Diario de un lector apasionado XVIII
Buenos Aires. Independencia y Paseo Colón. McDonald’s. 08.30 PM
Si después de haber aupado irresponsablemente a los Le Clézio y a las Jelinek de este mundo por quienes suspira sólo la frívola mediocracia de los suplementos culturales, los mandarines Estocolmo decidieron enmendarse reparando injusticias (¡comenzaron con el gran Vargas Llosa!) es fuerza que este año el Nobel corone a una dama canadiense nacida en 1931 que demuestra que las espléndidas virtudes clásicas de la literatura no han perdido ni perderán jamás vigencia. Me refiero, sáquense todos el sombrero, a Alice Munro.
¡Qué bien escribe!, me digo una vez más entre trago de café con leche y mordisco de baguel de lomito y queso, mientras me va envolviendo la historia de una chica común y silvestre cuyo marido ve las cosas de una manera especial (“es su manera de ser”) y terminando asfixiando a los tres hijitos como corolario de una pelea inofensiva. Y así todo, Doree va a visitarlo a la institución psiquiátrica donde fue encerrado. Lloyd fue declarado demente y no pudo ser juzgado.
Un ocurrente escribió una vez que los cuentos de Munro son tan pero tan buenos que nos hacen olvidar para qué diablos se inventó la novela. No diré que ha llevado a la narrativa femenina a la cima artística porque no faltará quien me acuse de “sexista”, pero pienso que sólo una mujer (una mujer extraordinaria) puede revelarnos todo de un personaje mencionando detalles de su vestimenta o su peinado. ¡Qué bien escribes!, Alice. Haces creer a tus lectores que narrar una buena historia sobre la complejidad de la condición humana siempre con las notas justas es sencillísimo. ¡Qué va a ser fácil! El noventa y nueve por ciento de los escribidores rara vez lo logra.
Me escapé de la redacción un ratito para olvidarme de Mubarak (¿renuncia o no renuncia ese maldito?). Me sumergí en Demasiada felicidad, recopilación de relatos de Alice Munro que Lumen publicó el año pasado. Demasiada felicidad literaria hay en este volumen. El Nobel de Literatura 2011 para Alice Munro. Antes de que anochezca.
Guillermo Belcore
6 comentarios:
Coincido en lo de "demasiada felicidad" literaria. Y ya me he comprado otros volumenes de ella para seguir siendo feliz! Una manera de tejer historias por momentos lúdica, por otros atrapante, en muchos asfixiante, pero siempre respirando belleza literaria.
Por supuesto, y como siempre, no coincido con sus hábitos alimenticios. Nunca un café con leche con 2 "de manteca"??!!
Además, no le daría a la señora (señorita?, no lo se) el Nobel, perdería demasiado tiempo diciendo boludeces y tendría poco tiempo para escribir.
En fin...
Un abrazo
La única redención posible a esta altura para los señores del Nobel es que se lo den a Pynchon, es un escritor enorme, gigante. Igual eso nunca va a pasar. No va a pasar.
Queridos amigos:
Estoy de acuerdo. Si hay un escritor que merece el Nobel de Literatura es Thomas Pynchon. ¿Se imaginan? ¿Iría a buscarlo o mandaría a la esposa? ¿Accedería a ser fotografiado? Tengo el honor de haberme quedado solo (mejor dicho, junto a un par de amigos de este Blog) gritando a voz de cuello que "Contraluz" es la gran novela de 2010; qué digo, de la década. Claro, qué reseñista de los medios se atreve hoy a hincarle el diente a una novela de 1.500 páginas. Por eso pasó casi inadvertida.
P., Munro es otra perla del collar de Narraciones Espléndidas que integra, entre otros F.S. Fitzgerald. No lo digo yo, lo sostiene Marcelo Cohen en un prólogo que usted bien conoce.
Gracias por escribir
G.B.
me encanta Munro
Me encanta Munro, pero el nobel para Murakami, así no tendría tanto tiempo para escribir largas, pero muy largas como la excelente 1G84
Estimado: Usted me está ensañando a leer.
Así es que, una vez que he leído algunos cuentos de Munro, y luego de preguntarme por qué no me gusta tanto, releo su crítica y comprendo.
Mientras, intercalo con el auténtico placer que me da "Caballo en el salitral", de Di Benedetto.
Gracias siempre!!
Diana.
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