lunes, 10 de marzo de 2025

Belacqua

 


El héroe zaparrastroso o antihéroe es una de las grandes invenciones literarias
. No nos mueve a admiración, sino a risa, a lástima o a reflexión. No encarna lo que nos gustaría ser, sino lo que realmente somos: seres patéticos, ridículos a menudo, seres para la muerte como nos advertía Heidegger.

Puede que el paladín harapiento más famoso de todos los tiempos sea ese hidalgo de rocín flaco que fatigó los caminos de La Mancha. El favorito del autor de este artículo es un curioso lector de Boecio que vivía en Nueva Orleans con su madre. Ignatius J. Really para más señas.

Samuel Beckett (1906-1989), premio Nobel de Literatura en 1969, creó un antihéroe delicioso en su primer libro de ficción. Lo bautizó Belacqua Shuah. Tomó su nombre del espíritu más holgazán de la Divina Comedia y el apellido del abuelo de Onan en el Antiguo Testamento. Ese libro fue entregado por primera vez a la imprenta en 1934. Como las editoriales resistieron la idea de una novela, Beckett escribió diez cuentos hilvanados entre sí, que narran la vida de Belacqua desde el colegio hasta su entierro. Un sello argentino ha tomado la decisión de reimprimirlo. Tres hurras para Ediciones Godot.

COMEDIA GROTESCA

Publicado con el apoyo de Literature Ireland (la isla esmeralda es ahora una sociedad desarrollada), Belacqua (220 páginas), la edición argentina 2025, es francamente un libro magnífico. En primer lugar por la traducción, prólogo, aclaraciones sobre el título (el original era un juego de palabras) y notas de Matías Battistón. Hay 354 aclaraciones a pie de página que permiten entender ese sublime torrente de expresiones en distintos idiomas, alusiones librescas y guiños a personajes y lugares de su época que Beckett embutió en esta suerte de comedia grotesca.

Ya es hora de hablar de Belacqua Shoah. Un gordito de cara pálida y anteojos enormes, bueno para nada, algo así como "un intelectual protestante de costumbres retorcidas", como el vouyerismo. Su guarida crapulosa es el pub, aunque "no tenía recursos suficientes para consagrar su vida a la éxtasis ni siquiera en el más mísero de los bares".

El narrador —omnisciente o un amigo de Belacqua— lo describe así: "...no es tipo feo. Más bien una especie de Tom Jones cretinoide..." Lo cierto es que al gandul nunca le ha faltado mujer, incluso contrajo matrimonio tres veces lo que le permitió engordar la faltriquera. Lo seguimos a la escuela, a un paseo por la campiña, al pub, a una fiesta de la elite intelectual dublinesca, a un intento de suicidio, al accidente de su primera esposa, a sus segundas nupcias, a un hospital con un tumor en el cogote, a sus funerales.

COMICO Y ERUDITO

Es importante que el lector sepa que estos cuentos son muy divertidos. Incluye una de las galerías más copiosas de personajes estrafalarios de la literatura moderna. Seres enfermos de irrealidad, como diría Juan Marsé. Por momentos, el estilo del Beckett temprano recuerda a Thomas Pynchon.

Como se dijo, también es un libro erudito. Battistón lo resume como "respuesta moderna, joyceana al género de los centones". ¿Qué es esto? Centón, dice la Real Academia Española, es la obra compuesta con fragmentos de otras obras. Beckett se nutre de la Biblia, Plutarco, San Agustín, Dante, Ovidio, Shakespeare, Horacio, Tomás de Kempis, Stendhal, Swift, Carlyle, Richard Burton, Nietszche... y siguen las firmas.

El texto exige una lectura atenta. Como escribió Battistón: "Uno lo lee con cierto suspenso, y con cierta frustración también, como si en cualquier momento hasta la maceta del rincón pudiera citar a Horacio sin que uno se dé cuenta". Es decir, no es fácil porque se trata de una escritura excelente. Pero los dedicados serán recompensados. Hay pasajes de intensa poética, también.

Al parecer, los libros son como los jugadores de fútbol: tienen sus propios tiempos. La primera edición de esta obra fue destripada por la crítica y sus 1.500 ejemplares tardaron 14 años en venderse. Con el correr de las décadas, la calidad se impuso y se tradujo a todos los idiomas occidentales, cada uno de los cuales dio una respuesta diferente al enigma del título original (More Pricks than Kicks). El Belacqua argentino se entiende y se lee con mucho placer. Si mañana terminara 2025 podríamos decir que fue el rescate del año.

Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento Cultura de La Prensa

Calificación: Muy bueno

jueves, 6 de marzo de 2025

El gran show de Robert De Niro


 Por Guillermo Belcore 

Zero Day. Producción de seis episodios de 53 minutos cada uno. Creadores: Eric Newman, Noah Oppenheim, Michael Schmidt. Dirección: Lesli Linka Glatter. Actores: Robert De Niro, Jesse Plemons, Angela Bassett, Lizzy Caplan, Bill Camp. Disponible en Netflix.


Majestuoso. El adjetivo que, quizás, mejor le cabe a Roberto De Niro en su primer papel protagónico de una serie. A los 81 años, uno de los grandes actores de nuestro tiempo salió airoso de su papel en un thriller conspiranoico que Netflix acaba de subir.


Los seis capítulos de Zero Day parten de un supuesto inquietante: qué pasaría si un ciberataque terrorista paraliza por un minuto todos los sistemas informáticos de Estados Unidos. El malware causa más muertos que el 11-S, en quirófanos, accidentes carreteros, ferroviarios y de aviación. Un mensaje ominoso aparece en todos los teléfonos celulares: “Volverá a suceder”.


Estados Unidos quedan en manos de la conmoción y el pavor. Gobierna la Casa Blanca Evelyn Mitchell (Angela Bassett), una mujer afroamericana, del Partido Demócrata supuestamente. Crea de inmediato una comisión investigadora con ingentes recursos y poderes ilimitados, por encima incluso de la Constitución estadounidense. Es decir, puede arrestar y encerrar a sospechosos sin orden judicial. Puede aplicar tormentos a los detenidos, si lo cree imprescindible para resolver el enigma y evitar una nuevo ataque.


Al frente de la Comisión Día Zero es designado el expresidente independiente George Mullen (justamente Robert de Niro), un político confiable para todos, cuya popularidad se mantuvo intacta tras haber renunciado a un segundo mandato en la Casa Blanca para retirarse a un bucólico refugio en el interior del estado de Nueva York. Adujo entonces razones personales: debió enterrar a un hijo muerto por sobredosis de drogas.


Mullen corre una carrera contra el tiempo. Debe encontrar a los responsables del peor atentado en la historia de Estados Unidos. El Pentágono y un sector del Congreso impulsan una guerra contra Rusia. Para peor, su hija Alexandra (Lizzy Caplan) es nombrada presidenta de la comisión parlamentaria que controlará a Mullen, quien empieza a sufrir alucinaciones visuales y auditivas. Los medios lo critican y un partisano de la televisión -tipo Roberto Navarro o el Gato Silvestre- encabeza una feroz campaña personal en su contra. No obstante esa presión colosal, el hombre del momento empieza a tirar de los hilos hasta develar, en cuestión de días, una gran conjura política y económica.


La trama es un caldero burbujeante que cuece todos los ingredientes que aman los aficionados a las teorías conspirativas: la CIA, hackers indomables, el Kremlin, tiburones de Wall Street, sectas de ultraderecha, el Mossad, armas neurológicas, los moguls de las nuevas tecnologías, a lo Mark Zuckerberg. Se entremezclan el gran drama nacional con los problemas familiares de Mullen, a quien su esposa Sheila (Joan Allen, ¿recuerdan a Pamela Landy?) en un momento cree loco.


LOS AGUJEROS


En Estados Unidos, Zero Day recibió el favor del público y críticas mixtas. ¿Hay que recordar que estamos ante un entretenimiento de calidad, que no puede ser juzgado con los mismos parámetros que el cine de Bergman? La serie va de menos a más; el suspenso está muy bien dosificado y la tensión y el frenesí logran, en última instancia, rellenar las inconsistencias del guion. Una historia bien narrada no debe ser necesariamente verosímil sabemos desde los tiempos de las cavernas. ¡Ah!, y el final de la serie. Pero sobre eso no podemos escribir.


Zero Day, además, reflexiona sobre los dilemas morales (¿el fin justifica los medios?) y familiares, y sobre el deterioro de nuestras democracias, pervertidas por los grupos de interés, los extremistas de la política y del público, los payasos hipócritas de los medios masivos y las redes que buscan amasar una fortuna sembrando la discordia. “Lo mejor que puedes hacer por la República y por el pueblo de tu país es hacer lo correcto” es una de las enseñanzas de este atrapante producto.


Y, como decíamos al principio, está la gran actuación de De Niro, con sus muecas tan características. Pero no está solo. Está muy bien acompañado por los actores secundarios. A los ya nombrados agreguemos a su asistente personal Roger Carlson (Jesse Plemons, ¿recuerdan la segunda temporada de Fargo?); a su jefa de gabinete y antigua amante Valerie Whitesell (Connie Britton); y al jefe de la bancada republicana Richard Dreyer (Matthew Modine). Por mencionar a algunos. “El reparto es demasiado bueno para que no se pueda ver”, escribió, no sin razón, The Hollywood Reporter


Hay un asunto de fondo inquietante en la serie: la tremenda vulnerabilidad de las sociedad modernas ante los apagones tecnológicos, ya involucren la energía, las comunicaciones o los sistemas de pagos. El director de la CIA Jeremy Lasch (Bill Camp) le dice a Mullen que, según sus estudios, el colapso de una civilización acaece después de 28 días de apagón total. El monstruo de la anarquía se encuentra al acecho.


Calificación: Buena


jueves, 30 de enero de 2025

Nexus




Cada década suele elegir su pensador de moda. Después de la caída del Muro de Berlín, Francis Ford Fukuyama nos persuadía del fin de la historia. En los primeros años del siglo XXI, todos aludíamos a la modernidad líquida que Zigmunt Bauman había establecido (y estirado la idea luego hasta el absurdo). Llegó el colapso financiero de 2008 y un economista francés de izquierdas se convirtió en el nuevo gurú. Algunos medios tan frívolos como influyentes, incluso, designaron a Thomas Pikkety como “el nuevo Marx” que asustaba a Occidente con un espantajo: la tasa de rendimiento del capital supera de modo constante la tasa de crecimiento de la producción y del ingreso, y eso socava las democracias.


Hoy podríamos decir que el historiador israelí Yuval Noah Harari (Kiryat Atta, 1976) es el intelectual más leído y comentado de nuestra época. Sus ensayos, modelo de claridad conceptual y expositiva, examinan los macroprocesos desde las estadísticas de masas. El darwinismo y la psicología evolutiva son dos de sus herramientas favoritas.


Harari, un autor para todos los públicos, entregó a la imprenta en 2024 un ensayo formidable, que aquí queremos recomendar. Nexus (Editorial Debate, 602 páginas) resume la historia de las redes de información desde la Edad de las cavernas hasta la Inteligencia Artificial, prodigio que el ensayista vislumbra con extrema desconfianza pues se trataría de la mayor revolución tecnológica de la historia, la primera que puede escapar completamente de nuestras manos.


¿Podemos confiar en los algoritmos informáticos para tomar decisiones sensatas y construir un mundo mejor?, nos interpela el autor.


El libro abre con un baño de humildad: “A pesar de la ingente capacidad de información que tenemos a nuestra disposición, somos tan susceptibles a la fantasía y al delirio como nuestros antepasados más lejanos...” ¿Y eso por qué, profesor? Porque somos “muy buenos a la hora de acumular información y poder pero tenemos mucho menos éxito a la hora de adquirir sabiduría”.


Una añosa fábula griega ha anticipado nuestra imperfecta naturaleza mental: El mito de Faetón. Un muchacho que persuade a su padre Helios de que le permita el privilegio de conducir el carro del Sol y termina causando una catástrofe planetaria. El riesgo fatal de manipular las fuerzas que nos exceden. Como la Inteligencia No Humana.


JUSTO CENTRO


Por supuesto, hay cierto abuso macluhiano en el último libro de Harari (aunque resulta inevitable la simplificación) al querer sostener toda la historia de la humanidad sobre un sólo pilar: el desarrollo de las redes de información. Pero el recorrido es fascinante y las conclusiones, útiles.


El pensador pretende colocarse en un punto medio entre "la idea ingenua de la información" (el libre flujo os hará sabios pues conduce a la verdad) y la visión populista-marxista de que “toda información que circula masivamente es mero engaño de los poderosos”.


El argumento principal de su libro es que la humanidad consiguió prosperar mediante la construcción de grandes redes de cooperación, pero la forma en que se construyen dichas redes las ha predispuesto a hacer un uso imprudente del poder. “Por lo tanto las redes son también un problema”.


El rasgo decisivo de la red es la conexión y no la representación (es decir la verdad) y la información es cualquier cosa que conecte puntos diferentes en una red, lo que crea nuevas realidades.


LA NOBLE MENTIRA


La primera tecnología de la información que desmenuza Harari en este ensayo fascinante es el relato. Sin él, los Homo Sapiens no nos hubiésemos convertido en la especie dominante del planeta, al conferirnos una ventaja decisiva no solo sobre leones y mamuts sino también sobre otras especies humanas remotas como los neandertales. De todos los tipos de relato los que crean realidades intersubjetivas han sido los más fundamentales para el desarrollo de redes humanas a gran escala. Es el caso de las grandes religiones, el dinero o las naciones, por ejemplo. La noble mentira, en palabras de Platón. Todo sistema político humano se basa en ficciones, pero unos lo admiten y otros no, sentencia Harari descarnadamente.


A menudo, la historia es moldeada no tanto por relaciones deterministas de poder -como sostiene el marxismo- como por errores trágicos que derivan de creer en relatos cautivadores pero dañinos, explica el pensador israelí.


Uno de los grandes atractivos de los libros de Harari es que nos examina como especie. Aquí señala un rasgo decisivo de nuestra psiquis: la memoria humana a largo plazo está particularmente adaptada a la retención de relatos (los políticos y las empresas se aprovechan de ello). Es decir, pensamos en términos de relatos. Nos encanta encontrar en el arte y el entretenimiento de masas los llamados dramas biológicos, héroes que enfrentan depredadores, adversarios amorosos, rivalidades fraternales, etc.


Pero con la memoria no alcanza, la segunda gran tecnología de la información que ha creado el Homo Sapiens es el documento escrito. El subproducto (muchas veces indeseable) del texto escrito es la burocracia, que le ha impuesto al mundo un orden nuevo y artificial. Cuando un sistema burocrático nos coloca una etiqueta, aunque ésta pueda no ser más que una convención, determina en muchos casos nuestro destino. Lo hace en pro del orden, por buenas y malas razones.


Históricamente hablando, hay un aspecto benigno en la burocracia, que es proporcionarnos asistencia sanitaria, seguridad y justicia. Pero todos conocemos sus tremendos excesos, que han costado cientos de millones de vidas. Hacemos un salto de varios capítulos del libro para destacar una de las grandes amenazas que las nuevas tecnologías plantean a la humanidad: reforzará las burocracias estatales y privadas en detrimento de las libertades individuales. La IA es un banquero o un policía que puede trabajar las 24 horas del día y que, lo que es más grave, podrá tomar sus propias decisiones.


El historiador de moda quiere que usted sepa que los algoritmos de inteligencia artificial pueden aprender por sí mismos cosas que ningún ingeniero humano ha programado, y pueden decidir cosas, que ningún ejecutivo humano ha previsto. “Esta es la esencia de la revolución de la IA”, avisa.



El otro gran peligro que vislumbra este sofisticado pensador refiere a la manipulación de las conciencias. La inteligencia artificial está adquiriendo también la capacidad de componer relatos mejor que la mayoría de los humanos. Y los algoritmos crean nuevas mitologías. Información no es per se verdad, martillea el libro.


Para que la verdad tenga éxito -explica Harari- es necesario crear instituciones de organización y conservación con el poder de inclinar la balanza a favor de los hechos. Los diarios como en el que trabajo, que duramente sobrevive hoy con todos los vientos en contra, es una de esas instituciones. Es una tecnología creada en la Edad Contemporánea como mecanismo de autocorrección de las Repúblicas.


Los medios de comunicación claro está, no son el único mecanismo de autocorrección institucional. También podemos mencionar al Poder Judicial y a las entidades científicas y profesionales que contribuyen año tras año para mantener ese delicado equilibrio entre verdad y orden que ha hecho nuestras vidas más dichosas en las repúblicas liberales.


Para Harari, la diferencia entre democracia y dictadura es, básicamente, entre tipos opuestos de redes de información. El totalitarismo es una red de información centralizada que carece de mecanismos de autocorrección sólidos. Una democracia es "una conversación constante entre diversos nodos de información", que, a su manera y con fallos, buscan la verdad. Mientras seamos capaces de conversar podremos encontrar un relato compartido que nos acerque, enseña Harari a los argentinos.



La IA, con su pavorosa eficacia, podría apuntalar a las dictaduras de nuestra era, nos advierte el libro. Allí donde fracasaron Hitler o Stalin, las computadoras podrían tener éxito. Pero no solo eso. Hay una posibilidad incluso más aterradora que Harari desea anticipar: "...en la política del siglo XXI la división principal podría no darse entre democracias y regímenes totalitarios sino entre seres humanos y agentes no orgánicos". Se vislumbra en el horizonte un Telón de Silicio. Es hora de actuar. La historia no es determinista.

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

Publicado en el Suplemento Economía del diario La Prensa.

domingo, 12 de enero de 2025

La nieta


 Ya que el Cielo no nos ha dado la posibilidad de salvaguardar el mundo (ni siquiera la Patria o el barrio), al menos nos puso al alcance de nuestras fuerzas la posibilidad de poder salvar a una persona. Este es el mensaje primordial de la penultima novela de Bernhard Schlink (Bielefeld, 1942), uno de los escritores idolatrados por la prensa europea.


La nieta (357 páginas) fue entregada a la imprenta en 2021 y ahora el sello Anagrama cree oportuno lanzar una segunda edición. La novela recibió el favor del público y de la crítica diarística que lo cubrió de elogios desmesurados. Nicolás Weill de Le Monde la comparó con Guerra y paz de Tolstoi. ¿Se entiende por qué la prensa tradicional está en crisis, verdad?

Pues bien, qué tenemos aquí. Un formato que le encanta a los alemanes, un bildungsroman (novela de formación) que plantea la clásica antinomia civilización vs. barbarie. Pasajes interesantes no faltan, pero la escritura no es gran cosa y nunca se logra evitar ese feo vicio de la cursilería.


El protagonista es un librero de Berlin, quintaesencia de la respetabilidad burguesa. Kaspar es su nombre. Una noche llega a su casa y se encuentra con su esposa muerta en la bañera. Birgit era alcohólica, con el alma entristecida por alguna razón oscura. Kaspar la había rescatado de Alemania oriental, casi cincuenta años atrás.


Desolado, el viudo hurga en los papeles de Birgit. Busca una novela que supuestamente escribía. En su computadora descubre Kaspar que se esposa le ocultaba información sobre su vida. El secreto más impactante es que en el “paraíso socialista” había abandonado a una hija recién nacida. Y desde hace tiempo, el deseo de encontrarla y ponerse a su disposición la desgarraba. El miedo no se lo permitió.


Kaspar decide buscar a la hija de Brigit. Después de una minuciosa indagación encuentra a Svenja en un comunidad rural de Mecklemburgo-Pomerania occidental. Es una ama de casa amargada, con ideas neonazis, al igual que el bruto de su esposo. Pero tiene una hija luminosa de catorce años. Sigrun conecta de inmediato con Kaspar. Ganar un abuelo la ilusiona.


A cambio de una herencia abultada pero entregada en cuotas, Kaspar consigue que el matrimonio de palurdos acepte que Sigrun pase cinco semanas por año con él en Berlín. A los setenta años, el librero ha encontrado una misión redentora: abrir la mente de la niña, mostrarle la belleza del mundo, acercarla al arte, rescatarla en fin de esa horrible secta de ultraderecha que admira a Rudolf Hess y cree que el Holocausto es una invención creada por los enemigos de Alemania para avergonzarla.


EL BUEN JUEZ


Bernhard Schlink es un ex juez del Tribunal Constitucional de Renania del Norte-Westfalia y catedrático de historia metido a escritor de ficción. Comenzó con novelas policiales y luego dio un gran salto de calidad con El lector que se convirtió en un bestseller global e, incluso, saltó a la pantalla grande. Algunas de sus obras fueron comentadas en este blog (1).


En su decimosexto libro, Schlink confirma que es el pináculo de la corrección política; ha publicado un texto que parece haber sido diseñado para no ofender a nadie ilustrado. Nunca hay que minimizar en la literatura posmoderna el papel del editor.


La trama se describe con indulgencia al comunismo alemán. Lo pinta como un estilo de vida diferente; un punto de vista equivocado aunque comprensible, cuando en realidad se trató de una aberración histórica impuesta a punta de bayoneta por las tropas de Stalin.


Más cercano a la realidad es el fresco de las tribus volkish. La participación de Kaspar de una fiesta pagana en el municipio de Lohmen redondea uno de los puntos altos del libro.


Hay algo también de buena filosofía en las reflexiones del librero acerca de esa controversia ética en torno a si el civilizado todavía debe dominar a lo salvaje.


Cuando observamos en el el siglo XXI adultos incluso educados, adorando a las esvástica y a la runa, reemplazando la Navidad por la festividad de Yule uno no puede dejar de admirar la clarividencia de G.K. Chesterton. quien hace unos noventa años advertía al mundo sobre los peligros de las “herejías raciales del prusianismo”, una especie particular de idolatría que envenenó Alemania desde los tiempos de Federico el Grande. El hitlerismo fue su última expresión en el poder.


"Quiero hacer constar -escribió el pensador ingles- que jamás dije que Alemania fuese una tribu bárbara. Tan sólo he dicho que en Alemania hay una tribu bárbara. Los destinos de ese gran pueblo heterogéneo, y a veces muy estimable, han dependido casi siempre de hasta qué punto se le ha permitido a ese elemento tribal ser punta de lanza o se la ha usado como tal". (2)


Así pues, las tribus bárbaras aparecieron de nuevo en Alemania y en su penúltima novela Schlink quiso advertir al fatigado lector europeo que está emergiendo la vieja antinomia germana de modernidad cosmopolita vs. ideología volkisch; es decir, Alemania integrada en la corriente de civilización europea versus el cruel dictamen nórdico.


Para resumir, este texto desparejo permite una lectura fácil pues carece de densidades estilísticas. Narra una historia atractiva, pero no es una gran novela. Podría decirse, además, que es un libro útil. Usted dirá.

Guillermo Belcore

(1) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2012/06/mentiras-de-verano.html

(2) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2015/12/chesterton-y-la-cuestion-alemana.html


Calificación: Regular

lunes, 2 de diciembre de 2024

Cuentos Romanos






















El neorrealismo italiano ha generado algunas de las películas más conmovedoras del siglo XX, pero no sólo eso. También engendró algunos libros que, si bien son espejo fidedigno de una época de transición (de la miseria a la prosperidad), no han perdido ni una candela de fulgor estético. Es el caso de Cuentos Romanos de Alberto Moravia (1907-1990).

La colección de relatos breves y costumbristas data de los cincuenta. Esa década se incluye en el período más fértil de un polígrafo que se convirtió en una verdadera institución cultural de la Ciudad Eterna. Era hijo de un acaudalado arquitecto judío de Venecia y de una condesa austrohúngara. Su verdadero nombre fue Alberto Pincherle, pero se cambió el apellido para no ser molestado por el fascismo. Pobre ingenuo. La aberración parda no se privó de censurarlo y hostigarlo; en lo peor de la cacería nazi, Moravia, incluso, debió ocultarse en las montañas, donde sobrevivió con lo puesto.

El volumen de Alianza Editorial (508 páginas, edición 1970) incluye 61 cuentos. Muy pocos son intrascendentes. Narran picardías, granujadas, la vitalidad de la vida popular y de la sexualidad. Textos simples en la forma pero profundos en el contenido porque van al hueso de la condición humana. El tono suele pendular entre lo cómico y lo sentimental. Como dato curioso, digamos que el Vaticano ubicó este libro en el Index librorum prohibitorum hasta 1963 por inmoral.

LA POBREZA ES MALA

La miseria tercermundista de la posguerra italiana es el telón de fondo de los cuentos. En “El terror de Roma”, un muchacho sale a robar parejas por la noche para poder comprarse un par de zapatos.

Mario Vargas Llosa adoraba las novelas y los cuentos de Moravia. Dos aspectos destacaba (1). En primer lugar, su "convicción antirromántica". Para el escritor italiano, "la pobreza no espiritualiza ni sublima al ser humano; más bien lo encallece y lo degrada". Era un anti Francisco, por así decirlo.
En segundo lugar, el maestro peruano sentenció: "...lo mejor de Moravia no es la visión sombría y desesperada de una época sino la galería de seres humanos que desfilan por sus páginas".

Tiene razón. ¡Qué personajes encontramos aquí! ¡Qué buenos retratos! El cantor de fondas que una mañana decide ahorcarse (“El payaso”). La hija del posadero que induce su asesinato (“Lluvia de mayo”). El pelmazo que se compra un auto (“El pelmazo”). El tapicero engañado por su esposa (“Tómate un caldo”). Un camarero que pierde la chaveta (“El pensador”). El neurótico obsesivo abandonado por la mujer (“No ahondes”). Una princesa codiciosa (“El intermediario”). El librero resentido que estropea la cena de fin de año (“El picnic”). El pillo deshonesto que aduce que la mala suerte lo persigue (“Un hombre infortunado”). Y la lista continúa...

¿Son el producto de una imaginación frondosa? No parece. Tienen el sabor de lo vivido. Se trata de un magistral aprovechamiento de la realidad. Nada mejor para un escritor realista que aquello que llamamos "tener calle". Esa legión de plumíferos de taller literario que tanto mal le han causado a la literatura argentina del siglo XXI deberían leer mil veces los Cuentos romanos.

En algunos relatos, incluso, hay un leve suspenso que gira en torno de una pregunta tremenda: ¿Lo mata o no lo mata?. Por ejemplo, en “Hasta la vista”, Roberto abandona la cárcel de Portolongone y, después de visitar su casa y el bar, se va derechito para el taller de Guglielmo ("una cara meliflua, mitad de Judas y mitad de sacristán"), el responsable de que -por un falso testimonio- gastara dos años en prisión. ¿Lo mata o no lo mata?, nos preguntamos hasta la última línea.

DRAMAS BIOLOGICOS

En su ensayo más reciente (2), el antropólogo israelí, Yuval Harari, sostiene que, desde la Edad de Piedra, los argumentos del arte que más nos conmueven son aquellos que se agrupan bajo la categoría de dramas biológicos. Moravia los manejaba con fluidez, quizás aquí estribe su mayor grandeza. La temática de la infidelidad de la compañera; de la necesidad de procurarnos sustento; de la lealtad de la familia y los conocidos cercanos; del drama de envejecer, son algunos. En “Los amigos sin dinero” se pregunta: 

¿"La amistad es una costumbre como tomar café o como comprar el diario; una comodidad como la butaca y la cama; o un pasatiempo como el cine o el cuartillo de vino"?

Moravia fue amado y venerado por sus compatriotas. Siete veces los propusieron para el Premio Nobel de Literatura. Fiel a sí misma, la Academia Sueca lo desdeñó.
Guillermo Belcore

(1) 'La verdad de las mentiras', Seix Barral, edición 1990.

(2) 'Nexus', Debate, edición 2024.

Calificación: Muy bueno

jueves, 24 de octubre de 2024

Los simuladores


Mientras espera la autobiografía de Alberto Fernández, ese estadista, puede calmar su ansiedad, amigo lector, con una novela espléndida que, justamente, es la crónica de vida de un político que ha caído en desgracia. Se titula Los simuladores y fue entrega por primera vez a la imprenta en 1967 por uno mejores estilistas que ha dado la lengua inglesa: Sir Vidiadhar Surajprasad Naipaul (Trinidad 1932-2018), premio Nóbel de Literatura 2001.

Refirma la obra una de las premisas de estas columna: por fuera del circuito comercial de las novedades (bastante flojo este año) existe una constelación de maravillas del pasado (por lo general, maravillas poco conocidas) aguardando al lector de fuste.

Los simuladores (Seix Barral, 255 páginas) está narrado en primera persona del singular. Leemos las memorias de Ralph Singh, uno de los hacedores de la descolonización de la isla esclavista de Isabella (muy parecida a la Trinidad natal de Sir Vidia). Antes de los cuarenta años, el héroe popular entró en decadencia. Su lugar de retiro no fue una antigua plantación de cacao en la patria, sino una pensión de mala muerte en Londres, “en la que nada hay donde los ojos se posen con placer”.

La crónica, dice el autor, es “un intento de redescubrir la verdad”, tras el amargo descubrimiento de que “el éxito no cambia nada”. Nos presenta sus fascinantes máscaras. El niño algo neurótico, nacido en un clan acomodado y melodramático de inmigrantes indios; el estudiante en Londres, convertido en una especie de fauno o depredador sexual; de nuevo en Isabella, cabeza de familia de un melancólico matrimonio mixto; el hombre público, de cierto renombre y rico, que se coloca súbitamente del lado de los pobres; finalmente el exiliado que se ha retirado del mundo. Nunca abandonó la máscara de dandi.

En ese mamotreto titulado El Ser y la nada, hay una frase hermosa: “El prójimo guarda un secreto, el secreto de lo soy”. Naipaul sigue a Sartre y postula: “Nos convertimos en los que vemos de nosotros mismos en los ojos de los demás”.

LO REAL MARAVILLOSO

Naipaul no es un escritor fácil, pero párrafo por párrafo, línea por línea, es -como dijimos- uno de los mejores prosistas de la literatura inglesa, que ha reclamado su obra (Sir Vidia se fue a vivir a Londres antes de los veinte años) como parte de la tradición dickensiana, a pesar de que la mayor parte del material novelístico lo ha sacado de su isla. 

Además, podría decirse que cierto fulgor poético naipauliano es típico del Nuevo Mundo. En algunos paisajes de ‘Los simuladores’, refulge en efecto lo real maravilloso, como la desopilante conversión del padre del protagonista en gurú. De un día para otro, abandona trabajo y familia y se va a vivir al bosque, donde el predicador crea un excéntrico movimiento de clases bajas que puso nervioso al Imperio británico y llegaría a ser estudiado en las universidades. “El éxito es el éxito; una vez que se produce se explica a sí mismo”.

Por otro lado, Naipaul, el caribeño, usa aquí de manera magistral una técnica de complicidad shakespereana: la ruptura de la cuarta pared. Detiene la narración y le habla a su audiencia. Vean qué estilo: 

"Permitid que os lleve a la habitación en forma de libro; que no se disuelva la escena cuando cerramos la puerta y el rostro de la muchacha, que ya se está poniendo serio e inexpresivo, se aparte e inmovilice…".

Como Borges, Naipaul tenía el don de la construcción de frases perfectas. Y una elegancia sublime. Veamos otro ejemplo. Es probable que sólo este coloso, de legendario mal carácter, fuese capaz de describir los pechos de una mujer con tanta gracia: 

“...No eran las manzanas cortadas que no necesitan corpiño del austero ideal francés, sino senos curvados y redondos cuyo peso era una leve amenaza de un exceso de péndulo; unos senos que el observador aún reconociendo la inadecuación, incluso la crudeza, del gesto alarga instintivamente la mano para sostenerlos; senos que en su estado libre cambian de forma y contorno cada vez que su dueña cambia de postura; senos que acaban enloqueciendo el espectador porque hallándose ante una belleza tan completa no sabe qué hacer…”.

DRAMATISMO

Además del estilo magnífico y la historia interesante, el público debe saber que en la novela encontrará reflexiones profundas, en especial sobre el arte de la política. De ahí, el título. ¿O acaso a alguien se le puede ocurrir simulador más eficaz que un político profesional? La principal tarea del gobernante, insinúa Sir Vidia, es crear dramatismo, pues altera un paisaje monótono: 

"...El dramatismo agudiza nuestra percepción del mundo, nos da cierto sentido de nosotros mismos, nos convierte en actores, da sentido, y a veces gloria, a cada día". 

Ser aburrido es fatal en estas lides, que lo digan Fernando De la Rúa y Alberto Fernández si no. En cambio, Perón, Cristina y Milei comprendieron la importancia decisiva de la teatralidad para manipular a las masas.

“El verdadero político -añade el escritor- es por naturaleza un hombre que desea jugar el juego toda su vida”. Ningún gerifalte quiere retirarse nunca, ese es nuestro drama, el de los gobernados.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno.

lunes, 14 de octubre de 2024

La ciudad


Por Mario Levrero

Caricatura Editora. 

Novela, 198 páginas


Hace 20 años y un mes fallecía en Montevideo una de las glorias de la literatura latinoamericana. Un genio tan singular como poco conocido por entonces; hoy es un autor de culto para los intelectuales. Escribió, entre otras maravillas, una de esas novelas imprescindibles para todo aquel que desee ser llamado lector. Parecía un personaje literario -en camiseta sin mangas- más que un hombre de carne y hueso. Se llamaba Jorge Mario Varletta Levrero; firmó sus obras como Mario Levrero. Gracias a Dios hoy se lo sigue imprimiendo.

Con motivo de los 300 años de la ciudad de Montevideo, el sello Caricatura Editora rescató la primera novela de Levrero. La ciudad fue escrita en 1966, ganó una mención especial en un concurso organizado por el semanario Marcha y se entregó a la imprenta por primera vez en 1970. Fue uno de los más felices estrenos literarios en el Río de la Plata. Para que tenga una idea amigo lector, podría describirse como un Kafka tardío con un dejo de Lewis Carroll y precursor -a su especial manera- de César Aira. Pero es posible que la frase anterior no sea justa: el texto es un auténtico Levrero; un autor originalísimo, incomparable, que ha dejado a la posteridad unos veinte libros.

Vaya historia. El narrador, que se define como pintor de cuadros, se muda a "una casa que no había sido habitada ni abierta sus puertas y ventanas durante muchos años". Llueve a cántaros. El hombre recuerda que cerca de allí hay un almacén. Sale a la intemperie en busca de kerosene y alimentos. Empapado, se pierde en la oscuridad. Hasta que detiene un añoso camión en el camino y le pide al chofer que lo lleve a alguna parte.

El conductor tiene pocas pulgas y viaja acompañado por una mujer joven -Ana, será una actriz importante de la trama- que hostiga con su pico al pintor mientras trata de perturbarlo con las piernas y las manos, pero nuestro chico no se excita: está angustiado. Veremos que el sexo es otro elemento trascendental en este sabroso sinsentido.

Viajan toda la noche. Por la mañana, el tosco camionero los echa con insultos de la cabina, en medio de la nada. Alega "una delicada misión oficial". Ana y el pintor caminan por la ruta. Surgen peleas, hasta que ella lo invita a conocer el pueblucho donde mora, no lejos de allí.

Es un caserío borroso, donde solo se destacan un bar, un almacén, una estación de servicio y una zapatería. Sus habitantes son estrafalarios, naturalmente. Se menciona una omnipotente “Empresa” y un reglamento de acero al tungsteno que deben cumplir los habitantes. En la segunda parte del libro leemos los esfuerzos del protagonista por huir.

Como habrá notado, el conjunto tiene un aire de pesadilla pero no es uno de esos sueños inanes que los literatos sin imaginación añaden a sus novelas para engordarlas. La grotesca farsa es cautivante, ocurren cosas, y varios pasajes pueden leerse como alegorías. "En el mundo hay muchas cosas que no comprendemos", sentencia Levrero cuya prosa es engañosamente simple.

Por ciento, la novela puede leerse de un tirón.

Finalmente, digamos que el objeto libro es hermoso. Incluye ilustraciones del señor Alfredo Soderguit que avivan el clima de ansiedad, miedo y leve suspenso que el autor construyó con maestría. "Aventura onírica", definió con acierto un crítico a este libro. Borges decía que cuando la humanidad olvide los estilos y las capillas literarias sólo nos quedará lo que existía al principio al calor de una lumbre: las historias. Formidables historias seguirán hipnotizando a hombres y mujeres, como la que narra La ciudad de Mario Levrero.

Guillermo Belcore


Calificación: Bueno

Publicado en el Suplemento Cultura de La Prensa.

lunes, 7 de octubre de 2024

Personalidad y poder


 La pregunta es añosa como las ciencia sociales. ¿Qué importancia cabe atribuir a los individuos en la configuración de la Historia? Dicho de otra forma, ¿las acciones personales de los líderes prevalecen sobre las circunstancias impersonales, estructurales, que hicieron posible su aparición y encumbramiento?


Un libro entregado a la imprenta en 2022 y que ahora apareció en español en las librerías argentinas intenta responder a ese interrogante. Se títula Personalidad y poder. Forjadores y destructores de la Europa moderna (Crítica, 573 páginas). Su autor es Ian Kershaw (Oldham, Lancashire,1943) prestigioso historiador británico, conocido por sus biografías definitivas de Adolf Hitler.


Sir Kershaw analiza como doce estadistas y gobernantes de distintos orígenes y sistemas políticos (de Lenin a Helmut Kohl) fueron capaces de alcanzar y ejercer el poder, y en qué medida ese poder transformó la vida de millones de seres humanos. Obviamente, algunos de sus efectos se sienten hasta hoy.


Digamos que se trata de una lectura atrapante e instructiva. Además, de explorar selectivamente algunos aspectos del ejercicio del poder y describir las fuerzas impersonales que operan sobre los mandantes, Kershaw examina minuciosamente los rasgos de la personalidad. Cada capítulo concluye con una valoración del legado del líder estudiado.


EL GRAN INSPIRADOR


Siguiendo a Max Weber, Kershaw define al poder individual “como la capacidad que tiene un líder de llevar a cabo los planes que su voluntad le induce a concebir pese a las resistencias que se le oponen”. El concepto, añadimos, vale tanto para la Nación como para una empresa, una sociedad de fomento, un club de fútbol, un aula o una familia, puestos al caso.


Qué nos enseña, entonces, la Historia sobre esa capacidad de poder individual, con qué virtudes y destrezas está conformada. Veamos algunos casos ilustres, espulgados en el libro.

Si el Señor hubiese llamado a su casa a Winston Leonard Spencer-Churchill antes de 1940, su biografía habría sido la de un político fracasado. Afortunadamente para la humanidad entera, el Creador tenía otros planes. La labor como primer ministro de la Gran Bretaña entre 1940 y 1945 elevó a aquel león indómito a la categoría de arquetipo del coraje ante la adversidad.


En lo que hace al mando, Kershaw rescata la inquebrantable confianza en sí mismo que tenía Churchill, su fuerte sentido del deber y la gran capacidad resolutiva, unida a una asombrosa valentía física. Era dado a tomar decisiones rápidas y audaces, rasgo que antes de la Segunda Guerra Mundial contribuyó a crearle cierta fama de imprudente y carente de buen juicio. Su ingenio era agudo; y sus réplicas verbales, fulminantes.


Pocos recuerdan que aquel inglés bajito, regordete y con la belicosidad pintada en el rostro asumió el poder nacional cuando nosotros nos jubilamos, a los 65 años cumplidos. Su autoridad como indiscutible líder de guerra demostró el impacto de la personalidad en las decisiones de vital importancia Emergió como un torrente magnífico una característica individual de la que pueden sacarse lecciones: el liderazgo inspirador. En las horas más oscuras, Churchill proporcionó a los británicos de todas las clases sociales dirección, motivación y esperanza. “No es fácil imaginar a otra persona capaz de igualar lo que hizo”, escribió Kershaw.


RESTAURADORES


Charles André Joseph Marie de Gaulle fue el restaurador de la grandeur de su país, establece Kershaw. No sólo dejó una huella indeleble en Francia -la actual Quinta República con su peculiar Constitución es obra suya- sino que sus acciones tuvieron alcance y significación global.


¿Qué podemos aprender de su liderazgo de corte patriarcal? La importancia de la teatralidad para comunicar, por ejemplo. Durante la Segunda Guerra, este militar de 1,93 metros de alto -un inglés lo describió como “una especie de garza”- proporcionó metas, mordiente y dinamismo a la Francia Libre desde el otro lado del Canal de la Mancha. Como Churchill, manejaba con maestría el arte de la oratoria.


De nuevo en el poder en 1958, De Gaulle resolvió con grandeza la sangrienta descolonización de Argelia. Es hora de mirar al futuro no de aferrarse a un pasado agonizante, enseñó a las masas y a las élites. Como presidente, se caracterizó por un elevado ritmo de trabajo (setenta años ya cumplidos), atenta capacidad de escucha y de comprensión de los detalles, y una extraordinaria memoria (otro músculo que se entrena). Su sello personal fue también el respeto por la dignidad del cargo.


Del otro lado de la frontera francesa, hubo en la posguerra también un líder notable. Sin Konrad Adenauer la historia de Alemania y Europa pudo haber sido muy distinta. Fue decisivo a la hora de garantizar que, pensando en la prosperidad y en la seguridad futura, la naciente República Federal mirara a Occidente -y en especial a Estados Unidos-. Es probable que para cualquier conductor de hombre y mujeres más importante que el carisma sea la capacidad de saber entender hacia dónde soplan los vientos.


Churchill definió a Adenauer como “el estadista alemán más sabio desde la época de Bismarck” y admiraba muchísimo “la perseverancia, el coraje, la entereza y la habilidad con la que manejaba las situaciones cambiantes, inciertas, imprevisibles a las que había tenido que enfrentarse sin cesar”.


El historiador, por su parte, rescata del carácter de Adenauer la importancia del deber, del duro trabajo, de la responsabilidad y del servicio público. Era mal orador, pero transmitía autoridad al instante. Era de lo más tenaz y tenía un punto autoritario y maquiavélico, detalles que no parecen inútiles para quienes son llamados a liderar.


Viejo son los trapos, sentenciaban nuestras madres. Adenauer llegó al poder en la Alemania occidental cuando tenía 73 años. Cuando fue electo, dijo que su médico le pronosticaba un año en el cargo. Se quedó catorce.


DAMA DE HIERRO


La única mujer en la selección de Kershaw es Margaret Thatcher. El estudioso no oculta su desagrado ideológico, pero le reconoce claridad, ingenio, firme determinación y adicción al trabajo. Tenía la singular capacidad de captar “como se sentía un amplio estrato de la Inglaterra profunda porque ella se sentía igual”.


Los parangones con el liderazgo de Javier Milei son asombrosos. Transcribimos un párrafo de la página 363: 

“Los principios fundamentales subyacentes a la misión thatcherista para el cambio eran: limitar la masa monetaria para controlar la economía recortar el gasto público reducir el poder de los sindicatos, liberar la economía de las restricciones impuestas por los gobiernos socialistas (propiciando que estuviera más determinado por la fuerza del mercado), y acabar con el alto nivel de dependencia provocado por las ayudas sociales”.


Hay otra similitud curiosa entre 1979 y 2024. Las cohortes de la Dama de Hierro llamaban “meones” a sus adversarios del Partido Conservador, representantes de la política tradicional. Los trolls de Milei tachan de “viejos meados” a los dirigentes y votantes adultos del PRO y la UCR que todavía “no la ven”.


Algunas páginas dedica el profesor de la Universidad de Sheffield a la Guerra de las Malvinas. Fue un punto de inflexión en el mandato de Thatcher y la consolidó como líder enérgica, dura y agresiva. Si los militares argentinos no hubieran reconquistado las islas en 1982, probablemente Londres hubiera aceptado transferir la soberanía a la Argentina con “un retroarrendamiento a largo plazo para Gran Bretaña”, conjetura. Había planes elaborados en el Foreing Office.


PERESTROIKA EN LLAMAS


La revolución se devora sus hijos, reconocía Robespierre. Kershaw señala a Mijaíl Serguéyevich Gorbachov como ejemplo cabal de un liderazgo innovador y dinámico pulverizado por las propias fuerzas que había ayudado a desatar.


El caso triste del padre de la perestroika y el glasnot muestra también los peligros de promocionar a ambiciosos desmedidos y desleales. Si Adenauer tuvo la suerte de ser secundado por Ludwig Erhard para la construcción del milagro económico alemán, la decisión de Gorbachov de aupar a Borís Yeltsin para acelerar las reformas resultó, a la postre, fatal. Tenga cuidado a quien asciende.


No oculta el autor del ensayo su fascinación por el hombre que ayudó a restablecer la libertad de millones de personas, desde Praga hasta Vladivostok, aunque en el caso de los rusos hayan involucionado políticamente hacia el zarismo del siglo XXI, bajo la férula de Vladímir Putin, el carnicero. Gorbachov fue el factor clave para el final de la guerra fría.


Lo define Kershaw como “el personaje europeo más importante de la segunda mitad del siglo XX”. Lo que le llama la atención es que del “enquistado e inflexible sistema soviético pudiera surgir un empleado de la casa que llegara a la cima obsesionado con el deseo de cambiar la misma estructura de poder que le había permitido a él ser quien era”.


En todo caso, lo que corrobora Gorbachov -por si hiciera falta- es que un individuo puede cambiar la historia y para mejor.


LA UTOPIA


Un último comentario. En el prefacio, Sir Kershaw confiesa su utopía política. Prefiere que los ciudadanos “eviten por completo la intervención de personalidades carismáticas y favorezcan aquellos líderes que, aunque menos intensos y vibrantes, se hallen en condiciones de ofrecer una gobernanza competente y eficaz, basada en la deliberación colectiva y las decisiones racionales orientadas a mejorar la vida de todos los ciudadanos”. Felices, pues, los países y los tiempos aburridos.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno

Publicado en el Diario La Prensa.

jueves, 26 de septiembre de 2024

Por qué es tan difícil gobernar Argentina


Por Marcos Novaro

Fondo de Cultura Económica. 300 páginas


El descalabro político y económico de la Argentina de los últimos veinticinco años que desembocó en la irrupción de un verdadero outsider que -creemos- defiende las ideas correctas es una tentación y un reto para los pensadores de fuste. ¿Qué diablos nos ha pasado? ¿Por qué tanta incompetencia en nuestra clase dirigente? ¿Por qué no podemos instrumentar reformas de largo aliento? Marcos Novaro (Buenos Aires, 1965) recoge el guante y propone explicaciones en su libro más reciente.


¿Por qué es tan difícil gobernar Argentina? Y cómo nuestros presidentes y coaliciones podrían hacerlo mejor es un ensayo útil y bien intencionado. Al autor -sociológo y doctor en filosofía- podríamos definirlo como “institucionalista”, es decir cree profundamente en la importancia de los compromisos formales para elevar la acción política. El “vamos viendo” resulta fatal en este arrabal “que parece haberse vuelto un caso extremo de subdesarrollo, incluso de desaprendizaje de las más elementales expertises políticas”.


Novaro transmite la impresión de que la avenida del centro -tan denostada en estos tiempos de polarización forzosa- es la vía más apropiada para salir del pantano. Hace unos días, acompañó la presentación del libro María Eugenia Vidal, toda una definición ideológica.


“Cada vez nos gobernamos peor porque cada vez hay más disputas irresueltas y menos colaboración”, sentencia el excelente politólogo en la introducción. ¿Y esto por qué? Tiene relación con la fragmentación de nuestro sistema de partidos (tenemos 46 fuerzas nacionales, un récord mundial), con un sistema electoral y de relaciones inadecuado para el surgimiento de coaliciones firmes y con un federalismo fallido que tiende a generar inestabilidad. Los cambios urgen (no sólo económicos) y al final de su trabajo Novaro desgrana una serie de recomendaciones “para desatar los nudos del mal gobierno”.


DE LA ALIANZA A MILEI


Para el lector no avezado la parte más interesante del libro es probable que comience en la página noventa (la ciencia política, aunque necesaria, es aburrida de leer). Novaro examina las experiencias de gobierno recientes. Desde 1997 hasta mayo de 2024. Vale decir, desde la Alianza hasta los primeros pasos de Javier Milei.


Es notable como la lupa del entomólogo va develando la lógica del accionar de un Fernando De la Rúa, un Eduardo Duhalde, una Cristina Kirchner, un Mauricio Macri o un Rodríguez Larreta, por mencionar algunos de los especímenes estudiados. Destacando siempre cuál es, más allá de las ambiciones personales, el marco de incentivos y reglas de juego imperantes que los llevaron a hacer lo que hacen o hicieron. “Demasiadas reglas que favorecen la incongruencia”, denuncia el erudito.


Un ejemplo: el problema de la sucesión del liderazgo está directamente ligado al hecho constitucional de la reelección indefinida; no simultánea pero indefinida. Este dato explica los juegos maquiavélicos de Cristina y Mauricio para mantener la preeminencia en sus partidos. Ella eligiendo un títere como candidato (era claro que Alberto F. no tenía pasta de líder ni peso político propio); él desquiciando al PRO primero con sus titubeos luego con maniobras que, a la sazón, fueron una de las causas fundamentales de la debacle electoral de Juntos por el Cambio en 2023. El señor Novaro nos recuerda que, en medio de una “enorme dosis de personalización y precariedad institucional, casi ningún líder destacado de nuestra historia se ha retirado de la lucha por el poder hasta su muerte y sus partidos han atravesado largas batallas intestinas sin resolución”. Qué distinto a un George W. Bush o un Barack Obama, ¿no?


La mirada de Novaro sobre Javier Milei es severa. Reconoce su inesperado talento para conectar con las demandas de una comunidad hastiada de los políticos inútiles. Explica el aguante social al ajuste por cierto cierto entrenamiento que mantenemos los argentinos hace lustros “en la adaptación al empobrecimiento”. Y conjetura, no sin fastidio, que la diferenciación básica del liberalismo de los libertarios respecto a las fuerzas existentes “no pasa por un afán particular por asegurar la transparencia de la cosa pública, mucho menos en el sueño de construir una república potente y equilibrada sino, en esencia, y más modestamente, pasa por hacer que el manejo del Estado sea lo más barato y los más sencillo posible para un gobierno encabezado por un presidente popular pero carente de bases en el resto de las instituciones”.

Guillermo Belcore


Calificación: Bueno

miércoles, 4 de septiembre de 2024

Borges, una vida

 


Hace unos días elogiábamos en este blog (1) un ejercicio de historia contrafáctica elaborado por Don Rosendo Fraga. En ¿Que hubiera pasado si... (II Parte), el investigador conjeturaba sobre la muerte en la batalla de Curupayty del coronel Francisco Borges. En ese caso, la humanidad sería más pobre, pues la Argentina seguramente nunca hubiera alcanzado la cima de la literatura en español. Era el abuelo de Jorge Luis Borges.


Sigamos jugando a las ucronías. ¿Qué hubiera pasado si la propuesta de matrimonio de nuestro mejor escritor no hubiera sido repudiada en 1927 por el amor de su vida, la leve y fervorosa (“como bandera que se realiza en el viento”) Norah Lange? Un Borges felizmente casado, con -digamos- cinco hijos, aburguesado, es probable que hubiese visto mutilada su sublime capacidad creativa. O, mejor dicho, desviada hacia algún callejón sin salidas magníficas, como cultivando un criollismo novelero. Es la deducción inevitable que se desprende de la colosal biografía Borges, una vida (Seix Barral, 640 páginas) del historiador Edwin Williamson (Edimburgo, 1949), trabajo que hoy venimos a recomendar.


La biografía, que fue entregada a la imprenta en 2004, incurre casi en una herejía. Somete la obra borgeana a un análisis psicosexual, un procedimiento fatigoso que desluce la monumental acumulación de documentos, testimonios y citas. Llega a la conclusión -ay- que el vaivén estilístico y conceptual de sus cuentos y poemas “entre Whitman y Kafka dependía en última instancia de la aceptación o rechazo de las muchas diosas que cortejó” a lo largo de su vida aquel hombre, al que describe como regordete y bastante alto, con rostro pálido y mofletudo, e insalvable complejo de Edipo, al que la fama internacional lo besó en los labios después de los sesenta años. Qué audacia, ¿no?


La novela -perdón, la biografía- de Williamson recibió a principios de siglo unánime aplauso de la crítica extranjera, pero recibió reparos de intelectuales argentinos. Vargas Llosa se deshizo en elogios. Polémicas al margen, digamos al lector de este blog combativo que se trata de un trabajo exhaustivo, fruto de nueve años de minuciosa investigación. Inspira respeto. Contiene cien terabites de información, datos y anécdotas, algunas muy divertidas como la pelea a puñetazos entre Borges y Enrique González Tuñón, porque este plumífero lo había acusado de bujarrón en un epigrama publicado en la revista Martín Fierro.


Aunque interesante, el juego dialéctico entre experiencia y escritura que propone Williamson fracasa en un punto, que se enuncia en el prólogo. No multiplica las posibilidades de lectura de los magníficos textos borgeanos. ‘El jardín de los senderos que se bifurcan’ o ‘El reloj de arena’, por citar dos gemas, son orbes autónomos, como deseaba su autor. Puros objetos de belleza, inmunes al análisis “folclórico, telúrico o vinculado a la historia literaria o a las disciplinas o estadísticas sociológicas”, por usar las propias palabras del literato.


Más fructífero, quizás, es el recuento de operaciones ideológicas de Borges. El biógrafo destroza un mito de los izquierdistas desinformados: nunca se encerró en una torre de marfil. Al contrario, fue un intelectual público durante toda su vida: temprana simpatía por los bolcheviques, militancia yrigoyenista, corajuda lucha antifascista, antiperonismo acérrimo, afiliado al Partido Conservador en los sesenta, apoyo a las dictaduras militares una década después para escandalizar a la progresía (le costó el Premio Nobel), pacifista por desilusión con la espada al final de su vida. Qué hombre.


Hace más de cuarenta años, Emil Cioran le escribió a Fernando Savater una carta famosa titulada El último delicado (2). Así terminaba:


“Borges podría convertirse en el símbolo de una humanidad sin dogmas ni sistemas, y si existe una utopía a la cual yo me adheriría con gusto, sería aquella en la que todo el mundo le imitaría a él, a uno de los espíritus menos graves que han existido, al último delicado”.


Uno se va del libro exhausto, amando aún más al sujeto de estudio y con una conclusión firme. La vida de Jorge Luis Borges escrita por Edwin Williamson es una obra fundamental y clave, a pesar de sus abusos freudianos. "Definitiva" es un adjetivo que, a fin y cabo, no le sienta mal.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno

 (1) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2024/08/las-ucronias-de-rosendo-fraga-ii-parte.html


(2) https://borgestodoelanio.blogspot.com/2014/02/e-m-cioran-borges-el-ultimo-delicado.html

lunes, 19 de agosto de 2024

Las ucronías de Rosendo Fraga (II parte)


Es probable que la conferencia de prensa de Ricardo López Murphy del viernes 15 de marzo de 2024 haya sido el punto de inflexión de la devastadora crisis financiera. De hecho, el dólar blue bajó hasta los 3.200 pesos, el índice Merval volvió a los u$s 600 dólares y los bonos en promedio recuperaron la cota de los u$s 30. Alentó a los mercados el anunció de un ajuste del gasto público (incluso el titular del Palacio de Hacienda uso la palabra “motosierra”) de seis puntos del PBI. En un reportaje con el Canal 2 de Mar del Plata, el presidente Sergio Massa, muy demacrado, prometió apoyo incondicional a su nuevo ministro de Economía, incluso reveló que L.M. se había reunido con Cristina Kirchner. Atribuyó, por enésima vez, el estallido hiperinflacionario de enero a la falta de apoyo del Fondo Monetario y a las intrigas de Javier Milei, a quien acusó de rencoroso por la derrota estrechísima en noviembre. El jefe de Estado prometió que el corralito a los depósitos del dólares se levantará en junio, como estaba previsto. Anunció, finalmente, que enviará al Congreso un megaproyecto de ley para desregular la economía, abrir un nuevo blanqueo impositivo y estimular las grandes inversiones. El peronismo, la Unión Cívica Radical y el sector dialoguista del Pro que responde a Horacio Rodríguez Larreta prometieron una rápida aprobación parlamentaria, honrando la alianza forjada el mes pasado. Los diputados y senadores de la Libertad Avanza ni siquiera se sentará a discutir el paquete conocido como Ley Omnibus hasta que el Gobierno responda formalmente a las denuncias de fraude en el balotaje que presentaron los observadores de la OEA.


Si alguna vez,  Rosendo Fraga decide escribir un tercer tomo sobre historia argentina contrafáctica podría empezar el capítulo Sergio Massa gana por un pelo las elecciones de 2023 con el primer párrafo de este artículo. O con uno mucho mejor, por supuesto. En este blog cubrimos de elogios hace tres meses la primera entrega (1). Hoy venimos a afirmar que la segunda es también excelente. ¿Qué hubiera pasado si…? II (Ediciones B, 350 páginas) es una lectura cautivante por la rica imaginación del autor y por una impresionante erudición que hace que cada especulación histórica sobre el escenario que gatillaría un hecho alternativa de los últimos tres siglos sea completamente verosímil. Como escribimos en abril, se trata de “un juego intelectual rarísimo en español pero bastante común en la anglósfera, acaso porque los eruditos estadounidenses e ingleses creen en serio en el papel de la libertad (y del azar) en los asuntos humanos”.

DORREGO PRESIDENTE

Dos conclusiones, por lo menos, surgen de este libro. Primero que la sublime geografía de la República Argentina pudo no haber cuajado tan extensa. Como el lector sabe, la construcción de la Patria fue un camino accidentado, repleto de peligros, emponzoñado por una guerra civil demasiado larga, lentificado también por la dictadura de Juan Martín de Rosas que, de ninguna manera, resultaba inevitable.


Respecto al Restaurador, Fraga se pregunta en el capítulo III: Qué hubiera pasado si el general Gregorio Araoz de Lamadrid -ese guerrero legendario que iba a la batalla cantando vidalitas- impedía el fusilamiento de Manuel Dorrego. La respuesta probable es que, quizás, la Argentina adelantaba veinte años su organización nacional.


Mal que le pese a los historiadores populistas ‐esos impostores-, la ideología de Manuel Dorrego era el liberalismo estadounidense (el federalismo de Rosas, en cambio, se inspiraba la tradición autoritaria hispánica). En el jardín de ese sendero bifurcado la llamada Generación del 37 llegaba al poder mucho antes de Caseros. Jóvenes brillantes, como Alberdi, Echeverría y Sarmiento, colaborarían con el gobernador Dorrego para establecer una Constitución Nacional según el modelo de Estados Unidos. Los caudillos del Litoral colaborarían con la magna empresa. Nos hubiéramos ahorrado, así, la abundante efusión de sangre que caracterizó a la dictadura rosista.


¡FUEGO!

Nada más azaroso y sujeto a circunstancias que una batalla, nos explica Don Rosendo. Las guerras, por ende son los acontecimientos ideales para jugar a las ucronías, la variante literaria de la historia contrafáctica.


El capítulo 4 concluye que el Paraguay de Francisco Solano López -con sus 40.000 hombres instruidos y disciplinados y otros 20.000 a medio movilizar- pudo haber ganado una blitzkrieg contra la Triple Alianza. Como consecuencia, nuestra República habría perdido las Cataratas del Iguazú, el Impenetrable chaqueño y a Gildo Insfran, ese estadista.


En el capítulo VI, Fraga nos advierte que si el cacique mapuche Cafulcurá, el Napoleón de las Pampas, triunfaba en el combate de San Carlos, acaso la Patagonia no sería Argentina. Chilenos e ingleses se hubieran encargado de poblar del Río Colorado al sur y exterminar en el transcurso a la anacrónica y sangrienta confederación de tribus que hasta 1870 ocupaba diez provincias del actual territorio nacional y parte de otras cinco, en una suerte de protoestado feudal basado en el pillaje, incapaz del progreso que no es otra cosa que la creación de riqueza.


Libros imprescindibles como éste permiten al vulgo comprender la importancia de gobernantes providenciales como Julio Argentino Roca. El Zorro, tan injustamente vilipendiado por la izquierda estúpida, no sólo debe ser venerado por lo que hizo por la Argentina, sino también por lo que dejó de hacer.


Por ejemplo, en la Nochebuena de 1901 no cedió a las presiones de su ministro Pablo Ricchieri para decretar la movilización de las Fuerzas Armadas lo que hubiera precipitado una conflagración con Chile. En el capítulo VII, se narra una eventual Segunda Guerra de la Triple Alianza, en la cual Bolivia recupera Antofagasta, Perú sus dos provincias más meridionales y la Argentina se convierte en un país bioceánico. Aunque al precio de una enemistad militar permanente con un país vecino.


Esa misma contienda pudo estallar en diciembre en 1978. Leemos en el capítulo X que si el almirante Emilio Massera y el General Luciano Benjamín Menéndez imponían su belicosidad sobre una conducción del Ejército (el tándem Videla-Viola) que prefería aceptar la mediación de Su Santidad, en ese caso lo más probable es que también hubiésemos ganado la totalidad de la isla de Tierra del Fuego, pero con un elevadísimo costo, mayor que el de la ucronía anterior incluso.


¡PERON, PERON!

La segunda gran conclusión que se desprende de este ensayo inspirador es que el fenómeno del peronismo no fue la forzosa erupción del subsuelo de la Patria, sino más bien fue el resultado de una disputa ideológica en el seno de las Fuerzas Armadas que se resolvió en favor de un grupo de oficiales de rango medio con claras simpatías por la Alemania nazi. Es decir, el golpe de estado del 4 de junio de 1943 pudo haberse evitado.


En el capítulo VIII, (Lisandro de la Torre presidente en 1916), Don Rosendo supone que si el presidente Roque Sáenz Peña no hubiera muerto el 9 de agosto en 1914 es posible que la Argentina se hubiera encaminado hacia un sistema político bipartidista (radicales vs. conservadores) similar al de otras democracias exitosas de Occidente. Nos hubiéramos ahorrado el peronismo.


En el capítulo IX, nos interpela: ¿Qué hubiese pasado si Agustín P Justo vivía dos años más?. En ese caso, es factible que el ala aliadófila se hubiera impuesto en el Ejército y la ambición desaforada del brillante Juan Perón hubiera transitado otros derroteros, acaso más modestos.


Reflexionan los dos últimos capítulos sobre el anteayer (el libro fue entregado a la imprenta en 2016), con dos acontecimientos que fácilmente podrían haber pasado: Ricardo López Murphy gana las elecciones presidenciales de 2003; Daniel Scioli las de 2015. En el primer caso, un tal Rosendo Fraga -pensador que ha escrito algunos de los mejores libros de historia de nuestro tiempo- se hace cargo del Ministerio de Defensa. En el segundo, los argentinos asistimos encantados a la madre de todas las batallas: Cristina Kirchner versus Karina Rabolini.


Aunque escrito hace ocho años, el libro nos deja, finalmente, una gota de optimismo para el hoy. Los cambios en política sólo tienen lugar cuando se produce lo improbable; cuando sucede lo probable no suele haber cambios, establece Rosendo Fraga. ¡Hay tanto para cambiar en la Argentina!

Guillermo Belcore

Calificación: Muy bueno

(1) https://labibliotecadeasterion.blogspot.com/2024/04/las-ucronias-de-rosendo-fraga.html