sábado, 10 de septiembre de 2011

El hielo

Vladimir Sorokin
Alfaguara. Novela, 332 páginas. Edición 2011

Hace cien años, un meteorito devastó la región de Tugunska, en Siberia. Fue un mensaje del Universo para despertar a los veintitres mil durmientes que se encargarán de eliminar la Tierra, esa aberración cósmica que se ha desarrollado como un feo tumor cancerígeno. Para descubrir a los suyos, la Hermandad de los Despiertos debe golpear con un martillo de hielo celestial los pechos de todos los rubios de ojos celestes. Los elegidos son poderosos, aunque sólo pueden comer la fruta que no haya tocado el cuchillo (el pan es el escarnio del cereal). Antaño se infiltraron en las SS y la KGB, hoy pululan en la cima de las finanzas y los negocios. Desprecian el sexo, el dinero y los libros, tiene un amor muy diferente: la fusión cordial. En general, consideran como basura prescindible al resto de los humanos, los carne-máquinas o los muertos vivos. Todos somos odres vacíos; nuestro terrible pecado es mirar con la mente, nunca con el corazón. ­¡Ay de los impíos que nunca verán la luz!

El creador de tan singular argumento, con varios niveles de interpretación y una constante sensación de realidad, es uno de los más interesantes escritores de la nueva Rusia. Esta novela demuestra que incluso entre la vanguardia cool y posmoderna -un grupete cuya esterilidad literaria es notoria- puede aparecer el genio. Al realismo fantástico de Vladimir Sorokin (Bykovo, 1955) se lo ha emparentado con Murakami, Houellebecq y Philip Dick. Tiene también algo de Vonnegut y de Fogwill, por su habilidad para atrapar el habla y desollar el presente con un filoso procedimiento indirecto. La prosa exhibe una plasticidad admirable; usa el diálogo y la descripción telegráfica como un estilete. Además de una ingeniosa cosmología, hay postales de la nueva Rusia y una denuncia de la infinita maldad estalinista.

Un parrafito sobre la traducción. Aquí hablan drogones, prostitutas, banqueros (¡­hay uno que lee a Borges!), sectarios y neonazis. La jerga, el giro coloquial, el localismo nos llega en el más crudo argot madrileño. El texto esta superpoblado de "coños''. No es que sea incorrecto o que estrague la erótica de la obra, pero uno termina añorando el castellano neutro. Es como escuchar al capitán Picard en un buen capítulo de Star Trek (como El hielo, otro ejemplo de ciencia ficción de calidad) farfullando la guasa y el pitorreo andaluz.
Guillermo Belcore


Publicado en el Suplemento de Cultura del diario La Prensa

Calificación: Muy bueno

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡¡Muy buenos días!!
Sabe desde de que empece a elegir por amante a la literatura Rusa,es que para para mí no hay nada más gostoso que un una buena novela o cuento ruso clasico si es romantico mejor,pero ya que usted recomieda este,voy a dejarme influir una vez más por su recomendación;Ya que todas las veces que me he dejado llevar no tuve ninguna decepción,todo lo contrario pese a mi desconfianza con lo da la ciencia ficción.
Ya que por años me han torturado con Star Trek y otra series de la Universal Studios.