathek contiene "el primer infierno verdaderamente atroz de la literatura'', dado que -distingue Borges- el orco de la Divina Comedia es un lugar donde ocurren hechos atroces, que no es lo mismo.

Personalmente, descubrí con el Vathek que los infiernos que gesta la imaginación literaria son tanto o más fascinantes que el tradicional de la imaginería religiosa (¿o será la religión una variante más, tan reconfortante como peligrosa, de las bellas letras?). Ese enorme agrado se encuentra en la primera novela publicada en papel por Omar Genovese (Buenos Aires, 1959).

El aficionado a los blogs conoce, seguramente, a El fantasma de Genovese. Es algo así como un afiladísimo bisturí que corta hasta el hueso, sin aplicar nunca cloroformo. Como escritor de libros, Genovese no renuncia al mordisco de tiburón, es decir a la ejecución irónica y polémica. Supone que en el inframundo, Perón (perdón, Norep) conspira con el fin de crear una Masa Acrítica para comandar, asistido por Lopecito, acicateado por Eva Duarte y en ligazón con Mao, Lenin, Stalin, Trotski, Hitler, Goebbels y Menguele, entre otras almas en pena. Norep "nunca niega la posibilidad de un aliado".

En el infierno de Genovese el roce está vedado, el deseo sexual y el amor brillan por su ausencia, y la intimidad es imposible. Las paredes parecen de piel humana pero fueron construidas con hueso. Hay hornos a carbón, piletones de excremento, rencor y delaciones. Los espejos fueron prohibidos por el Innombrable. Así describe el lugar de "las fláccidas geometrías con apariencia de túneles'' este fragmento fascinante:

"El Averno inabarcable carecía de comienzo y parecía estar en expansión sin lógica, intercomunicando pasillos de distintos niveles, cortando rectas, haciendo laberintos en laberintos. ¿Esa forma era el estilo con que el Maligno ponía distancia con sus posibles rivales? ¿Por qué nunca tenía acceso directo a los aposentos de Stalin, Adolf o Mao? Ellos venían a él, pero él, Norep popular, Norep de la sonrisa campechana sumida bajo la extensión geométrica de su chatura, no podía llegar a la intimidad de los otros. Parecían oportunistas, espiando por ojos ocultos. Cuando él pensaba fuerte en algún sentido, con cierta lógica en la estructura, ellos aparecían como llamadas al pie, acentos leves de un enunciado, entonaciones fantasmáticas de una lectura indecente. Ellos, pensó aplaudiéndose las manos inconsistentes, ellos son interferencias, mensajes imaginarios cargados en el sentido negativo de mis intenciones. Son la contrainteligencia diablal: ¿qué hacer? ¿Cómo lograr la cohesión de distintas mentes brillantes que lograron enfocar el impulso tanático de la humanidad en sus momentos de mayor descontrol y obediencia? ¿Acaso esta discursividad sin plaza que agobia, imprevista, es materia para la intromisión del supremo lector invasivo que es el espíritu de la maldad de Belcebú? ¿Qué hacer?".

Cómo puede apreciarse, los párrafos exigen (merecen) ser leídos dos veces. Las ávaras ciento veintiséis páginas del volumen son engañosas, parecen más. La prosa oscila entre erudita y rea. Es torrencial y densa, pero tiene un ritmo y una música. Sin duda, hay un estilo en juego. También hay escenas francamente desopilantes como aquella en que al General un fierita lo piya en la cara; o esa otra en la que Norep casi le dice "puto" a Lenin y terminan a las trompadas.

Como se ve, la escritura gusta de filosofar. Genovese reflexiona sobre el acto de escribir, sobre el arte de la conducción política, y especialmente sobre la resbalosa naturaleza del hecho maldito de la Historia argentina: el norepismo, "la profunda esperanza de un pueblo errante" o bien "un reguero emocional imposible de detener''. Harto mejor, por cierto, que sus líderes, parece ser el mensaje.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

viernes, 26 de noviembre de 2010

El Club de París

Steve Berry
Mosaico. Novela, 523 páginas. Edición 2010.

El Club de París no es sólo ese grupo de naciones ricas -hoy en graves dificultades- al que la Argentina les debe siete mil millones de dólares. También es una cofradía de potentados que se ha propuesto controlar el planeta a través de la manipulación de los mercados financieros, según la última novela del abogado Steve Berry (Atlanta, 1955).


El libro pertenece a la estirpe de los best sellers, conocidos, asimismo, como literatura de supermercado. Es una especie adocenada que tiene ver con el arte tanto como la comida chatarra con la alta gastronomía. Es sólo recomendable para las personas a las cuales no les interesan un rábano las densidades temáticas o estéticas; y en este caso, ni siquiera eso. Las escenas de acción y los diálogos son paupérrimos. El Club de París ha recibido elogios de Dan Brown, pero por halagar su vanidad: se copian descaradamente procedimientos de El Código Da Vinci.

El agente retirado Cotton Malone se ve involucrado en una guerra de tres frentes contra magnates inescrupulosos. Denunciadores de Internet, un multimillonario probo de Dinamarca y el gobierno estadounidense se empeñan en destruir al informal Club de París, antes de que cometan más tropelías (quieren ser como los Rothschild). El cambio de escenarios es vertiginoso. Hay ocultismo, códigos secretos, personajes siniestros y un tesoro fabuloso que descubrir: el oro de Napoleón. El Gran Corso, justamente, es otro de los nudos del relato. El autor, por desgracia, no hace otra cosa que reciclar esos datos elementales (aunque útiles) que contiene la Wikipedia.


Los antiguos decían que no hay libro tan malo que no contenga algo bueno. En esta ocasión, se destaca cierto talento para introducir de manera oblicua una buena cantidad de alocadas teorías conspirativas que hacen las delicias de muchísimos norteamericanos y de los tontos de medio planeta.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Malo.

PD:
Una pérdida de tiempo.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Doberman

Gustavo Ferreyra
Emecé. Novela, 217 páginas. Edición 2010. Precio aproximado: 60 pesos.

“Si uno se calla y es demasiado prudente y considerado enseguida se olvidan de vos. No te temen y te olvidan. Hay que generar un poquito de miedo en los otros… hay que ladrar. Hay que ser medio perro, si no… En lo posible ser un dóberman”
Gustavo Ferreyra

Este libro permite extraer una enseñanza. Uno nunca debe perder la fe en el arte. Incluso en el pervertido mundo de los certámenes literarios hay posibilidad de que surja una obra extraordinaria que, justamente, devuelva al galardón su función primordial: señalar lo excelso. Digámoslo de entrada: Dóberman, Premio Emecé 2010, es una novela original por donde se la mire, con exuberancia verbal y dominio de la metáfora, que destila sabiduría (aunque con cuentagotas) y cumple, con elegancia, la función de crítica social. A mí, con esto me basta.

La trama discurre en dos planos, el de la protorrealidad y el del delirio. En el primero, Joaquín Riste, neurótico chofer de la Cancillería, es reclutado por su jefe para realizar una nebulosa misión de espionaje en Polonia, al servicio de los norteamericanos. Corre el año 1994; la escritura es implacable con el menemismo. En el universo de la fantasía, Joaquín se consuela creyendo que pertenece a la raza dominante de los perros dóberman, a quienes los topos, conejos y humanos deben rendir pleitesía. Es un showman famoso que sufre un colapso nervioso y le terminan amputando una pierna, como al Riste verdadero.

El nombre del profesor y sociólogo Gustavo Ferreyra (1963) circula con admiración en los mentideros de Buenos Aires que presumen de su cultura. Su séptima novela corrobora que es un escritor para tener en cuenta. No se trata de un gran estilista, pero emplea una prosa bastante bien esculpida que alterna el párrafo macizo, abundante y barroco (incluso cacofónico) con el diálogo vivaz. Los personajes son siempre interesantes por sus patetismo. El libro tiene indudables reminiscencias centroeuropeas (¿Kafka?) incluso en los pasajes tediosos, pero es ciento por ciento porteño por cuatro razones: esboza una teoría sobre todo, emplea un tonito socarrón, tiende a lo paródico, tiene tendencia a acuñar sentencia. El efecto resulta por lo general agradable porque da la impresión de que -he aquí la clave del asunto- hay una prodigiosa inteligencia en la sala de mando.

Guillermo Belcore
Una versión más corta y purgada de la molesta primera persona blogueril fue publicada hoy en el Suplemento de Cultura de La Prensa

Calificación: Muy bueno

PD: Estoy satisfecho. Al fin una novela argentina que, por primera vez en el año, no sólo me atrapó hasta final, sino que merece admiración. Me encanta repetirme, he escrito sobre sus virtudes en otro blog y la he elogiado en un programa de radio, donde la pifiaron con el nombre. No obstante, es verdad lo que me advirtió un amigo: a veces el entusiasmo me hace perder el sentido de las proporciones, pero bueno… qué más queremos todos que la literatura nacional -tan alicaída últimamente- nos regale obras memorables.

PD: Obviamente, la banda sonora para este libro la hizo la Bersuit. Perro amor explota es un gran tema. Obsérvese la poética:

"En un país de mudos se escucha un gran silencio
no se percibe que algo va a pasar
se esconde lo sublime detrás de un nuevo engendro
que derrama baba sobre la ciudad
adrenalina desalmada
abre grietas hondas
nada recicla esta contención
el choque no se puede evitar".

"Está tan contenido que se hace invisible
y es lava hirviendo abajo de tu hogar
jadea de alegría apenas huele sangre
y no se conforma con alucinar".

"Muy lejos del mar
se enciende otra sal
y crece en sus ojos
como un destello que no te deja dormir".

"Hambre de perro fiero
oliendo tu dulzura
y cuando esta caliente
muerde la yugular
mata porque quiere vivir
pero no sabe como
no quiere ser feliz
ni quiere descansar".

"Mira adónde dejas la basura
que el amor explota
nadie esta a salvo de la locura
perro amor te toca".


miércoles, 17 de noviembre de 2010

Dos series

Fringe y L&O Los Angeles

El universo de las series de televisión es casi tan cautivante como el de literatura. Aunque quizás se trate del mismo prodigio que se expresa en formatos diferentes. De hecho, es sabido que los guionistas y productores aplican hoy procedimientos de las bellas letras. Pero, básicamente, despliegan con admirable destreza dos elementos tradicionales de la narración escrita que algunos fatuos adoradores de la ultraoriginalidad sostienen (mienten) que ya no son necesarios en un buen libro: cuentan historias seductoras y construyen personajes memorables.

El lector de este blog sabe que soy un entusiasta de estos artificios hebdomadarios que provienen del Primer Mundo. Hoy me gustaría recomendar dos. La primera serie es de ciencia ficción y ya ha sido prolijamente elogiada por La Biblioteca de Asterión. Fringe, la flamante maravilla de J.J. Abrams, me tiene aferrado de las solapas. Relata en
su tercera temporada una guerra abierta entre mundos paralelos. Tal como imaginó Adolfo Bioy Casares en el cuento La trama celeste (1948), se nos dice que existen infinitos mundos idénticos al nuestro, infinitos mundos ligeramente variados, infinitos mundos diferentes, cercanos pero inabordables, salvo por accidente. Si no me equivoco, Demócrito de Abdera fue el primero en meditar sobre la quimera. En el siglo XIX, el socialista revolucionario Louis Auguste Blanqui revivió la fantasía, que a la larga terminó inspirando a Bioy y que ahora una ingeniosa serie norteamericana explora. En cada uno de esos mundos, hay un Belcore que ha tomado otras decisiones. En uno es sacerdote, no se ha casado; en otro sí se caso, pero no se ha separado, se dedica a la política; en el tercer planeta alterno murió en una bacanal; en el cuarto, es hincha de Boca o River (pobre tipo) y se fue a vivir al extranjero. En cada encrucijada que nos interpela, hay un yo alternativo que elige el otro sendero. Fascinante, ¿verdad?

Fringe plantea que el científico Walter Bishop, un genio comparable a Einstein, causa un devastador enfrentamiento interplanetario, al traer a nuestra Tierra a un Peter Bishop paralelo, con el fin egoísta de reemplazar a su hijito muerto. Esto provoca espantosas perturbaciones físicas del otro lado. La venganza, obviamente, será terrible. Peor aun, todo indica que la supervivencia del otro lado depende de la destrucción del nuestro. Ellos, al parecer, provocaron el tsunami en Asia de 2004 y otras calamidades semejantes y han infiltrado en las altas esferas de la política y la economía a ‘los cambiantes’, mitad humanos, mitad máquinas. Sugiero a quien desee disfrutar de tan loca imaginería comenzar con el capítulo uno de la primera temporada. Caso contrario, no entenderá un pito.

El viento y el mar
La segunda serie que quisiera recomendar es la penúltima versión de esa espléndida franquicia ideada por Dick Wolf que, al parecer, puede ser exprimida con éxito hasta la última gota. Me refiero a la serie Law & Order. La versión original, ambientada en Nueva York, acaba de dar sus últimas hurras, después de veinte años de buenos servicios al televidente. Está bien, ya había perdido el toque mágico. L&O Criminal Intent tambalea tras concluir la novena temporada (nunca logró atraparme). Sigue en pie, dignamente, L&O Special Victims Unit con la bellísima Mariska Hargitay (once temporadas); y se afianza L&O United Kingdom. Aparece ahora… L&O Los Angeles.

Serán las playas y el mar, será el toque latino o el desierto y el sol, será la encantadora frivolidad de Hollywood y Beverly Hills, o bien el talento de los libretistas, pero L&O Los Angeles tiene un glamour y brillo del que carecen sus hermanas. El método narrativo, eso sí, es el de siempre: la primera mitad relata la investigación policial; la segunda, el proceso en la Justicia. Es decir, policías y fiscales son los protagonistas, interactuando en parejas disonantes como lo hacían El Quijote y Sancho, o Batman y Robin. Se apuesta fuerte con los argumentos: una bella chica embarazada (el padre de la criatura es un influyente congresista de derechas) es arrollada por un misterioso automóvil. Americanos WASP (blancos, anglosajones y protestantes) se convierten en esbirros de Bin Laden. Un sangriento homicidio revela que el mundo de los surfistas también tiene un costado sórdido. El sistema legal estadounidense es capaz de arruinarle la vida a una madre inocente.

La temática se nutre en la realidad, pero la retórica rinde homenaje a la mejor literatura. Tal como ocurre con Doctor House, los diálogos son magníficos. De acuerdo, nadie habla así, pero qué gusto da escuchar siempre una réplica ingeniosa, una aguda observación sociológica, un discurso que examina el meollo de la vida, el sarcasmo y la ironía. Por cierto, esa excelencia expresiva es otra de las glorias de las novelas policiales de Raymond Chandler.

Fringe y L&O Los Angeles me permiten relajarme y ser feliz cuando regreso del diario cerca de la medianoche. ¿Alguien puede sugerirme alguna otra serie?
Guillermo Belcore

sábado, 13 de noviembre de 2010

Karada

Michitaro Tada
Adriana Hidalgo Editora. Ensayo, 373 páginas. Edición 2010

Japón, la cima de los buenos modales y la etiqueta, es un país raro. Hacer referencia al culo no acarrea las connotaciones vergonzosas o eróticas que tiene en Occidente; por tal razón, un crítico de arte venerable como Michitaro Tada (1924-1997) puede -sin escandalizar siquiera a una niña- dedicarle una cuidadosa y relajada atención a la estética y a los detalles folclóricos y autóctonos del "honorable trasero". Sobre las posaderas y otras amenas curiosidades discurre este extraordinario ensayo, que combina saber académico y apertura mental, y abreva en varias fuentes: antropología, historia, geografía, cultura popular y filología, por mencionar sólo cinco.

Karada significa cuerpo en japonés. Tada, en efecto, explora con erudición y lucidez los significados en la cultura japonesa de las distintas partes del cuerpo. Desde la cabeza hasta los pies, pasando por el vientre, el ombligo, la cadera y la pelvis. El libro es encantador, delicado y tiene profundidad filosófica en buena parte de su recorrido. Obsérvese la belleza de los temas: "el talento especial de la mujer para sentarse al estilo del milano negro", "las pantuflas japonesas son realmente una cosa extraña", "el enérgico sonido del chorro del inodoro", "la pena en la punta de los dedos".

La edición merece elogios. Trae abundantes notas a pie de página y un prólogo excelente. Otro juego interesante es la comparación de las sensibilidades de los pueblos. La escritura de Tada es fiel a ese rasgo primordial de las letras japonesas: encontrar divinidad (es decir el sentido más hondo de la existencia) en las cosas ínfimas que nos rodean, en los detalles que son por lo general obviados y desdeñados. ¿Sabe usted por qué el japonés tradicional toca sólo dos veces a la puerta, y considera sagrado el cuarto de baño?
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Muy bueno

PD:
Quién desee escuchar (no leer) algo más sobre el libro puede picar aquí.

martes, 9 de noviembre de 2010

Apostoloff

Sibylle Lewitscharoff
Adriana Hidalgo Editora, 358 páginas, novela. Edición 2010. Precio aproximado: 80 pesos

Ser rico -dicen los chinos- es fracasar en la vida. La tristeza del magnate Alexander Tabakoff lo atestigua. Como compensación, financia una empresa delirante: desentierra a sus camaradas búlgaros de la diáspora, traslada por medio Europa los restos en un cortejo funerario de lujo, y les organiza funerales principescos en Sofía para asegurarles el eterno descanso. Este es uno de los dos hilos narrativos de Apostoloff. El otro involucra el retorno a la patria ancestral de dos señoras nacidas en Alemania. Fueron sobornadas para formar parte de la caravana de limusinas negras de Tabakoff. Son las hijas de Kristo, el respetado ginecólogo búlgaro que un buen día se ahorcó en el baño de su casita burguesa de Suabia. Obviamente, les dejó a las chicas el alma en carne viva.

La novela es interesante porque combina geografía e historia, y retrata una familia infeliz. Corrobora que una buena porción de la literatura alemana proviene hoy, -como en Estados Unidos- de la inmigración. Sibylle Lewitscharoff, naturalmente, tiene ascendencia búlgara. Vivió en la Argentina; Gardel aparece en la trama. Sabe usar la técnica del flashback y sabe atrapar la belleza fugaz: "hay momentos en que el mundo simplemente es bello''; "hay sitios que invitan al hombre a transformarse'', reflexiona.

El lector podrá formarse una idea de la claridad del estilo con este pasaje delicioso que prueba que las ciudades búlgares son, un sentido, similares a las de Argentina y las de casi todo el mundo:

"Como ahora la nueva generación que acaba de romper el cascarón, la generación del dinero, está convencida de que las mujeres de más de treinta perjudican el negocio, contratan a bonitas y jovencísimas camareras de temporada veraniega que van cargando los platos sobre zapatos de tacones altos. Tienen un aspecto vicioso, aunque son muchachas que trabajan a brazo partido: bocas de un rojo febril, uñas cuadradas pintadas con esmalte glíter; la falda le llega, y eso si está parada derecha, a sólo dos centímetros de que se le comience a ver la bombacha. Otra especialidad de las camareras: en general de las búlgaras: les encanta el perfume. Así huele mi ensaladita, lo que normalmente debería ser algo neutro, huele como si hubiese pasado la noche en una perfumería''.

La historia es narrada por una de los dos hijas del suicida, la menos sociable. Le encanta echar pestes, es una cascarrabias de pacotilla. A través de sus ojos, percibimos lo que el comunismo le hizo a Bulgaria. Cincuenta años de brutalidad calculada corrompieron moral y materialmente a un país entero. Todo da "una sensación enmohecida de ruina y decadencia''. Quizás nadie haya sido capaz de generar tanta fealdad como el leninismo de hormigón. Vean si no en Shumen el pretencioso monumento a la patria

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

viernes, 5 de noviembre de 2010

La sangre y la infamia

Miguel Wiñazki
El Ateneo. Novela, 198 páginas. Edición 2010. Precio aproximado: 50 pesos

Como si de una tragedia griega se tratase, en la Avellaneda brava un padre ordenó liquidar a su hijo simbólico porque había comenzado a hacerle sombra. El caudillo Barcelo se deshizo de su matón indispensable, Ruggierito, un asesino bienhechor, un tipo que pensaba todo el tiempo, según Miguel Wiñazki (1956). En la provincia de Buenos Aires de Manuel Fresco las prostitutas generaban pingües negocios en las colonias deportivas de los chicos. Se organizaban partuzas en el cine Royal.

El tema de la novela, como se ve, es fascinante, pero el autor incurrió en ese vicio que casi ha destruido la novelística argentina contemporánea: la falta de ambición. Ya Ortega y Gasset notaba que los argentinos desean ser escritores, pero no quieren sentarse a escribir libros. Es decir, cunde la ley del mínimo esfuerzo. En este caso, en lugar de, por ejemplo, sorprender a los lectores con un mural impresionante de una época infame, se cosieron unos pocos retazos de los cuatro personajes principales de los años treinta, todo salpimentado con un erotismo que hace hincapié en la masturbación adolescente. Incluso se han empleado trucos tipográficos para engordar el volumen, como el doble espacio entre los párrafos.

El procedimiento axial es el pastiche, otra dudosa moda
. Los veintiocho capitulitos yuxtaponen materiales diversos como el relato erótico o policial, el manual de historia, el documento público, la declamación o los poemas (lamentables). Hay una saludable intención de atesorar el habla popular, pero el goteo de frases y las metáforas defectuosas (“el Riachuelo serpentea como una anaconda podrida“; “voy hacia la oscuridad Argentina en este camioncito chirriante”) le juegan en contra. En cuanto al estilo, pues, no hay nada memorable. No obstante, en tren de encontrar virtudes, podría decirse que el libro resultará instructivo para los lectores interesados en aquél pasado. Una novela pedagógica, entonces.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa.

Calificación: Regular

sábado, 30 de octubre de 2010

Missing

Alberto Fuguet
Alfaguara. Novela, 386 páginas. Edición 2010.

Nunca es bueno conocer a alguien
fuera de tu mundo
a la larga la gente fina te toma como
turismo aventura
A. Fuguet


La perpetua modificación de la forma es uno de los dones sublimes de la novela. Véase, a modo de ejemplo, este documental novelesco. Quiere ser un alarde de originalidad y para eso ensaya un procedimiento que bien puede ser tachado de posmoderno: la yuxtaposición de elementos de diferente naturaleza. Encierra, entre otras cosas, un artículo periodístico, apuntes y notas en el curso de una investigación, material autobiográfico, el contrapunto con una psicóloga, una entrevista con un pariente, un largo relato en verso libre y primera persona, acaso lo mejor logrado del conjunto. El sello editorial nos jura que el libro le había fascinado a Fogwill.

Alberto Fuguet, ex niño terrible de la literatura chilena, ha decidido emular La invención de la soledad de Paul Auster o Mis zonas oscuras de James Ellroy. Es decir, escribió lo que él llama una crónica de familia. Su tío Carlos -un hippie, un ex convicto, ¿un perdedor?- cometió en 1986 una suerte de suicidio social, en Baltimore (Estados Unidos). Dejó de telefonear a sus padres y hermanos y las cartas comenzaron a ser devueltas. Simplemente, se lo tragó la tierra, pero lo tremendo es que también desde el otro lado nadie movió un dedo para rehacer la relación. En 2003, el escritor rastreó al bueno de Carlos y lo encontró. Acá narra esa pesquisa obsesiva y la singular historia de la oveja negra de una familia infeliz, como lo son casi todas.

Fuguet escribe muy bien, muy suelto, muy livianito. Hay pasajes, no obstante, cuya afectación los torna insoportables. Da la impresión de que sobreactúa y, además, abusa del recurso de intercalar frases en inglés. Lo más notable -como se dijo- son las casi ciento ochenta páginas en verso, en las que el Tío Carlos cuenta su vida. He aquí unos versos afortunados:

“Una familia te ata,
te vigila,
opina
te obliga incluso a pedir permiso,
si te matas, sufrirán,
si vas preso, sufrirán,
si no tienes hijos, sufrirán,
las familias no saben otra cosa que sufrir…”
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno

PD: En este blog hay un comentario de Cortos, libro de cuentos de Fuguet.

martes, 26 de octubre de 2010

El autobús perdido


John Steinbeck
Punto de lectura. Novela, 345 páginas. Edición 2010.

La sublime clasificación de rubias que incluyó Raymond Chandler en En el largo adios describe al estereotipo encarnado en esta novela por Camille Oaks: la rubia de piernas despampanantes y cuerpo bonito que emana una suerte de electricidad que sugiere sexo, y que sabe perfectamente como convertir a cualquier clase de hombre en un pelele. Es imposible pasar a su lado sin estremecerse.

La diosa Camille es uno de los fascinantes caracteres que John Steinbeck reunió en 1947 a bordo de un destartalado ómnibus rural que encalla en un carretera secundaria de California por culpa de una feroz tormenta. El libro es una admirable novela de personajes; hilvana una sucesión de escenas teatrales que van de lo pintoresco a lo cómico. Hay personajes inolvidables, como el solemne señor Elliot Prichard, quintaesencia del burgués americano, cuya única pasión erótica parece ser la acumulación de dinero. Sin embargo, el hombre de negocios termina sucumbiendo a lo que su insoportable esposa denomina “un ataque de bestialidad lujuriosa”. Es uno de los puntos altos del libro.

John Steinbeck
(1902-1968) fue uno de los escritores más leídos de Estados Unidos. Ganó el Premio Nobel en 1962. Se lo reconoció como un artista progresista, preocupado por denunciar la explotación de la clase trabajadora, aunque al final de su vida terminó apoyando la Guerra de Vietnam, a causa de su afecto personal por el presidente Johnson. La izquierda lo llamó traidor. Ha dejado una obra imperecedera y esta espléndida novela -que por primera vez llega al español según el sello editorial- prueba que Steinbeck fue también un hábil estilista, con un excelente manejo de la frase corta y del detalle revelador. Se llega a la conclusión de que el libro fue tallado por uno de los mejores retratistas del pueblo norteamericano.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Bueno

PD: La edición es una porquería, se desarma toda.


PD II: Jayne Mansfield, otra rubia fatal, hizo de Camille en la adaptación cinematográfica de esta novela de 1957 (The wayward bus).

PD III: Así describió Steinbeck esta novela que algunos tiquismiquis la consideran como una obra menor de su producción (yo no estoy de acuerdo):

“La eficacia de este libro depende del estado de ánimo, de los detalles y de unos pocos elementos de la escritura. Prácticamente no tiene historia .... esto es lo que quería decir y creo que está ahí para cualquiera que realmente desee encontrarlo... Se lo llamará ‘estudio simple del carácter’, pero es sólo la más parte más pequeña de lo que es“.

PD IV: Propongo este tema de los Red Hot Chili Peppers como banda de sonido: http://www.youtube.com/watch?v=Sb5aq5HcS1A