Pensar de tarde en tarde en Sherlock Holmes -estableció Borges- es una de las pocas buenas costumbres que nos van quedando. Ese caballero, flaco como una excusa pero con una mente filosa como navaja, sigue atrapando la imaginación de las generaciones. La industria del entretenimiento, obviamente, nunca dejar de explotar el filón, con más o menos suerte. Como antídoto a la mirada hollywoodense de Guy Ritchie -versión degradada por el abuso de explosiones y otros efectos especiales- la BBC de Gales ha revivido a la eterna creatura de sir Arthur Conan Doyle (y a su imprescindible compañero) con una fidelidad asombrosa a los detalles y un enorme ingenio para traer el método deductivo al siglo XXI.
La miniserie Sherlock puede verse en Internet, pero como en España ya ha sido exhibida hasta en televisión abierta, nada cuesta suponer que en poco tiempo más estará disponible para los argentinos, que se encontrarán con un producto de exquisita factura, incluso en la elección de la música de fondo. En 2010, se elaboraron tres episodios de noventa minutos cada uno (Estudio en rosa, El banquero ciego y El gran juego), con gran éxito de público y crítica. Más de nueve millones de aparatos siguieron en el Reino Unido las aventuras (cinco millones de televidentes es la línea del éxito en las islas). El Bafta (mejor serie, mejor actor secundario) y la Royal Televisión Society (mejor drama televisivo) convalidaron su excelencia. Este año, se proyectarán otros tres capítulos. El primero (Escándalo en Belgravia) ya puede encontrarse en la web.
Interpreta a Holmes, Benedict Cumberbatch (Londres, 1976), un respetado actor de teatro que ha comenzado a incursionar con éxito en el cine. Igual que Hugh Laurie en House (que tanto le debe a Conan Doyle), el personaje parece un traje hecho a su medida, factor que siempre delata al actor de fuste. Martin Freeman (Aldershot, 1971) es Watson. Son dos estrellas en ascenso, que han logrado forjar una pareja impecable.
NUEVAS TECNOLOGIAS
El Holmes posmoderno es consultor ad honorem de la policía de Londres y adora las nuevas tecnologías (¡tiene un blog y una blackberry!). Se confiesa asexuado, aunque en la segunda temporada deja entrever su fascinación por Irene Adler, una chica que se dedica a la prostitución bisexual de altura (incluso en Buckingham Palace), lucrando con el inveterado gusto de los ingleses por el sadomasoquismo, consecuencia, quizás, de los castigos corporales en la infancia. El detective se aplica parches de nicotina (hoy no resulta fácil fumar en público) y consume drogas recreativas. Guarda restos humanos en la heladera de la señora Hudson, en el 221 B de Baker Street. Es gélido como el señor Spock, padece de falta de empatía; quizás sufra de alguna forma de autismo. Toca el violín para aclarar sus ideas y tiene un hermano -Mycroft- que le encarga trabajitos, desde un conspicuo cargo en el servicio de inteligencia británico.
Sherlock es brillante. Puede capaz de deducir toda la historia familiar de su partenaire a partir de unos raspones en el teléfono celular. Lo secunda, en efecto, un médico desempleado, que el British Army se quitó de encima después de ser herido en Afganistán. En la versión BBC, el doctor Watson no es un chambón, es un hueso duro de roer que, como cualquier militar que se precie, tiene un desaforado sentido del honor y es capaz de meterle una bala entre ceja y ceja a un enemigo cuando la ocasión lo demande. Conspira entre las sombras, el temible Doctor Moriarty (Andrew Scott), que aquí se presenta como un yuppie elegante, un psicópata total con una inteligencia terrorífica capaz de rivalizar con la de Holmes.
Los factotum de Sherlock son Mark Gattiss y Steven Moffat, creadores también de la serie Doctor Who. Han logrado la proeza de respetar en lo importante el texto original, añadiéndole los guiños que la sensibilidad contemporánea exige. Las tramas suelen ser deliciosamente retorcidas. Hay muchísimas escenas memorables. Hay humor. Como el lector puede comprobar, la saga ha creado fans por todo el mundo. Steven Spielberg es otro de ellos. Ha definido a Cumberbatch (a quien dirigió en Caballo de guerra como el ``mejor Sherlock Holmes que ha aparecido sobre la pantalla''.
Guillermo Belcore
Publicado en la sección Espectáculos del diario La Prensa.
PD: Insisto, esta serie es extraordinaria. No pueden perdérsela.
1 comentario:
Ciertamente, extraordinaria.
El descubrimiento mas feliz del 2011.
De los mismos tipos, existe una serie que adapta en forma similar (segun he leido) al querido doctor Jekyll (otra costumbre borgeana; esta, capaz de salvar al mundo).
Aun no he tenido la suerte de verla.
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