lunes, 7 de octubre de 2024

Personalidad y poder


 La pregunta es añosa como las ciencia sociales. ¿Qué importancia cabe atribuir a los individuos en la configuración de la Historia? Dicho de otra forma, ¿las acciones personales de los líderes prevalecen sobre las circunstancias impersonales, estructurales, que hicieron posible su aparición y encumbramiento?


Un libro entregado a la imprenta en 2022 y que ahora apareció en español en las librerías argentinas intenta responder a ese interrogante. Se títula Personalidad y poder. Forjadores y destructores de la Europa moderna (Crítica, 573 páginas). Su autor es Ian Kershaw (Oldham, Lancashire,1943) prestigioso historiador británico, conocido por sus biografías definitivas de Adolf Hitler.


Sir Kershaw analiza como doce estadistas y gobernantes de distintos orígenes y sistemas políticos (de Lenin a Helmut Kohl) fueron capaces de alcanzar y ejercer el poder, y en qué medida ese poder transformó la vida de millones de seres humanos. Obviamente, algunos de sus efectos se sienten hasta hoy.


Digamos que se trata de una lectura atrapante e instructiva. Además, de explorar selectivamente algunos aspectos del ejercicio del poder y describir las fuerzas impersonales que operan sobre los mandantes, Kershaw examina minuciosamente los rasgos de la personalidad. Cada capítulo concluye con una valoración del legado del líder estudiado.


EL GRAN INSPIRADOR


Siguiendo a Max Weber, Kershaw define al poder individual “como la capacidad que tiene un líder de llevar a cabo los planes que su voluntad le induce a concebir pese a las resistencias que se le oponen”. El concepto, añadimos, vale tanto para la Nación como para una empresa, una sociedad de fomento, un club de fútbol, un aula o una familia, puestos al caso.


Qué nos enseña, entonces, la Historia sobre esa capacidad de poder individual, con qué virtudes y destrezas está conformada. Veamos algunos casos ilustres, espulgados en el libro.

Si el Señor hubiese llamado a su casa a Winston Leonard Spencer-Churchill antes de 1940, su biografía habría sido la de un político fracasado. Afortunadamente para la humanidad entera, el Creador tenía otros planes. La labor como primer ministro de la Gran Bretaña entre 1940 y 1945 elevó a aquel león indómito a la categoría de arquetipo del coraje ante la adversidad.


En lo que hace al mando, Kershaw rescata la inquebrantable confianza en sí mismo que tenía Churchill, su fuerte sentido del deber y la gran capacidad resolutiva, unida a una asombrosa valentía física. Era dado a tomar decisiones rápidas y audaces, rasgo que antes de la Segunda Guerra Mundial contribuyó a crearle cierta fama de imprudente y carente de buen juicio. Su ingenio era agudo; y sus réplicas verbales, fulminantes.


Pocos recuerdan que aquel inglés bajito, regordete y con la belicosidad pintada en el rostro asumió el poder nacional cuando nosotros nos jubilamos, a los 65 años cumplidos. Su autoridad como indiscutible líder de guerra demostró el impacto de la personalidad en las decisiones de vital importancia Emergió como un torrente magnífico una característica individual de la que pueden sacarse lecciones: el liderazgo inspirador. En las horas más oscuras, Churchill proporcionó a los británicos de todas las clases sociales dirección, motivación y esperanza. “No es fácil imaginar a otra persona capaz de igualar lo que hizo”, escribió Kershaw.


RESTAURADORES


Charles André Joseph Marie de Gaulle fue el restaurador de la grandeur de su país, establece Kershaw. No sólo dejó una huella indeleble en Francia -la actual Quinta República con su peculiar Constitución es obra suya- sino que sus acciones tuvieron alcance y significación global.


¿Qué podemos aprender de su liderazgo de corte patriarcal? La importancia de la teatralidad para comunicar, por ejemplo. Durante la Segunda Guerra, este militar de 1,93 metros de alto -un inglés lo describió como “una especie de garza”- proporcionó metas, mordiente y dinamismo a la Francia Libre desde el otro lado del Canal de la Mancha. Como Churchill, manejaba con maestría el arte de la oratoria.


De nuevo en el poder en 1958, De Gaulle resolvió con grandeza la sangrienta descolonización de Argelia. Es hora de mirar al futuro no de aferrarse a un pasado agonizante, enseñó a las masas y a las élites. Como presidente, se caracterizó por un elevado ritmo de trabajo (setenta años ya cumplidos), atenta capacidad de escucha y de comprensión de los detalles, y una extraordinaria memoria (otro músculo que se entrena). Su sello personal fue también el respeto por la dignidad del cargo.


Del otro lado de la frontera francesa, hubo en la posguerra también un líder notable. Sin Konrad Adenauer la historia de Alemania y Europa pudo haber sido muy distinta. Fue decisivo a la hora de garantizar que, pensando en la prosperidad y en la seguridad futura, la naciente República Federal mirara a Occidente -y en especial a Estados Unidos-. Es probable que para cualquier conductor de hombre y mujeres más importante que el carisma sea la capacidad de saber entender hacia dónde soplan los vientos.


Churchill definió a Adenauer como “el estadista alemán más sabio desde la época de Bismarck” y admiraba muchísimo “la perseverancia, el coraje, la entereza y la habilidad con la que manejaba las situaciones cambiantes, inciertas, imprevisibles a las que había tenido que enfrentarse sin cesar”.


El historiador, por su parte, rescata del carácter de Adenauer la importancia del deber, del duro trabajo, de la responsabilidad y del servicio público. Era mal orador, pero transmitía autoridad al instante. Era de lo más tenaz y tenía un punto autoritario y maquiavélico, detalles que no parecen inútiles para quienes son llamados a liderar.


Viejo son los trapos, sentenciaban nuestras madres. Adenauer llegó al poder en la Alemania occidental cuando tenía 73 años. Cuando fue electo, dijo que su médico le pronosticaba un año en el cargo. Se quedó catorce.


DAMA DE HIERRO


La única mujer en la selección de Kershaw es Margaret Thatcher. El estudioso no oculta su desagrado ideológico, pero le reconoce claridad, ingenio, firme determinación y adicción al trabajo. Tenía la singular capacidad de captar “como se sentía un amplio estrato de la Inglaterra profunda porque ella se sentía igual”.


Los parangones con el liderazgo de Javier Milei son asombrosos. Transcribimos un párrafo de la página 363: 

“Los principios fundamentales subyacentes a la misión thatcherista para el cambio eran: limitar la masa monetaria para controlar la economía recortar el gasto público reducir el poder de los sindicatos, liberar la economía de las restricciones impuestas por los gobiernos socialistas (propiciando que estuviera más determinado por la fuerza del mercado), y acabar con el alto nivel de dependencia provocado por las ayudas sociales”.


Hay otra similitud curiosa entre 1979 y 2024. Las cohortes de la Dama de Hierro llamaban “meones” a sus adversarios del Partido Conservador, representantes de la política tradicional. Los trolls de Milei tachan de “viejos meados” a los dirigentes y votantes adultos del PRO y la UCR que todavía “no la ven”.


Algunas páginas dedica el profesor de la Universidad de Sheffield a la Guerra de las Malvinas. Fue un punto de inflexión en el mandato de Thatcher y la consolidó como líder enérgica, dura y agresiva. Si los militares argentinos no hubieran reconquistado las islas en 1982, probablemente Londres hubiera aceptado transferir la soberanía a la Argentina con “un retroarrendamiento a largo plazo para Gran Bretaña”, conjetura. Había planes elaborados en el Foreing Office.


PERESTROIKA EN LLAMAS


La revolución se devora sus hijos, reconocía Robespierre. Kershaw señala a Mijaíl Serguéyevich Gorbachov como ejemplo cabal de un liderazgo innovador y dinámico pulverizado por las propias fuerzas que había ayudado a desatar.


El caso triste del padre de la perestroika y el glasnot muestra también los peligros de promocionar a ambiciosos desmedidos y desleales. Si Adenauer tuvo la suerte de ser secundado por Ludwig Erhard para la construcción del milagro económico alemán, la decisión de Gorbachov de aupar a Borís Yeltsin para acelerar las reformas resultó, a la postre, fatal. Tenga cuidado a quien asciende.


No oculta el autor del ensayo su fascinación por el hombre que ayudó a restablecer la libertad de millones de personas, desde Praga hasta Vladivostok, aunque en el caso de los rusos hayan involucionado políticamente hacia el zarismo del siglo XXI, bajo la férula de Vladímir Putin, el carnicero. Gorbachov fue el factor clave para el final de la guerra fría.


Lo define Kershaw como “el personaje europeo más importante de la segunda mitad del siglo XX”. Lo que le llama la atención es que del “enquistado e inflexible sistema soviético pudiera surgir un empleado de la casa que llegara a la cima obsesionado con el deseo de cambiar la misma estructura de poder que le había permitido a él ser quien era”.


En todo caso, lo que corrobora Gorbachov -por si hiciera falta- es que un individuo puede cambiar la historia y para mejor.


LA UTOPIA


Un último comentario. En el prefacio, Sir Kershaw confiesa su utopía política. Prefiere que los ciudadanos “eviten por completo la intervención de personalidades carismáticas y favorezcan aquellos líderes que, aunque menos intensos y vibrantes, se hallen en condiciones de ofrecer una gobernanza competente y eficaz, basada en la deliberación colectiva y las decisiones racionales orientadas a mejorar la vida de todos los ciudadanos”. Felices, pues, los países y los tiempos aburridos.

Guillermo Belcore


Calificación: Muy bueno

Publicado en el Diario La Prensa.