sábado, 12 de noviembre de 2011

El imperio de los sentimientos

Beatriz Sarlo
Siglo Veintiuno Editores. 174 páginas

En las primeras décadas del siglo XX, circulaban con gran éxito en la Argentina (tiradas de hasta cuatrocientos mil ejemplares) publicaciones semanales cuyos cuentos románticos proporcionaban placer y consuelo a las gentes sencillas. Se vendían de casa en casa o en los quioscos a diez centavos el ejemplar (una bicoca). Los esnobs tachaban a la especie de “literatura de barrio, de pizzería, de milonguitas”. Con gran erudición y enfoque misericordioso, una intelectual de juicios libres examina aquellos escritos. El análisis formal e ideológico concluye que las novelitas sentimentales pudieron haber sido para los lectores incultos “un agradable desvío o una sencilla estación para las iniciaciones”.

El libro data de 1985, pero no ha perdido un ápice de frescura. Beatriz Sarlo (1942) piensa sobre los hombros de Raymond Williams, Bourdieu, Barthes (hasta el título es una imitación). El lector, ese enigma; la revista y sus escritores; el ideal y la representación del amor; la noción de felicidad; el lenguaje de los ojos; y los vicios narrativos son viviseccionados con pericia. Sarlo tiene un probado ingenio para desmontar un texto como si se tratase de una batidora.
Puede que algún párrafo, como el que se abisma en las redes semióticas, mate a un lector de aburrimiento o que el sonsonete paleomarxista de que la materia engendra a las personas (“el texto produce a sus lectores“) suene demodé, pero se trata en general de un ensayo instructivo y ameno, tallado con estilo elegante y profundo. Permite, por cierto, trazar parangones con los textos de la felicidad contemporáneos, caso las baladas románticas, las telenovelas e incluso las nouvelles casi seriadas que los plumíferos de tercera o cuarta categoría escriben hoy sin demasiado esfuerzo para ganar un premio, obtener una canonjía o incluso para ser llamados escritores. La falta de ambición o talento provoca en cualquier época el mismo resultado, independientemente del público al que está dirigido. Podríamos concluir con Sarlo, que demandar poco del lector o manejar un elenco limitado de recursos estéticos implica condenarse al olvido. ¿Quién recuerda hoy a los eficaces Josué Quesada, Hugo Wast y Alejo Peyret?
Guillermo Belcore

Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Bueno 


PD: Algunas cosas no han cambiado nada. Hace cien años las mujeres leían más que los hombres. Y, como ahora, a principios del siglo XX “la sociedad de bombos mutuos enceguece los comentarios en la prensa convirtiendo a la opinión crítica en clásicas gacetillas celebratorias”.

2 comentarios:

Luli dijo...

Excelente reseña! Sarlo es una gran pensadora y sus libros siempre se actualizan. Trágico lo de la falta de ambición en los artistas actuales: serviría para un nuevo artículo. Con respecto a un personaje que usted nombra, el afamado Gustavo Martinez Zuviria (alias Hugo Wast, supuesto antisemita), le cuento que los cordobeses hace tiempo que sufrimos a sus descendientes patoteros y muy poco elegantes, que hicieron un escándalo porque la Intendencia quería sacarle el nombre del "prócer" a una calle de la ciudad -en el Cerro de las Rosas, por supuesto. Un saludo.

Guiasterion dijo...

Estimada Luli:

Gracias por escribir. ¿Todavía existen fans de Martínez Zuviría? ¿Cómo se puede ser hoy antisemita y filonazi? Creo que sólo un psicólogo puede darnos una respuesta certera.
G.B.