lunes, 14 de octubre de 2024

La ciudad


Por Mario Levrero

Caricatura Editora. 

Novela, 198 páginas


Hace 20 años y un mes fallecía en Montevideo una de las glorias de la literatura latinoamericana. Un genio tan singular como poco conocido por entonces; hoy es un autor de culto para los intelectuales. Escribió, entre otras maravillas, una de esas novelas imprescindibles para todo aquel que desee ser llamado lector. Parecía un personaje literario -en camiseta sin mangas- más que un hombre de carne y hueso. Se llamaba Jorge Mario Varletta Levrero; firmó sus obras como Mario Levrero. Gracias a Dios hoy se lo sigue imprimiendo.

Con motivo de los 300 años de la ciudad de Montevideo, el sello Caricatura Editora rescató la primera novela de Levrero. La ciudad fue escrita en 1966, ganó una mención especial en un concurso organizado por el semanario Marcha y se entregó a la imprenta por primera vez en 1970. Fue uno de los más felices estrenos literarios en el Río de la Plata. Para que tenga una idea amigo lector, podría describirse como un Kafka tardío con un dejo de Lewis Carroll y precursor -a su especial manera- de César Aira. Pero es posible que la frase anterior no sea justa: el texto es un auténtico Levrero; un autor originalísimo, incomparable, que ha dejado a la posteridad unos veinte libros.

Vaya historia. El narrador, que se define como pintor de cuadros, se muda a "una casa que no había sido habitada ni abierta sus puertas y ventanas durante muchos años". Llueve a cántaros. El hombre recuerda que cerca de allí hay un almacén. Sale a la intemperie en busca de kerosene y alimentos. Empapado, se pierde en la oscuridad. Hasta que detiene un añoso camión en el camino y le pide al chofer que lo lleve a alguna parte.

El conductor tiene pocas pulgas y viaja acompañado por una mujer joven -Ana, será una actriz importante de la trama- que hostiga con su pico al pintor mientras trata de perturbarlo con las piernas y las manos, pero nuestro chico no se excita: está angustiado. Veremos que el sexo es otro elemento trascendental en este sabroso sinsentido.

Viajan toda la noche. Por la mañana, el tosco camionero los echa con insultos de la cabina, en medio de la nada. Alega "una delicada misión oficial". Ana y el pintor caminan por la ruta. Surgen peleas, hasta que ella lo invita a conocer el pueblucho donde mora, no lejos de allí.

Es un caserío borroso, donde solo se destacan un bar, un almacén, una estación de servicio y una zapatería. Sus habitantes son estrafalarios, naturalmente. Se menciona una omnipotente “Empresa” y un reglamento de acero al tungsteno que deben cumplir los habitantes. En la segunda parte del libro leemos los esfuerzos del protagonista por huir.

Como habrá notado, el conjunto tiene un aire de pesadilla pero no es uno de esos sueños inanes que los literatos sin imaginación añaden a sus novelas para engordarlas. La grotesca farsa es cautivante, ocurren cosas, y varios pasajes pueden leerse como alegorías. "En el mundo hay muchas cosas que no comprendemos", sentencia Levrero cuya prosa es engañosamente simple.

Por ciento, la novela puede leerse de un tirón.

Finalmente, digamos que el objeto libro es hermoso. Incluye ilustraciones del señor Alfredo Soderguit que avivan el clima de ansiedad, miedo y leve suspenso que el autor construyó con maestría. "Aventura onírica", definió con acierto un crítico a este libro. Borges decía que cuando la humanidad olvide los estilos y las capillas literarias sólo nos quedará lo que existía al principio al calor de una lumbre: las historias. Formidables historias seguirán hipnotizando a hombres y mujeres, como la que narra La ciudad de Mario Levrero.

Guillermo Belcore


Calificación: Bueno

Publicado en el Suplemento Cultura de La Prensa.

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