domingo, 17 de marzo de 2024

BlackBerry, el comienzo de la historia

 


Una de las tantas traducciones de Proverbios 16: 18 al 19 dice así: "Tras el orgullo viene la destrucción; tras la soberbia, el fracaso". En 2007, la altanería de dos constructores de imperios -el visionario Mike Lazaridis y el vendedor implacable Jim Balsillie- dio inicio a la destrucción de la empresa canadiense que había causado una revolución en las telecomunicaciones y el universo laboral. BlackBerry pasó de controlar entre el 30 y 45% del mercado de telefonía móvil en los albores del siglo (difieren las fuentes) a cero en la actualidad. Una película independiente filmada, justamente, en Canadá, narra esa apasionante historia de auge y decadencia. Puede encontrarla en Amazon Prime.


BlackBerry, el comienzo de la historia es un drama biográfico, filmado en 2023. El guión adapta, con absoluta libertad, el libro Perdiendo la señal: la historia no contada del extraordinario crecimiento y la espectacular caída de BlackBerry de Jacquie McNish y Sean Silcoff. Lazaridis es interpretado por Jay Baruchel; Balsillie, por Glenn Howerton. El director Matt Johnson también actúa: es Douglas Fregin, el mejor amigo de Mike y confundador en Waterloo (estado de Ontario) de Research In Motion, la empresa de software que lograría con una manufactura prodigiosa modificar la forma en que los influyentes trabajaban y se relacionaban con sus empleados, sus clientes y sus pares. La tecnología nos hace. El medio es el mensaje, sentenció para siempre otro canadiense ilustre, el profesor Marshall MacLuhan.


RIM fue como un meteoro deslumbrante que cruza los cielos. El mismo Barack Obama llegó a decir que no se imaginaba su existencia sin el BlackBerry. Pero ya en 2013 su cuota de mercado había caído al 3% en América. El ingeniero talentoso Lazaridis y el tiburón de los negocios Balsillie fueron obligados a dejar el timón de una empresa que en pocos años pasó de ser la más valiosa del Canadá a perder el 90% de su capacitación bursátil.


¿Qué pasó? ¿Qué error garrafal habían cometido? Subestimaron la revolución iPhone. Pantallas táctiles, desarrollo independiente de aplicaciones, prioridad al concepto blando de "experiencia del usuario", acceso ilimitado a las redes sociales, productos atractivos y accesibles para todo el pueblo no exclusivos para la casta, incremento constante de las prestaciones. Y, sobre todo, que las corporaciones telefónicas puedan aumentar su rentabilidad facturando al cliente por cantidad de datos, novedad que Lazaridis recibió como obstáculo no como oportunidad ("¡Cada iPhone gasta la misma cantidad de datos que 5.000 BlackBerry!", se queja en la película). "Tu problema es que un minuto es sólo un minuto", le espeta sin rodeos a Balsillie en un aeropuerto de Georgia un peso pesado de AT&T cuando le rogaba que no abandone el barco para saltar a la cubierta de una Apple que iba a convertirse en la firma más valiosa del planeta hasta el día de hoy.


Como si fuera poco, la explosiva aparición del sistema operativo Android de Google que permite replicar las maravillas funcionales del iPhone en todos los aparatos que llegan de Oriente (algo similar a lo que había conseguido Microsoft con el Window en las computadoras domésticas) fue el último clavo en el ataúd de BlackBerry, cuya reacción a tan formidable desafío fue tardía, confusa y torpe. Dicen que lo peor que puede hacer un artista es enamorarse de sus ideas. Termina sacrificando la creatividad.


MUNDO GEEK


La cinta comienza en 1996 cuando dos jóvenes nerds (Lazaridis y Fregin) intentan vender al buitre Balsillie su nuevo invento: el PocketLink. Los chicos habían logrado resolver una encrucijada de la transmisión inalámbrica de datos y diseñaron al antecesor del BlackBerry. Crearon "la oficina de correos más pequeña del mundo". Y portátil. Balsillie no les hace caso de momento, pero algo queda resonando en su cabeza. Después de ser despedido de la firma donde trabajaba por rebelde e inescrupuloso, se convierte en inversor independiente. Hipoteca su casa para comprar un tercio de RIM y el cargo de codirector ejecutivo. Aporta la cuota de racionalidad empresarial que necesitaban los frikis para el despegue. Le venden a Bell Atlantic (hoy Verizon) el primer dispositivo de mano que puede conectarse a una red a escala comercial. El tándem Lazaridis-Balsillie -tan distintos el uno del otro- acelerará la revolución tecnológica en Occidente al comprender la importancia de la mensajería móvil.


Resulta fascinante el contraste que plantea el falso documental entre el caótico mundo geek de los ingenieros, tan pueril como disruptivo, con los hombres de negocios tradicionales, contratados en RIM para mantenerlos a raya (gran papel de John Ironside, estereotipo del hombre duro, como Charles Purduy). En 2002, los smartphone BlackBerry salen a la arena del circo y conquistan a las élites con su elegante teclado QWERTY y su practicidad. Incluso, generaron una suerte de adicción que fue designada como CrackBerry, "palabra nueva del año 2006" e incorporada por el diccionario Webster 's New World Dictionary. Qué anacronismo, verdad.


Vemos en la pantalla como Balsillie se las ingenia para frustrar en 2003 el intento de adquisición hostil de Carl Yankowski, director ejecutivo de Palm, otra pionera que terminó desapareciendo del mapa. Vemos como le roba mentes brillantes a otras empresas tecnológicas para resolver el colapso de la red telefónica. Para ello, usa opciones sobre acciones (a Paul Stannos de Google le promete diez millones de dólares de prima de ingreso), maniobra delictiva que arroja a los mastines de la Securities and Exchange Commission (SEC) al cuello de las autoridades de RIM (Balsillie casi termina en la cárcel).


Hasta que llega el año fatídico de 2007. Por entonces, sólo Nokia vende más smartphones en el mundo que Blackberry. La rutilante presentación de (suenan las trompetas) Steve Job encuentra a RIM distraída. Es el núcleo incandescente del film. Mike está acorralado por la SEC. Jim, obsesionado con la compra de algún equipo estadounidense de hockey sobre hielo para mudarlo a Canadá. Con una mezcla de admiración, miedo y perplejidad, los cerebros de la empresa canadiense reciben el lanzamiento del iPhone. Cambiaban las reglas del juego. La respuesta, como se dijo más arriba, nunca fue la apropiada y, como consecuencia, hoy ya no se fabrican más los teléfonos BlackBerry. Se convirtieron en una hermosa historia para ser contada con una valiosa enseñanza: si te dedicas al mercado tecnológico, innova permanentemente o perecerás.


Como nota al pie de página, digamos que Fregin se convirtió en uno de los hombres más ricos del mundo al vender su paquete accionario de RIM en 2007, después de pelearse con su viejo amigo Mike.


EL PRESENTE MODESTO


Parece que los nuevos dueños de RIM (rebautizada BlackBerry Limited) siguen al pie de la letra el consejo del proverbio bíblico de perseguir la humildad. Veamos su derrotero (barranca abajo) en los últimos diez años.


En 2016 anunciaron la subcontratación a los chinos de TLC de toda la producción de aparatos. La idea era que se encargaran del hardware, mientras los canadienses se centraban en el software. Ya no fabricarían más teléfonos. Pero la nueva camada no usaba el sistema operativo propio, sino que corrían sobre Android. Ni siquiera arañaron el mercado. En enero de 2022, ¡kaput! Todo los aparatos quedaron obsoletos cuando la firma dejó de darles soporte. Ahora, BlackBerry se dedica a producir software de ciberseguridad y ofrece otros servicios para empresas y gobiernos. Es muy apreciada en el segmento de comunicaciones seguras, incluso por la CIA.


Qué es de la vida de Mike Lazaridis y Jim Balsillie, se preguntará usted. Bueno, los socios crearon un fondo de inversión para desarrollar las tecnologías cuánticas (palabrita de moda esta década), se abocaron a la filantropía en el área de la educación y a contar su mejor historia por todo el mundo. Con la perspectiva del paso de los años, uno no puede dejar de ver los últimos minutos sin gritarle a los protagonistas: "¿Qué están haciendo pedazos de tontos", escribió la crítica inglesa Wendy Ide. Es la fatal arrogancia, amiga. ¡Ah, por cierto!, las dos horas de película se pasan volando.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy buena

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