Novela. Edición 2010. Alfaguara. 454 páginas.
“La maldad la llevamos en el alma. No nos libraremos de ella tan facilmente. En los países europeos y en Estados Unidos está más disimulada, sólo se manifiesta a plena luz cuando hay una guerra, una revolución, un motín. Necesita pretextos para hacerse pública y colectiva. En la Amazonía, en cambio, puede mostrarse a cara descubierta y perpetrar las peores monstruosidades sin la justificaciones del patriotismo o la religión. Sólo la codicia pura y dura. La maldad que nos emponzoña está en todas partes donde hay seres humanos, con las raíces bien hundidas en nuestros corazones”.
“La historia es una rama de la fabulación que pretende ser ciencia”
Mario Vargas Llosa
No es ésta la mejor novela de uno de los mejores novelistas de nuestra era. Es un libro tedioso por momentos, infestado de moralismo y con una cadencia descriptiva absolutamente insulsa, más apropiada para el ensayo o para los excelentes artículos que Mario Vargas Llosa suele publicar en los periódicos. Nada puede objetarse a la sólida estructura, a la ambiciosa temática o la impecable reconstrucción histórica, pero le falta esa luz de originalidad y belleza que consagra a la obra maestra.
Sin rodeos ni ambigüedades, Vargas Llosa, el demonio para el populismo pseudoprogresista, se ha esforzado en enjuiciar abusos y crímenes coloniales y el exterminio de comunidades indígenas del Africa y Sudamérica por culpa de esa aberración llamada lucro. Como se ve, volvió a interpretar un repertorio de izquierda, aunque siempre matizado por una aguda inteligencia. El Varguitas escritor nunca ha ofrecido, por cierto, las respuestas fáciles de la ideología. No faltará el imbécil que lo acuse de haber plagiado El corazón de las tinieblas de Joseph Conrad, tal como lo siguen chicaneando por La guerra del fin del mundo. Ser influenciado no es copiar. Plagio es lo que hacieron un par de escribidores argentinos al copiar textualmente páginas enteras para obtener un dudoso premio o vender más libros. Qué sinvergüenzas.
Se narra la vida y la muerte del Bartolomé de las Casas del Imperio Britanico. Sir Roger Casament es el nombre del protagonista. Un diplomático ennoblecido y condecorado por la Corona, que fue juzgado por traición a la patria durante la Primera Guerra Mundial. Con el fervor de un profeta, había documentado y denunciado los espantosos crímenes de los belgas en el Congo y de los peruanos en el Putumayo. Se convirtió en un especialista en atrocidades y arruinó su salud, pero luego degeneró en algo peor que un revolucionario, se transformó en un nacionalista. Y así concluyó que la única manera de que su Irlanda natal obtuviera la independencia era conseguir fusiles de la Alemania del Kaiser para una insurreción violenta. Es decir, por repudiar un imperialismo se metió en la cama con otro. Fue ahorcado el 3 de agosto de 1916. La novela incluye fascinantes figuras históricas como el malvado explorador Henry Morton Stanley, el genial Bernard Shaw y Julio César Arana, el rey del caucho.
La novela maneja con solvencia los relatos paralelos y el vaivén en el tiempo. Va alternando las peripecias en la jungla del diplomático idealista -realmente creía que Europa tenía una misión providencial en Africa- con los últimos días del reo en la lobrega celda de Petonville Prison, donde esperó, desesperado, que le conmutaran la sentencia a la horca. Se abusa de un recurso: la descripción de los sueños del personaje principal, lo que siempre delata un déficit de invención. La acción, el estilo e incluso el argumento se subordinan -para mi gusto demasiado- a la discusión de ideas. Porque ésta es fundamentalmente una novela de ideas.
Mediante la prolija enumeración de horrores, Vargas Llosa reabre el debate sobre uno de sus temas favoritos. Quiere llegar a la raíz de la maldad humana. ¿Por qué diablos la civilización es una película tan delgada?, nos obliga a preguntarnos. ¿Qué es lo que torna a un hombre en una máquina (me niego a usar la palabra “bestia”, nada hay más humano que la crueldad) capaz de las peores fechorías? Cedo la palabra al artista: “El Congo, la Amazonía. ¿No hay pues límites para el sufrimiento de los seres humanos. El mundo está plagado de esos enclaves de salvajismo. ¿Cuántos? ¿Cientos, miles, millones? ¿Se puede derrotar a esa hidra? Se le corta la cabeza en un lado y reaparece en otro, más sanguinaria y horropilante”. ¿Por qué?, sigue siendo la pregunta, añado yo. El libro deja un nudo en la garganta.
Guillermo Belcore
Calificación: Regular
PD: Quisiera ser claro. No es éste un libro malo, en absoluto, pero a un autor como Vargas Llosa -un escritor de verdad- podemos exigirle algo más que un novelón aburrido. Una vez, conversando sobre la última y fallida novela policial de Piglia, P. me preguntaba si yo coloco el listón más alto cuando se trata de consagrados. Sí, lo hago. Y también creo que no hay que asustarse con los nombres eminentes, hasta los genios tienen sus días malos.
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