viernes, 6 de abril de 2012

El silbador

Ondjaki

Letranómada. Novela, 111 páginas


Una y otra vez, la humanidad ha imaginado la existencia de un ser prodigioso que con su voz, su canto o su música es capaz de alterar el orden de las cosas. Desde Orfeo hasta el último ídolo del rock o del pop pertenecen a esa estirpe mágica. Este libro espumoso retoma el mito y lo ubica en una aldea recóndita del África que adora a los burros y transpira mansedumbre y pereza. Un buen día, aparece allí El Silbador. Sus melodías no sólo atraen a los pájaros, sino que “alcanzan, de modo incisivo, la profundidad de las almas, el rincón donde cada uno esconde sus secretos, esa asombrosa gruta a la que muchos llaman la esencia del ser”. El murmullo de Dios no tarda en provocar un maremoto de ansiedad en el sacerdote y la comunidad toda. “No sabéis que un poco de levadura fermenta toda la masa”, escribió San Pablo.

El señor Ondjaki nació en Angola en 1977 y hoy reside en el Brasil. La solapa nos avisa que es un escritor premiado. Es lógico que Africa, un continente que preserva animales fantásticos como la jirafa o el elefante, sea también el último reservorio del realismo mágico. Un intenso lirismo colorea las páginas de esta novela encantadora, aunque diminuta, que celebra la vida sin lujos pero digna, la ceremonia de la siesta, el poder de los sueños, la murmuración vecinal, la naturaleza exuberante; y que contiene qué nombres: KoTimablo, el sepulturero; doña Mamán; KeMunuMunu el viajante; Dissoxi, un misterio en forma de mujer. La prosa es suave y colorida, con una cierta solemnidad que ya no se utiliza en Occidente.

Puede compararse el libro con un diamante: un objeto raro, valioso, bello, que aviva la imaginación de las gentes. Una buena idea fue traerlo al castellano. “Al final -dice Ondjaki- la música es el único sonido humano parecido al silencio”.
Guillermo Belcore
Publicado en el Suplemento de Cultura de La Prensa

Calificación: Bueno

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