Bueno, el propósito de este texto es anunciar a los cuatro vientos una buena nueva: ha emergido de la mejor BBC otro heroína memorable. Se trata de la sargento Catherine Cawood, pilar de Yorkshire oeste, protagonista de Happy Valley, una de las joyas televisivas de este año, seis capítulos (acaso la dimensión justa para el genero policial) que nos mantienen aferrados al sillón favorito y al Smart TV, los complementos imprescindibles de Netflix, ese maravilloso invento que nos hace más tolerable el siglo XXI.
Happy Valley fue escrita por una dama (Sally Wainwright) y producida por otra (Karen Lewis). La protagonista, como dijimos, es también una mujer (Sarah Lancashire). La mirada femenina es crucial en la serie, implica recordar algo que muchos varones solemos olvidar con frecuencia y es nuestra perdición: no somos solamente animales de carga, debemos tener una vida privada además del trabajo. La sargento Cawood era una respetada detective, pero decidió degradar su estatus profesional a simple agente de calle para poder criar a su nieto, un chico problemático, pero con buenas razones. La mamá de Ryan (hija de Catherine) se suicidó por culpa de una alimaña que la había violado. Ese hijo de la gran perra es, en la ficción, Tommy Lee Royce. Pasó ocho años en la cárcel por tráfico de drogas, pero la violación quedó impune. Acaba de ser liberado y fiel a su naturaleza se involucra en otro crimen grave: el secuestro de un empresario local, orquestado por un contador resentido, el típico hombrecito gris que de pronto pierde la cordura.
El valle de Yorkshire es un hermoso lugar para vivir si es que uno puede soportar, más o menos, trescientos días sin sol cada año. Pero, como casi todo el planeta, la proliferación de drogas ha estragado muchos vecindarios. Con un sentido de las responsabilidad comunitaria que más quisiéramos para nuestros policías, la sargento Cawood se enfrenta a los malos, a los políticos corruptos, a la falta de tacto de su familia. Mientras tanto, la historia del secuestro nos mantiene con un nudo en la garganta. Pasan cosas terribles en Happy Valley y el suspenso está muy bien dosificado.
Se ha anunciado una segunda temporada. ¡Bien!, la heroína merece persistir en la pantalla. Ojalá los guionistas no estropeen la serie como hicieron -también en Inglaterra- con Luther, estúpidamente alargada.
Guillermo Belcore
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