Francis Scott Fitzgerald
Eterna Cadencia. Cuentos, 475 páginas. Edición 2010.
En lengua griega “estilo” era originalmente el nombre con que se designaba el instrumento que servía para escribir en las tablas enceradas. Más tarde vino a significar el grado de calidad literaria. Platón y Aristóteles abordaron el problema y De Quincy sentenció que “el estilo es la encarnación del espíritu“. Quiso decir, me parece, que en el arte lo es todo: hasta la anécdota más trivial se convierte en letras bellas cuando el narrador esta dotado de exquisita ironía, elegante expresión, poética deslumbrante. Es el caso de Francis Scott Fitzgerald (1896-1940), el príncipe de la literatura estadounidense. Como señala Marcelo Cohen en el prólogo, fue “un escritor de la palabra justa, la composición diáfana, la elipsis y el continuo plástico“.
El sello Eterna Cadencia rescató diecinueve cuentos que Fitzgerald había publicado en revistas populares para sostenerse y financiar la escritura de sus novelas. Se trata de tragedias del corazón -por no decir melodramas- con un final apropiado para la gente sencilla, aunque todos fueron compuestos con la seda, el satén y el tweed más refinados. El estilo, insisto, es lo que cuenta. Obsérvese como describe al famoso hombrecito insignificante: “Su cuerpo daba la impresión de haber sido abandonado por accidente en el traje durante la última vista al sastre, y obligado a asumir su rigidez posterior mediante la presión de pesadas planchas muy calientes. Su cara no era más que una cara. El tipo de cara que conforma una multitud, de color gris, con orejas aplastadas contra la cabeza, como temerosas del clamor de la ciudad, y con los ojos exhaustos de alguien cuyos antepasados hubieran vivido en el desamparo por un lapso de cinco mil años”.
El lector tropezará, para su deleite, con fascinantes cazadoras de fortunas, chicas abandonadas en París, héroes de guerra, faisanes de la alta sociedad, historias de amor desesperado como la del cincuentón de Minneapolis que enloquece por una jovencita. Hay técnicas de complicidad, escenas teatrales, sutil mordacidad. Todo tiene un matiz etéreo como de cuento de hadas, pero los prejuicios son desollados como Dios manda. Uno termina gozando hasta con algo tan tedioso como un partido de fútbol americano. Conmovedora, inteligente e intensa son los calificativos que mejor le sientan a la escritura del pobre Fitzgerald (murió joven y arruinado).
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa.
Calificación: Muy bueno
PD: He encontrado en la página 250 un párrafo magnífico. Todo hombre de fútbol, aquél que disfrute, como yo, las tardes soleadas (o incluso nubosas y frías) en las gradas del club de sus amores sabrá apreciarlo:
“Como siempre, la tarde del partido tenía mucho de sueño, tal vez por la irrealidad de aquella muchedumbre y las galas inútiles de un show gigantesco. Los once hombrecitos que corrían por el campo parecían figuras embrujadas de otro mundo, extrañas e infinitamente románticas, medio esfumadas por la niebla jadeante de la gente y sus ovaciones. Uno siente un dolor insoportable cuando se lastiman, tiembla con su nerviosismo, pero ellos no establecen comercio alguno con el público, están fuera de todo alcance, consagrados y a la intemperie, quizás divinos”.
PD II: Me olvidé de mencionar que la traducción de Marcelo Cohen es excelente, en el único sentido que cuenta: la belleza del texto llega intacta al castellano.
PD III: Quizás a Francis Scott le hubiera encantado a Travis como banda de sonido de estos cuentos de terciopelo: http://www.youtube.com/watch?v=G1f2M5G9KG8
7 comentarios:
Una pregunta un poco descolgada, estoy por regalarle el libro "las benevolas" a mi señora. Leí tu crítica, pero quería saber si con el paso de los años sigue siendo una recomendación. Gracias!
Estimado Rökkur:
Sigo pensando que 'Las benévolas' es una de las mejores novelas que leí en los últimos años, pero yo sólo se la regalaría a quien esté interesado en la Segunda Guerra Mundial y, en particular, en el Holocausto. No es una obra simpática, expone sin tapujos un capítulo terrible de la maldad humana.
Gracias por escribir
G.B.
Justamente así es mi señora. Muchísimas gracias, siempre es muy útil su crítica.
Dos (o tres) cositas:
-está lindo el parrafo de Francis Scott dedicado al fútbol, pero no son once hombrecitos los que corren sino veintidos.
-Marcelo Cohen está trabajando actualmente en una traducción de Crack up, la primera versión que se editará en la Argentina.
-¿Tenés pensado leer y reseñar 1Q84, la nueva novela de Murakami, que sale el 1° de marzo en Argentina?. Ojalá.
Abrazo.
Estimado Santi:
Sí, claro, creo que el libro de Murakami puede ser uno de los hitos del 2011.
Ya que has sacado el tema, Santi, dejame decir que hay algo que me desagrada. Me parece que se ha puesto de moda despreciar a Murakami, tal como en su momento era 'cool' condenar a Vargas Llosa. Sobre todo, entre esos fatuos que posan de hastiados posmodernos que lo han leído todo, cuando en realidad no han leído nada. ¡Necios! Lean 'Crónica de un pájaro que da cuerda al mundo' y después hablen.
Un abrazo
G.B.
Hay un muchacho españos (un poco desagradable, pero...) tiene un blog titulado lector mal herido, que habla bastante de Murakami, incluso da el molde, los secretos, de la estructura Murakami.
Si puedes pasar, quizás te interese.
(No soy yo, no estoy haciendo propaganda de un blog mío)
Saludos,
Sí, Guillermo, es tal cual lo decís. Es probable que los últimos libros de Murakami que se editaron en la Argentina no estén entre sus mejores obras (los cuentos de Sauce ciego, mujer dormida son desparejos, After Dark y El fin del mundo... no alcanzan la media de maestría del escritor), pero de ahí a despreciarlo...
Es pura pose, allá ellos. A mí leer a Murakami me da placer y creo que la llegada de 1Q84 es la gran noticia literaria del año.
Abrazo!.
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