Robert Bloch
La factoría de ideas. Novela, 278 páginas. Edición 2010
Segundas partes nunca fueron buenas, dice la sabiduría popular (con la excepción notable de las sagas de El Padrino y de Star Trek). Por sugerencia de su agente, el señor Robert Bloch (1917-1994) escribió en el invierno de su vida la secuela del libro que le había otorgado fama después de que un tal Alfred Hitchcock pusiera sus sabios dedos sobre él. Bloch tuvo una larga y fecunda carrera como autor de obras de terror y ciencia ficción en la respetabilísima clase B, y como guionista del cine y la televisión. Fue colaborador, incluso, del maestro H. P. Lovecraft. ¿Qué necesidad tenía entonces de agregar una novela mediocre a las atestados anaqueles de la literatura universal?, me pregunto a treinta años de distancia. El libro, no obstante, se vendió bastante bien en 1982.
Debe aclararse a los cinéfilos que la trama nada tiene que ver con la película homónima. Aquí, el señor Bloch imagina que, después de largos años de inútil terapia, Norman Bates huye del neuropsiquiátrico donde fue confinado por la ley disfrazado de monja. En las primeras noventa páginas, comete, al parecer, cinco homicidios. Se las arregla para hacerle crear a las necias autoridades que está muerto, pero el doctor Adam Claiborne -el bueno de la película, perdón del libro- lo persigue hasta Hollywood donde se está filmando la historia de la vida de Bates.
La novela tiene el leve encanto y las férreas limitaciones del tópico, fue confeccionada con decenas de retazos de lugares comunes. No se priva del melodrama ni del parlamento declamatorio. Ofrece una psicología de pacotilla y apela al estereotipo: en el mismo saco encierra al productor ambicioso y casi en la ruina, al escritor neurótico, al psiquiatra bocazas, la rubia tontuela, al loco del director y a su actor fetiche de capa caída. Lo mejor de todo es que incluye información de primera mano sobre el mundo de las películas, incluso las porno. Puede que resulte de interés para aquellos lectores aficionados a los entretenimientos simples, la prosa de bajo vuelo, los filmes de escaso presupuesto, el fútbol del ascenso. La historia no deja de ser atrapante, pero por momentos (sólo por momentos); con un final a lo Agatha Christie. Un digno e innecesario representante del kitsch.
Guillermo Belcore
Calificación: Regular
PD: He tropezado con un dato interesante. Robert Bloch fue el autor de los episodios What are little girls made of? (1966), Catspaw (1967), Wolf in the fold (1967) de la versión original de Viaje a las estrellas, la del capitán Kirk. Esta noche los veré en Series Yonkis.
5 comentarios:
¿Por qué siempre antepone "señor" o "señora" al nombre del autor? Le recuerdo que es una traslación de la lengua inglesa que no suena nada bien en castellano. Esos préstamos afean y empobrecen el idioma. Gracias.
Guillermo:
¿Qué tal está la primera parte? La vi en una librería de viejo y no sé si comprarla.
Saludos,
Marcelo
Querido Marcelo:
La verdad que no la he leído. Pero no creo que sea mejor que la película. Bloch es un autor de segunda categoría.
Estimado anónimo:
¿Le suena mal el uso del "señor"? A mí me agrada. Me parece un giro elegante, en especial cuando me dispongo a asestar un garrotazo (inocuo). Así es la vida. Lo que para algunos es un capricho placentero para otros se transforma en un punto neurótico. Pero lo agradezco la corrección; tiene usted razón, es un anglicismo.
G.B.
Señor Belcore:
¡Buen día!me parece que usted este año viene esquivando bastante "garrotazo",este no sería el quid de la cuestión,lo que realmente molesta es que están más entesados en corrigirle,y hacer críticas inconstrutivas para mí,que valorizar el contenido.
Qué comentarios de Morondanga.
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