domingo, 6 de septiembre de 2020

La muerte de la tragedia

George Steiner (1930-2020), patrono intelectual de este blog, escribió:  

“No creo que la crítica literaria posea rigor o pruebas. Cuando es sincera es una experiencia privada y apasionada que trata de convencer”.

En La muerte de la tragedia, Steiner convence, persuade, orienta. Obra como maestro de lecturas, esa virtud que ha hecho al viejo profesor apreciado y famoso en los principales centros universitarios de Occidente. Uno se va del ensayo -entregado a la imprenta por primera vez en 1961- con la sensación de que si no leemos al menos una obra importante de Shakespeare, Racine, Schiller, Pushkin, Ibsen, Chejov o Brecht, seremos seres humanos incompletos, mutilados incluso.

El libro explora la evolución de la idea de la tragedia en el teatro europeo desde la Edad Media. Las ramificaciones, como suele ocurrir en Steiner, son sabrosas. Un ejemplo: la influencia de la poesía francesa del siglo XVII en los modos de retórica de la vida pública francesa. Vale decir, hay un nexo entre Pierre Corneille y el general De Gaulle.

Aclaremos algo. Cuando decimos “tragedia” nos referimos a una noción artística y a una visión del hombre que son griegas o isabelinas y se expresan en un escenario con la técnica del verso. Tiene rasgos específicos. Las tragedias terminan mal. El protagonista es destruido por fuerzas que no pueden ser entendidas del todo ni derrotadas por la prudencia racional. Como forma de arte, la tragedia exige la presencia de Dios, hoy -por desgracia- una carga intolerable para el público y el artista. Por eso, no va a volver.

Steiner examina movimientos culturales como el neoclasicismo o el romanticismo, teorías literarias y procedimientos (como el alejandrino) y obra maestras del teatro, algunas no tan célebres como el Woyseck de Büchner. Las citas son profusas y son otro agrado del libro. Vea usted. ¿Quién escribió esta estrofa, amigo lector, Heinrich von Kleist o el Dr. Pedro Cahn?

"Con horrendo paso y enorme voracidad
la peste avanza a trancos por nuestras filas vacilantes
y les exhala de sus labios hinchados
los vapores ponzoñosos que bullen en su seno".

Este ensayo, para redondear, resulta imprescindible para quien guste del teatro y la argumentación crítica de excelencia. Hay un pasaje lateral que me gustaría destacar porque no sólo puede sino también debe aplicarse a la degradada Argentina 2020 (acaso el peor año de nuestras vidas).

Establece el rabí Steiner en la página cincuenta y dos que la retórica política es enemiga mortal del libre albedrío y la razón. Oíd, mortales, su razonamiento elocuente:

“El comportamiento político ya no es espontáneo y no responde a la realidad. Se congela alrededor de un núcleo de retórica inerte. En vez de hacer a la política dudosa y provisional a la manera de Montaigne (quien sabía que los principios sólo son soportables cuando tienen carácter de tentativas), el lenguaje aprisiona a los políticos en la ceguera de las certezas o la ilusión de la justicia. La vida del espíritu es menguada o asfixiada por el peso de su elocuencia. En vez de convertirnos en amos del lenguaje, nos tornamos sus siervos. Tal es la condenación de la política”.

Alguien que se lo acerque a los Presidentes que cultivan con fruición la grieta.
Guillermo Belcore


Calificación: Excelente


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