lunes, 6 de abril de 2020

Quijote

En varias direcciones temporarias de Estados Unidos, cuyos nombres no vale la pena mencionar, no ha mucho tiempo que vivía un caballero de los de saco y corbata, palabras anticuadas, pensamientos místicos y adicciones televisivas. Viajante de comercio de origen indio, retirado a la fuerza por su primo rico, enloqueció por culpa de la televisión y comenzó a desear a la gente de la pantalla. A una en particular, Salma R., belleza considerable, la primera actriz india que triunfó en América. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los setenta años, era de hablar y moverse despacio, seco de carnes, rostro parecido al del actor Frank Langella, apuesto a la manera de viejo chiflado. Quieren decir que tenía el nombre de Ismail Smile o Smile Smile, aunque por conjeturas verosímiles se deja entender que quiso llamarse Quijote; pero esto importa poco a nuestra reseña; basta que en la narración de sus andanzas no se salga un punto de la verdad.
Uno de los mejores escritores de nuestro tiempo -aunque quizás no tan reconocido- ha inventado un Quijote posmoderno. Así se titula la novela más reciente de Ahmed Salman Rushdie (Mumbai, 1947). El sello Seix Barral la trajo a la Argentina en este fatídico 2020 (527 páginas). Merece largamente leerse, por su ambición, riqueza expresiva, y sentido paródico.
Piense, amable lector, en un caldero en el que burbujean la diáspora india; la cultura baja estadounidense (el motel, el neofascismo, los ricos y famosos, el entretenimiento de masas) y el misticismo oriental (el sufismo y la rara religión del bahaísmo). Más algunas digresiones interesantes, como la deriva de Inglaterra hacia algún lugar no muy amable, la ciberguerra y la epidemia de estupefacientes derivados del opio. 
No sólo Rusdhie es puente entre civilizaciones (entre Occidente y el subcontinente indio y el mundo islámico); sino también es uno de esos artistas que desdibujan las fronteras entre arte y vida. Por momentos, genera incapacidad para distinguir lo inverosímil de lo que no lo es. Fusiona con destreza la visión paranoica y la real. En busca de un concepto conocido, se lo ha catalogado como un adalid del realismo mágico por no haber excluido en su veintena de novelas lo sobrenatural y lo maravilloso. Como el mismo sostiene, el surrealismo o incluso el absurdo constituyen herramientas formidables para describir el presente.
Así, nuestro Ismail Quijote da a luz por partenogénesis a un hijo, con ``la fuerza de su deseo y la amabilidad de las estrellas''. Como Palas Atenea había brotado plenamente formada de la cabeza de Zeus, así nació Sancho del sueño de su padre. Y se lanza a la carretera con el caballero de la triste figura hacia Nueva York en un Chevrolet Cruze; van en busca de una Dulcinea que es estrella de la televisión y adicta a los placeres químicos.
No se topan, claro, con los desalmados yangüeses que molieron a palos a las criaturas de Cervantes, pero también la pasan mal. Algo desagradable les ocurre con una robusta mujer blanca en el lago Capote. Bocas furiosas los persiguen en una cafetería de Oklahoma. A Sancho le dan una paliza tres yuppies en una plaza de Manhattan. Y por un pelo no los matan durante un tiroteo en un pub de Kansas. Es que ambos tienen la piel oscura, pero del tono sospechoso tras el 11-S. La cuestión de la etnicidad en el Estados Unidos de Donald Trump es una de las cuestiones palpitantes de la novela.

La otra epidemia

Otro personaje importante de la trama es el primo R.K. Smile, modelo de médico corrupto, el Reyecito de Atlanta, capital de la próspera América india (75 mil musulmanes indostaníes y 100 mil hindúes). El empresario posa ahora de filántropo, pero ha amasado fortunas fabricando y vendiendo medicamentos adictivos, en particular un spray sublingual de fentanilo (el macho alfa en el país de los opioides) en los límites de la legalidad, atravesando repetidamente las fronteras de la decencia, para, por ejemplo, satisfacer los deseos de la gente muy famosa, subsección muy importante de la economía estadounidense. Hablando sin ambages, es un narcotraficante, pero desde el interior del sistema. Provee, entre otras luminarias, a Salma R., la amada del Quijote.
Rushdie, por cierto, desea que el público conozca las tretas de la industria farmacéutica para multiplicar las ventas. Los corresponsabiliza de las 30.000 muertes anuales en la Unión por adicción a los derivados del opio, otra devastadora epidemia de nuestro tiempo. Es un tema que toca muy de cerca al literato. Su hermana menor murió en 2008 de sobredosis de pastillas, cuando solo tenía 45 años.
El mumbaikar es de los escritores que creen que la buena literatura debe transmitir un mensaje. Así lo establece en la página ciento treinta y nueve: ``¿Cuando invocamos el recuerdo de una obra maestra nos tenemos que preguntar: qué lecciones nos ofrece?''.
El libro, aunque desparejo, es el fruto de un talento maduro. Formas elegantes y conclusiones firmes. ``Quise escribir una novela que sea panorámica y sinóptica al mismo tiempo'', explicó el autor a un periodista del Time of India. Lo ha logrado con creces. Desde la atalaya del progresismo, oteamos buena parte de la sociedad estadounidense y de la cultura contemporánea. "La cultura basura le está estropeando la mente a muchos tontos, tontos viejos como jóvenes, o incluso a la América entera", escribió en la página cuatrocientos setenta y cinco. El siempre ponderable deseo de construir un Aleph.
Estilísticamente hablando, hay párrafos perfectos. Si bien la sátira es el procedimiento dominante, no es el único. Hay un artificio que proviene, acaso, de las Mil y Una Noches. El relato dentro de otro relato. En el capítulo dos se nos presenta a Sam DuChamp, escritor de segunda fila de novelas de espionajes, quien justamente está componiendo la historia del Quijote Smile. También dedica varios capítulos a la hermana de DuChamp, paladín en la defensa de de los derechos de los inmigrantes en Londres. Ingenioso truco.

Gurú pop

Finalmente, algo hay que decir del mensaje primordial del texto. Quizás el propósito del universo sea la creación de un amor perfecto, se conjetura en la página ciento treinta y dos. Sin embargo -se añade más adelante- la cantidad de amor disponible no satisface a todos los buscadores. Millones de solitarios le darían la razón.

El amor como conclusión existencial, como final de todo, pues. Don Quijote Smile se va despojando absolutamente del lastre (conocimiento, escepticismo, la razón, porque el enamoramiento es irracional, antiguas enemistades) en su peregrinar hacia la Amada. Atraviesa los siete valles de la sabiduría.``La vida humana es casi toda infelicidad. El único antídoto a la tristeza humana es el amor'', sentencia Rusdhie, el metafísico pop, en la página doscientos trece. 
La novela nos regala un fragmento hermoso de un poema de Wordswoth:
``ese ánimo

en que la dura y gravosa carga

de este mundo incognoscible

se aligera''.
Amo luego existo, no parece una proposición descabellada, menos en tiempos de virus corona.
Guillermo Belcore

Calificación: Muy buena

PD: En este blog hemos comentado otras buenas novelas de Rushdie. Pinche aquí:

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