sábado, 18 de diciembre de 2010

Galilea

Ronaldo Correia de Brito
Adriana Hidalgo Editora. Novela, 305 páginas. Edición 2010.

Entre otras ventajas, el Mercosur ha permitido que los argentinos nos pongamos al día con una de las literaturas más sabrosas del continente. A Dios gracias, no sólo llegan los clásicos, sino también lo nuevo del Brasil. El sello Adriana Hidalgo trae ahora el Premio San Pablo de Literatura 2009 (el más importante que concede el Estado brasileño); y parece que del otro lado del río Iguazú los galardones literarios aún significan algo. Galilea es una novela fascinante.

Ronaldo Correia de Brito (Ceará 1951), médico de profesión, ha revivido un formato que se pensaba fenecido: el regionalismo. Se dejó influir, además, por la Biblia y las tragedias clásicas. Su prosa recuerda la del también nordestino Graciliano Ramos: opera por sustracción, es transparente en su esmerada sencillez, aunque proliferan las palabras fragantes. El relato es tenso, muy bien matizado, está repleto de pensamientos revueltos, historias orales, e incluso fantasmas. El autor ha urdido un realismo meditabundo.

El sertón, ese tremendo espacio mítico de la cultura brasileña, es uno de los personajes principales de la novela. Como el lector sabe, el vocablo refiere a una región semiárida y mestiza del interior del Nordeste brasileño, signada por la injusticia, el hambre y la producción de mano de obra semiesclava (Lula proviene de allí). Ya no la atraviesan a caballo bandas de cangaceiros desalmados, sino bandidos con fusiles en camionetas cuatro por cuatro. Pero la miseria, el paisaje y el pueblo son los mismos de la época de Guimaraes Rosa: niños y niñas se entregan a los camioneros en las estaciones de servicio por dos reales.

Galilea es el nombre de un latifundio decadente del sertón, contaminado por el rencor familiar. Es decir, un limitado espacio de tierra donde los hombres y las mujeres se odian. Allí regresan a regañadientes tres primos neuróticos; el patriarca Raimundo Caetano agoniza, quiere morirse sin cuidados médicos. Hay una intriga en la trama: ¿quién ultrajó a David cuando era pequeñito? Y una escena criminal insiste en repetirse en busca de poesía. Al destino -escribió Borges- le agradan las repeticiones, las variantes y las simetrías.

Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.

Calificación: Muy bueno

PD: En el blog de Eterna Cadencia, he vinculado esta obra con dos clásicos del sertón. Quien desee leer esa audacia puede pinchar aquí. También elogié a Galilea en el programa de radio Fuera de agenda. Puede escuchárseme aquí.

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