sábado, 8 de septiembre de 2012

Un libro de Bech

John Updike

Tusquets. Novela. 235 páginas


Entre los miles de personajes que John Updike (1932-2009), el gran bardo del neorrealismo estadounidense, ha creado hay uno especialmente adorable. Lo bautizó Henry Bech, lo imaginó escritor judío de Brooklyn, con esas neurosis típicas, esas obsesiones sexuales, esa concentración de agudeza y chispa (siempre una frase mordaz en los labios, siempre una fobia a flor de piel) que a Woody Allen le encanta representar. Updike le dedicó tres libros. He aqu¡ el primero. ­¡Tres hurras a Tusquets por haberlo rescatado!

Sorprendemos a Bech en un momento delicado de su carrera. Con sus rizos rabínicos y su nariz prominente parece "un congresista de Queens sobornado por la mafia que espera que lo tomen por un senador del Sur''. Es autor de un libro bueno y otros cuatro más, pero ha perdido la inspiración. Su bloqueo creativo "es una versión indigna de la renuncia, más o menos noble, de Salinger''. No sabe decir no (excepto ante las propuestas de matrimonio): viaja detrás de la Cortina de Hierro, experimenta con las drogas, se acuesta con la hermana de su novia, permite que lo suban a un pedestal en la Londres a go-go de los sesenta, da conferencias en una universidad racista de Virginia, se suma al establishment artístico de Nueva York. Los episodios son profundos y divertidos a la vez; la novela articula con destreza relatos independientes.

Es maravilloso como Updike-Bech tiene siempre a mano una observación inteligente sobre cualquier tema. Desmenuza sin anestesia al mundo comunista y a esos "burdeles de la entelequia'' que son ciertos núcleos intelectualoides de Occidente. Los caracteres son fascinantes; es la vida la que desfila por las páginas. Todo viene servido con una asombrosa riqueza verbal que relumbra, por ejemplo, en sus deliciosas enumeraciones.
Guillermo Belcore 
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Muy bueno


PD: ­Ah las reimpresiones! Que sería de nosotros, los lectores apasionados, sin ellas. Quedaríamos a merced del rústico presente, del fast book argentino (la expresión se la leía al escritor Juan José Becerra). Gracias Palas Atenea por el pasado.

PD II: Aquí hay otra reseña de un libro de Updike que disfrute mucho.

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