Fringe y L&O Los Angeles
El universo de las series de televisión es casi tan cautivante como el de literatura. Aunque quizás se trate del mismo prodigio que se expresa en formatos diferentes. De hecho, es sabido que los guionistas y productores aplican hoy procedimientos de las bellas letras. Pero, básicamente, despliegan con admirable destreza dos elementos tradicionales de la narración escrita que algunos fatuos adoradores de la ultraoriginalidad sostienen (mienten) que ya no son necesarios en un buen libro: cuentan historias seductoras y construyen personajes memorables.

El lector de este blog sabe que soy un entusiasta de estos artificios hebdomadarios que provienen del Primer Mundo. Hoy me gustaría recomendar dos. La primera serie es de ciencia ficción y ya ha sido prolijamente elogiada por La Biblioteca de Asterión. Fringe, la flamante maravilla de J.J. Abrams, me tiene aferrado de las solapas. Relata en su tercera temporada una guerra abierta entre mundos paralelos. Tal como imaginó Adolfo Bioy Casares en el cuento La trama celeste (1948), se nos dice que existen infinitos mundos idénticos al nuestro, infinitos mundos ligeramente variados, infinitos mundos diferentes, cercanos pero inabordables, salvo por accidente. Si no me equivoco, Demócrito de Abdera fue el primero en meditar sobre la quimera. En el siglo XIX, el socialista revolucionario Louis Auguste Blanqui revivió la fantasía, que a la larga terminó inspirando a Bioy y que ahora una ingeniosa serie norteamericana explora. En cada uno de esos mundos, hay un Belcore que ha tomado otras decisiones. En uno es sacerdote, no se ha casado; en otro sí se caso, pero no se ha separado, se dedica a la política; en el tercer planeta alterno murió en una bacanal; en el cuarto, es hincha de Boca o River (pobre tipo) y se fue a vivir al extranjero. En cada encrucijada que nos interpela, hay un yo alternativo que elige el otro sendero. Fascinante, ¿verdad?
Fringe plantea que el científico Walter Bishop, un genio comparable a Einstein, causa un devastador enfrentamiento interplanetario, al traer a nuestra Tierra a un Peter Bishop paralelo, con el fin egoísta de reemplazar a su hijito muerto. Esto provoca espantosas perturbaciones físicas del otro lado. La venganza, obviamente, será terrible. Peor aun, todo indica que la supervivencia del otro lado depende de la destrucción del nuestro. Ellos, al parecer, provocaron el tsunami en Asia de 2004 y otras calamidades semejantes y han infiltrado en las altas esferas de la política y la economía a ‘los cambiantes’, mitad humanos, mitad máquinas. Sugiero a quien desee disfrutar de tan loca imaginería comenzar con el capítulo uno de la primera temporada. Caso contrario, no entenderá un pito.
El viento y el mar
La segunda serie que quisiera recomendar es la penúltima versión de esa espléndida franquicia ideada por Dick Wolf que, al parecer, puede ser exprimida con éxito hasta la última gota. Me refiero a la serie Law & Order. La versión original, ambientada en Nueva York, acaba de dar sus últimas hurras, después de veinte años de buenos servicios al televidente. Está bien, ya había perdido el toque mágico. L&O Criminal Intent tambalea tras concluir la novena temporada (nunca logró atraparme). Sigue en pie, dignamente, L&O Special Victims Unit con la bellísima Mariska Hargitay (once temporadas); y se afianza L&O United Kingdom. Aparece ahora… L&O Los Angeles.

Serán las playas y el mar, será el toque latino o el desierto y el sol, será la encantadora frivolidad de Hollywood y Beverly Hills, o bien el talento de los libretistas, pero L&O Los Angeles tiene un glamour y brillo del que carecen sus hermanas. El método narrativo, eso sí, es el de siempre: la primera mitad relata la investigación policial; la segunda, el proceso en la Justicia. Es decir, policías y fiscales son los protagonistas, interactuando en parejas disonantes como lo hacían El Quijote y Sancho, o Batman y Robin. Se apuesta fuerte con los argumentos: una bella chica embarazada (el padre de la criatura es un influyente congresista de derechas) es arrollada por un misterioso automóvil. Americanos WASP (blancos, anglosajones y protestantes) se convierten en esbirros de Bin Laden. Un sangriento homicidio revela que el mundo de los surfistas también tiene un costado sórdido. El sistema legal estadounidense es capaz de arruinarle la vida a una madre inocente.
La temática se nutre en la realidad, pero la retórica rinde homenaje a la mejor literatura. Tal como ocurre con Doctor House, los diálogos son magníficos. De acuerdo, nadie habla así, pero qué gusto da escuchar siempre una réplica ingeniosa, una aguda observación sociológica, un discurso que examina el meollo de la vida, el sarcasmo y la ironía. Por cierto, esa excelencia expresiva es otra de las glorias de las novelas policiales de Raymond Chandler.
Fringe y L&O Los Angeles me permiten relajarme y ser feliz cuando regreso del diario cerca de la medianoche. ¿Alguien puede sugerirme alguna otra serie?
Guillermo Belcore