domingo, 18 de mayo de 2014

Nuestro modo de vida

Fogwill

Alfaguara. Novela postuma, 221 páginas. Edición 2014. Precio aproximado: 160 pesos.


Como el sol avaro que asoma entre las nubes en un otoño frío y ventoso, así aparece el mejor Fogwill (1941-2010) en Nuestro modo de vida. De tanto en tanto, brilla el entomólogo que disecciona, implacable pero sin crueldad, a su objeto de estudio, otros seres humanos. El sabio retratista de la estupidez y la mediocridad de la alta burguesía argentina. El libro no tiene más que eso. Por alguna razón (poderosa), el artista no quiso publicarlo en vida. Lo había concluido en 1980. No se trata, como clama la faja publicitaria, de una obra maestra. Morirse tiene otro inconveniente: uno no puede defenderse de la impertinencia de sus deudos.

Amigos chilenos de Fogwill atesoraban el manuscrito. En 2008 le recordaron esa circunstancia; el escritor dijo que andaba en otra cosa. En 2013 fue donado al archivo Fogwill. Se ha decidido ahora rescatarlo del depósito de cadáveres y compartirlo con el mundo. En el prólogo, explica el propio autor que su intención fue plagiar La luz argentina, “bella novela” de César Aira. “Producir ese corte mítico entre la vida familiar y la vida social es el problema de método” de la obra, añade la introducción.

Etica y estética de un gerente de una multinacional extranjera, podría ser una frase explicativa para el título. Fernando Romero vive con su mujer y su perro. Duerme hasta tarde, va poco a la oficina. Desespera porque su auto es de color blanco, mientras que es azul el de sus congéneres. Se esforzará por remediarlo. La empresa le encarga sellar un acuerdo con japoneses, para lo cual negociará un soborno y les proporcionará modelos (falsas gitanas) para su deleite. Le gusta la música clásica; juzga a Ginastera como una versión degradada del primer Stravinsky. El telón de fondo es la dictadura militar. Muy interesante es la crítica sesgada a la civilización del comprar y tener cosas. Señala Fogwill que esa cultura se ha especializado en generar “ventanas al cielo”, que cualquier poligrillo puede abrir “mediante un cambio de automóvil, una promoción en su trabajo o un evento que por un instante quiebre el anonimato y la grisura entre los que se desenvuelven los días del hombre”.

Guillermo Belcore

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