La Comuna Ediciones Municipalidad de La Plata. Novela, 126 páginas.
"Si la vida tuviera sentido, el lenguaje sería vano y la lengua, un gesto aborrecible"
O. Genovese
En mis años mozos, frecuentaba las páginas de Jorge Luis Borges no sólo por el insuperable gozo que provocan, sino también para esclarecer la única duda que me ha acompañado a lo largo de toda la vida: ¿qué leer? El mejor escritor que ha engendrado el idioma español es, en efecto, un sublime maestro de lecturas. Así llegué al Vathek de William Beckford.
El autor de El Aleph escribió que Beckford encarnó un tipo suficientemente trivial de millonario, gran señor, viajero, bibliófilo, constructor de palacios y libertino, pero debe su gloria a las diez últimas páginas de su novela. El Vathek contiene "el primer infierno verdaderamente atroz de la literatura'', dado que -distingue Borges- el orco de la Divina Comedia es un lugar donde ocurren hechos atroces, que no es lo mismo.
Personalmente, descubrí con el Vathek que los infiernos que gesta la imaginación literaria son tanto o más fascinantes que el tradicional de la imaginería religiosa (¿o será la religión una variante más, tan reconfortante como peligrosa, de las bellas letras?). Ese enorme agrado se encuentra en la primera novela publicada en papel por Omar Genovese (Buenos Aires, 1959).
El aficionado a los blogs conoce, seguramente, a El fantasma de Genovese. Es algo así como un afiladísimo bisturí que corta hasta el hueso, sin aplicar nunca cloroformo. Como escritor de libros, Genovese no renuncia al mordisco de tiburón, es decir a la ejecución irónica y polémica. Supone que en el inframundo, Perón (perdón, Norep) conspira con el fin de crear una Masa Acrítica para comandar, asistido por Lopecito, acicateado por Eva Duarte y en ligazón con Mao, Lenin, Stalin, Trotski, Hitler, Goebbels y Menguele, entre otras almas en pena. Norep "nunca niega la posibilidad de un aliado".
En el infierno de Genovese el roce está vedado, el deseo sexual y el amor brillan por su ausencia, y la intimidad es imposible. Las paredes parecen de piel humana pero fueron construidas con hueso. Hay hornos a carbón, piletones de excremento, rencor y delaciones. Los espejos fueron prohibidos por el Innombrable. Así describe el lugar de "las fláccidas geometrías con apariencia de túneles'' este fragmento fascinante:
"El Averno inabarcable carecía de comienzo y parecía estar en expansión sin lógica, intercomunicando pasillos de distintos niveles, cortando rectas, haciendo laberintos en laberintos. ¿Esa forma era el estilo con que el Maligno ponía distancia con sus posibles rivales? ¿Por qué nunca tenía acceso directo a los aposentos de Stalin, Adolf o Mao? Ellos venían a él, pero él, Norep popular, Norep de la sonrisa campechana sumida bajo la extensión geométrica de su chatura, no podía llegar a la intimidad de los otros. Parecían oportunistas, espiando por ojos ocultos. Cuando él pensaba fuerte en algún sentido, con cierta lógica en la estructura, ellos aparecían como llamadas al pie, acentos leves de un enunciado, entonaciones fantasmáticas de una lectura indecente. Ellos, pensó aplaudiéndose las manos inconsistentes, ellos son interferencias, mensajes imaginarios cargados en el sentido negativo de mis intenciones. Son la contrainteligencia diablal: ¿qué hacer? ¿Cómo lograr la cohesión de distintas mentes brillantes que lograron enfocar el impulso tanático de la humanidad en sus momentos de mayor descontrol y obediencia? ¿Acaso esta discursividad sin plaza que agobia, imprevista, es materia para la intromisión del supremo lector invasivo que es el espíritu de la maldad de Belcebú? ¿Qué hacer?".
Cómo puede apreciarse, los párrafos exigen (merecen) ser leídos dos veces. Las ávaras ciento veintiséis páginas del volumen son engañosas, parecen más. La prosa oscila entre erudita y rea. Es torrencial y densa, pero tiene un ritmo y una música. Sin duda, hay un estilo en juego. También hay escenas francamente desopilantes como aquella en que al General un fierita lo piya en la cara; o esa otra en la que Norep casi le dice "puto" a Lenin y terminan a las trompadas.
Como se ve, la escritura gusta de filosofar. Genovese reflexiona sobre el acto de escribir, sobre el arte de la conducción política, y especialmente sobre la resbalosa naturaleza del hecho maldito de la Historia argentina: el norepismo, "la profunda esperanza de un pueblo errante" o bien "un reguero emocional imposible de detener''. Harto mejor, por cierto, que sus líderes, parece ser el mensaje.
Guillermo Belcore
Calificación: Muy bueno
1 comentario:
Desconozco el libro en cuestion, pero Vathek me parecio genial (al igual que la sentencia del buen Borges).
Intentare conseguirlo.
Publicar un comentario