lunes, 16 de junio de 2025

La tradición republicana


En una conversación con Osvaldo Ferrari, conjeturaba J. L. Borges que ser argentino (una especie de “europeo en el destierro”) es una ventaja para el intelectual. Al no estar aherrojados a una tradición particular, “podemos heredar, heredamos de hecho todo el Occidente, y decir todo el Occidente es decir el Oriente, ya que lo que se llama cultura occidental es, digamos, simplificando las cosas, una mitad Grecia y la otra mitad Israel. Es decir, que somos orientales también, y debemos tratar de ser todo lo que podamos; recibimos esa vasta herencia y tenemos que tratar de enriquecerla y de proseguirla a nuestro modo, naturalmente”.

Natalio Botana (Buenos Aires 1937), el eminente historiador de las ideas, es un ejemplo de esa ambición global del argentino. El pensamiento de grandes figuras como Hamilton o Tocqueville, y de nombres menos conocidos u objeto de la curiosidad del erudito, como el conde Pellegrino Rossi, le han servido como materia prima para escribir un sobresaliente ensayo en el que sienta a conversar, a través de sus obras, a nada menos que a Domingo Faustino Sarmiento y a Juan Bautista Alberdi. Aquellos prohombres fueron también “complacidos interlocutores del universo”.

El ensayo se titula La tradición republicana. Botana lo entregó por primera vez a la imprenta en 1983. El sello Edhasa acaba de publicar una cuarta edición (491 páginas), con unos añadidos leves. Hilda Sábato arriesga en el prólogo que es “una obra que ya ha devenido en clásica”. El autor asegura dos veces en la nota preliminar que la de 2025 es la edición definitiva.

DOS HEMISFERIOS

El material se organiza en dos hemisferios, claramente diferenciados. La primera parte (“El horizonte de las ideas”) ocupa doscientas páginas. Botana, minucioso, rastrea las influencias ideológicas e intelectuales de Sarmiento y Alberdi. Es un viaje por el siglo XVIII y el XIX entre Europa y Estados Unidos. Nos acerca a textos clásicos de la filosofía política y el arte de conducción de los hombres, “escritos a punta de buril de Tucídides”, como recordaba Sarmiento en su vejez.

El primer capítulo, por ejemplo, identifica los tres genios tutelares de la democracia moderna: Montesquieu (la división de poderes), Rousseau (la voluntad general), Adam Smith (el orden de la libertad moderno).

Hay que destacar que en la mayoría de los casos no se trata de letra muerta. Ayudan a pensar el presente. Vale decir, cuarenta años después La tradición republicana no ha perdido un gramo de vigencia.

En el Capitulo II, Botana comenta las ideas de los Padres Fundadores de Estados Unidos. Las advertencias de Madison sobre el "espíritu faccioso" deberían aleccionarnos. Lo vimos obrar en Venezuela, donde, justamente, una facción política destruyó la democracia. Nos alertan sobre la peligrosidad del kirchnerismo.

Otro caso. Leer a Tocqueville de la mano de Botana, induce a concluir que la República Argentina ha degenerado en un sistema aristocrático con sus señores feudales (caudillos políticos) que alimentan con la teta del estado a una casta privilegiada (militantes, empresaurios, paraperiodistas).

Podría entenderse a Javier Milei como la respuesta airada de la ciudadanía, imbuida por esa pasión igualitaria que tan bien describió Tocqueville, a la disfuncional República Aristocrática que han creado las elites populistas desde 1983.

Por cierto, el pensador francés avisaba que no puede haber democracia sin religiosidad popular. Cumple una función importantísima: educar a los dirigentes.

EN EL CONO SUR

Es muy ameno y claro el estilo narrativo de Botana, tanto al examinar las corrientes intelectuales como al exponer el contrapunto entre los dos próceres. Nunca decae el interés, a pesar de que trata los temas con la rigurosidad profesional que corresponde al historiador de fuste. De tanto en tanto, aparece alguna frase cuyo fulgor tiene un dejo literario. Como esta: “Al borde del río Luján, en aquel 'osario de las razas extintas', nacía la paleontología argentina…".

En la segunda parte, entran en escena, pues, Alberdi y Sarmiento. Las polémicas y diferencias entre estos dos “creadores espontáneos del pensamiento político”, a los que “les obsesionaba escribir”, se ordenan siguiendo la cronología de sus obras. Pero no se trata sólo de un análisis prolijo del pensamiento abstracto y de los eventos históricos, Botana se las arregla para entregarnos dos personajes conmovedores de carne y hueso que atrapan nuestra imaginación.

Hablábamos al principio de la vocación universalista de los argentinos. Qué decir de un Sarmiento despotricando contra François Guizot: he ahí al enemigo de la democracia; o un Alberdi atisbando los peligros que conllevaba la racionalización belicosa de Otto Von Bismarck. Sí, el genio tucumano -entre otras agudezas- previno al mundo sobre el furor teutonicus: “Alemania ha hecho de la guerra una política, una industria y una moral”.

Recalca Hilda Sábato en el prólogo que este libro, más allá de sus méritos académicos, tuvo un objetivo político: fue una contribución de Botana a la transición democrática que se abría en 1983. Podríamos decir que, al igual que Sarmiento y Alberdi, el historiador buscaba “llenar el vacío abierto por la guerra y crear una nueva tradición política”.

El autor afirma que La tradición republicana quiso “plantar el problema eterno e inagotable de la libertad”, siguiendo la huella de Raymond Aron.

Leer el ensayo en 2025 promueve el amor a la Argentina y ofrece nociones para entenderla. Uno se queda pensando, entre otros cosas, en las costosas y dolorosas que han sido nuestras demoras. Tardamos cincuenta años en plantar los cimientos de la organización nacional (1810-1860); otro medio siglo casi para establecer una democracia sólida (1930-1983). Tomando el Rodrigazo (1975) como punto de inicio, podríamos conjeturar que nos costó cincuenta años (con marchas y contramarchas) dejar atrás el populismo económico y sentar las bases de la prosperidad generalizada. Como en los tiempos alberdianos estamos “en una transición lenta y penosa de un modo de ser a otro”.

Guillermo Belcore

Publicada en el Suplemento Cultura de La Prensa

Calificación: Muy bueno

sábado, 7 de junio de 2025

Las guerras que perdiste mientras dormías

 


En el siglo XX, una mujer extraordinaria explicó -mejor que nadie- el origen y la naturaleza del totalitarismo en Occidente. Hanna Arendt se llamaba. En nuestro tiempo, ha aparecido otra pensadora formidable para denunciar y esclarecer "una ideología fundamentalista que ha colonizado nuestra cultura, nuestras principales instituciones y, en muchos casos, los gobiernos". Esa ensayista nació en la Argentina y acaba de publicar su primer libro. Su nombre es Karina Mariani (1).


Las guerras que perdiste mientras dormías. Como la ideología woke invadió tu mundo sin disparar un solo tiro fue entregado a la imprenta en enero de este año (1). Desmenuza esa corriente de ideas -hija maldita de la hegemonía progresista del último cuarto del siglo pasado- que predomina hoy en casi toda Europa occidental, la Anglo Oceanía y las Américas. Básicamente, explica Mariani, el wokismo "considera que la cultura occidental es inherentemente injusta y que necesita una deconstrucción radical de todos sus cimientos porque son esos los que reproducen las injusticias".

Para ello, es menester un lavado de cerebro, orquestado desde el poder: 

"...la vieja y conocida ingeniería social que todos los totalitarismos de la historia han adoptado para que las personas se ajusten a su guion ideológico".

Este libro imprescindible nos advierte que, justamente, hay una terrible novedad del siglo XXI: las democracias liberales pueden imponer también condiciones totalitarias. Ya no es necesario un Stalin para aplicarle a una comunidad macabros experimentos ideológicos.

"Basta que se organicen algunos lineamientos desde algún organismo multilateral, que estos lineamientos sean avalados por expertos cuidadosamente elegidos y que se apele a algún grupo de justificaciones con buen marketing, sistemáticamente repetidas a través de las venas culturales de un país: medios y escuelas", explica Mariani.

QUEMA COMO LA FIEBRE

La fiebre woke ha infectado, además de la política y a la educación, a la ciencia, la medicina y el entretenimiento. La ideología -basada en el voluntarismo, la intolerancia y la frustración camuflada de derechos humanos- no reconoce ningún principio limitante. El Cielo es el límite, recalca Mariani.

Se suele criminalizar a quienes no comulgan con el dogma. Es una verdadera guerra cultural que se despliega contra la biología (el terrorismo de la autopercepción), contra la inocencia (hay una especie de obsesión por la sexualidad infantil), contra la condición femenina, contra la masculinidad y contra la familia burguesa que se percibe como un afrenta ético-ideológica.

Cada una de estas ofensivas se describen en detalle en el libro, con referencia siempre a casos concretos de imperialismo woke, como la bochornosa apertura de los Juegos Olímpicos de París 2024. El lector del diario La Prensa conoce la destreza conceptual y expresiva de la autora. Karina Mariani una rara avis entre los ensayistas argentinos. No desdeña el dato y su prosa es una sabrosa claridad.

Filosóficamente, aclara, "el fenómeno woke niega la complejidad de la vida humana y la capacidad de los individuos para tomar decisiones, superar desafíos y ser responsables de su destino”. A partir de la llamada identidad colectiva quiere pulverizar a la noción de persona. Se trata de una venganza sin fin y sin redención.

En la práctica, la lucha es en gran medida por dinero, figuración, ascenso social, pero uno concluye que la principal motivación no es económica. Dejemos un lado a Marx y volvamos el Nietszche: el resentimiento por un lado, y la voluntad de poder por el otro puede que sean los principales motores de este totalitarismo de nuevo cuño.

Mariani se pregunta por qué mansamente las sociedades occidentales han aceptado dogmas que no sólo no tienen ningún basamento científico, sino que su simple declaración ofende el sentido común. ¿Por qué se acepta, por ejemplo, la normalización del secretismo entre padres e hijos, el poder brutal del Estado, una Educación Sexual Integral que no es otra cosa que un proyecto político? ¿Cobardía? ¿Comodidad? Al final del libro, se conjetura que el wokismo no es causa sino consecuencia de la destrucción de los lazos familiares, “y de la familia como espacio de contención, socialización, protección y pertenencia. Tal vez la cultura identitaria tan divisiva sea la solución tóxica a un problema que viene creciendo dede hace décadas”.

LA BUENA CAUSA

El propósito del libro es luminoso. Se trata de la misma pasión por la verdad que había inspirado a Juan José Sebreli a escribir El asedio a la modernidad. También Mariani quiere salvaguardar los logros de la civilización occidental. Le alarma que el wokismo haya erosionado tres pilares laboriosamente edificados durante siglos: el pensamiento crítico, los derechos individuales y la libertad de expresión. Todos estos años de locura y bobería no serán inocuos, avisa Mariani.

Intelectual al fin, le duele a Kariani la traición de las universidades, tanto públicas como privadas, tremendamente condicionadas por la intolerancia ideológica. Como hemos comprobado en la Argentina, son éstas el bastión primordial del wokismo, incluso en sus variantes más rabiosas de anticapitalismo y antisemitismo.

En el capítulo tres, la investigadora expresa su pesimismo sobre los partidos tradicionales: "Respecto de la política es necesario abandonar toda esperanza, la comunidad política baila al son de cualquier moda, por más aberrante que sea, sin ser alcanzada nunca por cualquier consecuencia…", escribió.

No obstante, uno podría decir, esperanzado, que los pueblos están reaccionado, hay millones de ciudadanos que creen que las cosas han ido de demasiado lejos. De hecho, los triunfos de Donald Trump, Javier Milei y Giorgia Meloni responden en buena medida al hartazgo con esa ideología chirle.

Naturalmente, la obra puede ser leída como un llamado a la acción. Esa extraña confabulación entre minorías intensas, burocracia internacional y poder económico ha puesto todo patas para arriba, pero no se trata de un triunfo definitivo. Es un tigre de papel, que necesita para perpetuarse de la sobreactuación de las agencias de la ONU, las empresas, las OnG, los políticos, los académicos y los artistas.

El cambio es una tarea urgente de todos modos. La civilización occidental -ese milagro- no sólo está bajo asedio de sus enemigos históricos, también se ha embarcado en una cruzada culposa y autodestructiva. Nuestras libertades, nuestro derecho a la intimidad, son frágiles, en tiempos de omnipotente Inteligencia Artificial. “Nada como la arbitrariedad y el sinsentido para que florezca el autoritarismo”, nos recuerda Karina Mariani.

Guillermo Belcore