Alfaguara. Cuentos, 398 páginas. Edición 2008.
En un poema sublime, Borges se preguntó: “¿Quién es el mar? ¿Quién es aquel violento/ y antiguo ser que roe los pilares/ de la tierra y es uno y muchos mares/ y abismo y resplandor y azar y viento?”. Ese asombro primordial ante un exceso de la naturaleza (“quien lo mira lo ve por vez primera, siempre”) ha engendrado la mejor literatura. Lo confirma esta excelente recopilación de cuentos.
El libro trabaja con materiales nobles y abigarrados, desde Horacio Quiroga a Marcel Schwob. Sólo en un caso sospechamos que la selección no ha sido eficaz. ¿Stevenson no escribió nada mejor sobre el arte de navegar que el deficiente El barco que se hunde? Hecha la salvedad, digamos que es una obra ideal para abandonarse al placer de la lectura. Algunos textos permiten, también, aprender un par de cosas sobre los hombres.
El lector encontrará una prodigiosa exhibición de estilo de García Márquez. Sin usar el punto y aparte (y sin que decaiga la atención ni una milésima de segundo), narra en seis páginas la aparición de un barco fantasma. Borges recrea a la viuda Ching pirata y Conrad, con imágenes poderosas, evoca sueños de juventud. Con prosa límpida, Carlos María Domínguez revela una canallada frente al puerto de Montevideo. Muy instructivos son los apuntes de Leopoldo Brizuela -aunque quizás le sobren algunas páginas- sobre el oficio de foguista en las canoas yaganes.
No faltan las bárbaras efusiones de sangre. Lobodón Garra (el hijo díscolo del general Justo) relata una matanza inútil de lobos marinos en el mar más peligroso del mundo; Pierre Mac Orlan imagina una preciosa dama de alcurnia con el cuello rebanado por un galeote. Igual de conmovedoras son las urdimbres de los últimos días de un vikingo apaleado (Alvaro Mutis) y de un padre solitario en el Delta (Haroldo Conti).
Guillermo Belcore
Calificación: Muy Bueno
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